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LA ESPAÑA SIN HABITANTES

En Portugal dicen que Portugal é Lisboa e o resto é paisagem (1) y en Francia los parisinos, a quien les pregunta sobre el paradero de algún lugar, contestan con cierta sorna Excuse moi, je suis parisien, queriendo dejar claro que una cosa es París y otra muy distinta el resto de la República. Aquéllos capitalinos más atrevidos, sustituyendo el desdén por la soberbia, añaden un Je ne suis pas un paysan.

Ambas anécdotas expresan la presente tensión –por esencial e histórica en las naciones modernas– entre la ciudad y el campo, entre urbano y lo rural, entre el centro y… todo los demás.

¿Qué ocurre en España? Más de la mitad del territorio es rural y aproximadamente el 80% de la población reside en las ciudades (2), lo que ha contribuido a crear una Laponia del sur (3), un territorio que unificado abarcaría a 1.355 municipios repartidos por 10 provincias (Soria, Teruel, Guadalajara, Cuenca, Valencia, Castellón, Zaragoza, Burgos, Segovia y La Rioja) con una densidad de población que escasamente llegaría a las ocho personas por kilómetro cuadrado, menor que la del Círculo Polar Ártico o la del desierto del Sáhara. Con un tamaño que ronda los 65.000 kilómetros cuadrados –aproximadamente el doble que Bélgica y el triple que Eslovenia–, apenas cuenta con 480.000 habitantes, el 1% de la población total española, lo que arroja una densidad demográfica sólo equiparable a la de la Laponia boreal.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? Para analizar esta realidad hemos de acudir a los números y a la evolución demográfica en España durante el último siglo. En la primera mitad del siglo XX la población española aumenta y gana casi diez millones de habitantes (pasa de 18.616.630 en 1900 a 28.117.873 en 1950) debido principalmente a la mejora de las condiciones sanitarias, higiénicas y de alimentación y al significativo descenso de la tasa de mortalidad (5). Este aumento de la población se mantiene y amplía hasta los años 80, momento en el que cambia la tendencia y el crecimiento se frena porque cae con fuerza la natalidad.

En 2017 residimos en España 46.549.045 personas, el 250% más que hace un siglo, el 66% más que en 1950, el 15% más que en el año 2000 y…el 9,1% menos que dentro de 40 años. Este fenómeno social se ha denominado invierno demográfico, como crisis del sentido de la vida (7), suicidio demográfico, dado su carácter opcional fruto de la voluntad (8)  y, últimamente, la España vacía, por su característica expresión geográfica y las consecuencias socioeconómicas sobre la relación campo-ciudad en nuestro país (en algunas zonas ya exclusivamente paisaje). ¿Cómo se distribuye espacialmente la población en España? ¿Cómo se localiza sobre el espacio la población española? Hay que destacar dos notas: el contraste entre un litoral fuertemente poblado y un interior semivacío; y la concentración en áreas urbanas frente al radical despoblamiento de las zonas rurales.

Actualmente, la densidad media de población llega en España a los 92,1 habitantes por kilómetro cuadrado (9), una de las densidades más bajas de Europa (la media de la UE es de 116); su distribución se encuentra dividida en dos áreas: una de concentración y otra de vacío, desequilibradas territorialmente ambas según la Comunidad Autónoma de la que tratemos: Andalucía, Cataluña, Madrid y Valencia concentran el 59% del total. Según la densidad los resultados apenas varían: los valores más altos (excluyendo a Ceuta y a Melilla, con densidades por encima de los 4.000 y 7.000 habitantes por km2 respectivamente) se hallan en Madrid, País Vasco, Canarias y Cataluña, con cifras superiores a los 230 hab/Km2.

Las razones que explican este mapa son triples: la geografía (un clima extremo que no fomenta ni la habitabilidad ni la actividad económica -la altitud representa también un desafío para la ocupación humana pues no determina, pero si condiciona la agricultura y las comunicaciones), el mercado laboral (la emigración hacia el exterior y las migraciones interiores han reunido la producción en ciertas áreas; han perdido importancia los municipios de menos de 10.000 habitantes frente a las ciudades de más de 100.000 que agrupan el 42% de la población en una extensión inferior al 3% del territorio) y el movimiento natural de población. La dinámica demográfica, en su doble vertiente, natural (natalidad, fecundidad, mortalidad y esperanza de vida) (10) y migratoria, es la más importante.

Respecto de la natalidad y fecundidad, España era, hasta hace poco y en el contexto europeo, un país con alta natalidad. Sin embargo, en un período de tiempo muy corto la natalidad y la fecundidad españolas se han situado entre las más bajas del mundo (con Japón). La tasa bruta de natalidad (nacidos vivos en un año por cada 1.000 personas) en España fue en 2016 de 8,8 frente a 19,7 de 1975; en Japón fue en 2012 de 8,2 frente a los 19,40 del año 1973. La tasa de fecundidad (nacidos por cada 1.000 mujeres) también ha disminuido de forma drástica: en 2016 fue de 38,5 frente a los 78,6 de 1975.

