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Emprendimiento: el motor del cambio social

Emprender está de moda. Está en las agendas de la Comisión Europea, del Gobierno de España, de las Universidades y Escuelas de Negocio… Incluso en las de las empresas que, necesitadas de innovación y soluciones transformadoras de sus negocios, han bautizado la actividad de búsqueda de oportunidades y desarrollo de nuevos proyectos empresariales como intraemprendimiento o emprendimiento corporativo.

Ser emprendedor está de moda. De hecho, parecen haber desaparecido los empresarios de toda la vida y sólo existen emprendedores. Aunque para algunos (1) es necesario diferenciar al empresario del emprendedor, siendo este último un empresario (esto es, propietario y gestor de su propia empresa) que innova en el desarrollo de nuevos productos, procesos o modelos de negocio. Pero, lo que más de moda está, al menos entre la gente joven que estudia en nuestras aulas, es ser emprendedor social. Aunque no existe una definición única o claramente consensuada en la literatura, dado lo reciente del término, se trata de proyectos que tienen un objetivo social y se desarrollan en sectores de la economía donde el mercado y la acción del Estado son ineficaces.

No dejan de ser todas buenas noticias. El emprendimiento genera riqueza y puestos de trabajo. Algo que, después de los años que hemos pasado nos hace mucha falta. Si, además, lleva el apellido social, esto es, surge con el objetivo de dar solución a un problema social y resolver desequilibrios que afectan al bienestar común y a la sostenibilidad humana, económica y ecológica (2), mucho mejor.

Ahora bien, es necesario puntualizar algunos aspectos. En primer lugar, es importante que no se trate de una moda o de una situación coyuntural, sino que se creen los mimbres necesarios para que el emprender forme parte estructural de nuestra cultura empresarial y social y para que los proyectos de emprendimiento sean sostenidos y sostenibles.

En segundo lugar es justo clarificar que no llevar el apellido social no es sinónimo de emprendimiento no social. El punto de partida para cualquier nuevo proyecto empresarial se encuentra en la existencia de necesidades no cubiertas, o parcialmente cubiertas, en la sociedad en la que se desarrolla. Es precisamente la satisfacción de tales necesidades lo que constituye el fin de la nueva empresa (3) y la justificación de su propuesta. Desde este punto de vista, el emprendimiento proporciona un mayor valor a la sociedad, bien por ofrecer un producto o servicio nuevo, bien por hacer mejor las cosas que las empresas que ya existían en el mercado. Si no es así, las posibilidades de sobrevivir serán muy bajas y, siempre, cortoplacistas. En definitiva, la empresa (4), o es social, en tanto en cuanto responde a las necesidades de la sociedad, o no habrá empresa.

El emprendimiento social tiene en común con el emprendimiento sin apellido el desarrollo de innovaciones transformadoras y de modelos de negocio sostenibles, y se diferencia, fundamentalmente, en (a) la motivación o voluntad subjetiva que dirige la acción de emprender; y (b) en el tipo y la tasa de beneficio esperado de la actividad empresarial. Así, podemos asumir que para el emprendedor, entendido como una persona innovadora, que es capaz de identificar oportunidades de negocio, que asume el riesgo de desarrollar un nuevo proyecto empresarial y que persevera en su empeño a pesar de las dificultades, su principal motivación subjetiva es la de ganar dinero. Por el contrario, para el emprendedor social, la principal motivación es la de solucionar, sin ánimo de lucro, un desequilibrio social no resuelto por la economía de mercado ni por el Estado.

Ahora bien, para que ambos tipos de emprendimiento sean sostenibles requieren dosis de ambas motivaciones. Como se ha dicho, si el primero, el emprendimiento con ánimo de lucro, no responde a las necesidades de la sociedad no sobrevivirá en el largo plazo. Asimismo, si el emprendimiento social no es capaz de financiar sus activos y su actividad, tampoco persistirá. Es más, en favor de la sociedad, es imprescindible que el emprendimiento social sea eficiente en la gestión de recursos e innovador en el desarrollo de productos, procesos y modelos de negocio. Requiere, por tanto, del oficio de la gestión y dirección de empresas.

Parece, por tanto, que la gran diferencia pudiera estar en la rentabilidad exigida al proyecto. Mientras que para uno, el retorno esperado será fundamentalmente económico y, cuanto más alto, mejor. Para el otro, el retorno será medido fundamentalmente en impacto social, siendo el beneficio económico exigido el mínimo necesario para la supervivencia de la organización, de sus financiadores, dueños y empleados. Estos últimos objetivos parecen acercarse a los valores que vemos crecer en los jóvenes de hoy, tal vez menos ambiciosos que sus mayores, menos motivados por el éxito profesional y económico y más comprometidos con las causas sociales. Cabe reflexionar sobre si es esto fruto de la educación o del contexto social y económico que les ha tocado vivir y sobre las consecuencias a futuro, pero esto es objeto de otro artículo.

Emprendimiento sostenible. Parece claro que el primer punto es que sea viable social y económicamente hablando en ambos casos. Además, como señalábamos al comienzo, debe responder a una cultura empresarial de innovación arraigada y no a una moda pasajera o a la necesidad del autoempleo ante la destrucción de puestos de trabajo durante la reciente crisis económica como muestran los datos de la actividad emprendedora en España (5). De hecho, estos emprendedores no siempre cuentan con los conocimientos y capacidades necesarias para crear empresas competitivas y sostenibles que garanticen el éxito en el medio y largo plazo.

