OPINIÓN

LA RESILIENCIA, UNA VIRTUD A PRACTICAR

Los seres humanos que iniciamos el tercer milenio vamos en un barco inmerso en fuertes tormentas que obligan a repararlo en plena travesía. Y a pesar de nuestras dife-rencias, hemos de permanecer juntos, habi-tando el mismo planeta, contemplando las mismas estrellas. Aunque a veces tengamos la tentación de dejar que se resquebrajen los mástiles doblados, sabemos que no te-nemos otros, y si el desánimo amenaza con rompernos algo nos dice que la salida no es resquebrajarlos, que es mejor enderezarlos. Son dinámicas al tiempo individuales y colectivas, las  unas cuentan con las otras.

Para hablar de esta capacidad de rege-neración activa se ha buscado un concepto propio de la ciencia de materiales que sirve como metáfora de la dinámica de transformación de algunas actitudes espirituales que precisamos en este tiempo. Con el término resiliencia se nombra la habilidad de un material para absorber energía cuan-do es deformado elásticamente, y liberar esa energía en la descarga.

En los últimos meses hemos seguido con interés, no exento de estupor, el proceso negociador entre Grecia y la UE. La tentaciones de romper por un lado o por el otro han estado ahí, la resiliencia ha posibilitado que la salida haya sido otra. En medio un gran esfuerzo por parte de muchos. También es resiliencia lo vivido por los trabajadores de una empresa multinacional que teniendo indicios razonables de que el cierre no era la única posibilidad, han negociado y resistido muchos meses apelando a los medios legales a su alcance hasta lograr otra salida en la que sin volver a la situación inicial, reanudan su vinculación laboral con la empresa.

La complejidad del mundo que vivimos hace que necesitemos creatividad para desarrollar las mejores capacidades del espíritu humano en favor de una vida buena para todos, no sólo para los que suelen triun-far sino también para los más vulnerables, para los que están amenazados de quedarse en el camino; para los que vivimos ahora y para las generaciones futuras, para cuidar la creación y no lapidarla, para que las adversidades, las inclemencias, las barbaries no quiebren los ecosistemas sin camino de retorno.

En nuestro tiempo se están dibujando con trazos fuertes nuevas formas de vulnerabilidad, el Papa Francisco en su encíclica Laudato si,  nos ofrece un vasto panorama de esta situación y de sus causas. Son rostros humanos que reclaman otros modos de mirar y de actuar, de forjar el espíritu humano, de generar nuevas virtudes o de recrear las existentes en culturas próximas o lejanas. La resiliencia, por ejemplo, habría estado actuante en el modo de superar muchas de las adversidades que conocemos por la historia. Cada familia y cada pueblo tiene sus propias narraciones al respecto.

Hoy, la resiliencia es un concepto usado no sólo en ingeniería, sino también por la psicología y por las ciencias sociales; aquí lo estoy proponiendo en el contexto de la ética, en el contexto de las virtudes. En Psicología, resiliencia se suele definir como una habilidad del individuo para vivir adecuadamente el stress y la adversidad. Vivir estas situaciones sin sucumbir a ellas, aguantar con elegancia diríamos en lenguaje corriente, sin resignarse negativamente ante la dificultad. Es preciso mantenerse de manera que pasada la tormenta la energía vaya aflorando de nuevo, no para volver al punto donde estábamos sino para descubrir que en nuestro espíritu hay una fuente que mana y que quizás desconocíamos.

Pero no sólo es cuestión de disposiciones subjetivas, por importantes que sean. Quien desarrolla el hábito de la resiliencia en su vida personal para vivir una vida más plena, ante su propia fragilidad o la fragilidad del entorno familiar, laboral, institucional en el que está inserta, está desarrollando a la vez la capacidad de proponer fines de vida buena a la hora de planear modelos de actuación en la vida pública que incorporen esta dimensión: modelos de medicina preventiva, de servicios sociales adecuados, de resolución de conflictos, de políticas de desarrollo tecnológico compatibles con un desa-rrollo sostenible, políticas migratorias que balanceen el reparto de riqueza, políticas de vivienda, etc. Es una virtud pública cuyo ejercicio reclama estilos de vida que la hagan creíble como proceso que contribuye a generar condiciones de vida más digna para todos.

Se hace sentir la necesidad de desarrollar una educación y una espiritualidad que la propicien. La resiliencia es una virtud a practicar en tiempos de inclemencia democrática, como el nuestro.

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