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MUJERES EN EL CRIMEN ORGANIZADO

El crimen organizado ha prendido al amparo del desarrollo económico y los entramados culturales y políticos en muchos países y ha estimulado prácticas delictivas como la corrupción, la extorsión, la violencia, las drogas o la prostitución. Actualmente es una poderosa amenaza no sólo para los Estados sino para el propio sistema internacional. El crimen organizado es extraordinariamente dinámico en sus estructuras organizativas y estrategias de acción, desafiando los santuarios estatales. El problema de la delincuencia organizada es altamente sensible tanto para Estados del mundo desarrollado –como Estados Unidos, Alemania o Francia- pese a que la lucha contra esta es muy efectiva, como para Estados periféricos en los que la delincuencia organizada se erige en un obstáculo a la modernización.

El objetivo de estas páginas gravita en torno al papel y la presencia de las mujeres en el crimen organizado. Un fenómeno que ha ido in crescendo a lo largo de las últimas décadas a nivel global. Un fenómeno agitado por los cambios en los comportamientos sociopolíticos y la transmutación de valores en tiempos de crisis de los baluartes de la modernidad cuestionando los roles tradicionales de la mujer en las distintas sociedades contemporáneas.

El estudio de la participación de las mujeres en el crimen organizado es preceptivo en nuestra opinión a tenor de su negativo impacto en la sociedad  y las instituciones, no sólo de los Estados sino también del propio sistema internacional. La activa presencia de la mujer en el crimen organizado es un indicador de la salud moral de las sociedades y sus códigos de valores. La entidad de la delincuencia femenina en diferentes segmentos de edad es un reflejo inequívoco de la erosión de los valores morales tradicionales en un contexto de transformación global del mundo.

Uno de los procesos sociales más relevantes del siglo XX, especialmente en su segunda mitad en el mundo desarrollado, fue la articulación del estado de bienestar. El concepto de estado de bienestar fue introducido por primera vez a mediados del siglo XIX por Lorenz von Stein, en cuya opinión el objetivo del estado era restaurar la igualdad y la libertad, mejorar las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas y fomentar una mayor cohesión social. El estado debería “llevar a cabo el progreso económico y social de todos sus miembros, ya que el desarrollo de uno es una condición y consecuencia del desarrollo del otro”. El estado de bienestar en los países occidentales floreció después de la Segunda Guerra Mundial, pero a fines de la década de 1970 el estado del bienestar tuvo que sortear el cambio de ciclo. Desde la década de 1970 el modelo del estado de bienestar experimentó una triple crisis: económica, ideológica y filosófica. El estado del bienestar se vería cuestionado a tenor del impacto de la crisis económica que pondría fin al ciclo expansivo iniciado en la segunda posguerra mundial. La crisis ideológica se visibilizaría en la década de 1980, cuando se cuestionó la efectividad de los métodos de intervención del gobierno para resolver problemas sociales. La creciente burocratización del aparato estatal y la naturaleza cerrada de la toma de decisiones alimentaría una crisis de legitimidad en un contexto de creciente influencia de la contrarrevolución conservadora.

Las mujeres, siempre consideradas garantes del núcleo de la familia e identificadas con una serie de valores como la virtud, la ternura o la misericordia, son en ocasiones capaces de ejecutar crueles crímenes. En nuestro tiempo es más habitual ver a las mujeres no sólo ocupar destacados puestos en la arena política o en el mundo de los negocios sino desempeñar también funciones de jerarquía en el crimen organizado. Por ejemplo, las mujeres de la mafia de la Camorra siempre han estado muy involucradas y conscientes de la actividad de sus hombres. Ellas no son espectadoras pasivas sino que desempeñan un papel activo en esta organización criminal y se están implicando cada vez más. Con el tiempo, se han convertido en un importante eslabón del sistema. Las mujeres asumen roles activos y formales en la Camorra no solo ejecutando acciones delictivas sobre el terreno, sino tomando decisiones estratégicas en asuntos de clanes y asumiendo un protagonismo ejecutivo de las acciones criminales. En mayo de 2002 –por ilustrar un caso- en la ciudad de Lauro, en la provincia de Avellino, un tiroteo entre mujeres del clan Graziano y del clan Cavas se saldó con tres mujeres muertas y seis heridas. El taboo se ha roto”, comentó en el periódico local de Lauro. La igualdad sexual comenzó a llegar a la Camorra, y las mujeres se vuelven tan vengativas y brutales como los hombres. Un episodio más, que indica claramente el cambio en el papel de las mujeres y su independencia, es la historia de la hermosa Assunta Maresca, Pupetta Maresca, hija de Vincent Maresca de Castellamare di Stabia, conocida como Pupetta (Little Doll). Se crió en un contexto semi-ilegal y se enamoró de un miembro de la Camorra, Simonetti conocido como Pasquale Nola. Ella se ocuparía del contrabando. Un día Pasquale Nola recibió un disparo. Su esposa se vengó matando a su asesino. Estos sucesos que acontecieron en la provincia de Avellin, y luego con Assunta Maresca, ilustran el creciente protagonismo de las mujeres en la Mafia.

