ACTUALIDAD ARTÍCULOS

SOBRE LOS ESTÁNDARES DE APRENDIZAJE

En 2016 celebraremos los 25 años del Informe Delors, un estudio de la Comisión Internacional sobre el siglo XXI, presidida por Jacques Delors, que recibió del entonces presidente de la UNESCO, don Federico Mayor Zaragoza, la encomienda de ofrecer una visión reflexiva, crítica y propositiva de la educación para nuestro siglo.

El informe presenta una gran singularidad metodológica, debida fundamentalmente a la multiculturalidad que conformó a los especialistas que participaron en su elaboración. Esto permitió contar con un constructo teórico de una gran amplitud y consistencia que consta de Horizontes, Principios y Orientaciones en torno a cuatro grandes pilares o competencias llamadas a desplegarse a lo largo de toda la vida: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser.

Algunas de las afirmaciones sobre la educación, que sirven de base a cuanto se propone a lo largo del Informe, expresan que “la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de la paz, libertad y justicia social” (p. 13). “[…] la educación como una vía, ciertamente entre otras pero más que otras, al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más genuino, para hacer retro-ceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las opresiones, las guerras, etc. (p. 13). “Las políticas educativas como proceso permanente de enriquecimiento de los conocimientos, de la capacidad técnica, pero también, y quizás sobre todo, como una estructuración privilegiada de la persona y de las relaciones entre los individuos, entre grupos y entre naciones” (p. 14). “La esperanza de un mundo mejor, capaz de respetar los derechos humanos, practicar el entendimiento mutuo y hacer del progreso del conocimiento un instrumento de promoción del género humano, no de discriminación” (p. 14). Las afirmaciones que hemos identificado son una muestra para hacer valer el Informe Delors como referencia obligada para desarrollar un pequeño diálogo sobre las finalidades de la educación y lo que venimos llamando estándares de aprendizaje. Diálogo que entablamos tanto para valorar algunos de los aportes de este modelo normativo tan fuertemente introducido en los sistemas educativos, en la visión del currículo1, en la evaluación del proceso de enseñanza-aprendizaje, en la información a la sociedad sobre el desempeño de los actores y la calidad de procesos del sistema educativo, etc., como para sumarnos a quienes reivindican la necesidad de retomar con urgencia el sentido último de la educación supeditando o resituando los primeros -estándares- a éste último –finalidades-.

El concepto de estándar se empleó por primera vez en el campo de la educación, dentro del contexto europeo, en la Inglaterra de 1862; en concreto en un texto legislativo que establecía el pago de subsidios a las escuelas en función de los logros de sus alumnos. Posteriormente, iniciado el siglo XX, se introduce en Estados Unidos, en el marco de un enfoque conductista de medición de aprendizajes.

Su uso en el mundo anglosajón -aunque los referentes utilizados al definir los estándares difieran de unos países a otros- resulta de la incidencia en la política educativa de un enfoque que articula fuertemente educación y economía, buscando eficiencia en la formación de los recursos humanos para dar respuesta a necesidades de producción y movilidad y otorgando una enorme credibilidad a las mediciones de la calidad de los aprendizajes y de otros objetos en el campo de la educación, garantizando, de esta manera, su comparabilidad debido a su carácter fuertemente homogeneizador. (Camilloni, A. 2009).

Evidentemente, existe una estrecha relación entre calidad de la educación y evaluación, sea en funciones de control –acreditación y certificación- sea de mejora. Y es preciso cuidar su diseño y ejercicio y admitir, también, algunos de los aportes del modelo de estándares de aprendizaje como pueden ser una mayor sistematización y racionalización de los aprendizajes así como la búsqueda de una coherencia entre estándar, indicador e instrumento de evaluación para medir aprendizajes complejos y transferibles. Junto a ello, afirmamos con Ramón Pérez Juste que “no podemos perder de vista la cuestión fundamental: diferenciar entre fines y objetivos, por un lado, y medios y recursos por otro. Confundirlos, o situar en estos el centro de nuestras preocupaciones puede ser el gran error” (2005, p.14). A menudo la burocratización y la rutina tecnicistas, que acompañan la aplicación de los nuevos constructos, ofusca, y en ocasiones oculta, la cuestión fundamental: “Y esto, ¿por qué y hacía dónde?”.

