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RAFAEL ÁLVAREZ ‘EL BRUJO’: “EL CÓMICO ES LO QUE HACE AL ACTOR”

El arte de Rafael Álvarez es un arte forjado a lo largo de su intensa vida en el teatro, 47 años de experiencia, que comenzó muy joven cuando se desplazó desde su Andalucía natal a Madrid para estudiar Derecho y en el ambiente de los Colegios Mayores prendió en él la llama del teatro. Desde su primera incursión teatral con El juego de los insectos de los hermanos Kappeck en el Colegio Mayor San Juan Evangelista en 1970, dirigido por José Luis Alonso de Santos, hasta esta última obra, fruto de su encuentro con Yogananda en el que descubrió la aventura vital de un hombre que buscaba el sentido último de la existencia y poseyó la certeza final de haberlo alcanzado, han pasado por su piel muchos personajes, muchos autores; entre los primeros destacamos Lázaro de Tormes, Don Juan Tenorio, Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Jesús de Nazaret, el Quijote, etc. y entre los segundos, Pío Baroja, Alfonso Sastre, José Luis Alonso de Santos, Plauto, Molière, Patrick Süskind, Darío Fo, etc.

Desde 1986 ha compaginado su actividad teatral con el cine y la televisión y ha participado en películas, como El Crack, La Taberna fantástica, Don Juan mi querido fantasma, etc.,  y en televisión, Vísperas, Juncal, Brigada Central y Maquinavaja, entre otras.

Ha llevado sus espectáculos por los festivales más importantes de España, Bélgica, Francia, Portugal, Italia, México, Venezuela, etc. Y ha recibido numerosos premios. En diciembre de 2002 se le concedió la medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en el 2012 recibió la Medalla de Andalucía.

Carmen Azaustre: Rafael sea lo primero nuestro agradecimiento por este tiempo que nos dedicas, momentos antes de iniciar tu obra. Tu vida ha sido y es una vida intensa que llama nuestra atención. He vivido en Madrid y he ido a verte en numerosas ocasiones y, profundizando en tu biografía, veo que llevas 47 años de vida en el teatro, desde aquel intenso y rompedor ambiente del Johnny, el Colegio Mayor San Juan Evangelista, con El juego de los insectos hasta este trepidante y multicultural Madrid de 2017 en el que has estrenado con gran éxito La autobiografía de un Yogui, basada en la obra de Paramahansa Yogananda.

El Brujo: Paramahansa es un nombre sánscrito. Param en sánscrito es todo lo relacionado con el espíritu, pero ellos entienden esto como el orden causal que da origen a la manifestación de algo. El param es algo que es todo lo anterior a la manifestación. Se manifiesta el universo, Dios es Parambragma, el que está más atrás del mundo. También es ancestro, como el abuelo es param, el padre es pará y el hijo es la manifestación del padre. Eso ya conecta con la teología joánica del evangelio de San Juan. Cuando Jesús dice Hijo, el Hijo es lo que se ve del padre. Los indios son más perfectos en la lengua, tienen una lengua  correspondiente al concepto que quieren significar. Y hansa es cisne, el cisne espiritual. Es un título onomástico que le dan a Yogananda cuando se ordena.

C. A.: En el programa donde presentas la obra deseas que el espectador perciba la sabiduría, el encanto, la magia, la luz y el amor de este relato. ¿Es esa búsqueda de luz, de verdad, de libertad, la que ha conducido tu vida hasta ahora como la de Yogananda, la de Teresa de Jesús…?

E. B.: Bueno, vamos a ver, dejemos a Yogananda y a Teresa…La mía es distinta, diversa.

C. A.: ¿Cómo un andaluz se inserta en un proyecto de vida y sueño como el teatro y deja el estudio del Derecho? Porque tú viniste a estudiar Derecho a los Colegios Mayores, pero sin embargo, te atrajo el teatro y ahí entraste…

E. B.: Yo entré en el teatro realmente en el San Juan Evangelista porque allí ensayaban grupos de teatro independientes de los años del último periodo del franquismo, que era una sociedad efervescente culturalmente hablando, al menos la sociedad universitaria, la vida universitaria, los Colegios Mayores, las facultades de la Complutense… En aquellos años es lo que viví; en ese Colegio Mayor trabajaban muchos grupos de teatro y directores que luego se han hecho nombres importantes en el teatro español. Como José Carlos Plaza, Terele Pávez,  Marisa Paredes… A todos ellos los veía ensayar ahí cuando era un estudiante de Derecho, y entonces, debido a esta circunstancia, dejé los estudios de Derecho y me metí en el teatro.

