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EL RESPLANDOR OCULTO DE LA PALABRA

El V centenario del nacimiento de Teresa de Jesús ha supuesto una nueva irrupción de Teresa y su magisterio en el primer tercio del siglo XXI.

Su escritura de mujer y su presencia han inspirado a poetas, novelistas, músicos, autores teatrales, directores de cine, etc. Se han hecho múltiples ediciones de sus escritos, ella que en vida no vio la publicación de ninguno, ya que Camino de perfección, enviado por ella a D. Teutonio de Braganza, Obispo de Évora (Portugal) en 1579, no pudo ver la luz hasta un año después de su muerte, en 1583.

Teresa es una escritora tardía, como reseña Tomás Álvarez. Su primera gran obra –el Libro de la Vida– la escribe a los 50 años de edad, en 1565, en su versión definitiva (1), aunque ya antes en su adolescencia escribió una novela de caballerías que se ha perdido en colaboración probable con su hermano Rodrigo.

Son anteriores también sus escritos espirituales entre los que señalamos sus primeras Relaciones de los años 1560-1563 en las que Teresa narra las experiencias que está viviendo desde cinco años antes.

Muchas palabras escribió Teresa en los años en los que transcurrió su oficio de escritora, 1560-1582. Su vida es una vida iluminada, contrastada con la palabra: Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios (2). Y es esta Palabra la que engendra en Teresa otras palabras, respuesta a una experiencia de amor. De este intercambio de palabras, “diálogo de amistad con quien sabemos nos ama” surgen otras palabras para el mundo, para las mujeres y hombres de su tiempo -monjas, frailes, familiares, amigos, confesores, políticos, reyes, cortesanos etc.- y para este tiempo sin fronteras que nos devuelve la figura de una mujer hecha de la raíz de la Palabra que la habitó.

Ella nos hace presentir el resplandor oculto de su palabra (3), la fuerza de su magisterio. Una autora que tuvo que esperar cinco siglos para ser reconocida patrona de los escritores españoles el 18 de septiembre de 1965 y doctora de la iglesia el 27 de septiembre de 1970.

La pasión de escribir. En Teresa la palabra es desvelamiento de su experiencia interior y encuentro profundo con su Señor que le lleva a la entrega profunda en obras “Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras”(4).

Teresa tiene necesidad de decir a sus monjas que las palabras solas no bastan, que es necesario ejercitarse en la práctica de la virtud “es poco, en comparación de lo mucho más que es que conformen las obras con los actos y palabras (5), que la fortaleza mayor proviene de una mirada de amor: “Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco” (6).

Y muestra cuál es su voluntad y su querer: “Esto quiero yo, mis hermanas, que procuremos alcanzar, y no para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir” (7).

Palabras que nos descubren el corazón de Teresa, los sentimientos que la habitan y palabras que resuenan en Teresa y que provienen de la Palabra viva que la reclama y que le urge a manifestarlas.

Buscadora de palabras. Teresa necesita tener palabras que expresen lo que siente y las busca. Es en esa voluntad de escritora que percibimos en tantos textos de Teresa, donde notamos su necesidad de buscar las palabras luminosas que den a entender su experiencia a otros. Es consciente de su necesidad de búsqueda y así lo expresa en muchos de sus escritos, por ejemplo, en el Libro de la vida en la descripción que hace en el capítulo dieciocho del cuarto grado de oración o manera de regar el huerto: “El Señor me enseñe palabras cómo se pueda decir algo de la cuarta agua” (8).

Pide a la que es Palabra viva que le dé sus palabras para poder nombrar la experiencia que es para ella este cuarto grado de la oración.

Teresa siente la incapacidad de nombrar aquello que ha vivido. Ella, al hablar de su experiencia de unión, alude a su falta de conocimiento teológico porque no sabe nombrar los vocablos ni entender la diferencia entre mente, alma, espíritu, lo único que conoce es la experiencia vivida y cómo se sumerge en ella. Quizá el trato con los letrados le dé solución a sus búsquedas. La abundancia de sus sentimientos es un torrente que la invade y le hace necesitar muchas palabras para comunicarse y para ello pide ayuda a los letrados que iluminen su experiencia “y es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz”.

Teresa tiene la preocupación de dar a conocer, a entender, aquello que está viviendo y para ello utiliza muchas palabras, imágenes, comparaciones, que desvelan su rico mundo interior y la conciencia que tiene de sus limitaciones y pobreza y así se describe a ella misma como ruin, baja, flaca, miserable y de poco tomo y en fin, mujer y no buena: “No pongáis, Criador mío, tan precioso licor en vaso tan quebrado, pues habéis ya visto de otras veces que le torno a derramar (…) (9).

La experiencia intensa que vive le hace requerir muchos vocablos que la expresen y es consciente de este uso intenso: “Siempre tuve esta falta de no me saber dar a entender -como he dicho- sino a costa de muchas palabras” (10).

La memoria de la escritura. Escribir es también para ella un modo de hacer memoria, de expresar a otros la misericordia que experimenta y así lo dice en el prólogo al Libro de la Vida. Porque escribir es, qué duda cabe, un modo de la memoria, una forma privilegiada del recuerdo, así lo expresa Ana Mª Matute: “Algo parecido a una incesante persecución de la presa más huidiza: uno mismo(…) no es sino el intento de ir más allá de la propia vida, de estar en las otras vidas, el patético deseo de llegar a comprender no solamente la palabra semejante, que ya es una tarea realmente ardua, sino entender la palabra otro” (11).

