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¿QUÉ ESPERANZA HAY PARA EUROPA? EL PAPEL DE LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD

En la mal llamada “crisis de los refugiados” ha sido la punta del iceberg de la crisis de Europa -de sus políticas, de sus principios y de sus valores- y del profundo malestar existente en las sociedades europeas. El Brexit ha materializado ese malestar, produciendo un cisma sin precedentes que cuestiona el funcionamiento de la Unión Europea (UE) e incluso puede poner en peligro su continuidad, dependiendo del efecto contagio que pueda producirse o no en otros países.

A lo largo de estos años la Unión Europea ha desarrollado políticas que han estado más al servicio de los mercados que de las personas, dando lugar a una rampante desigualdad entre sus países y al interior de éstos, lo cual ha roto la cohesión social, principio básico de la democracia (ver Fundación Alternativas, 2016).

Como consecuencia, el miedo, la desconfianza, el resentimiento, se ha instalado en los llamados “perdedores de la globalización” (Colomina, 2016, p.5) que han sufrido los efectos de las políticas de austeridad y perciben al extranjero pobre o refugiado como chivo expiatorio de sus males. Este miedo y malestar ha sido explotado por partidos populistas y políticos sin escrúpulos, con miras cortoplacistas y primando sus intereses personales. Y ha sido exacerbado por determinados medios de comunicación, generando reacciones de discriminación y xenofobia. El no, ahora al Brexit, como antes a la Constitución europea, por parte de Francia y Holanda, es, en parte, la respuesta a un hartazgo de la Eurocracia de Bruselas que impone sus normas (Castells, 2006). Así, el proceso en el que se ha generado la crisis ha dado lugar a una Europa desunida, debilitada y desorientada.

Una Europa desunida

Paulatinamente se ha ido agrandando la división y fragmentación entre los Estados miembros de la UE en diferentes bloques: Norte frente a Sur, Este frente a Oeste.

La crisis económica-financiera de 2008 evidenció una grave fractura entre los países del Norte y los del Sur. Se abrió una brecha entre los considerados a sí mismos países austeros frente a los países derrochadores del sur (Calderón y Sols, 2014). Bajo la égida de Alemania y su defensa a ultranza de la austeridad, se impusieron graves ajustes estructurales a los países del sur, con una quiebra del principio de cooperación y de solidaridad. Flagrante fue el caso de Grecia.

La crisis de los refugiados ha hecho estallar las diferencias entre los países occidentales y los países de Europa central y del Este. El bloque de Visegrad, compuesto por Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia se opone frontalmente a cualquier reparto y asignación de cuotas desde las instituciones europeas. De hecho, son países que han vivido largos años bajo el dominio de la antigua Unión Soviética y que aceptan mal una hegemonía externa (Calderón y Sols, 2014).

Una Europa debilitada

La pugna no sólo es entre Estados miembros sino entre éstos y las instituciones europeas que se concreta en la defensa de los intereses nacionales frente al bien común, lo que ha debilitado progresivamente el proyecto europeo frente a la opinión pública. De hecho estamos ante una “renacionalización de Europa”, según la cual, “la mayor parte de ciudadanos y gobiernos piensan exclusivamente en los intereses inmediatos de su país y sólo aceptan la solidaridad europea cuando les beneficia a ellos directamente”(Calderón y Sols, 2014,p. 8).

Una Europa desorientada

Aunque después del Brexit, la Unión Europea ha querido lanzar un mensaje de unidad, con la cumbre informal de los 27 países en Bratislava, reafirmando su unidad y el control político sobre el proceso a seguir, lo cierto es que no deja de ser una incógnita la salida a esta situación.

En este contexto de crisis y división, se hace más necesaria que nunca una regeneración de la Unión Europea. No faltan voces que abogan por convocar un nuevo proceso constituyente para recuperar el porqué de esta Unión y el cómo.

