CINE

‘LA GUERRA DE LAS GALAXIAS’, EL MITO HEROICO Y LOS CABALLEROS ANDANTES (I)

En diciembre de 2015, recién estrenado el Episodio VII de La guerra de las galaxias, Rüdiger Suchsland escribió en la sección de cultura de El País que “en 1977, con la primera parte de la primera trilogía de La guerra de las galaxias, nació una nueva era en la historia del cine. Con una épica que remitía al El héroe de las mil caras, de Joseph Campbell, y utilizaba descaradamente cuentos de hadas, fábulas, leyendas y mitos cuyos motivos y arquetipos además reinterpretaba y actualizaba con originalidad, la película de George Lucas iba dirigida tanto a un público adulto como infantil”.

Es así, aunque entonces no lo supiéramos. Después se ha observado, investigado, analizado, disfrutado… y visto que es realmente así. Continúa Suschland: “El director devolvió una pureza y una utopía inocentes, una “nueva esperanza” (Una nueva esperanza es el subtítulo oficial del primer episodio de la saga) al cine (…) tras el hundimiento de los grandes estudios, la fatiga del cine de autor (incluido el Nuevo Hollywood) y la llegada de la televisión. De este modo, el director creó un nuevo tipo de película que va más allá de sí misma tanto en lo relativo a mercadotecnia y comercialización como a estética e ideología. La guerra de las galaxias es un universo propio; es, claramente, una nueva mitología que cuenta con comunidades de admiradores y seguidores cuasi religiosos. Hace años, Lucas admitió que su épica pretendía mostrar una “moral elemental”.

En los tres primeros episodios que se estrenaron en 1977, 1980 y 1983 respectivamente (partes IV, V y VI), se presenta un relato heroico en el que el joven protagonista, Luke Skywalker, habitante de un planeta desértico, Tatooine, en el que vive con sus tíos, sin que hubiera conocido nunca a sus padres, se encuentra con una especie de ermitaño de nombre ¿japonés? Obi Wan Kenobi, que dice ser uno de los últimos miembros de un grupo de caballeros Jedi. Obi Wan anima a Luke a unirse a una rebelión contra el Imperio galáctico, una forma de gobierno totalitaria que tiene como líder a un enigmático Emperador y como cabeza visible de la represión a su mano derecha el malvado Darth Vader, un ser robotizado a medias, al parecer, inhumano en todo.

Cuando Luke acepta unirse a los rebeldes, recibirá de Obi Wan la espada láser de su padre, conocerá a la princesa Leia, al contrabandista Hans Solo y a un puñado de pilotos organizados como un ejército elemental que se enfrenta a enemigos muy superiores. Eso sin contar a robots parlantes y a criaturas alienígenas de muy diversa factura.

Cuando nos acostumbramos a ese nuevo universo que fue etiquetado casi inmediatamente de ciencia ficción, aunque esta última supera con creces la primera, y se descubrió que la historia se adecuaba perfectamente al pensamiento de Joseph Campbell manifestado en su libro El héroe de las mil caras, como se dice más arriba, nos dimos cuenta de que una historia mítica, tan vieja como el mundo y tan nueva como lo permitían la ciencia, las culturas y la estética del momento, acababa de nacer.

En 1999, 2002 y 2005, se estrenaron los episodios I, II y III que obviamente precedían a los de la primera trilogía y pertenecían a un plan originario más amplio del director. En la historia se perciben elementos de la filosofía oriental, como los caballeros Jedi y esa idea de la Fuerza tan sugerente que está presente en todos los seres vivos, nos rodea y nos envuelve. La Fuerza se hace misteriosamente presente en algunos seres conscientes que pueden decidirse por servirla y crecer en su conocimiento y conexión con ella o aprovecharse de su inmenso poder en beneficio propio; ese es el dark side, el lado oscuro, como se ha acuñado ya más allá del vocabulario específico de Star Wars, aunque en los doblajes de los primeros episodios se tradujo como el reverso tenebroso, expresión mucho más poética.

Pero los que podíamos adentrarnos en los entresijos de la estructura del relato todavía teníamos que descubrir que La guerra de las galaxias mantiene, con más vigor y exactitud que ningún otro relato contemporáneo, el paradigma del relato caballeresco hasta el punto en que podemos decir (y en ese plural hay que incluir al catedrático Carlos Alvar, entre otros) que nos encontramos ante un moderno “libro de caballerías”; una de esas sagas procedentes del universo artúrico que hicieron que don Quijote (un auténtico friki de estas historias) se “volviera loco” queriendo imitarlas.

En el conjunto del relato encontramos el contraste entre el mundo ordenado de los jedi y el entorno maligno, lleno de acechanzas. El universo que habitan está repleto de maravillas y hay individuos poderosos, buenos y malos, que ocupan el lugar de los antiguos magos. Los caballeros poseen esas peculiares espadas láser que en la historia se definen como armas nobles, apropiadas para su estilo de lucha y, por otra parte, en los diversos episodios aparece esa combinación entre lo religioso y lo caballeresco tan propia de los libros artúricos.

Pero de eso podremos seguir hablando más adelante si los lectores esperan hasta el siguiente número de CRITICA.

Comments

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. Más Información

The cookie settings on this website are set to "allow cookies" to give you the best browsing experience possible. If you continue to use this website without changing your cookie settings or you click "Accept" below then you are consenting to this.

Close