ENTREVISTAS

“SOY UNA ESCRITORA TARDÍA Y ESO HA INFLUIDO POSITIVAMENTE EN LA SOLIDEZ DE MIS NOVELAS”

A finales del pasado marzo, las novedades de las librerías se llenaban de volúmenes de la nueva novela de María Dueñas, La Templanza. En solo seis años esta autora ha conquistado un importante espacio en la novela contemporánea. Desde la aparición de la primera novela El tiempo entre costuras, en junio de 2009, a la que siguió Misión Olvido, en enero de 2012, solo han pasado seis años y los lectores de María Dueñas se cuentan por millares.

Carmen Azaustre: María,¿cuál es la razón de su éxito?

María Dueñas: Realmente yo tengo la fórmula, pero hago mías las opiniones de los lectores y, según ellos, son varias claves las que les seducen en mis novelas: personajes muy humanos, tramas ágiles, escenarios envolventes, estilo atractivo…

C. A: Su primera novela El tiempo entre costuras fue una novela que llegaba de unos a otros  a través del conocido boca-oreja.  Yo misma, una mañana de diciembre cuando viajaba de Córdoba a Sevilla a través de la radio pude oír la excelente crítica que entonces hacían los locutores de un programa de mañana, de cómo se habían sentido conquistados por la prosa ágil, viva, interesante, lúcida, de una historia de las de antes y me sentí  impulsada a comprarla y realmente sus páginas, sus extensas 600  páginas, no me cansaron.  Sira Quiroga llamó mi atención cada noche y no descansé hasta que finalicé su lectura. ¿Por qué creó  ese personaje? ¿Por qué la situó en esos años de la pre y postguerra española?

M. D.: Mi idea inicial fue volver la mirada al Protectorado de España en Marruecos durante la primera mitad del siglo XX, porque es el lugar donde nació mi madre y donde su familia vivió durante más de 40 años. Yo crecí con los recuerdos y las evocaciones de aquel mundo, y me apetecía mucho volver a él dentro de una novela. Así que primero llegó el escenario y las coordenadas temporales, y después, para contarnos la historia de aquel momento, nació la protagonista.

C. A: ¿Qué le llevó a introducir en el relato las figuras de Rosalinda Powell Fox, Juan Luis Beigbeder, Ramón Serrano Súñer y Allan Hillgarth?

M. D.: Quise que la novela tuviera un firme sustento de realidad, y para eso mezclé los personajes de ficción con los históricos. Lo cierto es que los personajes reales, sus circunstancias, sus relaciones y sus intrigas eran lo suficientemente atractivos como para haber creado sólo con ellos una novela, pero quise que la trama y la protagonista fueran pura ficción.

C. A: Nos ha introducido en el mundo del espionaje en España entre 1940 y 1944. ¿Cuáles han sido sus fuentes documentales?

M. D.: Usé todo tipo de recursos: trabajos de investigación, artículos académicos, prensa de la época, material de archivos… Leí novelas, vi películas y documentales, viajé… La etapa de documentación fue intensa pero fascinante.

C. A: ¿Qué ha supuesto para usted  el paso de los personajes de papel a los personajes de la pantalla? ¿Podemos imaginar ahora una Sira Quiroga distinta de la que interpretó  tan magistralmente Adriana Ugarte?

M. D.: Adriana Ugarte encarnó a una Sira Quiroga espléndida, muy solvente y entrañable. Hoy por hoy, creo que a los lectores les resulta difícil pensar en el personaje de Sira sin asociarlo con el rostro de la actriz. Y yo quedé enormemente satisfecha con el resultado.

C. A: Sus novelas transcurren en espacios diversos  llenos de color y culturas diversas. ¿Qué le llevó a situar la vida de estos personajes en esos espacios?

M. D.: Cada novela es un proyecto radicalmente distinto, con sus orígenes, sus razones, sus planteamientos… No existe una razón única que me lleve a localizar mis tramas en culturas dispares.

C. A: Su novela presenta no solo la figura de Sira Quiroga, sino la de tantas mujeres que tuvieron que pasar por difíciles situaciones provocadas por la guerra civil. ¿Es esta novela un homenaje a su fortaleza, a su inquebrantable esperanza, a su valentía?

M. D.: No lo planteé así inicialmente, pero lo cierto es que la novela sí acaba rindiendo un tributo a esas mujeres generosas y responsables, cargadas de fuerza y coraje para hacer frente a las adversidades que les tocó vivir.