Adicionalmente, siguen existiendo importantes barreras para el emprendimiento en España. Las principales son: las trabas burocráticas y las dificultades de acceso a la financiación (6). Los españoles reconocemos, además, que aspectos culturales como el miedo al fracaso o la falta de confianza en disponer de los conocimientos necesarios para crear y gestionar empresas suponen importantes limitaciones para iniciar la aventura de emprender (7).

Es de justicia reconocer que se han dado pasos para resolver estas debilidades. La reciente Ley de Apoyo a los Emprendedores y a su Internacionalización (28 de septiembre de 2013) nace con el propósito de promover las actividades y la cultura de emprendimiento a través de medidas de reducción de trámites burocráticos, de Seguridad Social, incentivos fiscales a los emprendedores y sus financiadores, actividades de formación y capacitación, etc. Asimismo, las Universidades y las Escuelas de Negocio hemos incluido en nuestras ofertas formativas módulos de capacitación y enseñanza en emprendimiento y, junto a otras instituciones, hemos facilitado el desarrollo de incubadoras de empresas y promovido el encuentro entre empresarios, business angels y emprendedores. Aún así, queda mucho por hacer.

Los grandes problemas identificados como factores clave de mejora para fomentar el empoderamiento del emprendedor en España pasan, inevitablemente, por revisar aspectos de diversa índole, clasificables en: (i) factores culturales, que permitan superar lacras como el miedo al fracaso y que influyen en nuestra valoración del aprendizaje que supone emprender un nuevo proyecto, diferenciándonos de sociedades como la norteamericana, mucho más tolerantes y, por tanto, emprendedoras; (ii) factores económicos, que propicien un mayor entendimiento entre emprendedores e inversores; y (iii) factores políticos, que eliminen las trabas institucionales que frenan el ritmo de creación de empresas.

El papel del Estado. La capacidad del Estado para hacer realidad estos cambios necesarios es incuestionable. Él es el encargado de definir y aprobar una legislación que pudiera favorecer un clima proclive al emprendimiento en las distintas áreas señaladas. Sin embargo, no es el único que puede apoyar en cada una de estas medidas: deteniéndonos en los factores culturales a renovar, el diseño del contenido educativo está en manos de las Consejerías de Educación autonómicas, ciertamente; pero sigue habiendo un cierto espacio para que las propias instituciones educativas introduzcan procesos metodológicos que pudieran inculcar las aptitudes y actitudes necesarias para emprender. También en el ámbito familiar se fomentan unas pautas que terminarán por incidir positiva o negativamente en el potencial emprendedor de nuestros hijos. Hasta la fecha, no parece que los españoles hayamos puesto mucho esmero en ello, dado que el más del 70% de los jóvenes españoles prefieren la estabilidad y un ingreso fijo a la posibilidad de crear su propia empresa (8).

El cuadro adjunto recoge algunas de las propuestas que consideramos cabría hacer desde distintos ámbitos para llevar a cabo el empoderamiento (esto es: formar-guiar-capacitar) del emprendedor español. Como ya lo dijo Schumpeter (1934), el emprendimiento, en tanto en cuanto promueve la innovación en productos y servicios, constituye el verdadero motor del cambio en las sociedades. Aprovechemos, por tanto, la coyuntura actual para consolidar en nuestra cultura la voluntad de emprender y facilitar los mecanismos que garanticen la supervivencia del emprendimiento con y sin apellido.

Por MARTA MUÑIZ FERRER, JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ y ANNA BAJO SANJUÁN.

 

  • 1. Iborra, M., Dasi, A., Dolz, C. y Ferrer, C. (2010), Fundamentos de dirección de empresas. Conceptos y habilidades directivas, Paraninfo, Madrid.
  • 2. Merino de Diego, A. (2014), El emprendimiento social: un territorio de aprendizaje para la superación de un modelo en crisis, Revista ICADE, 91, pp. 173-199
  • 3. Entendemos superada la máxima de que el fin último de la empresa es la generación de valor para el accionista, sin entender que la única forma de generar valor para cualquiera de los stakeholders de una organización (incluidos los accionistas) es, primero, generar valor para la sociedad. Es la sociedad, a través de la adquisición de los productos y servicios ofrecidos por la empresa, la que legitima su existencia y reconoce el valor que aquélla aporta.
  • 4. En este artículo se da por hecho que una empresa cumple los requisitos de legalidad y valores éticos de la sociedad en la que se desarrolla.
  • 5. Datos del Global Entrepreneuship Monitor (GEM España 2013) [en línea]: www.gem-spain.com. Consulta: 2 abril 2015.
  • 6. Datos del Global Entrepreneuship Monitor (GEM España 2013) [en línea]: www.gem-spain.com. Consulta: 2 abril 2015.
  • 7. Alemany, L., Alvarez, C., Planellas, M. y Urbano, D. (2011), Libro Blanco de la Iniciativa Emprendedora en España, ESADE Entrepreneurship Institute, Barcelona.
  • 8. Alemany, L., Alvarez, C., Planellas, M. y Urbano, D. (2011), Libro Blanco de la Iniciativa Emprendedora en España, ESADE Entrepreneurship Institute, Barcelona.

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