OPINIÓN

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS

Victor Arribas y José Luis Garci acaban de publicar en la editorial Notorious Casablanca: 75 años de leyenda para conmemorar el aniversario de este mítico film que se estrenó el 26 de noviembre, día de Acción de Gracias, de 1942, en el Hollywood Theatre de Nueva York y no llegó a ninguna otra ciudad hasta el 23 de enero de 1943. Compitió con los premios de la Academia en 1943, ganando tres Oscar a la mejor película, mejor director y mejor guion. Desde entonces hasta este 26 de noviembre de 2017, Casablanca ha sido y es considerada una de las películas más importantes del cine y ocupa el tercer puesto, después de Ciudadano Kane y El Padrino, entre las 100 mejores películas de la historia. Casablanca ha ocupado la atención de numerosos estudiosos y ha generado importantes publicaciones a las que se suma esta interesante obra de Arribas y Garci.

Nos podríamos preguntar, ¿qué tiene Casablanca para que siga atrayendo el interés de tantas generaciones? La película se hace sobre la obra Everybody Comes to Rick´s de dos dramaturgos, Murray Burnett y Joan Allison. La produce Hal B. Wallis y la dirige Michael Curtiz.Su gestación se la califica de milagro, de improvisación de un guion que se rehace cada día. Es una historia de amor -la más grande historia de amor de todos los tiempos-, pero también de política, de guerra.

No podemos olvidar que se rueda durante la Segunda Guerra Mundial, después de la caída de Francia en el poder de los nazis. El 8 de noviembre de 1942, las tropas norteamericanas desembarcaron en el norte de África y Casablanca es un punto de mira y de neutralidad muy importante.

Este escenario hace de Casablanca una ciudad puente entre Lisboa y América, entrecruzada por una variedad de gentes que huyen del dominio nazi hacia la libertad que buscan denodadamente a costa de cualquier precio.

Un espacio interior, el Rick´s Café, es punto de cita para los refugiados que anhelan los salvoconductos que les conducirán a la ansiada libertad. Un café dirigido por Richard Rick Blaine. Rick es un enigmático exiliado americano que en el pasado vendió armas en Etiopía y participó en la guerra civil española con los republicanos y que aparentemente no participa en política y practica la neutralidad. Su pasado esconde la traición de un amor que le convierte en un hombre frío y desesperanzado.

Junto a Rick, otros personajes como el mayor Strasser, alemán, el jefe de Policía, Renault, del gobierno francés de Vichy que buscan a los que intentan huir del régimen nazi y, por otro lado, la pareja de Víctor Lazlo, jefe de la resistencia antinazi en Europa, buscado intensamente por la Gestapo, e Ilsa Lund, su mujer, pieza perdida en el pasado de Rick y que ahora con su marido pretende escapar hacia la libertad. Estos principales personajes configuran esta trama de amor que pasa a la historia con personalidad propia y en la que los espectadores se apropiaron de algunos textos que perduran en el tiempo de cada generación.

En la memoria colectiva se ha grabado ese momento que marca el final de un reencuentro, el de Rick e Ilsa. Las palabras de Rick cuando despide a Ilsa, su gran amor, antes de subir al avión, son palabras que muchos hemos pronunciado ante un amor que se va y un amor que permanece vivo en la memoria y que nunca se truncará porque forma parte de la verdad vivida. Y es Ilsa la que lo abandonó en el pasado la que se rebela ante esta inesperada separación: “¿Y nuestro amor no importa?”, a lo que él contesta: “Siempre nos quedará París. No lo teníamos, lo habíamos perdido, hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche”.

Las variaciones textuales sobre el texto original, “siempre tendremos París” no anulan la gran fuerza que su sentido ha despertado en tantas generaciones. Porque, aunque hay ruptura, la intensidad de unos momentos de felicidad dan a la vida fuerza para seguir tomando un avión que conduce a la libertad y a la liberación de otros. Pero también creo que esas palabras no las podemos separar de los rostros que les dan vida: Humphrey Bogart, Rick, e Ingrid Bergman, Ilsa. Para Rick, ese breve encuentro en su apartamento de Casablanca le hace recobrar todo un tiempo perdido, su tiempo de París. Tiempo perdido, pero tiempo encontrado en unas difíciles circunstancias en las que ella le promete no dejarlo jamás. Pero es ahora Rick el que asume el sacrificio de la despedida: “Y nunca me dejarás. Yo también tengo mi labor que hacer. Y no puedes seguirme adonde voy. En lo que he de hacer, no puedes tomar parte. Yo no valgo mucho, pero es fácil comprender que los problemas de tres pequeños seres importan un bledo en este loco mundo. Algún día lo comprenderás…”. Después, unos primeros planos que revelan los intensos sentimientos de la pareja.

El hombre frío, enigmático, un hombre desengañado que protege su maltratado corazón con una coraza de cinismo, que luchó por una causa perdida,  que soñó  con un mundo mejor y se desgarró el corazón con un gran amor, con una herida que vuelve a sangrar cuando un pianista negro arranca a su piano las notas de As time Goes By 1, apátrida, ha optado por la causa de la libertad y el amor lo lleva a luchar por ella y convencer hasta al colaboracionista jefe de policía, Renault, que no solo no lo detiene después de la muerte del mayor Strasser, sino que lo califica de patriota y quizá sea este, para los que sostuvieron una intensa guerra fría, un momento de encuentro: el “comienzo de una hermosa amistad…” mientras que la niebla invade esa noche de silencio.

Casablanca, después de 75 años, no solo no se ha impregnado de la pátina que el tiempo suele otorgar a los objetos antiguos, sino que cada día sigue seduciendo con esa impresionante fotografía en blanco y negro y esa melodía que sobre un piano acaricia la voz de Sam, Dooley Wilson, que nos repite que el tiempo pasa pero el mito permanece.

Siempre tendremos París, siempre nos quedará París, repetimos con Rick.

1. Tejero, J y Diego, José de Casablanca Madrid: T&B Ediciones, 2003, pp.17

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