LITERATURA

LEER EL QUIJOTE: UN PROBLEMA DE CONEXIÓN (y IV)

Cervantes, con esta continua tensión entre la grandeza y la miseria, consigue adentrarnos en nuestro propio vaivén de seres humanos. El verdadero tema que desarrolla el Quijote, como ya dijo Américo Castro, “es la dificultad de existir”, afrontar el laberinto de la vida y hacerlo lúcida y plenamente. (A. Castro, El pensamiento de Cervantes)

Si en verdad, el Quijote se gestó en una cárcel, pode-mos deducir que se pensó a partir del repaso de la experiencia de vida del propio Cervantes. ¿No pensaría el preso de Sevilla en su propio cautiverio en Argel? ¿No miraría desengañado su presente recordando el tiempo glorioso de soldado? Cervantes estaba enfermo en la galera Marquesa el día de la batalla de Lepanto y sus jefes le aconsejaron que se quedara bajo cubierta. Pero prefirió pelear y lo hizo heroi-camente. Como sabemos, lo lo hieren gravemente; re-cibe dos arcabuzazos, uno en el pecho y otro en el brazo izquierdo que deja casi paralizada su mano. Curado de sus heridas, que no le impiden seguir siendo soldado, se incorpora al tercio de don Lope de Figueroa y toma parte en varias acciones militares hasta 1574. En septiembre de 1575, deseoso de obtener el grado de capitán, se embarca en Nápoles para España con cartas de recomendación del propio don Juan de Austria y de don Gonzalo Fernández de Córdoba, III Duque de Sessa. Cuando las galeras bordean la costa de Francia, se levantó una tormenta y desbarató la flotilla. La galera Sol, en la que iban Miguel y su hermano Rodrigo, quedó aislada del resto. Fue atacada por corsarios argelinos y los viajeros llevados a Argel como esclavos. Empieza la época más dolorosa de su vida. En los cinco años de cautiverio quedan presos también los mejores años de la juventud. Sin embargo, Miguel de Cervantes nunca se conformó con aquella si-tuación.

El apresamiento y secuestro de europeos constituía un negocio para los piratas argelinos que ponían el precio del rescate según la categoría o nobleza del secuestrado. Como Cervantes poseía cartas de recomendación de personajes muy notables, los corsarios lo creyeron persona principal y pensaron que su familia pagaría por él un alto precio. Su rescate quedó establecido en 500 ducados, cantidad astronómica para una economía como la de los Cervantes.

Este fenómeno era bastante habitual en la época (como en la nuestra, en territorios de guerra) y causaba no pocos estragos en las familias, que se veían privadas de padres, hijos, esposos… y, en la mayoría de los casos, de los ingresos que éstos podían aportar. Los frailes mercedarios y trinitarios establecieron redes de ayuda para la liberación de estos cautivos.

Cervantes intentó fugarse cuatro veces de su prisión. Por qué no fue castigado severamente o quizás condenado a muerte es algo que no tiene respuesta clara. Los piratas debían tenerlo por alguien muy importante y no querían perder el negocio. Por otra parte, fue asignado al servicio personal de su primer dueño y parece que supo ganarse la confianza de su amo.

La familia empezó a reunir dinero en abril del mismo año en que fueron apresados los dos hermanos. Impresiona conocer las negociaciones, peticiones de préstamos, súplicas, papeles, etc. que movieron los padres del escritor, especialmente la madre que, desesperada, llegó a pedir ayuda al Consejo de la Cruzada y se valió de la mentira para conseguir un préstamo. Juró que era viuda porque así se aseguraba la benevolencia del Consejo. Efectivamente se le concedió un préstamo de 60 ducados para el rescate de sus dos hijos, que ella entregó, junto a otros pequeños ahorros, a los tres frailes  que con gran acopio de dinero, tenían previsto su viaje a Argel en la primavera de 1577.

Cuando llegaron los religio-sos con el dinero, el dueño de Miguel, Dalí Mamí, no bajó un céntimo la suma de 500 ducados, con lo cual fue imposible de satisfacer el rescate. Miguel determinó entonces que fuese liberado su hermano Rodrigo en 300, lo cual fue posible. Al salir de Argel, Miguel confía a su hermano un plan de fuga que necesitaba la colaboración de Rodrigo. Este conato de escapada, y los siguientes, se lleva a cabo aprovechando una larga ausencia de Dalí Mamí, y fracasa, como otros cuatro intentos, por traiciones o delaciones, a veces de cristianos que cooperaban con los argelinos habiendo dejado incluso la fe, por lo que eran llamados “renegados”. Llegó a ser propiedad de Hasán Bajá, un renegado veneciano de encarnizada crueldad, ante quien compareció de nuevo después de su tercera intentona. Sin embargo, los castigos que se aplicaron a Cervantes por sus intentos sucesivos de escapar no pasaron de la prisión y del cepo. Finalmente, se le arrojó a las mazmorras reales con el proyecto secreto de llevárselo a Cons-tantinopla, a donde Hasán pensaba trasladarse con su familia. Si se hubieran llevado a cabo tales planes, es seguro que Cervantes jamás hubiese podido salir de allí. Mientras tanto, la familia Cervantes trata de reunir el dinero del rescate. Según parece, este se produjo de manera espectacular en septiembre de 1580, cuando Hasán Bajá y su familia y esclavos ya están a bordo de la galera que les conduciría a Constantinopla. Su liberación queda grabada en el ánimo de Miguel que la recreará idealizada en la historia del capitán cautivo, en que la fe cristiana, el amor y la lealtad se elevan maravillosamente sobre la eficacia material del dinero, y triunfantes sobre lo que fueron en la realidad de la vida la miseria y la traición.

Al pisar de nuevo la tierra de España en octubre de 1580, Cervantes acaba de cumplir los 33 años; menos de la mitad de una vida de entonces. Y sin embargo tiene que orientar de nuevo su existencia. La oportunidad de ade-lantar en la carrera militar quedó perdida en los años de cautiverio. El hidalgo pobre y soldado, no teniendo residencia o solar fijos y las propiedades de que mantenerse, se ve obligado a tomar los cargos disponibles en la burocracia real para los de su clase a quienes ni la suerte ni el linaje permiten más. Han empezado los años más ingratos y más difíciles de toda su vida.

No deja de escribir ni de soñar con la gloria de las letras, pero de nuevo encuentra muchos caminos vedados y, al fin, escribe un relato en el género con el que sin duda se deleitó en su juventud: un libro de caballerías, pero como en un espejo oscuro, donde las glorias caballerescas son sustituidas por fracasos y los ideales por espejismos. Sólo él sabía la verdad. Y gracias a su genio, a su sabiduría, a su serena inteligencia, podemos compartir esa verdad o al menos intentar descifrarla hasta el día de hoy.

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