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MUJERES QUE TRANSFORMAN UN BARRIO

Están pero no todo el mundo las ve. Cargan peso pero no se doblan. No hacen ruido pero si las buscas las encuentras. Ellas son mujeres silenciadas que ponen un poco de frescura en el áspero asfalto que les rodea. Mujeres de barrio, guerreras anónimas, capaces de hacer que las cosas cambien. Alguien las ha advertido. Ha descubierto que existen. A las personas se las conoce por lo que saben ver cuando miran y alguien se ha fijado en ellas, ha levantado la voz y todo el barrio se ha puesto en pie. El resultado es que un grupo de estas mujeres han sido invitadas a salir a la plaza pública para reconocerles su forma escondida de hacer barrio.

Ocurrió en San Cristóbal de los Ángeles el pasado mes de abril. Once mujeres de diferentes culturas, edades y etnias fueron homenajeadas por ser como son, grandes en su pequeñez, heroínas anónimas. “Vecinas que pasan a nuestra historia” se decía en el lema colgado en la Biblioteca Casa San Cristóbal, lugar donde se celebró el evento. Poli, Luchi, Julia, Ananda, Zakia, Tania, Dayana, Juani, Antonia, Magaly e Inés fueron nombradas una a una en un acto organizado por la Mesa de Salud y Género de San Cristóbal de los Ángeles y por la Asociación Educación, Cultura y Solidaridad (ECYS).

La razón de ser de tal homenaje consistía en hacer público reconocimiento a mujeres desconocidas y valientes, que han hecho frente a retos diversos en el ámbito público y privado, que han sabido “hacer barrio” y por eso forman parte de su historia.

Un proyecto muy completo

Ser mujer, vivir en las periferias de una gran ciudad, contar con pocas, o muy pocas, posibilidades económicas son retos difíciles de afrontar. Así se expresa Irma Sánchez Aguado, trabajadora social, de la Asociación Educación, Cultura y Solidaridad, que ejerce magistralmente su tarea en el Proyecto San Cristóbal. Irma, vecina también de este barrio, fue una de las involucradas este evento. No en vano el Centro donde trabaja tiene en sus programas como prioridad la educación y promoción social de las mujeres.

ECyS es una asociación de ámbito autonómico que trabaja convencida de la capacidad transformadora de la educación, la distribución equitativa de los bienes, la convivencia intercultural y, además muy especialmente, porque la equidad de género sea una realidad en el mismo centro y en el barrio. Precisamente en defensa de la mujer existe aquí un Observatorio Interno de Violencia de Género, llevado por un grupo de profesionales voluntarias que trabajan en la detección temprana de la violencia de género, coordinadas con la Plataforma en Género del Distrito de Villaverde y con el Espacio de Género y Salud en San Cristóbal.

Ciertamente el hecho de nacer mujer lleva implícito ya un tanto por ciento de madera de héroe. El otro tanto depende de las manos que mezan la cuna, de la honradez de los que te rodeen  y de la sensibilidad y la cultura de los gobiernos de turno. Y, cómo no, de tener cerca a personas empeñadas en devolver a las mujeres su dignidad, como en este caso. A lo largo del acto, cada una de las protagonistas fue expresando en alto circunstancias de su propia biografía, palabras que causaron un fuerte impacto en el público presente.

No hay que ser rica para dar

Antonia tiene sesenta y dos años pero parece mayor. La vida se le quedó marcada en el rostro antes de tiempo. La encuentro en una acera de la calle Paterna. Es vendedora ambulante, un nombre demasiado grande para la mercancía que se ve a su lado. Sorprende el talante con que saluda a quienes pasan por allí, muchos a esta hora de la mañana. De ojos vivísimos, es una mujer sin recursos que disfruta dando. Fue unánimemente elegida por sus vecinas para recibir esa mención especial en Casa San Cristóbal. Ella apenas sabe qué es eso, pero vive colgada de una frase que pone por obra continuamente: “hay que amar sin distinción de personas, hay que dar a los que tienen menos aún que nosotras”. Frases como ésta, convertidas en obras, son las que hacen posible que un barrio funcione.

Mientras el dinero del mundo está en tan pocas manos -el 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto junto- viene una mujer arrastrando la pobreza y dice que ella quiere compartir, todo  un revulsivo para el verdadero cambio social. Grandes gestos que mejoran su pequeño entorno. Eso es lo que le han premiado. Como a  Poli, que cumplidos los ochenta, tiene como primera ocupación el cuidado de las “mayores” que se encuentran solas. Dice que eso es algo que le ha hecho mejor persona, suficiente argumento para que otras mujeres del barrio la incluyan entre las homenajeadas.

Cuando una se encuentra con determinadas actitudes ante la vida viene a la memoria aquella frase de Atahualpa Yupanqui: “pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”. Y es que  personas así encienden una chispa de luz en las calles de San Cristóbal.

Las mujeres  al derecho

Mujeres y Derecho son realidades en conflicto desde antiguo, pero también hay mujeres en este barrio que saben defender sus causas y trabajan para ello como Julia, Zafia y Ananda. La primera, una líder., pertenece a un  grupo de ciudadanas del distrito empeñadas en cambiar el funcionamiento de las Juntas directivas de los Centros municipales de mayores, ocupadas por hombres,  donde ellas están relegadas a un segundo lugar. Julia está convencida del protagonismo de las mujeres en los organismos públicos y privados, o sea una Marta Galego cualquiera, la árbitra catalana que paró el partido porque alguien la mandó “a fregar platos”, según confesó ella misma en una entrevista de la Sexta televisión. Ella también sería capaz de detener esas Juntas directivas, si la dejaran entrar, claro!

