CINE

LA REORIENTACIÓN AXIOLÓGICA DE DISNEY

Dos polémicas han rodeado el estreno de la versión musical en imagen real de La Bella y la Bestia. Su presunto carácter feminista y su supuesta adscripción a la ideología de género. Discutible lo primero e indiscutible lo segundo. Disney afronta la enésima adaptación del clásico relato de Gabrielle Bardot de Villeneuve (1740) y de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1756) -aunque en realidad se trata de un remake de la película de animación de la propia Disney de 1991-, tratando de cambiar su imagen identitaria. Disney ya no quiere seguir representando a la familia clásica americana, de costumbres tradicionales y de pensamiento más bien conservador. Quiere sumarse a la hegemonía cultural, que incorpora la ideología de género como un ingrediente básico y nuclear. Solo así se puede entender que una película dirigida fundamentalmente a un público familiar e infantil incluya una subtrama gay. Ciertamente afecta a un personaje secundario, LeFou (Josh Gad), ayudante de Gaston, y se resuelve en un breve plano al final del film. Pero no por ello pasa desapercibido, ni se puede pensar que está ahí por casualidad. Quitando eso, la actual película musical no aporta nada nuevo a la historia clásica. Es más, en un principio se habló de que esta versión iba a ser muy feminista, pero no lo es en absoluto, ya que incluso la militante de la causa Emma Watson (Bella) acaba disfrazada de princesa Disney, uno de los iconos supuestamente machistas de la factoría. Ciertamente, ella declara en un momento dado: “Yo no soy una princesa”, pero su posición de mujer libre que decide a quién amar y a quién no, ya la tenía el personaje en la entrega de hace 25 años.

Lo que sí es cierto es que la Bestia de esta versión anda escasa de testosterona, y es mucho más sensible y menos bestia que en versiones anteriores, pero no por ello se da un cambio de roles significativo. En cualquier caso, ninguno de estos guiños debe extrañarnos si tenemos en cuenta que el realizador elegido por la Disney para llevar adelante este proyecto es nada menos que Bill Condon, abiertamente gay, director de las militantes Kinsey (2004) o Dioses y monstruos (1998), entre otras muchas películas.

Disney tiene que evaluar ahora si esta nueva estrategia y este reposicionamiento de valores le va a reportar más beneficios que perjuicios a medio y largo plazo. Lo cual está aún por ver. Lo dirán los resultados de la taquilla. Pero ya son varios los países en los que se ha pedido la prohibición de su exhibición como en Rusia o Malasia, o su calificación para mayores de 18 años como en El Salvador… e incluso en Estados Unidos algunos propietarios de cines han vetado su exhibición. Es de suponer que la empresa contaba ya con una cierta reacción, aunque si creemos al director, no se esperaban tanta polémica. La Disney ya había hecho el primer experimento en su canal de televisión con la serie de dibujos animados Star contra las fuerzas del mal en la que se muestra el primer beso en la boca entre dos varones en la historia de la compañía. La idea de fondo es que la tradicional vocación moralista y educativa de la factoría Disney se convierta a la nueva moral construida en las últimas décadas, y siga educando a partir de la mutación antropológica que vivimos, en la que la ideología de género es su principal motor.

Al final, el mensaje esencial de La Bella y la Bestia se mantiene intacto: la necesidad de aprender a mirar en el interior del otro, donde reside su belleza, más allá de prejuicios y apariencias. ¿Entonces? Si se considera válido el mensaje de fondo del cuento de toda la vida, ¿qué necesidad hay de incluir una subtrama gay? Lo que se pretende con estos aderezos de género es lo mismo que se pretendía hace muchos años, por ejemplo, con la subtrama de los vecinos gays de American Beauty: ir lanzando sutilmente un mensaje muy positivo sobre la homosexualidad. En aquella ocasión el destinatario era el público adulto y cumplió perfectamente su función. Unas cuantas películas así a lo largo de diez años cambiaron 180 grados la opinión pública sobre la identidad sexual. Recordemos Media hora más contigo, Go fish, Trick, Philadelfia, Beautiful Thing, Brokeback Mountain, In & Out, Boy´s don´t cry, El final de la inocencia, Swoon, Veneno, The living end, Las aventuras de Priscilla, La reina del desierto, Acuéstate con tíos, Bésame, Guido, Paris is burning, Tongues untied, The hours and times, Lazos ardientes, Transamerica, Un hombre soltero,… Ahora se trata de empezar a hacer lo mismo con los niños. En pocos años la revolución queer habrá cumplido sus últimos objetivos. La guerra habrá terminado. En raras ocasiones el cine ha sido un instrumento tan eficaz al servicio de un proyecto cultural e ideológico tan ambicioso.

Cuando el séptimo arte puede aliarse contra la libertad, la solución pasa por educar a nuestros niños y jóvenes en la lectura crítica del cine. Probablemente esa batalla sea más inteligente y eficaz que prohibir películas en una sociedad plural, algo tan absurdo como poner puertas al campo.

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