ACTUALIDAD ARTÍCULOS

¿CRECIMIENTO CON POBREZA?

Nos encontramos en medio de un debate con dos posiciones: por un lado, la economía española ha mejorado, de lo que dan testimonio la recuperación del crecimiento y los indicadores concomitantes (incluido el descenso del desempleo); y, por otro, ese crecimiento no llega a la calle; los sectores peor situados de la población no encuentran más empleos a los que puedan acceder, han sido especialmente perjudicados por los recortes en los servicios públicos, y no pueden recuperar sus niveles de consumo familiar.

Los sectores peor situados incluyen 4,2 millones de desempleados en total (1), particularmente el 49,3% de los jóvenes menores de 25 años (2), y en torno al 13% de los jubilados y de los trabajadores empleados (3). Así pues, el debate no es puramente verbal. No se trata de una de estas discusiones entre políticos en que uno ataca desde la oposición lo mismo que estaría haciendo si fuera gobierno.

Tantas personas son también muchos millones de votos, con un peso electoral indudable. Si la mejora no llega a estos sectores sino que para ellos constituye una abstracción macroeconómica, el gobierno perderá las elecciones. Pero, ¿es posible tener a la vez crecimiento económico y pobreza persistente o, en la medida en que detectemos ambos, se trata de una contradicción de corto plazo, destinada a ir desapareciendo pronto si perseveramos en la recta política económica? Y si crecimiento y pobreza pueden coexistir a largo plazo, ¿qué puede hacerse desde las instituciones políticas para que ello no ocurra?

Dos respuestas. El crecimiento económico con pobreza consolidada es posible. El crecimiento del producto depende de que la economía privada funcione bien. La integración de toda la población para que puedan engranar productivamente con esa economía privada, depende en buena medida de que los servicios públicos, que son el grueso de la economía pública, funcionen bien. Si esto último falla, tenemos sociedades duales, como las latinoamericanas o la sudafricana, en que una parte de la población crece y la otra no puede conectar con ese crecimiento y queda marginalizada. Entonces pobreza y crecimiento son compatibles incluso en plazos largos.

La pobreza a que nos referimos no consiste en tener un ingreso por debajo de un cierto umbral, sino en ser incapaz de obtener ingresos por encima de ese umbral del propio trabajo productivo, esto es, de la propia contribución a la riqueza social. Eso implica que son posibles disminuciones ficticias del número de pobres por la vía de transferencias del Estado que no aumentan la capacidad de producción de quien las recibe pero sí su ingreso: el populismo, sea de derechas o de izquierdas. Quien recibe esas transferencias no sale de pobre aunque su ingreso esté por encima de la línea de pobreza, porque no obtiene tal ingreso de su producción sino de su inserción en un esquema clientelar que busca asegurarse su voto poniéndole un dinero en el bolsillo.

Respondamos ahora a la segunda pregunta del artículo: para que no ocurra la dualización de la sociedad es preciso actuar desde el poder político de manera que, salvo impedimentos físicos, todas las personas puedan integrarse como productores, no solo como consumidores, en la economía de los mercados. Es decir, que todos los sujetos hábiles puedan ganar un salario digno por su trabajo, o vender a precio suficiente bienes y servicios que producen o contribuyen a producir; y los sujetos no aptos vivan del trabajo de esa otra mayoría (si son muy jóvenes o si les afecta alguna minusvalía o enfermedad incapacitante) o de su propio trabajo pasado (sin son jubilados por edad). La esencia de la acción política correspondiente es la integración económica a partir de los mercados, con el Estado desempeñando tres papeles básicos: (1) asegurar un mínimo de oportunidades para que todos puedan acceder a esa integración en buenas condiciones de educación, sanidad y seguridad; (2) proveer asistencia subsidiaria en el caso de que la persona, por edad, minusvalía o alguna otra condición, no esté en capacidad de procurarse por sí misma la integración productiva; (3) asegurar las condiciones legales necesarias para tener mercados competitivos, donde se genere el máximo número posible de empleos productivos y en los que haya un puesto para cada persona que quiere trabajar. Esta puede parecer una perspectiva neoliberal de la función del Estado, pero si el lector nos acompaña en la exploración de sus significados concretos, notará que tiene algunas implicaciones sorprendentes.

Líneas concretas de política. Desde el poder político es mucho, muchísimo, lo que puede hacerse para promover la integración social en torno a la participación productiva en los mercados. Curiosamente, buena parte de lo que hay que hacer consiste en no hacer, esto es, en cambiar la forma de funcionar de la dirección política del Estado. Se trata de que solo pueda obtenerse el éxito económico por la vía de competir en los mercados para servir mejor a los demás, no por la vía de apuntalar las pretensiones de permanencia en el poder de un ministro, un conseller, un concejal, un partido… Por eso nuestras dos primeras recomendaciones van contra los clientelismos de personas y de empresas, tan importantes en nuestra economía:

1. Evitar dependencias clientelares en personas por lo demás aptas para la economía productiva. Es tentador procurarse una base de apoyo electoral repartiendo dinero público para que alguna gente pueda vivir del Estado y te vote o te apoye por la cuenta que le trae. Tentador pero destructivo, no solo porque genera parásitos sino porque cuesta dinero público que se extrae de la economía productiva, para no producir con él nada sino que votos.