Zafia es una  marroquí de treinta y ocho años, referente de mediación intercultural en el barrio. Traductora en  distintas asociaciones locales, es una de las vecinas más empeñadas en mejorar la realidad local, trabajando desde las AMPAs y como profesional de gestión de recursos.

Y Ananda habla como una  concejala de las que hablan bien, y es un pilar de granito para apoyar determinadas  causas. Así lo ha demostrado durante el proceso de su hija, que vivió recientemente un cambio de sexo. Porque cree firmemente que respetar desde la infancia la identidad sexual y la libre expresión de cada persona es un derecho que hay que proteger. Y ella sabe lo que dice.

La educación es la clave

En este grupo de mujeres reconocidas públicamente hay algunas que destacan por su interés por la educación. Una de ellas es Luchi, maestra jubilada que ahora enseña a mujeres analfabetas en el centro de mayores de San Cristóbal.  El gran mérito de Luchi es hacer de su magisterio una forma de vida, algo que imprime carácter y entiende que para aprender nunca es demasiado tarde.

Dayana es la más joven del grupo. Esta ecuatoriana de 19 años  comenzó a las 14 participando en actividades de apoyo escolar en la Asociación Educación Cultura y Solidaridad. Ahora estudia Educación Infantil y además coordina y moviliza con energía campamentos y actividades para menores de su parroquia. “Cuando lo mejor de nosotras da un paso al frente, nuestro país vuela más alto”, sostiene. Parece que ella lo ha dado, y con ella muchas personas que le rodean.

Por su parte, Inés asegura que “es importante escuchar la voz de las niñas y los niños, ellos y ellas tienen mucho que aportar, seamos referentes de igualdad sin manipular su opinión”.  Interesada en la labor educativa, a sus 30 años trabaja  con monitoras -es del grupo junior  dejándose la piel en cada actividad y campamento de verano. También interés por aprender llevó a Magaly  hasta  la asociación ECyS para conseguir el título de la ESO, a sus cuarenta y cinco, priorizando la oportunidad educativa que le brindaba el Centro. “Si luchas, haces realidad tus sueños”, fueron sus palabras  para seguir adelante.

Otra mujer interesante e interesada en las cuestiones educativas es Juani y su tarea en las AMPAs ha sido una de sus ocupaciones principales. Luchadora y defensora de su barrio  participa en  la comisión  de la Asociaciones de Vecinos, y ella misma expresa: “Valiente en la vida, no es la persona que más aguanta, es la que pelea y lucha, tropieza y se levanta”.

Finalmente, no en último lugar, Tania, una joven titulada en Comunicación audiovisual con una capacidad especial para tratar la imagen y moverse por facebook. Pertenece a esas nuevas generaciones que nacieron familiarizadas con la red. Diseña, compone, maqueta publicaciones de ECYS, donde colabora con el área de Infancia. También lleva la ludoteca de Casa San Cristóbal, lugar donde se celebró el acto al que nos estamos refiriendo. Ella afirma con soltura: “Si cambia el mundo seré partícipe, no testigo.” Y seguro que lo conseguirá.

Heroínas de la actualidad

“Las mujeres somos las heroínas de la actualidad”, ha dicho “Katherine Pancol, autora de exitosa novela, Los ojos amarillos de los cocodrilos (La esfera de los Libros, 2012), una novela que habla “de las mujeres que somos, las que querríamos ser, las que nunca seremos y aquellas que quizás seamos algún día”, se lee en la contraportada. Desde luego el sobrenombre de “heroínas” le va como anillo al dedo a ese cincuenta por ciento de la humanidad; basta mirar algunos datos.

Así, entre otros, el informe 2017 sobre Igualdad de Género de la Comisión Europea del pasado marzo, que apunta también los logros conseguidos en la UE, sigue arrojando datos discriminatorios para las mujeres referidos a la mayor tasa de desempleo, la menor remuneración, la brecha salarial de las pensiones, o las desigual posibilidad de acceso al mercado laboral. Por su parte, la ONU hace una fuerte llamada a vencer la desigualdad en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que presentó en agosto de 2015 con el lema: 17 Objetivos para transformar el mundo. Después de los cuatro primeros: La Pobreza, Hambre cero, Salud y bienestar, Educación de calidad, dedica el quinto a  “Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas”. La Agenda supone un compromiso común y universal, respetando la propia soberanía de cada país.

Estas páginas de Crítica, revista del lado de las mujeres desde sus comienzos, nos acercan  hoy a estas heroínas sin lustre, mujeres extraordinarias de San Cristóbal de los Ángeles. Todas ellas, y otras que no fueron homenajeadas en esta ocasión, simbolizan la diversidad de un barrio donde convive población de diferentes procedencias, culturas  y edades. Gente que estima su barrio y comparte un empeño: trabajar por una mejor convivencia y una imagen pública más ajustada a la realidad.

Mujeres que no se rinden, luchadoras natas que tal vez nacieron en el lugar equivocado. Pero ahí están, llenas de energía. Dispuestas a levantar lo que haga falta hasta la misma altura de la emblemática chimenea que vigila este lugar. Lástima que algunos medios de comunicación no vengan más por este barrio para ver –de cerca- cómo sus aceras están llena de heroicidades  de las que no se habla. Pequeñas historias que no cambian el mundo pero hacen de él un lugar un poco más habitable.

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