Reencuentro con el yo, con el conocimiento desnudo y verdadero de sí misma pero en relación con el otro. Es la búsqueda auténtica de una verdad en la vida de Teresa, el conocimiento propio que la lleva al reconocimiento del amor y misericordia infinita con los que Dios le ha regalado. Y para ello necesita encontrar la palabra que encarne esa pasión que la ha transformado y es muy consciente de que es Dios quien menea su pluma: “Plega a Su Majestad, si es servido, menee la pluma y me dé a entender cómo yo os diga algo de lo mucho que hay que decir y da Dios a entender a quien mete en esta morada”(12).

Teresa tiene mucho que decir, es consciente de que es Dios quien habla en ella y quien se lo ha dado a entender. Ha recibido su palabra y siente la necesidad de escribir sin cesar, aunque nota también que lo hace como mandato de sus confesores.

Escritos. Teresa escribe y escribe mucho, entre ellos reseñamos los escritos que podemos denominar autobiográficos como el Libro de la vida, las Cuentas de conciencia, relaciones de sus experiencias espirituales, desde 1560 hasta 1581; las Cartas, donde se nos muestra a la Teresa más humana y las Fundaciones donde relata la historia de su reforma, lo empezó a escribir en 1573 y lo continuó hasta poco antes de su muerte en 1582.

Entre los espirituales se encuentran: la parte central del Libro de la Vida, el Camino de Perfección, las Cuentas de conciencia, las Meditaciones sobre los cantares, las Exclamaciones del alma a Dios y las Moradas o Castillo interior.

Y los normativos en numerosas cartas, en Fundaciones, en Camino de perfección y las Constituciones primeras, escritas por ella para San José de Ávila en 1565 y junto a estos sus poesías. Sigo la clasificación que hace Teófanes Egido en la guía de lectura de sus obras (13).

La escritura en Teresa es cuidada, en el Libro de la Vida “Teresa tiene que releerse, revisar lo escrito, someterlo a los ojos ajenos, redactarlo de nuevo” (14). La vez primera lo escribe a sus 47 años, en casa de doña Luisa de la Cerda, en Toledo, una obra que no llegará hasta nosotros, “acabose este libro en junio de 1562”, como podemos ver en la carta que ocupa la última página del autógrafo, dirigida al dominico García de Toledo. La segunda redacción la termina en 1565 y añade a la primera el relato de la fundación de San José de Ávila.

Teresa sigue expresando su sentimiento de disgusto al no haber tenido tiempo de revisar, modificar, limpiar su escrito de impurezas. Hay un profundo deseo de una escritura correcta y para ello pide a su interlocutor que lo “enmiende” y también que lo presente al Padre Juan de Ávila para su revisión.

Juan de Ávila le contesta el 12 de septiembre de 1568 con estas palabras: “El libro no está para salir a manos de muchos, porque ha menester limar las palabras dél en algunas partes, en otras declararlas” (15).

Teresa se quejaba de su falta de tiempo para reescribir, tarea necesaria en su oficio de escritora y tarea apasionante porque “escribir es un descubrimiento diario a través de la palabra (…) La palabra es lo que nos salva. (…) Porque todos y cada uno de nosotros llevamos dentro una palabra, una palabra extraordinaria que todavía no hemos logrado pronunciar” (16).

Efectivamente es la Palabra encarnada la que salva a Teresa, la que dialoga con ella, la que hace de su identidad una novedad que permanece como referencia hasta este siglo XXI. Y una palabra que ella devuelve a sus compañeras, a otras mujeres como ella, en el intento de mostrarles el camino hacia ese centro, interior del castillo donde se puedan encontrar con esa Palabra viva a la que nombra como “Buen amigo, buen capitán, amigo verdadero, su Majestad, el Señor, soberana Majestad, vuestra merced, Señor nuestro, el Criador, el Señor, el buen amigo Cristo, Señor de mi alma, Nuestro dechado, Gran Emperador, Hortelano, Príncipe de todo lo criado, Mi Emperador, Nuestro Esposo, brasero encendido”…Un brasero encendido del que brotan las centellas de fuego que encienden su alma y la han transformado y es ese amor el que engendra palabras “el amor es el que habla, y está el alma tan enajenada, que no miro la diferencia que haya de ella a Dios. Porque el amor que conoce que la tiene Su Majestad, la olvida de sí y le parece está en El y, como una cosa propia sin división, habla desatinos” (17).

Hoy, a los 500 años de su nacimiento, el resplandor de su palabra sigue llegando con fuerza a las/los que se acercan a ella, profesionales de la palabra como Espido Freire, Gustavo Martín Garzo, Josefina Molina, Fernando Delgado, Juan Manuel de Prada, Julia Kristeva, Jesús Fernández Adalid, Joseph Pérez y tantos otros nos dejan el legado de su acercamiento a ella. Su palabra ilumina con su resplandor la vida de las mujeres y hombres de este siglo XXI.

Por CARMEN AZAUSTRE

BIBLIOGRAFÍA

  1. La primera la redactó en Toledo, en 1562.
  2. Jn 1, 2-3.
  3. Ana Mª Matute en su discurso de ingreso en la Real Academia Española en 1988, En el bosque, habla del resplandor oculto de la palabra.
  4. 7M 4,6
  5. 5. 7M 4,7.
  6. 7M 4,8.
  7. /M 4,7.
  8. V 18,1.
  9. V 18,4 1
  10. V 13 16-17
  11. MATUTE…en el bosque, p. 27.
  12. M 7,1
  13. Egido, Teófanes Teresa de Jesús. Escritos para el lector de hoy Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2009
  14. Alvarez, Tomás Prólogo al Libro de la vida Madrid, 2007, 2ª edición p. 6.
  15. Sª Teresa de Jesús. Libro de la vida. Ed. Estudio y notas de Fidel Sebastián Mediavilla. Madrid: RAE, 2014, p.377.
  16. MATUTE, Ana Mª En el bosque. Madrid: RAE, 1998, pp. 26-27
  17. Vida 34,8.

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