En Alemania, también se aprecia esta dinámica de género en el crimen organizado. Las mujeres en el crimen organizado en Alemania no son un tema de investigación y no han generado aún una literatura especializada. Por encima de todo, las mujeres no juegan el papel de heroínas. La investigación se centra fundamentalmente en diferentes grupos étnicos y no en una perspectiva de género. No obstante las mujeres en el crimen organizado han ido adquiriendo también un creciente protagonismo. Tomemos, por ejemplo, la llamada Operación Mozart, que se centró en el tráfico de drogas por parte del clan turco que importó drogas en Munich y las distribuyó a otras ciudades de Alemania. Una familia estaba en el centro de esta organización. El padre trabajó en Estambul, Turquía, y se ocupó de la administración de medicamentos. Un hermano y una hermana operaron en Munich, supervisando la redistribución de drogas. Trajeron dinero a Turquía como resultado de las actividades de blanqueo de dinero realizadas por una agencia de turismo. La hermana, una niña bastante joven, supervisó algunas de aquellas actividades criminales.

Las mujeres no sólo participan activamente en nichos de actividad ilegal tradicionales como la prostitución, sino que su presencia se ha diversificado. Una práctica criminal en el que las mujeres muestran una frecuencia muy alta es el blanqueo de capital. Uno de los estudios sobre blanqueo de capital en 1993-1997 mostró que las mujeres representaban el 35,7% de las condenas por esta actividad delictiva. Según el autor del estudio, Michael Kilchling, “a menudo, las mujeres condenadas por blanqueo de capital provienen de familias que son responsables del crimen”. Kilchling argumenta que algunas mujeres son detectadas por blanqueo cuando van al banco con una bolsa de plástico en la que tienen dinero. En cambio, las delincuentes de mayor jerarquía en el negocio nunca van en persona con efectivo al banco en la ciudad donde operan.

Si estamos de acuerdo en que el control social de las mujeres en la sociedad es mayor que en el caso de los hombres, también podemos concluir que las mujeres desempeñan generalmente papeles subalternos, no de liderazgo, en el entorno criminal. Un análisis de artículos de prensa sobre asesinatos de mujeres ha demostrado que existe un estereotipo de hombres fuertes y mujeres débiles en la sociedad alemana. El tema de la violencia contra las mujeres, por ejemplo, cubre temas y reproduce estereotipos femeninos caracterizados por su debilidad e impotencia. Creemos que este modelo es independiente del tipo de medios de comunicación, de izquierda o de derecha, de revistas de mujeres o de boulevard. En el 80% de los casos los estudiosos coinciden en esta apreciación en los mass media.

Una pregunta pertinente en nuestra opinión debiera ser si la liberalización ha estimulado la creciente presencia de las mujeres en el mundo del crimen. Dieter Hermann se plantea: ¿La liberalización genera más oportunidades para que las mujeres cometan delitos? Deberíamos considerar a las mujeres como menos criminales que a los hombres, y si es así, ¿por qué? Su investigación empírica indica que las mujeres son más sensibles a los valores idealistas mientras que los hombres lo son hacia los valores materialistas.

Según una investigación realizada por el Instituto Max Planck en Freiberg, realizada en 50 estudios sobre el crimen organizado en Alemania, el papel de la mujer es estadísticamente insignificante tanto en lo que respecta al porcentaje de mujeres que cometen delitos como a su papel en las organizaciones delictivas. En tres casos, las mujeres tuvieron un papel: dos veces se refería a la esclavitud y la prostitución -el primer caso en Lituania y el segundo en Rumania-; y el tercer caso se refería al tráfico de drogas con Turquía.

Lo cierto es que las mujeres se han vuelto más influyentes y visibles en la cartografía del crimen. Estos cambios son claramente perceptibles no solo en nuestra vida cotidiana sino también en el crimen organizado, donde las reglas y códigos de conducta son bien distintos. Una organización criminal es una estructura muy poderosa que tiene sus propias reglas para los hombres y para las mujeres que forman parte de la organización criminal y para quienes estas reglas son aún más rígidas. La razón es que en el mundo criminal también hay estereotipos sobre las mujeres. Por ejemplo, las mujeres son absolutamente incapaces de participar en delitos, a excepción de la prostitución o la proliferación de drogas, y esto es solo porque son menos sospechosas que los hombres. A pesar de esto, en algunos estados, como Italia, Japón, Argentina y Rusia algunas mujeres ya no participan en delitos como protagonistas secundarios sino que en ocasiones asumen roles dirigentes en las organizaciones criminales, como Pupetta Maresca en Italia.

No obstante los estereotipos sobre las mujeres siguen muy arraigados en la vida cotidiana y desde luego también lo están en el mundo criminal. Eso explica por qué el nivel de delincuencia femenina es aún menor en comparación con la delincuencia masculina y por qué es menos conocido el caso de mujeres líderes en el crimen organizado.

La investigación del crimen de las mujeres se encuentra aún en un estado embrionario y las respuestas a las preguntas siguen sin contestación. Se puede afirmar con certeza que el interés de los delitos femeninos, tanto entre estudiosos como practicantes, está cobrando impulso. El estudio de este fenómeno en la sociedad como crimen femenino deviene del hecho de que la psicología de las mujeres difiere significativamente de la psicología masculina y de que las acciones de las mujeres son más difíciles de predecir en su modus operandi.

A pesar de los estereotipos aún existentes en la sociedad, las mujeres comienzan a adquirir una mayor visibilidad en las estructuras del crimen organizado.  Lo más interesante es que a menudo el crimen de las mujeres es mucho más difícil de prevenir que el crimen masculino. Pero, de hecho, el estudio de temas relacionados con los aspectos criminológicos del comportamiento sexual estereotipado tiene un significado tanto teórico como práctico, ya que sin esto no se puede planificar la prevención criminológica del delito. ¿La mujer ya no es un ser tan dulce e inocente como se suponía que debía ser? No hay duda de que una mujer puede servir no solo como cuna de la moralidad sino que también puede acometer las mismas actividades ilícitas que los hombres. 

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