Rendir homenaje póstumo a la profesora Gómez Molleda, desde coordenadas de objetividad y de cordial afecto, resulta un entrañable ejercicio de reconocimiento de sus méritos personales y académicos que han dejado poso a lo largo de una trayectoria vital que ahora nos cumple traer a la memoria reavivando un pasado plagado de recuerdos para tantos cuantos disfrutamos de la cercanía de una maestra del saber.
Aproximarse a su historial universitario permite recorrer un camino en el que se entrecruzan docencia, investigación, cargos de dirección junto a actividades que sólo su infatigable dedicación a las tareas universitarias posibilita evaluar en su justo recorrido.
Inició sus estudios universitarios en la Universidad Complutense de Madrid cuyo recuerdo no se debilitó con toda razón, dado que gran parte de los profesores de aquellos años de posguerra planteaban el conocimiento histórico con una excepcional lucidez reflejada en obras todavía hoy vigentes. La figura de Jesús Pabón no decayó nunca en su respeto ni las de quienes poco después fueron sus mentores en la facultad como sucedió con el doctor Palacio Atard al que profesó aprecio académico y agradecida amistad.
Terminada la licenciatura en Filosofía y Letras, María Dolores G. Molleda empezó a recorrer archivos históricos extranjeros para realizar su tesis doctoral sobre Gibraltar, etapa que comentaba a menudo por la novedad de sus viajes a París, Londres o Roma, lugares de enriquecimiento personal y académico, a la vez que de disfrute de las costumbres de otros países, por entonces poco visitados por los universitarios españoles; experiencia que narraba con un anecdotario que aliñaba con su peculiar simpatía.
En 1953, el Instituto Zurita de Historia (C. S. I. C.) publicó el resultado de aquella tesis, momento en que la nombró secretaria de su Escuela de Historia Moderna. A partir de 1960, colaboró como profesora adjunta en las clases de Historia Moderna y Contemporánea en la misma Complutense iniciando desde entonces su labor docente.
En 1967 consiguió una Cátedra de Historia Contemporánea Universal y de España que, tras reñida oposición, la situó en la Universidad de Santiago de Compostela, un destino que significó para ella un giro en su carrera académica aun cuando fue corta su permanencia en Galicia, lo cual no fue obstáculo para hacer grandes amigos en un momento en que la facultad era todavía una especie de gran familia de acogida, reducto gratificante durante unos cursos que, por otra parte, coincidieron con los sucesos parisinos de mayo del 68 que conmovieron el escenario universitario, dando paso a nuevos planteamientos ideológicos y a concepciones docentes renovadas.
Salamanca reclamó su presencia al quedar vacante la Cátedra de Historia Contemporánea. La petición venía avalada por el prestigio de la universidad sin que faltaran razones de trabajo editorial en Madrid. María Dolores Molleda ocupó su plaza en el Estudio salmantino en 1970 hasta el final de su vida académica oficial, que culminó con su nombramiento de Catedrática Emérita. Desde 1995 al 2000, fue profesora extraordinaria en la Universidad de San Pablo de Madrid (CEU), experiencia breve pero muy grata por el interés de unos estudiantes no iniciados en las causas más significativas de nuestra historia.
Al hacer memoria del legado dejado por la doctora Gómez Molleda en las diferentes facetas de su quehacer histórico, es obligado ponderar su dedicación vocacional educativa que marcó su docencia universitaria hasta el punto de entregar gran parte de su tiempo a la preparación rigurosa de las clases y en poner a punto una metodología de trabajo que aplicaba en la realización de tesinas y tesis en las que introdujo temas relevantes en una etapa de la historiografía española, todavía anclada en asuntos de corte clásico, como correspondía a una enseñanza que empezaba a sortear nuevos derroteros.
En el ámbito metodológico, no podemos pasar por alto cómo desde sus iniciales clases madrileñas introdujo el por entonces desusado comentario de texto que escogía inteligentemente, para provocar entre los estudiantes un análisis de los contenidos de cada tema. Sus exámenes favorecieron este método de aproximación a la historia contemporánea sin caer en el trillado sistema de memorización de preguntas. Nos consta cómo los alumnos que recibieron sus enseñanzas siguen valorando sus inolvidables clases en el Palacio de Anaya que más de un todavía joven profesor recuerda con todo detalle. Quienes de una forma u otra compartíamos con Gómez Molleda su búsqueda por ofrecer a los estudiantes salmantinos una enseñanza de excelencia admirábamos en ella una continuada inquietud magisterial innovadora, primer eslabón en la cadena de investigación que muchos emprendieron posteriormente.
A este tenor, en un tiempo en que el despertar universitario español empezaba a apuntar maneras cercanas a las formulaciones de otros países, María Dolores G. Molleda inició lo que sería una constante a lo largo de los años como era visitar instituciones y departamentos de su especialidad en diferentes lugares de la geografía europea y americana, así como participar activamente en congresos internacionales que por entonces dotaban a la Historia de una renovación que se consolidó en la cátedra de historia contemporánea salmantina.