C. A: En Misión Olvido las palabras que la presentaban decían: La mejor historia está siempre por vivir. Un giro del destino. Un viaje. Una segunda oportunidad ¿Son estas quizá la historia de su vida?  ¿Ha pasado de la docencia en la universidad a ser quizá la escritora que soñó?

M. D.: La verdad es que jamás soñé con ser escritora, nunca fue esa mi ambición. Simplemente, llegó un momento de mi vida en el que ya había conseguido mis metas profesionales, y me apetecía embarcarme en un nuevo proyecto. Así fue como arranqué a escribir, sin plantearme el objetivo de cambiar de profesión o buscar una vida alternativa. Aunque a la larga, sí hubo un giro del destino, es cierto…

C. A: ¿Quién es Blanca Perea para usted? Y junto a Blanca ¿qué aportan Andrés Fontana, Daniel Carter, Luis Zárate?

M. D.: Todos son personajes de ficción que un día salieron de mi mente para saltar a las páginas de mi novela, y con los que conviví intensamente a lo largo de unos tres años. Por eso me resultan muy próximos y les tengo un enorme cariño.

C. A: Sin duda,  ha tenido que investigar mucho para conocer el desarrollo de las misiones franciscanas en la California española  ¿Qué le ha supuesto este proceso en su vida personal?

M. D.: La investigación es siempre un proceso fascinante que conlleva un tremendo enriquecimiento intelectual. En el caso de las misiones franciscanas, incorpora también un elemento muy humano y emotivo, al conocer a fondo el legado de aquellos humildes hombres que se asentaron en una tierra desconocida e incorporaron en ella una nueva forma de vida.

C. A: En la novela se aprecia también su reconocimiento a la labor de tantos hispanistas que han introducido en otros países la lengua y cultura españolas. ¿Por qué la figura de Ramón J. Sender? Por qué su novela Mister Witt en el Cantón es pieza importante en su estructura?

M. D.: Admiro enormemente a Ramón  J. Sender, fue una gran figura dentro de ese hispanismo norteamericano que conozco bien gracias a mi actividad profesional en universidades de Estados Unidos. Su novela Mister Witt en el Cantón me resultó un engarce perfecto para llevar la trama de la novela a Cartagena y vincular las peripecias de Daniel Carter con la vida de aquellos años en la ciudad.

C. A: ¿Qué hay de María Dueñas en Blanca Perea? ¿Solo su contemporaneidad? ¿Qué valores destacaría en este personaje que habla a tantas mujeres de nuestro tiempo?

M. D.: Blanca es una mujer de mi mundo, de mi tiempo, de mi ambiente… pero no soy yo. Es una mujer con una fractura en su matrimonio que se ve en la necesidad de sacar de sí misma toda la fortaleza necesaria para afrontar el súbito desmoronamiento de su realidad. Una mujer valiente que pelea por continuar con su vida a pesar del dolor y la incertidumbre.

C. A: Y llegamos a esta última novela que se acaba de publicar, La Templanza, y que de nuevo nos vuelve a situar en otro tiempo, en otros paisajes, México, Cuba, España (Jerez). ¿Qué inspiró la trama en estos espacios?

M. D.: Mi intención inicial fue retornar a ese Jerez de medianos del siglo XIX lleno de prósperas bodegas y con un bullente comercio internacional centrado sobre todo en la distribución del sherry en Inglaterra. Algunas de aquellas bodegas fueron establecidas con capitales de retorno: el dinero que traían los legendarios indianos que retornaban a la madre patria dispuestos a invertir sus caudales en negocios prometedores, como lo era por entonces el sector vinatero de Jerez. Entre aquellos retornados hubo algunos que levantaron su riqueza en las minas de la plata mexicana, y ése fue el perfil que elegí para mi protagonista, sólo que decidí darle una vuelta de tuerca y creé un perso-naje, Mauro Larrea, que conserva la facha y el talante de un acaudalado triunfador procedente de una de las antiguas colonias, pero que en realidad arrastra tras sí una debacle financiera que se esfuerza por esconder. Dotar a este hombre de un pasado es lo que me lleva a México –donde se arruina– y después a Cuba –donde se intenta recomponer—. Desde allí, por una serie de carambolas inesperadas, cruzará el océano para llegar a Jerez. 

C. A: ¿Por qué el nombre de La Templanza para esta novela? ¿Por qué una obra que habla de glorias y derrotas, de minas de plata, intrigas de familia, viñas, bodegas, de espléndidas ciudades que se desploman en el tiempo?

