OPINIÓN

APROVECHA EL DÍA, NO CONFÍES EN EL MAÑANA

La expresión latina Carpe diem, quam minimum credula postero, que podría traducirse como aprovecha el día, no confíes en el mañana, estuvo muy vigente en esa acepción durante etapas culturales anteriores a la nuestra, en particular, en la época del barroco. Una manera de apelar a la responsabilidad ante el futuro incierto. Algo nos queda de ello en algún lugar del sustrato de nuestra identidad colectiva. Pero, en nuestro tiempo, es más común reconocerla en otra acepción: la de invitar a disfrutar el tiempo presente sin pensar en el futuro, un período imposible de conocer y por ello algo en lo que no hay que confiar. A gran escala, basta pensar en la crisis ecológica, como exponente de ese tipo de actitud. Hoy estamos intentando aprender a transformar esta manera de situarnos y no nos resulta nada fácil.

En otro orden de cosas, los medios de comunicación y las redes sociales a la vez que convierten en acontecimientos unos hechos determinados y no otros, nos invitan a aproximarnos  a ellos con una actitud y unos comportamientos que responden  a un carpe diem que vive el presente sin sentir sobre sus hombros –o sobre su corazón- la responsabilidad del mañana. El futuro queda envuelto en velos como la suerte, la indiferencia o un destino ciego. Así lo ejemplificarían los casos de corrupción que día tras día venimos conociendo, porque no es difícil preguntarse: ¿cuánto puede durar el presente ampuloso sostenido por las sumas de dinero robadas sin que el futuro resulte amenazante? Y sin embargo, si juzgamos por la cantidad de casos, prevalecería la actitud de dejar el futuro en manos de la diosa fortuna, porque el presente es lo seguro, o quizás porque el presente dura lo que dure la fortuna y, luego, ya se verá.

Pero si los plazos del presente de la corrupción son una alerta para ese carpe diem fatuo, quiero traer aquí otra concreción emergente entre nosotros, a mi juicio más preocupante, por una razón sencilla: porque pasa desapercibida. Hace pocas semanas, hemos sabido que el Gobierno de España prepara un real decreto que regula las condiciones para la obtención de títulos de ESO y de Bachillerato (1). En él se retoma la disposición de que un alumno puede pasar de ESO a Bachillerato con dos asignaturas suspensas, con ciertas restricciones acerca de cuáles puedan ser éstas. Las lecturas de este hecho son múltiples, pero quiero señalar aquí la que las gafas del carpe diem me sugieren.

Entiendo que el mensaje que el mundo adulto envía a los niños y adolescentes del país tiene poco que ver con la primera de las acepciones de la expresión latina que comentábamos al inicio: “Aprovecha el tiempo porque el futuro es incierto y es importante que esa incertidumbre te encuentre bien equipado para hacer frente a las eventualidades que te traiga. Desarrolla lo mejor de ti, pues es eso lo que vas a llevar siempre contigo”. Parece más bien que el mensaje está inspirado directamente en la segunda acepción: “Disfruta del presente, pasa de esfuerzo, no merece la pena que aplaces la inmediatez de la satisfacción de tus deseos. El futuro vendrá, pero está lejos, ¿por qué pensar ahora en él?”.

Además las gafas carpe diem encienden otras luces de alerta que saltan en colores vivos. Aflora, por parte de gobernantes y legisladores, su inhibición a la hora de afrontar los posibles conflictos y, con ella, su incapacidad para enfrentar los desafíos de impopularidad que comporta una opción con intencionalidad que ponga el presente en relación con el futuro de manera responsable. Urge la elaboración de una propuesta educativa, que se oriente a capacitar a las nuevas generaciones para ser personas activas y responsables en la sociedad que les toque vivir.

Es tiempo de un pacto por la educación sustentado en bases sólidas, no en preferencias partidarias. Y entre esas bases ha de estar la de hacer posible, con las dotaciones presupuestarias que se requieran, que quienes han nacido en entornos familiares y sociales más desprotegidos, puedan recorrer el curriculum completo. Ellos y ellas necesitan compensar, en los años de escolaridad, lo que por nacimiento no tuvieron. Se lo debemos.

FUENTE BIBLIOGRÁFICA

1. Noticia colgada el 17 de abril en la web del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes.

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