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HABITANTES DEL CAMPO: PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS

Antes de analizar los problemas y las perspectivas de las zonas rurales en España es preciso aclarar qué significa lo rural. La sociedad, a través de los medios de comunicación, posee una imagen de lo rural que deja de lado su diversidad y lo relativo de sus diferencias respecto de lo urbano. Intuitivamente, contraponemos rural a ciudad, es más, esa imagen es para la mayoría de los habitantes de las ciudades lo contrario a su lugar habitual de residencia y lo asocian con cierta vida ideal en armonía con la naturaleza, con el campo, incluso con el relax o la aventura.

El concepto de medio rural se identifica así con la actividad agraria, en contraste con lo urbano, donde la industria, el sector servicios y la tecnología son más frecuentes. Pero este modo de diferenciar lo rural y lo urbano, el campo y la ciudad, sólo toma en cuenta criterios puramente estadísticos y numéricos, clasificando los núcleos de población en relación con el tamaño de su población, lo que reduce nuestra capacidad de análisis y la torna en ineficaz porque la agricultura no es hoy la única actividad de las zonas rurales. (1) Además, como señaló hace un cuarto de siglo Ceña Delgado, ya entonces “los modos de vida, los comportamientos y las aspiraciones de los residentes en ambos espacios, especialmente en los países desarrollados, se acercan cada día más”(2), es decir, el modo de vida de los habitantes del campo y de la ciudad apenas hoy se distingue, es un continuo, es único y el mismo.

Como el objetivo de la sociología no sólo es la delimitación abstracta de conceptos sino reflejar hechos sociales para solucionar lo que puedan tener de problemático para las personas en su cotidianeidad, resulta de mayor utilidad práctica clasificar lo rural y lo urbano abarcando todas sus variables, para entender en su totalidad la ruralidad (3), como expresa la tabla que exponemos a continuación (4).

34-35Y como ninguna realidad social es uniforme, cabría segmentar ahora lo rural en cuatro tipos de áreas rurales (5):

Rural profunda, caracterizada por el declive demográfico (natalidad casi cero y elevado envejecimiento), el predominio de la agricultura (generalmente sin incorporar las tecnologías de la información y el conocimiento) y una fuerte dependencia de subsidios y subvenciones públicas (Política Agraria Común y elevado número de pensionistas). Suelen coincidir con espacios que se encuentran alejados en tiempo real de los centros urbanos y que por ello sufren deficientes comunicaciones y servicios públicos; sus posibilidades de renovación son muy escasas.

Rural estancada, donde ocurre lo mismo que el ámbito rural profundo pero con posibilidades de recuperación si se aplican políticas adecuadas. Son espacios también marginados pero en fase de implantación de una incipiente industria.

Rural intermedia, zona con un importante declive demográfico (aunque menor) y una población envejecida, donde el artesanado, el comercio y la agricultura rentable alternan con industrias de mano de obra poco cualificada.

Rural en mutación, zonas que pierden poca población o la incrementan ligeramente, y que mantienen una actividad agrícola rentable junto a núcleos de empleo de trabajadores industriales y profesionales independientes, siendo el turismo una oferta y un motor económico fundamental.

Ahora bien, los problemas que afectan a las cuatro áreas son similares e influyen en cada zona en distinto grado según su nivel de profundidad en lo rural. Los problemas se podrían dividir en tres tipos, todos ellos en íntima relación:

1. Económicos: la evolución de la economía margina la agricultura como actividad de menor valor añadido, agudizando la crisis de los sistemas agropecuarios y provocando un éxodo rural que desarticula la estructura social, disociando agricultura, sociedad y uso del territorio.

2. Sociales: el desplazamiento de los centros de poder hacia los núcleos urbanos, sede de los gobiernos y de las grandes corporaciones, supone una fuerte dependencia del mundo rural y la pérdida de protagonismo de los actores locales. Además, muchos núcleos rurales tienen problemas de calidad de vida motivados por las deficiencias en la accesibilidad, infraestructuras,  servicios elementales (recogida de basuras, electricidad…) y equipamientos (docente, sanitario, deportivo, cultural, internet, etc.) Esto se explica por la baja densidad demográfica y se agrava por la lejanía respecto a núcleos urbanos que puedan proporcionar estos servicios.