Afirmar la importancia de los estándares de aprendizaje no significa negar su supeditación a las finalidades de la educación. Nos va mucho en la comprensión y en la interpretación que hacemos de los mismos. No estamos únicamente ante una cuestión pedagógica sino fundamentalmente filosófica, como se ha dicho. Esto nos remite básicamente a qué visión tenemos de persona; de lo que significa formar a la persona, y a cada persona, y a qué tipo de humanidad y de mundo queremos contribuir con la educación. Los proyectos educativos de centros e instituciones adquieren desde esta perspectiva una gran relevancia porque confieren sentido al quehacer educativo cotidiano orientando hacia los fines de cuanto se propone y rea-liza y, como consecuencia, situando los medios en su justo lugar. Para todo ello es clave la formación de los educadores y de quienes dirigen las instituciones educativas.

En muchas ocasiones, se constata que los fines que se persiguen (a veces únicamente se declaran) en los proyectos educativos no impactan o son muy distintos al currículo que se implemente y a la evaluación que se hace del mismo. La comprensión del estándar se reduce a conocimientos y habilidades aprendidos. ¿Dónde quedan la valoración de los procesos, de la creatividad, de aspectos fundamentales relacionados con la madurez emocional o relacional que apuntan a rasgos de personalidad de los alumnos? Los estándares deben incorporar la singularidad del ser humano. Hay que añadir que la estandarización, desde los orígenes de su empleo en el ámbito educativo, ha estado vinculada a la medición cuantitativa, lo que tiene como grave consecuencia que los indicadores para evaluar los resultados de aprendizaje son altamente restrictivos, como señaló recientemente la Directora Ejecutiva de la UNESCO en la clausura del Foro Mundial de Educación celebrado en Incheon (República de Corea), del 19 al 22 de mayo de 2015.

A propósito del Foro de Incheon, se han levantado muchas voces llamando la atención sobre el giro economicista de la educación. Voces que han quedado recogidas en una Carta dirigida a la Dra. Irina Bokova, Directora General de la Unesco, poniendo de manifiesto la grave ausencia de otras miradas distintas a las de los organismos económicos globales e impactando en el propio papel de la UNESCO como organización internacional destinada a construir consensos políticos y sociales sobre educación.

Cerramos esta reflexión volviendo al punto inicial de la misma: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser tienen que ver con los porcentajes de matrícula, con la cobertura escolar, con el monto del PIB y de los presupuestos gubernamentales para invertir en educación… pero, sin duda van más allá. El Informe Delors es hoy de rabiosa actualidad; una de las cuestiones que se nos formula en él parece a propósito de las situaciones inhumanas a las que estamos asistiendo y que afectan a tantas y tantas personas:

“[…] pero, ¿cómo aprender a vivir juntos en la aldea planetaria si no podemos vivir en las comunidades a las que pertenecemos por naturaleza: la nación, la región, la ciudad, el pueblo, la vecindad? […] ¿Cómo podrían las políticas de la educación no sentirse aludidas por estos desafíos?”. (Delors, 1998, p. 14).

El principal propósito de los estándares es orientar, apoyar y monitorear la gestión de los actores del sistema educativo hacia una mejora continua. Sí, pero un mejoramiento que afecta a todo el alumnado, a las familias, a los actores sociales que intervienen en educación y a la coherencia y articulación de todos los elementos que constituyen el sistema educativo para contribuir a la creación de un mundo mejor porque hecho de personas verdaderamente humanas.

1. A este respecto, son de todos conocidos, entre otros, el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de OCDE (PISA, por sus siglas en inglés) y La Red de Evaluación del CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo), ANECA y otras agencias autonómicas.

BIBLIOGRAFÍA REFERIDA

Camilloni, Alicia (2009). Estándares, evaluación y currículo. Archivos de Ciencias de la Educación (4ª época), nº 3, pp. 55-68.

Delors, J. y Otros. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana. Ediciones UNESCO.

Pérez Juste, R. (2005). Calidad de la educación, calidad en la educación. Hacia una necesaria integración. Revista Educación XXI. UNED, nº 8, pp. 11-33

Por Mª DOLORES VALENCIA

Comments

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. Más Información

The cookie settings on this website are set to "allow cookies" to give you the best browsing experience possible. If you continue to use this website without changing your cookie settings or you click "Accept" below then you are consenting to this.

Close