En esta búsqueda de orientación, las iniciativas sociales son importantes. Señalamos la llamada Initiative of Christians for Europe (IXE), grupo formado por organizaciones laicales católicas de los distintos estados miembros, persigue entre sus objetivos entablar un diálogo con la sociedad sobre temas que a nivel europeo afectan a su futuro y suscitar una reflexión sobre la construcción europea y diálogo a nivel nacional y comunitario. Ha creado en la web el proyecto Experimentar Europa (www.theeuropeexperience.eu) en el que ofrece, iniciativas de buenas prácticas y un foro abierto de diálogo con las instituciones europeas en torno a cinco grandes políticas: migración y asilo, políticas económicas y sociales, cooperación para el desarrollo, sostenibilidad ambiental y juventud y familia.

Papel de la sociedad

Por sociedad me refiero más concretamente a la ciudadanía, a los grupos y organizaciones sociales. ¿Qué aportaciones pueden hacer en los debates actualmente abiertos?, entre los que destaco, los siguientes: ¿La reforma de la Unión Europea debe de venir de Europa o de cada uno de sus países miembros? ¿Podemos avanzar en la idea de una Europa a distintas velocidades? ¿Puede una Europa deslegitimada ganarse la confianza de la ciudadanía y recuperar en ella el sentido de pertenencia y de identidad europea? ¿Cómo revertir la crisis de solidaridad y de respeto de los derechos humanos y sustituirla por una solidaridad renovada y generosa intra e inter-comunitaria?

De estos datos resulta que la desafección hacia Europa no es tanta como podrían hacernos creer algunos titulares y políticos euroescépticos. ¿No ha habido un exceso de manipulación de la opinión pública que ha llevado a la calle y al terreno de las emociones lo que debería quedar acotado al terreno de la racionalidad? ¿No estaremos en éste, como en otros muchos ámbitos de la vida política, en la “civilización del espectáculo” que denuncia Vargas Llosa, que banaliza y frivoliza cuanto toca?

Según el eurobarómetro (2016), para la ciudadanía europea los principales retos de la UE. son la inmigración y el terrorismo y un 58% se oponen a la inmigración de terceros países, esto es, ajenos a la UE. A este respecto, quiero destacar dos iniciativas cercanas orientadas a desarrollar la hospitalidad de modo que si bien las acciones concretas nacen en el ámbito personal y maduran en el terreno comunitario y social, alcanzan su plenitud cuando fecundan las políticas públicas.

La Campaña por la hospitalidad está siendo promovida por el Servicio Jesuita de Refugiados y otras entidades vinculadas a la Compañía de Jesús en España. En el caso de Catalunya, participan activamente Migra Studium y Cristianisme i Justicia. El propósito de la campaña es transformar la hostilidad hacia los inmigrantes, en hospitalidad1, fomentando una cultura de la acogida y de la solidaridad. A su vez, la plataforma de Entidades cristianas con la inmigración, de la Archidiócesis de Barcelona, en la que participa la Fundació Privada Viarany, promueve el desarrollo de un programa de formación de agentes de hospitalidad.

Papel de la Iglesia

La retroalimentación que existe entre los valores sociales que vivimos y las políticas públicas que generan, así como a la inversa, las políticas públicas que acompañan o promueven determinados valores sociales, ejemplificada en las iniciativas anteriormente mencionadas, ha sido puesta de manifiesto por la doctrina social de la Iglesia católica y actualizada hoy por hoy por la figura del Papa Francisco. Desde su doctrina social, la Iglesia católica ha reconocido la centralidad de la persona y su inviolable dignidad2, como criatura e imagen de Dios. Actualmente, el Papa Francisco ha denunciado el capitalismo que mata y ha reclamado una economía al servicio del ser humano y no a la inversa. Con la valentía de su denuncia, el Papa se ha convertido en un referente moral y ético, la única voz “global” que se levanta para denunciar los abusos e injusticias y para reclamar una sociedad que tenga en cuenta los derechos de los más excluidos. En sus propias palabras: “Sueño con una Europa en que ser inmigrante no sea un delito”3.