3. Medioambientales: el abandono de tierras de cultivo y de prácticas forestales tradicionales, así como el incremento de la cría intensiva del ganado mediante estabulación, inciden en la degradación del medio físico, a lo que se añaden el turismo y la ubicación de industrias contaminantes, entrando en conflicto por los usos del suelo (6).

La actividad agraria genera alteraciones medioambientales: el aire se contamina por los olores, el polvo y los gases emitidos por la maquinaria o las instalaciones agrarias. Las aguas superficiales y acuíferos se sobreexplotan y se contaminan con los productos químicos de los fertilizantes y pesticidas y con el vertido de purines ganaderos. La vegetación desaparece debido a las talas e incendios provocados para obtener tierras de cultivo o pastos, y el suelo se sobreexplota por la intensificación agrícola y el exceso de carga ganadera, y se contamina con productos químicos.

Como resultado se producen efectos no deseados, comunes a los existentes en otros países de nuestro entorno, planteando la necesidad de pasar a la acción. Frente a estos problemas, todos los países desarrollados (entre ellos España) fomentan una agricultura sostenible, respetuosa con el medio ambiente y el desarrollo de la agricultura ecológica, con la idea de mantener en el campo un cierto número de agricultores y ganaderos, procurando así elevar sus rentas, por razones económicas, sociales y ambientales.

Es cierto que la actividad agraria, que se identificó durante décadas con el mundo rural, ha perdido protagonismo pero, no obstante, sigue siendo un puntal básico para mantener la adecuada estructura social de ese mundo (rural) y el equilibrio con lo urbano.

Los objetivos más destacados son mejorar la calidad del aire (con cultivos energéticos y evitando quemar los rastrojos), utilizar sistemas eficientes de riego, controlar el uso de fertilizantes y productos fitosanitarios, luchar contra los incendios, dedicar tierras a la silvicultura y extensificar la agricultura y la ganadería. La agricultura ecológica utiliza sistemas naturales para producir, sin recurrir a productos químicos de síntesis. Los suelos se descontaminan durante dos años y después se usan abonos orgánicos para fertilizar, rotación de cultivos para evitar el desgaste del suelo y sistemas naturales para combatir las plagas. Sus productos son más sanos, pero resultan más caros, por lo que la demanda es escasa y la mayoría de la producción se exporta.

Así mismo, para evitar el despoblamiento, que amenaza la supervivencia de paisajes rurales de gran valor histórico y cultural, la política de desarrollo rural de la UE concede ayudas para el mantenimiento de la población y de las actividades tradicionales. Para ello, la mayoría de las acciones dirigidas a la promoción del sector agrario español provienen de la Política Agraria Común (PAC), como por ejemplo:

Establecer precios para productos agrícolas subvencionando a  productores (el plátano).

Reducir superficies o cuotas máximas de producción para cultivos o especies ganaderas que generen excedentes no consumidos (viñedo o granjas lecheras).

Reforestar las tierras agrícolas, reducir la superficie cultivada y fomentar la agricultura y ganadería ecológica, ayudando a la modernización de las explotaciones y la incorporación de jóvenes agricultores.

Apoyar la diversificación económica del mundo rural, para evitar la excesiva especialización agraria potenciando empleos alternativos para mujeres y jóvenes (turismo rural, artesanía y agroindustria).