M. D.: La Templanza es el nombre de una viña jerezana que pasa de las manos de un decadente clan bodeguero a las de Mauro Larrea. Pero el título tiene también una doble lectura: la templanza es además una deseable virtud cardinal de la que el protagonista carece a lo largo de 526 páginas de novela. En su urgencia por reconstruirse, él se mueve frenético, impulsivo, sin contención… Sólo al final, cuando el desenlace le trastoque en lo más profundo, nuestro hombre cambiará también su manera de estar en el mundo y asumirá su futuro de una forma más templada.

C. A: ¿Sigue siendo la mujer, Soledad Montalvo, la protagonista de la novela?

M. D.: No, el gran protagonista es Mauro Larrea. Se trata de un personaje muy atractivo: un español impulsivo y tenaz que enviuda jovencísimo y, como tantos hombres de entonces, decide emigrar a América en busca de oportunidades.Trabajará duro en las minas de plata mexicanas, se convertirá en un emprendedor, adquirirá riqueza y posición social, será un tipo admirado, respetado… Hasta que un golpe de mala fortuna lo arruine y le obligue a luchar por su recomposición. Tras componer dos novelas metida en la piel de sendas mujeres, crear a Mauro Larrea me ha resultado enormemente grato y refrescante. No obstante, en la novela hay también personajes femeninos muy potentes, especialmente Soledad Montalvo, una atractiva mujer envuelta en claroscuros que se enfrenta con uñas y dientes a sus propios pro-blemas y que enamorará a Mauro Larrea. El peso femenino en La Templanza es fundamental.

C. A: ¿Son los valores presentes en sus anteriores obras los que también viven en el interior de la trama?

M. D.: Cada libro es una aventura nueva, hacer un libro es embarcarse en un proyecto único y fascinante, pero quizá hay algunos elementos recurrentes en mis novelas. El tesón de los personajes, su esfuerzo y voluntad para afrontar los golpes de la vida y reemprender el camino…

C. A: ¿Qué piensa que aporta esta obra al conjunto de sus novelas?

M. D.: Un paso adelante, una revalidación de mi proyección como escritora. Por fortuna, los lectores así lo han querido, y la novela está siendo magníficamente recibida en estos primeros meses de andadura.

C. A: En cuanto al uso de la lengua, ¿cómo podría caracterizar la que aparece en sus obras?

M. D.: Los lectores suelen alabar mi uso de la lengua: les resulta envolvente sin ser recargado y fácilmente digerible sin ser simple o plano. Me esfuerzo muchísimo porque sea así: al fin y al cabo, soy filóloga, lingüista, y el uso de la lengua es para mí fundamental.

C. A: ¿Qué hay de transnacional en su novela El tiempo entre costuras que ha sido traducida a más de veinte lenguas?

M. D.: Sentimientos y reacciones muy humanos que van más allá de las lenguas, las fronteras y los momentos históricos. Misión Olvido también ha sido traducida a muchas  lenguas y La Templanza va por el mismo camino.

C. A: ¿Cómo se fragua su vocación de escritora? ¿Desde cuándo? ¿Cuáles son las fuentes de su creatividad? ¿Cómo da materia y forma al personaje o personajes que nacen en su mente?

M. D.: Soy una escritora tardía, y creo que eso ha influido positivamente en la solidez de mis novelas. El único secreto que tengo para crear tramas y configurar escenas y personajes es el trabajo, la determinación, la disciplina, el tesón. En mi escritura no hay ninguna otra clave.

C. A: ¿Qué elementos formativos han influido en esta visión del mundo que nos ofreces?

M. D.: Todos los acumulados a lo largo de mis cincuenta años de vida: mi bagaje académico y profesional, mi pertenencia a una gran familia, mis experiencias, mis viajes, mis lecturas, las personas que he ido conociendo a lo largo del camino…

C. A: ¿Existe mucho de María Dueñas, de sus sueños, de sus logros, de sus debilidades en las mujeres que nacen al roce de su pluma o a la presión de los dedos sobre el teclado del ordenador?

M. D.: Intento que en mis personajes haya muy poco de mí, no siento ninguna necesidad de exponerme a través de ellos.

C. A: Esperamos que su creatividad y su vocación de escritora sigan regalándonos con nuevos mundos de ficción.

M. D.: Confío en que así sea, muchas gracias.

Por CARMEN AZAUSTRE SERRANO

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