2. Promover eficazmente la competencia, haciendo que el éxito de las empresas dependa del servicio que presten a sus clientes, no de las posiciones oligopólicas ganadas por contactos con el poder político. La importancia de los oligopolios en la economía española puede apreciarse por las sanciones recientes de la Comisión Nacional de la Competencia, que Daniele Grasso ha compilado en El Confidencial (4) a partir de datos publicados en la misma web de la Comisión (5). Cuando las grandes empresas se ponen de acuerdo para fijar precios y maximizar beneficios formando un cartel, ocu-rren dos efectos: (1) los precios suben; (2) la producción baja, y por tanto lo hace el número de trabajadores necesarios tanto en la empresa en cuestión como en sus proveedores y distribuidores. Verdadera competencia y no oligopolios, significa que los políticos a cargo del Estado renuncien a usar su poder para dar ventajas a las empresas que les financian. Todo un sacrificio por el bien común. Si los dos puntos anteriores se refieren a que el Estado sea verdadero Estado, no un comedero clientelar, y el mercado, verdadero mercado, no un comedero oligopólico, los dos puntos que vienen se refieren al equilibrio entre ambos en el manejo de los recursos de la economía. Para ello se debe:

3. Evitar espantar las inversiones, tanto internas como externas, de capitales y de personas. Invertir y trabajar en España debe resultar atractivo porque en los mercados españoles cualquiera suficientemente bueno pueda tener éxito, aunque no sea amigo de nadie importante. Todo movimiento destinado a hacer irse a los mejores debe evitarse, aunque dé más poder a los no tan mejores. Y precisamente por la misma causa, España debe funcionar como un solo mercado integrado en el mercado europeo más grande, y no como 17 mercados con reglas distintas.

4. Aumentar la eficiencia del gasto público, de manera que con los mismos recursos se produzca más integración social. España emplea del orden del 45% de su producto en gasto público (6), y del orden del 26% en gasto social (7). Aunque son cifras algo inferiores a las de otros países europeos, parece claro que antes de pedir que suba el gasto público, debemos preguntarnos (1) por la eficiencia del gasto social y (2) por si no podrá destinarse una parte mayor del gasto público a gasto social (en vez de a estructuras de gobierno, defensa, rescates bancarios y demás). Dar más peso al Estado en la economía española sería probablemente sobrecargar con impuestos a los agentes de mercado, sin asegurar que la acción pública financiada con esos impuestos facilitara su éxito en vez de hacerles la vida más difícil.

El incremento de la eficiencia del gasto público, sin embargo, debe evitar la focalización de los servicios sociales. Esta ocurre cuando se diseñan salud, educación y pensiones públicas como un socorro para los pobres, no como servicios universales para ser utilizados por la mayoría de la población. Si los servicios públicos se focalizan baja obviamente su coste, pero baja más la disposición de la mayoría (que ya no se beneficia de ellos) a financiarlos pagando impuestos. Así tenemos rápidamente pobres servicios públicos para los pobres, y servicios privados para todos los demás. Esa es precisamente una de las definiciones de la dualización social.

5. A largo plazo, la integración social requiere dos cosas que realmente no tenemos y se pueden impulsar desde los poderes públicos: una política sistemática de promoción de la familia, que aumente el número de niños por pareja; y una política de calidad en la educación pública que revierta la tendencia generacional a graduar jóvenes poco viables en los mercados. Los dos puntos son importantes porque apuntan a dos problemas de fondo de nuestra economía. Nuestra economía pública no es sostenible con las actuales tasas de fecundidad, y nuestra economía privada no lo es con la actual competitividad promedio de los jóvenes españoles comparados con los de muchos otros países desarrollados.

Es obvio que desde el gobierno nacional no puede hacerse todo. Hay algunos temas en que los países europeos compiten entre sí cuando deberían tener las mismas reglas. Los impuestos a las empresas y al capital constituyen un ejemplo (8). Estos puntos solo tienen solución con acuerdos europeos; no pueden resolverse unilateralmente. Y luego hay otros problemas, por ejemplo, el impacto de la tecnología y la creciente prescindibilidad de los empleos humanos (el fin del trabajo), que afectan al diseño de nuestra civilización y para los cuales no contamos con verdaderos instrumentos políticos de acción. Sabemos lo que habría que hacer para poner la economía al servicio de las personas, pero no cómo hacerlo la única escala eficaz para tales asuntos, que es la global. Este artículo se ha concentrado en aquellos otros problemas al alcance de nuestras instancias de gobierno nacionales.

Por RAÚL GONZÁLEZ FABRE

 

BIBLIOGRAFÍA:

1. El Mundo

2. Datos macro

3. INE

4. El Confidencial

5. CNMC

6. EU

7. SEG SOCIAL

8. Ver el artículo de Pilar Navau en Rey (2015), Sostenibilidad del Estado de Bienestar en España. Dykinson. Madrid.

Comments

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. Más Información

The cookie settings on this website are set to "allow cookies" to give you the best browsing experience possible. If you continue to use this website without changing your cookie settings or you click "Accept" below then you are consenting to this.

Close