Dicho todo lo anterior, ¿cuáles son las perspectivas del medio rural para el ya en curso siglo XXI? El conjunto de la sociedad europea es consciente de que “el desarrollo rural debe considerarse como una estrategia social necesaria para corregir los desajustes territoriales y las deficiencias estructurales de los variados espacios rurales de la Unión Europea”(7).  Entonces, ¿cuáles son estos? Y en relación con ellos ¿pueden abordar los habitantes de las zonas rurales tales retos sin ayudas externas a partir de ahora? Las respuestas quedaron reflejadas en los programas y objetivos de la Agenda 2000: es necesario conseguir un desarrollo integral, equilibrado y sostenible en la triple vertiente económica, social y medioambiental, desarrollo de deberá ser liderado por los actores locales. Pero en la era de la globalización, en que lo local –lo rural– queda inmerso en los flujos de la economía mundial y es afectado por la toma de decisiones en centros de poder ajenos y lejanos, alcanzar las metas propuestas no es fácil sin una coordinación adecuada de las instituciones públicas y el sector privado. Hoy por hoy es verdad que la sociedad rural precisa todavía de un apoyo externo pero, y aun contando con el estímulo exterior, nos preguntamos: ¿quién debe encarar los retos a los que ha de responder el medio rural? El protagonista ha de ser el llamado partenariado (8), esto es, la conexión de los grupos de acción local, que integran agentes sociales, económicos y políticos, con la administración, los investigadores, las entidades financieras, las organizaciones locales y los ciudadanos en su conjunto, de tal modo que las redes que conecten el mundo rural y urbano sean sólidas y duraderas. Por último, merece la pena destacar el papel de las mujeres rurales en la dinamización de los espacios rurales y, en particular, en el asociacionismo.

Las perspectivas que el mundo rural tiene están, por tanto, en relación con lo que se haga en materia de ordenación y desarrollo rural. Pero creo que es preciso insistir en que si bien las políticas encaminadas a solucionar desequilibrios y problemas son necesarias es tan fundamental, si no más, que los propios actores locales tomen las riendas de las acciones que hay que emprender y aborden la verdadera revolución rural a la que alude Astolfi (refiriéndose a Andalucía pero extensible a cualquier otro territorio) “revolución de la que aún no sabemos desde hace cuánto tiempo tendría que haber comenzado…porque al medio rural le han faltado a lo largo de su historia pequeñas revoluciones en su momento, peldaños de una larga escalera a la que no podemos subir a grandes saltos… Es precisamente en el mundo rural donde se han hecho siempre las cosas con lentitud y así habrá que afrontar esta revolución” (9).

BIBLIOGRAFÍA (enlaces en azul)

1. Considerando exclusivamente criterios numéricos y según los datos del Ministerio de Agricultura, sólo las comunidades de  Baleares, Madrid y Murcia serían urbanas pues la mayoría de su territorio es urbano (61,4%, 52,3% y 51,9% respectivamente) Cf. http://bit.ly/1RdvHwL CEÑA DELGADO, F. (1992):

2. ‘Transformaciones del mundo rural y políticas agrarias’. Revista de estudios Agro-Sociales, 62: 11-36.

3. CLOKE, P. J. (1977): ‘An index of rurality for England and Wales’. Regional Studios. Londres: 31-46.

4. En España las estadísticas definen como rurales los municipios de menos de 2.000 habitantes; entre 2000 y 10.000, semiurbanos; y a partir de 10.000, urbanos.

5. KAYSER, B. (1990): ‘La renaissance rural. Sociologie des campagnes du monde occidentale’. Colin, París. Aunque la clasificación sea de ámbito europeo también se puede aplicar a España.

6. ESPARCIA, J.; NOGUERA J. (1999): ‘Reflexiones en torno al territorio y al Desarrollo Rural’ . RAMOS, E. (coord.): El Desarrollo rural en la Agenda 2000. Madrid.

7. MAYA, A. (2004): «La Unión europea como promotora del desarrollo rural» en RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, R. y PÉREZ CORREA, E. Espacios y desarrollos rurales. Una visión múltiple desde Europa y Latinoamérica. Ediciones TREA: 23-48, p.45

8. http://bit.ly/20fEHaW

9. ASTOLFI, F. (1999): La revolución rural. Signatura Ediciones de Andalucía. Sevilla, pp.21-22

Por GONZALO GONZÁLEZ SANZ

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