Sus viajes a Lampedusa y Lesbos y sus desplazamientos a los centros del dolor y de exclusión son gestos y actos concretos que demuestran que la capacidad de integrar, de dialogar y de generar nuevos dinamismos4 de inclusión que reclama para Europa no son palabras vacías. Su capacidad profética, no exenta de contestación al interior de la propia iglesia, es una llamada a cualquier persona de buena voluntad y, en especial, a los que tienen el poder político y económico, a recrear el planeta. Y en el caso de Europa, después del Brexit, a construir una Europa diferente: otra forma de Unión, desde la creatividad y la fecundidad5.

A modo de conclusiones

Hay esperanza para Europa en la medida en que seamos capaces de romper el círculo vicioso de desconfianza, miedo y hostilidad para sustituirlo por un círculo virtuoso de confianza, acogida y hospitalidad que transforma las mentalidades y corazones de las personas, así como sus estereotipos (nivel cognitivo), prejuicios (nivel emocional) y discriminaciones (nivel conductual). Esto es posible desde propuestas concretas de inserción en comunidades, barrios, asociaciones de vecinos que desde el ámbito más local despliegan sus efectos hacia lo político.

Es también, el tiempo de la política en mayúsculas, tanto a nivel nacional como europeo, que toma como base el bien común de los más excluidos. Eso conlleva adoptar medidas protectoras de los derechos humanos, de los derechos sociales y de una verdadera democracia asentada en políticas que promueven la igualdad de oportunidades y no las descaradas brechas actuales de desigualdad.

La recreación de Europa será posible en la medida que encuentre generosidad y audacia en sus instituciones, gobiernos y ciudadanía para ceder protagonismos e intereses nacionales o personales y una voluntad decidida para construir un espacio más inclusivo aunque eso signifique avanzar a velocidades distintas.

Por Mª CARMEN ARAGONÉS

NOTAS

1. Sigo en este punto a González Martín, Miguel (2015). De la hostilidad a la hospitalidad. Cuadernos Cristianismo y Justicia, nª 196.

2. Juan Pablo II, Carta Enc. Centesimus annus, citado en Pontificio Consejo Justicia y Paz (2014), Compendio de la doctrina social de la Iglesia, p. 56.

3. Santa Sede. Discurso del Santo Padre Francisco en la entrega del Premio Carlomagno. Viernes 6 de mayo de 2016.

4. Ibídem, pp. 3 a 5.

5. Rueda de prensa con los periodistas el 26/6/2016 en el vuelo de regreso de su viaje apostólico a Armenia.

BIBLIOGRAFÍA

-Calderón, Alfons y Sols, Luis (2014). “Europa, en la encrucijada”. Cuadernos Cristianismo y Justicia nº188, pp.1-32.

-Castells, Manuel (2016). Europa sólo sobrevivirá con un proceso de relegitimación democrática. Entrevista en La Vanguardia, accesible online el 2/11/2016 en http://bit.ly/2gvJc0r

-Colomina, Carme (2016). ¿Quién liderará la UE post-Brexit? El retorno de la política a Bruselas. Notes internacionals Cidob nº 158, pp. 1-6.

-Eurobarómetro (mayo, 2016) accesible online el 30/10/2016 en http://bit.ly/2gMw1fV

-Fundación Alternativas & Friedrich Ebert Stiftung (2016). El Estado de la Unión Europea. La encrucijada política de Europa. Madrid. -González Martín, Miguel (2015). “De la hostilidad a la hospitalidad”. Cuadernos Cristianismo y Justicia, nº 196, pp.1-32.

-Pontificio Consejo Justicia y Paz (2014). Compendio de la doctrina social de la Iglesia. Biblioteca de autores cristianos. Madrid.

-Santa Sede. Discurso del Santo Padre Francisco al Parlamento Europeo. Martes 25 de noviembre de 2014.

-Santa Sede. Discurso del Santo Padre Francisco en la entrega del Premio Carlomagno. Viernes 6 de mayo de 2016. -Santa Sede. Viaje apostólico del

-Santo Padre Francisco a Armenia (24-26 de junio de 2016). Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma. Domingo 26 de junio de 2016.

-Unión Europea (2000). Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea. (2000/C 364/01).

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