Mención especial requiere considerar cómo María Dolores Molleda estuvo singularmente atenta a las innovaciones que en los años setenta se producían tanto en la renovación temática como metodológica a través de la Ecole des Hautes Etudes de París. Renombrados especialistas de aquella institución pasaron por las aulas del departamento. Así nos visitaron François Furet, Pierre Nora o Miklos Molnar junto a representantes de la asombrosa Universidad de Vincennes donde tras el 68 se pretendía crear un nuevo modelo de centro universitario alejado de las características formales habituales, abierto a todo tipo de estudiantes.
En este contexto renovador, organizó cursos especiales colaborando con diversos profesores de otras universidades españolas sobre temas candentes por entonces, como la segunda república española; la izquierda en España; la Guerra Civil o los movimientos juveniles y la lucha política en nuestro país.
A decir verdad, el imperioso impulso por mejorar las enseñanzas universitarias y fomentar la investigación le venían de lejos ya que acudió tempranamente a numerosos congresos internacionales de ciencias históricas desde que se celebró el primero en Roma en 1955 hasta el de Madrid 1990. A los que sumó su asistencia al Congreso de Historiadores Hispano-Franceses de Burdeos, 1974, donde la presencia de prestigiosos especialistas y de jóvenes aprendices levantó debates significativos para la clarificación de ideas; o al de Historiadores Europeos de Ginebra, 1979; e igualmente a la Annual Conference of Society for Spanish and Portuguese Historical Studies de Boston, 1983; al Coloquio Hispano-Soviético de Historiadores Moscú, 1989; al Internacional Kolloquium sobre Antonio Machado, Würzburg 1989 o al Congreso Internacional Galdosiano, Las Palmas de Gran Canaria, 1990. No cabe duda que la exploración de nuevos campos de investigación se manifestó como otra de las características más llamativas de su quehacer intelectual.
Su pertenencia a diversas asociaciones constituyó una plataforma de despegue hacia otras realizaciones en su campo de trabajo histórico. Así resulta un referente su adscripción como vocal en la Junta Directiva del Comité Español de Historia, vinculado al Comité Internacional de Ciencias Históricas; vocal del Patronato de la Guerra Civil (Archivo Histórico Nacional en Salamanca); vocal de la Comisión de Humanidades, dependiente de la Comisión Asesora Científica y Técnica del Ministerio de Educación y Ciencia. Fue igualmente miembro de la Assotiation Internationale d’Histoire Contemporaine de l’Europe, en el seno del Institut Européen de la l’Université de Genève y formó parte de la Society for Spanish and Portuguese Studies de Boston sin olvidar su designación como académica correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid.
Oportunidad singular en el campo de la investigación fue para la doctora Gómez Molleda el acceso al Archivo de la Guerra Civil, un centro dedicado a la custodia de la documentación incautada durante el periodo bélico, procedente de muy diferentes entidades y lugares, lo cual le posibilitó la lectura de legajos inéditos hasta entonces y que pronto se pusieron a disposición de quienes se interesaban por aquellos fondos dando vía libre a la realización de tesis avaladas por un material original de enorme valor.
Ocupó en este tiempo cargos de responsabilidad al ser nombrada Vicerrectora por parte del entonces Rector, Julio Rodríguez Villanueva, circunstancia que le condujo a una especial dedicación a las tareas que el cargo comportaba. Sobresale el entusiasmo con que emprendió el proyecto de Extensión Universitaria en la zona de la Sierra de Francia y de las Hurdes, en donde un grupo de estudiantes llegó a convivir con quienes habitaban en aquellos pueblos marginados. Ocurrió andando el tiempo que los vecinos de aquellos lugares se mostraron tan cercanos y receptivos que llegaron a transmitirle el fuerte atractivo de aquel paisaje hasta el punto de seguir descubriendo, incluso en invierno, lugares al sol, pateando caminos que parecían hechos para el disfrute del espíritu y para el sosiego interior. Faceta memorable de su vida que transmitió a quienes se acercaron a su refugio serrano en veranos pletóricos de largas conversaciones en plena naturaleza.
A raíz de los contactos forjados con los universitarios de las distintas facultades, impulsó numerosos intercambios de becas para estudiantes, estableciendo convenios con las universidades de Burdeos, Grenoble, Reims, Le Mans y Toulouse de las que se beneficiaron un buen número de candidatos.
En aquellos mismos años, la profesora Molleda propuso la creación de la Cátedra de Teología Domingo de Soto para universitarios, cuyo primer titular fue Olegario González de Cardedal, cátedra que mantiene su actividad y por la que han pasado reconocidos expertos.
