ENTREVISTAS

“EL PROCESO DE INMIGRACIÓN EN ESPAÑA HA SIDO EJEMPLAR”

Las migraciones son un fenómeno social que en el siglo XXI se han multiplicado. Europa es un continente de gran movilidad social y receptor de grandes flujos migratorios. Sin embargo, los motivos, las condiciones y el horizonte de esperanza y de futuro son muy diferentes según de dónde se proceda. Las tragedias de las últimas semanas, que lamentablemente se han repetido en los últimos años, urgen a encontrar respuestas efectivas. Ante el naufragio producido en la medianoche del sábado 18 de abril, en aguas libias, a unos 180 kms. al sur de la isla italiana de Lampedusa, que causó la muerte de 950 personas, el papa Francisco hizo “un sentido llamamiento a la comunidad internacional para que reaccione decisiva y rápidamente para velar para que estas tragedias no se repitan”.

La crisis migratoria provocó el año pasado en Italia más de 3.200 muertos y se estima que al menos 1.600 personas han fallecido en lo que va de 2015 intentando cruzar el Mar Mediterráneo, según ha denunciado ACNUR. En España, el drama se muestra en las vallas de Ceuta y Melilla ante el riesgo que supone tratar de cruzarlas. La Unión Europea decidió reforzar las misiones en el Mediterráneo y se comprometió a realizar un mayor esfuerzo por compartir responsabilidades en la reubicación de los que llegan huyendo de las guerras, de la pobreza y del terrorismo. Sin embargo, las medidas anunciadas no acaban de convencer.

Desde otro ángulo, el reclutamiento para fundamentalismos como la Yihad de jóvenes de segunda generación entre las poblaciones inmigrantes en países europeos ha hecho emerger la importancia de dedicar atención a esta cuestión. Además, en el caso de España, la crisis económica de los últimos años ha contribuido a difuminar las aristas que presenta la integración de los inmigrantes llegados a España en los últimos 25 años. El paro y las condiciones precarias de los puestos de trabajo que se crean afecta a inmigrantes y nacionales.

Rosa Aparicio Gómez, presidenta del Foro para la Integración Social de los Inmigrantes, es colombiana y reside en España desde hace casi medio siglo. Doctora en Sociología, ha sido profesora de esta disciplina en la Universidad Pontificia de Comillas hasta su jubilación. En la misma universidad dirigió, desde su creación en 1994 y durante más de una década, el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones. En esa etapa, creó y dirigió la prestigiosa revista Migraciones. Rosa Aparicio ha publicado numerosos libros, informes y artículos. Especialista en investigación cualitativa, en estos años dirige proyectos de investigación en red con diversas universidades y centros de investigación europeos, norteamericanos y latinoamericanos con temáticas relativas a primera y segunda generación de inmigrantes.

CRITICA: En su vasta experiencia en el ámbito de las migraciones, ¿cómo describiría el recorrido que España ha hecho en este terreno y en qué medida ha influido la crisis en él?

ROSA APARICIO GOMEZ: España pasó en las últimas décadas del siglo pasado de ser un país de emigración a serlo de inmigración, en especial, a partir de la mitad de la década de los años noventa. En 1998 se inició lo que se conoce como la década prodigiosa, se dieron grandes facilidades para la entrada a personas y familias enteras procedentes de algunos países con fuertes lazos históricos con España como los latinoamericanos y Filipinas, y llegó a ser el segundo país del mundo, sólo superado por Estados Unidos, en ritmo de crecimiento de población inmigrante. Esto generó fuertes necesidades de adaptación de las instituciones escolares, sanitarias, etc. La crisis incidió fuertemente en el proceso, hasta el punto de crear programas para el retorno de familias enteras. A pesar de ello, esos programas tuvieron relativamente poco éxito porque porque los hijos crecidos en España han preferido quedarse. De ahí que, a menudo, no todos los miembros de la unidad familiar regresaron a sus países de origen. Y por otra parte, muchos de los retornados querían tener ya en su haber la nacionalidad española, lo que les posibilitaría la vuelta a España en cualquier momento. En un estudio realizado con la profesora Lourdes Gaitán estudiamos el impacto que la crisis estaba teniendo sobre los niños y su entorno familiar. Constatamos. junto con la existencia de muchas situaciones dramáticas, una gran capacidad de resistencia de las familias, superior a las españolas en contextos similares, y también el hecho de que los hombres se mostraban más vulnerables que las mujeres.

C.: ¿Cómo se ha configurado el Foro que ahora preside, qué finalidades tiene, quienes son los miembros, qué objetivos concretos se ha marcado para esta etapa?

R. A. G.: Desde 1994 se inicia un proceso de contactos y colaboraciones entre tres tipos de agentes: diversas entidades sociales -incluidas la Iglesias cristianas, luterana y católica principalmente- y varias universidades; asociaciones de inmigrantes y las administraciones públicas, que culmina en el establecimiento del Foro por la Ley de Extranjería de 2004, con una participación de estos agentes, incluída la administración, en la proporción de un tercio cada uno. En la actualidad, la selección entre quienes presentan su solicitud para ser miembros se hace ateniéndose a un conjunto de criterios objetivos. Dado el carácter nacional del Foro, la participación de la Administración del Estado se hace a través de representantes de cinco ministerios.

C.: ¿Qué puede decir del proceso de integración social de los inmigrantes en nuestro país? En su opinión, ¿el grado de inserción social de los inmigrantes en nuestra sociedad española, ¿es aceptable o dista mucho de serlo?