C. A.: Muchos nombres te ayudaron en tu inmersión teatral. Cómo te hablan hoy estos que he elegido: José Luis Alonso de Santos, Darío Fo y Fernando Quiñones

E. B.: Bueno, tres grandes autores de los cuales he hecho obras y uno de ellos, en concreto José Luis Alonso de Santos no solo autor sino también amigo y también maestro personal, director y compañero. Maestro porque fue con él  con el que yo empecé a aprender el abecé del teatro, a caminar en un escenario, a proyectar la voz, que no tenía voz, era la de un pajarito que no se me  oía desde la primera fila; y esas primeras nociones elementales las aprendí con él. Y luego muchas otras. Amigo personal durante muchos años y lo seguimos siendo y gran autor de comedias de las cuales he hecho bastantes. Y director y actor.

C. A.: ¿Y Darío Fo?

E. B.: Dario Fo fue un gran maestro lejano, un gran referente del teatro europeo. Yo vi a Darío Fo por primera vez actuar en Madrid en el año 82-83, en el Festival Internacional que se celebraba en Madrid en primavera, y le vi en el Teatro Olimpia, en Lavapiés. A partir de ahí me fascinó su forma de trabajar, su técnica, que conecta con un tipo de teatro narrativo, juglaresco; un teatro muy directo, muy comprometido en aquella época, políticamente hablando. Era un gran actor y un gran autor. Y luego con Francisco juglar de Dios hizo un trabajo increíble, muy italiano, muy conectado con la presencia de la influencia franciscana en el arte, en la pintura, las pinturas del Giotto de San Francisco de Asís; él era un gran pintor, murió. Dibujaba muy bien, había hecho estudios de arquitectura, dibujaba con el teatro, dibujaba en el escenario. Hacía un gran mural, hacía un fresco, proyectaba masas, escenas… Yo aprendí mucho de él. Y luego le conocí con la obra de Francisco juglar de Dios, lo vi en Roma, me dio los derechos y me regaló el telón que él mismo había pintado para la obra…

C. A.: ¿Y conservas ese telón? 

E. B.: Sí, lo conservo.

C.A.: Me he dado cuenta también al repasar un poco tu obra que hay una serie de personajes que me parece son muy importantes en tus monólogos. Unos de ficción: Lázaro de Tormes, el Quijote, Don Juan, otros reales, como Jesús, Francisco de Asís, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz… todos ellos son buscadores de sueños y de palabras. ¿Tiene algo que ver con todos la búsqueda en tu obra de una palabra viva?

E. B.: Sí, claro que tiene que ver. Todos ellos son grandes personajes, tienen una fuerza poética y una gran proyección como personajes en torno a los cuales se puede indagar y se puede pensar y se puede despertar, no solamente soñar sino despertar. Son personajes que te ayudan a ser conscientes del sueño y ser consciente del sueño es un primer paso hacia el despertar.

C. A.: ¿El Lazarillo de Tormes crees que es actual?

E. B.: Lázaro de Tormes es un personaje eterno. Tiene unas dimensiones perdurables, si no metafísicamente hablando, al menos vale para muchos tiempos… como las obras de los grandes clásicos, porque es un personaje que tiene unos componentes básicos esenciales, como es la lucha por la supervivencia y el conflicto con las contradicciones del ser humano enfrentado a la supervivencia y a la moral.

El ser humano que está enfrentado por una parte, a sobrevivir en una sociedad decadente y por otro lado, tiene que conservar su dignidad, porque la moral también forma parte del alimento del ser humano. Sin ella no se puede vivir, seríamos bestias, seríamos animales. Pero con una moral estricta, una moral rígida, una moral dogmática también asfixiaría totalmente la vida. La picaresca es un arte en el sentido de permanecer en la moral de una manera equilibrista y al mismo tiempo salirse de ella por necesidades de sobrevivir. Ese es un poco el pícaro, después hay ya más lecturas diferentes de la picaresca: desde el punto de vista político, desde el punto de vista literario… pero básicamente para mí es eso.