El nombramiento de directora de la Casa Museo Unamuno constituyó un hito en su carrera académica al conseguir devolver a la antigua casa rectoral su intrínseca virtualidad como archivo abierto a los investigadores que se multiplicaron al tener a su disposición aquellos materiales custodiados de modo adecuado y con garantías de una búsqueda, acorde con el interés que suscitaba especialmente entre hispanistas renombrados la figura y la obra de Miguel. En este mismo tiempo organizó semanas de estudio sobre aspectos referidos a la temática unamuniana. En 1986 celebró un congreso internacional con ocasión del cincuentenario de la muerte de Miguel de Unamuno. La reunión de aquel congreso resultó todo un acontecimiento debido al número y prestigio de los ponentes y asistentes procedentes de Estados Unidos, Europa y de Hispanoamérica como quedo reflejado en las actas posteriormente publicadas. Quizá aquel congreso fue el broche de oro de su actividad académica a punto de una jubilación anticipada por los avatares ministeriales de aquel entonces.
Si bien, en un artículo como el que nos ocupa, no es posible dejar constancia detallada del fruto de las aportaciones de la doctora Gómez Molleda que constituyen un impresionante listado de publicaciones de diversa entidad, sin embargo, resulta obligado señalar las líneas temáticas que han configurado su tarea investigadora y por ello las obras más representativas de su quehacer científico histórico.
La profesora Gómez Molleda mostró su faceta de especialista en historia de las ideas y de la cultura, centrándose en el análisis de minorías inconformistas significativas para el protagonismo del acontecer histórico español contemporáneo. En este sentido los ejes sobre los que principalmente giraron sus publicaciones fueron tanto la educación y la reforma de España, abordando los proyectos de la Institución Libre de Enseñanza, como la específica influencia ideológica de la Masonería.
La aparición en 1967 de su magna obra, Los Reformadores de la España Contemporánea (Premio Nacional de Historia) supuso el conocimiento científico del grupo de intelectuales pertenecientes a la Institución Libre de Enseñanza cuya valía en la España de preguerra era conocida gracias a su preferente inquietud educativa universitaria. Las páginas de aquella publicación fueron pioneras en la publicística histórica española y establecieron un entronque con el contexto hispano de años singulares para la vida política y social de la época de la Restauración y hasta 1939. No cabe duda que aquel libro puso los cimientos de una temática que suscita interés incluso en la actualidad entre los historiadores.
La publicación más representativa sobre el influjo ideológico de la Masonería en la España del pasado siglo fue el resultado de las indagaciones llevadas a cabo en el Archivo Histórico de la Guerra Civil de Salamanca mediante un planteamiento novedoso sobre el Gran Oriente Español, desde el punto de vista sociológico y político, clarificando el papel que ejerció aquella institución en los momentos más controvertidos del primer tercio del novecientos hispano. Nos referimos a su conocida obra: La Masonería en la crisis española del siglo XX que tras una segunda edición mantiene el interés de lectores por lo general ávidos de adentrarse en la especificidad masónica.
La documentación que conserva el archivo de la Casa Museo Unamuno, especialmente por lo que se refiere a la correspondencia del antiguo rector salmantino, fue objeto de un trabajo que la entonces directora del centro publicó bajo el título: El socialismo español y los intelectuales, obra de calado a la que siguieron otros estudios dentro de similar contenido.
Al repasar pormenorizadamente su currículo vitae abruma no ya la numerosa producción fruto de una dedicación permanente a la búsqueda y elaboración de trabajos basados en patrimonios archivísticos, sino por la calidad de sus contribuciones con la finalidad de hacer historia siguiendo sus preferencias científicas.
De igual modo, su presencia en comités y asociaciones históricas avalan sobradamente su interés manifiesto por empeñarse en una tarea universitaria de excelencia, reflejada no sólo en su larga aportación editorial sino en sus conferencias y sin duda en la dirección de múltiples trabajos de investigación en los que abordaba cuestiones de impacto que dejaban huella en el conjunto de los estudios históricos de la etapa.
Sorprende constatar cómo paralelamente y a lo largo de cuatro décadas compaginó su actividad académica con la creación y dirección durante varios años de Narcea S. A. de Ediciones y así mismo con la dirección de revistas como Eidos y la actual Revista Crítica.
Llegada la hora de su jubilación muchos fueron los especialistas que desearon hacer pública la valoración de la obra de María Dolores Gómez Molleda en una publicación en dos volúmenes titulada: Historia, Literatura, Pensamiento, en donde las aportaciones de los autores constituyeron un cálido tributo a una vida de dedicación a la ciencia como se desprende de su impecable trayectoria académica.
María Dolores Gómez Molleda ha honrado singularmente el oficio de historiar una época como la española contemporánea que no dudó en desentrañar con sus luces y sombras transparentando el rastro que siempre acompaña el fluir del tiempo y la actitud de los protagonistas del pasado.
Obvio resulta apuntar que su escrupulosidad ética, su coherencia vital, su enorme espíritu de trabajo y su insobornable actitud crítica de intelectual no engagée, ha sido acicate de exigencia para los que hemos vivido de cerca su circunstancia, siempre en una atmósfera de respeto hacia cada persona.
Unimos estas páginas a otras que se han escrito para honrar su memoria, conscientes de no haber calibrado con justeza el significado de una entrega al cultivo de la educación y de los valores esenciales desde su intachable compromiso de científica católica. Descanse en paz la profesora María Dolores Gómez Molleda, para muchos, modelo del buen hacer.
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