R. A. G.: Los procesos de integración en el caso de España no han seguido los patrones propios de otros países europeos como Francia o Reino Unido, países ambos de larga tradición inmigrante. Me atrevería a decir que el proceso de España ha sido ejemplar. Desde el comienzo del fenómeno a mitad de los noventa se ponen en marcha políticas de inmigración orientadas a la integración. Algunos factores no buscados, como la escasa vivienda social disponible, con el paso del tiempo puede decirse que ha jugado un papel positivo al evitar la creación de ghettos. También podría decirse que el no darse en el conjunto de España una afirmación de la identidad como español o española comparable a la que puede existir en Reino Unido o en Francia ha jugado a favor de un pluralismo cultural más respetuoso. Por otra parte, en el caso de los latinoamericanos, el imaginario de países hermanos ha favorecido la integración. En el caso de la población marroquí tampoco se han constatado dificultades relevantes, y se podría decir que ellos siempre han estado especialmente interesados en integrarse. Ha sido a raíz de los hechos del 11-S cuando algunos han querido mostrar su identidad más claramente con signos externos como el modo de vestir, el velo, etc. En una investigación que llevo a cabo con Alejandro Portes, consistente en un estudio longitudinal con siete mil jóvenes de Madrid y Barcelona, iniciada en una primera fase con chicos y chicas de 14 años de media y en una segunda con ellos mismos ya teniendo 18 a 21 años, hemos podido ver que la integración es bastante aceptable y que el porcentaje de situaciones conflictivas es realmente pequeña. Esperamos realizar la tercera fase en la que esos jóvenes son ya o podrían serlo personas que trabajan y que algunos al menos han podido constituir una familia.

C.: ¿Qué papel ha jugado la educación en este proceso? ¿qué vías de avance sugiere?

R. A. G.: En mi opinión, el modo de enfocar la educación no ha tenido a menudo el efecto buscado, sino el contrario. Se ha querido favorecer la integración de los niños y jóvenes ofeciéndoles modos de acogerlos muy diferenciados, adaptaciones curriculares que acaban por hacer que se sientan distintos y a veces estimulan poco al esfuerzo y la propia superación. Además de poner en valor de nuevo estas cuestiones y reconsiderarlas, creo que una vía de mejora hay que buscarla en la mejor formación de los profesores. A menudo, éstos actúan con estereotipos y el listón de expectativas que promueven es bajo. Un estudio de 2011 con marroquíes de segunda generación mostraba cómo en una proporción de tres a cuatro, se les orientaba hacia programas como PCPI o de formación profesional, y sólo a uno se le orientaba hacia el bachillerato. Esta era la proporción inversa a las orientaciones que se proporcionaban a una población de españoles de características de rendimiento escolar similar. En estudios realizados sobre segunda generación con éxito de jóvenes latinoamericanos, chinos y marroquíes, puede verse cómo estas personas tienen a pesar de todo, una percepción positiva de sus años de escolarización, y muchos de ellos dicen que han tenido que luchar con la escuela y con sus propios padres para seguir bachillerato.

C.: ¿Cómo analiza el fenómeno de los jóvenes que se unen a la Jihad? ¿En qué medida ve que puede afectar a la población inmigrante española?

R. A. G.: Creo que las dinámicas de globalización facilitan que jóvenes sin identidad bien definida, o con una identidad que perciben como socialmente negativa, se identifiquen de pronto con identidades que van más allá de identidades nacionales, bien sean del país de origen familiar o del país de inmigración. Buscan identidades fuertes supranacionales, ser islamista es un ejemplo de identidad fuerte que les proporciona un ideal identitario, no importa el juicio moral que merezcan los actos que comporta la realización del ideal. Importa tener una causa por la que luchar y perder la vida, si hace falta, por algo que tenga un sentido. Algunos evocan en este contexto, a los brigadistas internacionales de la guerra civil española, como un caso que proporcionó ideales e identidad a quienes las integraron. En el caso de España, y debido a lo que he dicho sobre la integración de los jóvenes, no parece que el peligro sea significativo salvo en casos aislados o en las ciudades de Ceuta y Melilla donde, por su ubicación, el riesgo es claramente importante.

C.: La inmigración ha dejado de ser trending topic al modo como lo fue en los años de especial afluencia. Sin embargo otros problemas han surgido y hemos pasado de las pateras a los barcos de mafias que se hunden y hacen del Mediterráneo un cementerio, ¿qué podría decir al respecto?

R. A. G.: Las guerras y el terrorismo islámico actuante en varios países africanos han generado un escenario que tiene elementos no sólo migratorios sino, también, de búsqueda de refugio y de control de las mafias. Una situación de extrema gravedad que precisa de planes de actuación en los países de origen, además, por supuesto, de desarticular las mafias. El fenómeno de la indiferencia se ha globalizado y nos afecta a todos, como denunciara el Papa Francisco en la tragedia de Lampedusa del 2012. En particular, afecta a los países que no reciben directamente los flujos, pero su contribución es vital para buscar conjuntamente vías para encauzar dignamente esta gravísima cuestión. En el caso de España, los flujos de llegada se centran ahora en las personas subsaharianas que acceden preferentemente por las vallas de Ceuta y Melilla y, en alguna medida, por las pateras, y esto focaliza la problemática en cuestiones en parte humanitarias, en parte jurídicas de derecho de asilo, en parte policiales. Estos hechos, junto con la disminución de recursos públicos disponibles, han desviado la atención de los proceso de inserción que debemos seguir proporcionando a la población inmigrante que convive con todos nosotros. La reciente rectificación parcial en el tema sanitario es un ejemplo de las necesidades que están sin cubrir y de cómo las respuestas precarias generan a medio plazo situaciones insostenibles, tanto para quienes han venido de fuera como para los propios españoles que hemos visto colapsadas las urgencias de los hospitales. Sigue habiendo procesos que necesitan medidas valientes sin las cuales pueden derivar hacia derroteros no deseables.

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