C. A.: Me interesa preguntarte también por Teresa de Ávila, porque desde tu condición masculina ¿Qué percibes en ella? 

E. B.: Teresa es un personaje que yo he conocido a través de sus biógrafos, al igual que a Jesús lo conocí por los evangelios. Teresa es impresionante, es un personaje sin igual. Además, de Teresa hay mucho material biográfico, muchos documentos, se sabe mucho de Teresa, así como de San Juan de la Cruz no tanto, de Teresa se sabe mucho, es un personaje con una fuerza inmensa, con un gran carisma, y es un personaje… no sé qué decirte de Teresa. Teresa es una mística en el más pleno sentido de la palabra, en el sentido de que es alguien que experimenta la divinidad, no solamente habla de.  No es una teóloga que habla de Dios o de los misterios divinos de una manera intelectual debido a sus conocimientos teológicos, al estudio de Santo Tomás de Aquino, a los mismos evangelios, haberlos estudiado desde el punto de vista de la interpretación, de la exégesis. Teresa es directamente intuición de Dios, es una vivencia directa, porque hay en ella una parte de su ser que está despierta a la divinidad y es receptiva de la influencia divina y eso es muy serio. Teresa es una vidente, es una rishi. La palabra rishi de los grandes sabios de la antigüedad del yoga significa vidente, los maestros que dan lugar a la redacción de los textos sagrados orientales se llaman rishis. Ellos tienen conocimientos de esos textos sagrados a través de la revelación intuitiva. En ese estado de conciencia, es como ellos dictan los textos. Entran en ese estado de conciencia y hablan sobre el universo, sobre dios, sobre las leyes cósmicas, desde ese estado de conciencia, son videntes. Teresa es una vidente: ve. Y habla mucho de esto, la visión que ella dice, la visión intelectual, la visión que no es visión intelectual, Teresa es un fenómeno absolutamente sorprendente y dentro de la cultura europea ha sido estudiada profundamente por alemanes y franceses. Los franceses por la dimensión romántica de su personalidad que era, al mismo tiempo, española, totalmente castellana, de sentido accesible, directa, sencilla, con sentido del humor…, un personaje increíble.

C. A.: Me gustó mucho el título que le pusiste porque la identifica mucho: Teresa o el sol por dentro. Lleva, además, este título a la luz…

E. B.: Ese título, viene de un gran biógrafo de Teresa que se llama José Mª Javierre.  Él ha estudiado la vida de Teresa de Jesús profundamente y es uno de los mejores biógrafos, utilizó esa frase en un momento y la tomé. Haciéndole honor a él que es de donde viene la frase.

C. A.: Me ha interesado también lo que tú nombras como trilogía: Francisco juglar de Dios, Los misterios del Quijote y El Evangelio de San Juan. ¿Qué tipo de trilogía? ¿Qué se desarrolla fundamentalmente? ¿Cuáles son las ideas esenciales? ¿Por qué las unes como trilogía?

E. B.: Porque es un momento de mi vida en el que yo descubrí la palabra como motor y como centro de una actividad teatral; la palabra en el sentido de lo que expresa, apará, hablando de apará no solo como la divinidad sino como el mundo espiritual, el mundo de las ideas del que hablaba Platón;  la manifestación de esas ideas es el verbo, la palabra. La palabra en el sentido sagrado es el verbo pero en el sentido poético la palabra es también el instrumento de manifestación de ese poder espiritual, de esa fuerza espiritual, y también en sánscrito hay una palabra que la designa, aquello que expresa el orden del mundo sutil.

C. A.: Te quería también preguntar sobre tu técnica. A mí me ha sorprendido, y lo he visto en tu obra, La autobiografía de un Yogui, cómo en tus monólogos pasas de la risa abierta a la fuerza profunda de la palabra que sale de tus entrañas y eso produce en el espectador un profundo silencio. ¿Es técnica que prepara al espectador para relajarse y pasar de tu confesión a la propia que cada uno de nosotros vivimos en nuestro interior?

E. B.: Sí, es una técnica ya preparada de alguna forma. Viene dada por mis años de experiencia, de saber el efecto y el impacto que causa la risa en la mente y la sensibilidad del espectador. Es una sensación de apertura; la risa te relaja, el diafragma se libera con la risa; es un estado de distensión que conduce a una apertura mental y que hace que después de ese momento de risa estés  mucho más receptivo a asimilar una expresión poética o una verdad más metafísica o un momento de otro orden. Yo uso esa técnica.

C.A.: Te defines también como cómico. ¿Qué sentido le das a esa palabra?

