OPINIÓN

MENOS NEGACIÓN Y MÁS SABIDURÍA Y PRUDENCIA

Hace ya varias décadas la comunidad científica realizó un cambio profundo en el modo de responder a la pregunta: “¿Cómo avanza la ciencia?”. A finales de los años sesenta del pasado siglo, un autor norteamericano llamado Thomas Kuhn, eligió una metáfora potente para modificar la perspectiva desde la que se había respondido hasta entonces; pensó que la realidad se adecuaba mejor al modelo proporcionado por el tipo de cambio que sucedía en la vida de un país cada vez que se producía una revolución política. Y así, puso en circulación algo que acabó siendo parcialmente aceptado, no sin debates abundantes y muchos reajustes. Entre otras cosas, afirmaba que para resolver problemas, que eran auténticos enigmas para la mirada convencional, había que mirar las cosas desde otro ángulo, generar nuevos lenguajes y prácticas, proporcionar nuevos ideales explicativos. Y afirmaba también que a los científicos formados en el viejo modo de mirar y de hacer las cosas, les resultaba muy difícil cambiar, tanto, que algunos sólo lo conseguían después de morir. El cambio requería nuevas generaciones.

Pronto el debate suavizó las aristas de la radicalidad del planteamiento evidenciando que no todo cambia a la vez, que la física de Newton y la de Einstein conviven y cada una es adecuada según para qué usos, que quienes reciben las nuevas ideas sólo pueden comprender su alcance si conocen los problemas que no podían ser resueltos, que los hábitos investigadores incorporan novedades muy decisivas, pero siguen requiriendo virtudes morales firmes para que lleven a buen puerto el trabajo de la comunidad científica, etc. Llegados a este punto, invitamos a recorrer un camino de vuelta hacia la situación de cambio político que vivimos en nuestro país. Quizás de lo dicho hasta aquí podamos aprender algo.

Digamos que estamos en un proceso en el que la cuestión generacional juega un papel importante, digamos también que el tirar por la borda lo que está vigente, se presenta como el camino que en el desierto conduce al oasis, digamos también que la pretensión de inmortalizarse con la propuesta nueva es tentador. Y digamos también, por qué no, que el hacer desaparecer todo vestigio de quienes simbolizan lo antiguo es un sentimiento que no se deja cuestionar por la razón.

Pero si el cambio generacional es importante para dar paso a nuevas sensibilidades y nuevos modos de enfocar los problemas, no lo es menos caer en la cuenta de que en las cuestiones sociopolíticas se requiere no sólo conocimiento sino también sabiduría dada por la experiencia, prudencia además de audacia, capacidad de perdón y de reconciliación y no tanta negación y odio. El ser portador de juventud y de valores generacionales nuevos no es la tarjeta de visita que abre todas las puertas y da acceso a todos los asientos. La dinámica del poder requiere dinamizar la capacidad de actuar de forma concertada cumpliendo lo acordado, también entre generaciones y tradiciones distintas.

Ignorar o deshacer todo lo que soportaba la vida cotidiana, social, económica e institucional de un país, es algo que cuando menos requiere ser cuestionado, más si se tiene en cuenta que no es todo un sistema lo que se quiere transformar. ¿O es que el horizonte desde el que se hace apunta precisamente a eso?

Y es que quizás los sentimientos han encerrado a la razón en la torre del homenaje. Los sentimientos de líderes que para afirmarse necesitan negar y actuar reactivamente, o los sentimientos que algunos pretenden sembrar cuando diseminan la idea de que lo nuevo trae la salvación a todo sufrimiento, deficiencia, carencia o limitación.

Recordemos que Newton y Einstein siguen estando aquí y con ellos otros nombres que han abierto otros modos de mirar. Caminante, al ofrecer nuevos caminos, recuerda: si no te gustan los que has visto, hay huellas en el mar.

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