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JUEGOS COOPERATIVOS: SEMILLAS PARA UNA CULTURA DE PAZ

“La cooperación es una alternativa que puede ayudar a solucionar problemas y conflictos: si el juego tiene presente los valores de solidaridad y cooperación, podemos experimentar el poder que tenemos cada persona para proponer colectivamente soluciones creativas a los problemas que nos presenta la realidad en que vivimos, entonces, hablar de cooperación en los juegos, significa también que podemos ser protagonistas en otros procesos de cambio…”  Enrique Pérez Oliveras

La sociedad en la que nos encontramos sufre continuos cambios socio-económicos, de tal manera que, para lograr el éxito personal, se demanda a las personas el desarrollo de valores de competitividad e individualismo. El modo de vida de nuestra sociedad occidental se caracteriza por el predominio de lo individual sobre lo colectivo, dificultando así el camino para una cultura de paz. El auge de ciertos contravalores, como la búsqueda de poder a cualquier precio, la intolerancia, la agresividad, la falta de comunicación, la empatía y el arraigo del concepto crisis de valores, hacen que desde la sociedad se reclame una educación más humanista, más sensible y más activa a favor de los valores.

La educación en valores se orienta al fomento de la responsabilidad individual y colectiva ante los problemas de la sociedad y a animar al compromiso para intentar mejorarla. Y es en ambas cosas donde una actividad aparentemente sencilla, como es el juego y en especial el juego cooperativo, resulta ser una experiencia formativa de gran utilidad. A través del juego cooperativo, personas de todas las edades tenemos la posibilidad de ejercer y vivenciar de manera lúdica y enriquecedora la cooperación y la paz.

En la búsqueda de estrategias que promuevan nuevas dinámicas sociales que nos permitan crear y mantener espacios de cuidado, de relación, y de disfrute, el juego cooperativo se está mostrando no solo como una actividad para divertirse, para ejercitar habilidades, para aprender cosas nuevas o para relacionarse con otras personas. Resulta ser también un instrumento de transmisión de valores y de aprendizaje de las virtudes y usos democráticos. Entre los primeros están, por ejemplo, la integración frente a la exclusión, la escucha y la comunicación, la afirmación de una misma, la creatividad y la imaginación, la negociación y el diálogo. Y en relación a la cualificación de la cultura democrática podemos señalar: ejercicio de la libertad, participación, tolerancia, respeto y solidaridad.

Juegos y valores son términos relacionados, dependientes y configuradores unos de otros. El juego activa y estructura las relaciones humanas. Jugando, las personas se relacionan sin prejuicios ni ataduras y se preparan para encarar situaciones vitales que le van a permitir definir su propia identidad. El juego es una manera por la cual las personas nos comunicamos y canalizamos nuestras emociones. Cuando jugamos, nos sentimos relajadas/os, nos divertimos y hasta nos olvidamos de nuestras preocupaciones, todo en un ambiente de diversión y espontaneidad.

Los juegos cooperativos nacieron en EEUU y en Canadá durante los años 60. Una década más tarde, psicólogos alemanes los trajeron a Europa adaptando los mecanismos internos de los juegos físicos y creando juegos de mesa cooperativos. Existen juegos cooperativos físicos para cualquier momento evolutivo del grupo que quiere jugar: de distensión, de presentación y conocimiento,  de confianza/afirmación, de comunicación, de resolución de conflictos y juegos de mesa cooperativos (destacan su originalidad, colorido, material y contenido).

Algunas de las características específicas de los juegos cooperativos son las siguientes: los jugadores combinan sus diferentes habilidades uniendo sus esfuerzos para conseguir la finalidad común. Todas las personas participantes, en lugar de competir, aspiran a una finalidad común, trabajando juntas, ganan si se consigue la finalidad y todas pierden en caso contrario. Todas las personas compiten contra los elementos externos (no humanos) del juego.

Tras más de una década dinamizando talleres de juegos cooperativos para  colectivos de muy diverso índole y  edad, realizando proyectos y asesorando a personas educadoras, madres y padres desde Kometa 1  (www.kometak.com), hemos podido constatar que el juego cooperativo contribuye a favorecer la educación para la paz, gracias a las múltiples ventajas que nos ofrece: convivir en grupo, sentirse responsable de sí misma y de las demás, desarrollar el sentido de responsabilidad social, desarrollar la empatía, favorecer la confianza en las propias capacidades y en la de las demás personas y vivir positivamente los conflictos.

El juego cooperativo es una propuesta maravillosa: ¿y si aprendiéramos una cultura de paz divirtiéndonos? ¡Os invitamos a recorrer este camino apasionante!

Por OLATZ ALDABADETREKU

1. Kometa es un proyecto socioeducativo promovido por la Institución Teresiana, en colaboración con Intered Euskal Herria. Su dirección es Bengoetxea, 4 bajo – Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa)  ·  Tel.943 29 38 47, kometak@kometak.com

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