E. B.: Cómico un poco como lo utilizaba Fernando Fernán Gómez, no solamente en el sentido humorístico sino en el sentido de hombre del teatro. Los cómicos en el lenguaje de los actores de los años 30 o los años 40, como pudimos ver en El viaje a ninguna parte de Fernando Fernán Gómez. En todo ese relato habla de los cómicos. En la vida española teatral se habla de los cómicos no de los actores, por ejemplo, eres muy buena cómica en lugar de buena actriz. El cómico es lo que hace al actor.

C. A.: En la presentación de tu última obra mencionas a Gandhi y eliges una cita en la que expresa cómo la vida persiste en medio de la destrucción y por lo tanto hay que suponer que existe una ley superior a la ley de la destrucción. Respecto a ello, ¿qué nos diría un juglar, un cómico, un rapsoda a los que solo ven destrucción en el mundo de hoy y viven pesimistas? 

E. B.: Que no ven más allá de los árboles, según Rabindranath Tagore. Que hay que ver más allá. Hacer un esfuerzo por ver en param. En la manifestación hay un signo de una fuerza que está detrás. De hecho, muchos grandes artistas lo han visto por la intuición artística. Chillida, por ejemplo, habla de ese mundo que está detrás de lo físico. Cuando Chillida hace  El peine del Viento,  sabe que para expresar el vacío y el silencio y el infinito, son necesarios los dientes de hierro  como mano que peina el viento. Esta es la ley de la vida, que está sosteniendo siempre. Los indios son muy sabios y tienen a la diosa Khali que es diosa del amor y también de la destrucción y la muerte, porque la destrucción y la muerte forman parte de la ley del amor. Todo lo que se destruye, todo lo que se corrompe con la muerte, todo lo que se viene abajo, es necesario para que la vida vuelva a regenerarse. Ellos tienen una visión en perspectiva de la vida, ven en la muerte la posibilidad de la creación de una nueva forma. Eso es de lo que habla Gandhi: la vida se mantiene, siempre sale adelante a pesar de la destrucción. Incluso la destrucción está ahí como el sparring de un boxeador, para que la vida manifieste su fuerza. Y este sentido también lo encontramos en la palabra de Jesús.

C. A.: Si el grano de trigo no muere… no nace una nueva planta. Esa presencia de muerte y vida es una expresión en distintas culturas.

E. B.: Sí, en el ciego del nacimiento le dicen que es ciego porque pecó o porque pecaron sus padres, que es la visión convencional de la religión, el pecado. Está ahí porque pecó, está así enfermo porque pecó, pero sin embargo no pecaron sus padres, ni nació con esa maldición y así lo expresa Jesús: ni pecó él,  ni pecaron sus padres,  está así para que en él se manifieste la Gloria de Dios. Está así para que se manifieste esa fuerza espiritual, esa gloria divina, esa luz o como quieras llamarle. Para eso está la sombra, para eso está la ceguera, es como la diosa Khali.  Vicente Aleixandre tenía un libro que se llamaba La destrucción o el amor y el sentido no es la destrucción o el amor, sino que tiene el significado de igual a, sino que tiene el significado de igual a. Es como si dijeras la destrucción es igual al amor.

C. A.: Entonces ¿el amor pasa por la destrucción?…

E. B.:: Sí…

C. A.: Tengo una última pregunta, porque no te queremos quitar más tiempo. ¿Necesitas a tu público para que la risa vuele transparente y se haga luz? ¿Sea ligera, y nos haga sagaces, profundos, abiertos, como tú? ¿Necesitas del público para completar esa obra que tú haces cada día, cada noche?

E. B.: Naturalmente, sin el público nada de esto tiene sentido. Y cada vez más, en todas las obras que he hecho el público está ahí…

C. A.: Y cada noche tú creas, no te repites. Tus palabras son diversas pero sostenidas por una columna que esculpe un sueño y un deseo.

E. B.: El esquema central está ahí, la motivación central está ahí, casi la misma idea siempre está ahí… el cincelado es distinto. Unas veces son unos golpes por aquí, otras veces son por el otro lado, otras veces son… pero es dándole vueltas a lo mismo.

C. A.: ¿Y por qué Rafael Álvarez se llama a sí mismo El Brujo?

E. B.: Yo me llamo así porque me llamaban así en el San Juan Evangelista mis compañeros, en plan mote, y cuando empecé a hacer teatro decidí llamarme así.

C. A.: Rafael, El Brujo tiene también un significado de seducción, de misterio, de encantamiento. Muchísimas gracias, Rafael, por este tiempo que nos has dado y sigue seduciéndonos, embrujándonos… Enhorabuena por esta preciosa obra.

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