Por el contrario, hasta finales del siglo XIX la sociedad se caracterizaba en España por altas tasas de mortalidad y baja esperanza de vida. En la actualidad, la tasa bruta de mortalidad (defunciones por cada mil habitantes) se encuentra en torno al 8,8, nivel a partir del cual resulta difícil seguir bajando pues ha permanecido estable desde 1975 (8,3). La mortalidad infantil ha seguido una trayectoria muy parecida; si a principios del siglo XX el valor de la tasa era de 181, en los años 1970 alcanzaba el 24. En las últimas décadas continuó bajando y hoy se encuentra en torno a un 2,7 por mil (frente a los 18,9 de 1975), similar al de los países con tasas de mortalidad más bajas. La esperanza de vida al nacer ha evolucionado también a valores muy positivos a lo largo del siglo XX a causa del descenso de la mortalidad: a principios del siglo anterior se encontraba en torno a los 35 años y en la actualidad es de 83,2 años (80,7 para los hombres y 85,6 para las mujeres) cuando en 1975 era 10 años menor (73,2 años, 71,2 para los hombres y 75,2 para las mujeres).

Así, el crecimiento natural o crecimiento vegetativo (11) ha tenido una tendencia positiva desde finales del siglo XIX, debido al continuo descenso de la mortalidad y a la más lenta reducción de la natalidad, hasta la década de 1970 cuando el crecimiento natural comienza a descender bruscamente a raíz de la caída de la fecundidad y de un incremento de las tasas de mortalidad. Hoy el crecimiento vegetativo de la población (es decir, la diferencia entre nacimientos y defunciones) fue de –32.132 personas en los seis primeros meses de 2017, cifra es más negativa que la del mismo periodo de 2016 (que fue de –10.145) debido, sobre todo, a la mayor mortalidad registrada este año; es decir, España está perdiendo población año a año.

Y no parece que la fuerza migratoria (inmigración) pueda compensar está continua pérdida a pesar de que el ocaso demográfico se haya frenado en alguna medida en el primer semestre de 2017porque saldo migratorio haya sido positivo: de restar 237.115 inmigrantes que llegaron en este periodo menos los 184.189 emigrantes que se fueron dan un resultado de 52.926 personas. Si a este dato le restamos el saldo vegetativo negativo de 32.000, tenemos, en total, 21.021 personas más que a 1 de julio del año pasado. Además, el crecimiento se produce más rápido que antes; el 1 de julio de 2016, cuando empezamos a ganar población, el incremento fue de apenas un 0,09% mientras que el 1 de enero de 2017 fue de un 0,19% y ahora es del 0,21%12. Por último, la tasa de fertilidad (número medio de hijos por mujer) fue en España en 2016 de 1,34, de nuevo el más bajo del mundo con Japón (1,5 en 2015), que no llega ni a la tasa de reposición (2,1 hijos por mujer).

La baja tasa de natalidad en España no garantiza el relevo generacional y los efectos económicos, sociales y políticos de este fenómeno son sumamente negativos. El problema de los números y los datos, los mapas y las dinámicas de población no radica exclusivamente en su resultado (una España sin habitantes) sino en su derivada: la posibilidad de que España se convierta en un estado fallido. Nación proviene de nacimiento, los Estados surgen de naciones y éstas de personas nacidas previamente, el Estado se crea entonces como artificio para consolidar la continuidad de esa población en un determinado territorio. Si en el territorio ya no nacen personas y queda prácticamente desierto, el Estado podría desaparecer por lisis. Pero aquí se enraíza también su oportunidad: si su misión (como poder) es asegurar la convivencia (vivencia-con) de una sociedad de nacidos (nación) en un territorio hoy goza el Estado de una enorme tarea en España: articular políticas para que la sociedad renazca en la Laponia del Sur y España vuelva a surgir de nuevo en la Sierra Celtibérica de la mano de sus futuros habitantes.

BIBLIOGRAFÍA

1. Sergio del Molino, “La España vacía”, Turner Noema, 2016, p.25

2.   “La España vacía”, p.28

3. Francisco Cerdá, “Los últimos. Voces de la Laponia española’, Pepitas de Calabaza

4. INE. No se toman en cuenta las capitales de provincia de Zaragoza, Burgos, Valencia y Castellón.

5. A pesar del crecimiento general (como muestran los datos del INE) se advierten altibajos o “excepciones” en la serie: guerra en norte de África, gripe de 1918, Guerra Civil y emigración a América.

6. INE. El primer trimestre de 2017 es el último dato disponible. A partir de esta fecha son proyecciones del mismo INE

7. Michel Schooyans utilizó por primera vez este término en 1968 y lo desarrolló en “Le crash démographique”, Le Sarment-Fayard, París, 1999.

8. Michel Rocard, en el cierre de la conferencia “de las familias” el 20 de enero de 1989 afirmó que “la mayor parte de los estados de Europa occidental llevan camino de suicidarse, de suicidarse por la demografía…”. En España ha seguido la pista Alejandro Macarrón Larumbe en “El suicidio demográfico en España”, Homo Legens, Madrid, 2011.

9. 46.549.045 habitantes / 505.370 km2 =

10. Ambos conceptos se refieren a la capacidad procreadora de una población, pero no significan lo mismo: la natalidad define los nacimientos habidos en el seno de una población en su conjunto y la fecundidad refleja a los nacidos vivos considerados desde el punto de vista de la mujer en edad de procrear (y no en el conjunto de la población). La mortalidad expresa el fallecimiento de los miembros de una población; junto a ésta se asocia la esperanza de vida, media de la cantidad de años que vive una población en un cierto periodo de tiempo.

11. Mecanismo que regula los cambios en el volumen de una población a partir del comportamiento que experimentan la natalidad y la mortalidad.

12. INE

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