La sección oficial es la espina dorsal de cualquier festival y por su propia vocación ecléctica resulta complicado realizar un análisis unificado. Es más fácil valorar el nivel, que ha sido medio-alto por fortuna para los que hemos asistido, pero es más difícil valorar de forma agrupada y en pocas líneas los diferentes estilos y sensibilidades. Un primer comentario global sobre esta edición de la Seminci es que ha estado casi ausente de apuestas arriesgadas en forma o fondo, ha predominado un cierto clasicismo. Pero ojo, esa pureza formal y temática esconde debajo capas de interpretación más complejas y personales, y ahí encontramos lo más valioso del cine: las miradas. Unido a lo anterior está el hecho de que se ha tratado de un conjunto de películas que en su mayoría tienen ese tipo de puesta en escena invisible y a la vez reconocible, no hay un elemento que destaque sobre los demás otorgando a los conjuntos unicidad, coherencia y personalidad propia.
Como viene siendo habitual, el festival se inauguró con una película española, en este caso Tu hijo, de M. A. Vivas. Se trata de una caída a los infiernos de un padre traumatizado por la paliza que recibe su hijo adolescente. El título propone que nos situemos en la piel del padre, que valoremos junto a él las decisiones que va tomando y que lo abandonemos o no en el camino. Según el productor E. López Lavigne, se trata de una “película de acción sin acción”, que transcurre en una Sevilla casi irreconocible por la oscuridad con la que está retratada. Por el recorrido moral del personaje en el laberinto de una ciudad temible no resulta difícil encontrar referencias al Taxi driver de M. Scorsese.
Los adolescentes han sido también protagonistas de otras dos películas destacadas: The miseducation of Cameron Post (D. Akhavan, EE. UU., ganadora en Sundance) y Genese (P. Lesage, Canadá). La primera de ellas describe la surrealista vida de una chica durante su internamiento en un centro de reorientación sexual. A pesar de tratarse de una situación denigrante, los personajes están dibujados con humor, ironía y elocuencia, lo que les ayuda asumir su realidad con dignidad e inteligencia. Unos arquetípicos profesores les enseñan algo tan horroroso como odiarse a sí mismos, aún así los chavales luchan por mantener la cabeza alta y la respetabilidad intacta.
La segunda es una más que estimulante visión del amor en la adolescencia, Lesage plantea estructuralmente dos historias paralelas chico-chica y culmina con un epílogo extenso que une esta segunda película con su debut (Los demonios), decisión arriesgada y seguro que para muchos incomprensible. Como en la anterior, hay suficientes toques de humor para que las situaciones no resulten insoportables tanto para los personajes como para el espectador. Lesage aprieta pero no ahoga.
El cine del norte de Europa ha tenido una extensa y variada representación este año. La sueca Border (Ali Abbasi) es una película sorprendente en muchos sentidos. No debe explicarse aquí la sorpresa de la película por respeto al espectador, pero sí se puede contar que trata sobre una agente de aduanas con una extraordinaria sensibilidad olfativa, la llegada de un extraño pasajero le hará plantearse su propia identidad y condición. Naturaleza salvaje hasta lo violento, barro, insectos, olores que traspasan la pantalla y la escena sexual más desasosegante desde aquella de Anomalisa (Charlie Kaufman). Otra interesante propuesta norteña es The guilty (G. Moller, Dinamarca), aquí volvemos a lo que ya en su día hicieron Hitchcock o Buñuel con La soga y El ángel exterminador: rodar una película que transcurre en un solo escenario. En este caso se trata de un policía-telefonista de urgencias que se implica hasta el final en un caso especialmente complejo. Pri-meros planos, cambios de iluminación, guion trepidante y un rítmico montaje consiguen crear el desasosiego que otros no consiguen con muchas más herramientas.
El espantoso suceso ocurrido en la isla noruega de Utoya en el verano de 2010 donde un individuo disfrazado de policía asesinó a 77 jóvenes e hirió a cientos más ha sido recreado por E. Poppe en Utoya. 22 de julio, empleando para ello un justificado plano-secuencia que acompaña a la protagonista en tiempo real durante los eternos 72 minutos que duró el infierno. Como en el caso de la película anterior, el director juega con el peligro que acecha pero que no se visualiza ni se toca. Lo que ocurre fuera de campo es tan crítico o más que lo que podemos ver.
La mujer de la montaña (B. Erlingsson, Islandia) es un thriller ecológico con efectivos y apropiados toques de comedia en el que una respetada ciudadana tiene una misión secreta: sabotear líneas eléctricas. El paisaje islandés y la energía socarrona de sus pobladores combinan de manera perfecta en esta agradable película. El cine alemán estuvo representado por una pequeña fábula obrera que transcurre casi en su totalidad en los pasillos de un hipermercado, A la vuelta de la esquina, donde un tímido nuevo empleado aprende sobre el oficio y sobre la vida en este micromundo que se balancea entre pequeñas alegrías y grandes tristezas.
El fraude y la corrupción como temas de actualidad también han estado presentes en esta Seminci. La caída del imperio americano (Denys Arcand, Canadá) es una desternillante sátira llena de sarcasmo e ironía, que plantea una clásica pregunta al espectador: ¿qué harías si encontraras una gran cantidad de dinero que proviene de un acto delictivo? Desde la divertida escena inicial, el experimentado Arcand dota de ritmo e inteligencia a la película, así como de cariño por sus personajes, demostrando que incluso los temas más espinosos se pueden tratar con cierta ligereza sin por ello perder un ápice de mordacidad y causticidad.
El grupo creativo que forman los hermanos Duprat (Gastón y Andrés) y Mariano Cohn demuestran seguir en buena forma trayendo desde Argentina una especie de continuación de la exitosa El ciudadano ilustre. Se trata de Mi obra maestra, menos oscura que la anterior, trata sobre la amistad de amor-odio entre un pícaro pintor en el ocaso y su atribulado marchante. El fondo de la eterna crisis del país sobrevuela toda la historia en la que se puede percibir que los autores son buenos conocedores de ese mundo donde “el arte otorga valor a la estafa”, según palabras del propio guionista Andrés Duprat.
Dentro de este grupo también se podría enmarcar la película de Singapur Una tierra imaginada (Yeow Siew Hua), quizás la más arriesgada formalmente de los participantes y sin duda la más hipnótica y desasosegante. El escenario metafórico donde transcurre la historia es el terreno ganado al mar para continuar con una enloquecida construcción de viviendas, allí un policía busca a un trabajador desaparecido y lo que parece comenzar como un thriller policíaco al uso va transformándose paulatinamente en una pesadilla casi lyncheana con componentes tecnológicos, muy estimulantes. Desde Italia se presentó Dogman (M. Garrone), el director continúa desarrollando su ya demostrada habilidad para retratar los bajos fondos italianos (Gomorra) pero esta vez centrándose en la historia de un bondadoso personaje, enamorado de su hija y de su trabajo como peluquero de perros, que se ve envuelto en un sórdido asunto por culpa del matón del barrio. El análisis de las eternas relaciones entre débiles y poderosos conforma el espíritu de la película que se ubica en un escenario casi apocalíptico, donde es sobresaliente una desoladora última escena, de las que se recuerdan por tiempo.
En el apartado de comedias también desde Argentina llegó La quietud, última película de Pablo Trapero después del éxito del El clan. La película es un ejercicio de riesgo que intenta moverse entre el thriller político, el culebrón familiar y el erotismo incestuoso. Aunque con momentos destacables (plano-secuencia del clímax) no sale bien parado el total, provocando cierta confusión e incluso hilaridad en algunos momentos que quizás no lo pretenden. La película es irregular y descompensada, lo que no oscurece el destacado trabajo de las dos actrices protagonistas (Berenice Bejo y Martuna Gusman) y su increíble parecido físico, fundamental en la trama.
Otra comedia que ha resultado fallida ha sido la muy esperada nueva película de P. Virzi, ganador aquí hace un par de años con la estupenda Locas de alegría. Noches mágicas es una comedia de enredo que transcurre en Roma durante el mundial de fútbol de Italia’90 y que pretende ser un homenaje a la última gran generación de cineastas italianos. Los protagonistas son los finalistas de un importante premio para guionistas que se ven envueltos en una serie de bobas situaciones que poco consiguen hacer despertar, ni siquiera la sonrisa del espectador. Demasiado histrionismo y verborrea, una prueba palpable de que la magia del humor grupal es terreno exclusivo de grandes genios como Berlanga.
Dentro de lo que se podría considerar un cine étnico o antropológico podríamos enmarcar dos propuestas. Por un lado, la portuguesa Djon Africa (J. Miller Guerra, F. Reis), aquí un caboverdiano nacido en Portugal emprende un viaje real a su país de origen en la búsqueda de su familia. La película se mueve entre el documental y la ficción debido a que tanto el protagonista como muchos de los personajes secundarios son realmente los que vivieron aquella pequeña epopeya. Si la primera parte es más descriptiva y social, la segunda casi penetra en terrenos oníricos donde el paisaje, la música y los seres que habitan el corazón de África adquieren el protagonismo casi total de la historia. Aga (M. Lazarov, Bulgaria) muestra lo que ya no existe: las formas de vida ancestrales de las poblaciones cercanas al círculo polar ártico. El director se recrea una y otra vez en el paisaje y en los oficios diarios (quizá demasiado) para contar una historia sobre la reconciliación entre padre-hija, sobre el fin de una era y, de seguir así, sobre el final de un territorio.
En definitiva, la Seminci finalizó un año más dejando un agradable sabor de boca con propuestas que en su mayor parte han resultado de interés. No olvidemos que, además de la sección oficial, de los estupendos cortometrajes proyectados antes de las películas y de las habituales secciones paralelas, este año se completó con ciclos muy atractivos sobre cine portugués, sobre cine americano de los 90, centenario de Bergman con el estreno del documental de Margherite von Trotta y una retrospectiva del destacado director iraní Mohammad Rasoulof, retenido en su país a la espera de condena por conspiración y propaganda.
En la videoconferencia que se estableció para homenajear a Rasoulof, el director narró cuál es su lamentable situación como artista en un país carente de libertades. Sin perder la sonrisa, separó su carrera en dos periodos: antes de su detención, cuando pretendía lanzar mensajes de forma sutil y poética para esquivar la censura, y después de su detención cuando se volvió más crudo y directo. La advertencia final de Rasoulof sirve para que nunca perdamos la conciencia de lo terrorífico que sería perder las libertades conquistadas, ya que según sus propias palabras “el lobo se encuentra siempre escondido entre las ovejas”.
PALMARÉS SEMINCI 2018
- Espiga de Oro: Genese, Philippe Lesage (Canadá).
- Espiga de Plata (ex aequo): A la vuelta de la esquina, Thomas Stuber, Alemania, y The Miseducation of Cameron Post, Desiree Akhavan, EE. UU.
- Mejor Director: Philippe Lesage.
- Mejor Actriz: Halldóra Geirhardsdóttir, por La mujer de la montaña.
- Mejor Actor: Théodore Pellerin, por Genese.
- Mejor Guión: The Guilty, Gustav Möller.
- Mejor Fotografía: Una tierra imaginada, Yeo Siew Hua.
- Mejor nuevo director: Milko Lazarov, por Ága.
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