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REFLEXIONES TRAS EL SÍNODO DE LA FAMILIA

El 21 de octubre de 2015 finalizó la Asamblea ordinaria del Sínodo sobre la Familia convocado por el papa Francisco, con la aprobación de un documento final que recoge el fruto de los trabajos sinodales. Concluye así un largo camino sinodal de dos años, que ha puesto en marcha una importante dinámica de reflexión eclesial sobre la familia que ha tenido una repercusión notable y que culminará con la redacción, por parte del Papa, de una exhortación apostólica en la que el Pontífice, tras la escucha de los padres sinodales, fijará los principios magisteriales y las líneas pastorales más ade-cuadas para responder a los desafíos y necesidades de la familia en el contexto actual.

En espera de este documento pontificio, puede decirse ya que este Sínodo ha constituido un acontecimiento eclesial significativo y de honda repercusión, que ha reavivado el interés sobre un tema de enorme trascendencia en la vida de las personas y de las comunidades cristianas. De hecho, las cuestiones, propuestas e incluso debates suscitados por esta dinámica sinodal –no sólo en las Asambleas, sino también todo el trabajo elaborado entre sínodos, con la invitación a todos los fieles a responder a los cuestionarios planteados- han generado una importante revitalización de la temática y de la perspectiva familiar, tanto entre especialistas y responsables y agentes de pastoral, como a nivel de asociaciones, movimientos y parroquias, poniendo a la familia en el centro de la reflexión eclesial.

No cabe olvidar, sin embargo, que, más que un Sínodo sobre la Familia, estamos ante un Sínodo sobre la Iglesia y su actividad pastoral en relación con las familias. El Sínodo ha sido una llamada a toda la Iglesia para que, desde la mirada amorosa y la escucha atenta a la realidad, anhelos y necesidades de las familias hoy, haga una reflexión y revisión profunda y autocrítica su propia praxis pastoral. La pretensión sinodal no era tanto hacer un juicio –de algún modo externo- sobre la situación o estado de la familia hoy, cuanto valorar y revisar de qué modo y por qué vías podría la Iglesia, a través de todos sus agentes –con las mismas familias como primeros sujetos de pastoral- cumplir mejor su función salvífica y evangelizadora. Esto ha llevado a elaborar propuestas de revisión intraeclesial de la propia actuación, que abarcan desde el lenguaje y el modo en que se propone el mensaje hasta las formas en que desarrolla el acompañamiento pastoral de los fieles, en sus concretas situaciones familiares. Fruto, por consiguiente, de los trabajos sinodales, queda una fuerte llamada a la revisión de la actuación pastoral en estas materias, lo que previsiblemente llevará a una revitalización de la pastoral familiar en la vida de la Iglesia.

La lectura del documento final invita a una reflexión y replanteamiento sobre los diversos cauces de actuación en esta materia, valorando de qué modo podría actuarse, desde diversos ámbitos, en apoyo de las familias y de una mejor trasmisión del mensaje evangélico. Sin pretensión de ser exhaustivos, pues el documento es amplio y toca numerosas cuestiones de interés, algunos elementos abiertos a la reflexión serían los siguientes:

Denuncia social y compromiso por la justicia: junto con la denuncia de algunos elementos culturales –hedonistas e individualistas- peligrosos para la estabilidad familiar, el Sínodo ha puesto el foco en aquellas injusticias socio-económicas y de abuso y explotación de las personas (situaciones de pobreza y de guerra, de migración forzosa, explotación sexual de mujeres y niños, violencia machista, leyes laborales injustas que dificultan la vida familiar, etc…) que hieren profundamente a las familias y a la sociedad. No cabe dejar de lado, sin embargo, que el compromiso eclesial con la justicia no se agota en la denuncia profética o en el remedio asistencial ante muchas de estas situaciones, sino que deberá intentar promover, en la medida de lo posible, vías para restaurar la justicia y el equilibrio social, para lograr unas leyes adecuadas de protección a la familia y a la infancia, de promoción de todas las personas, etc.

Promoción de la dignidad de la mujer, que debe ser defendida en muchos contextos culturales adversos, removiendo discriminaciones injustas y violencias de todo tipo. La Iglesia tiene un papel importante que jugar en este tema, animando el Sínodo también a una revalorización de su papel dentro de la la vida eclesial, de modo que se amplíe su presencia y responsabilidad tanto en el ámbito de la toma de decisiones, como en la participación en el gobierno de algunas instituciones, e incluso con una mayor implicación en la formación de los sacerdotes, destacando el documento la relevancia de la presencia femenina y familiar en la formación de los seminaristas.

Reformulación y revalorización de los papeles del varón y la mujer en la vida familiar: siendo indudable el papel determinante de la mujer en la familia, el Sínodo ha introducido también una reflexión sobre el papel del varón, destacando la importancia de su implicación en la vida familiar y en la educación de los hijos, y la llamada evangélica a la reciprocidad conyugal, a una radical donación de sí mismo al otro, en el respeto y el amor mutuo. El establecimiento de nuevas relaciones, más paritarias, entre los miembros de la pareja, y la mayor vinculación afectiva e implicación de los varones en la educación de los hijos constituye un reto, pero es también una de las luces de la familia actual.

Importancia del desarrollo afectivo y emocional en la formación de los jóvenes y de las parejas, evitando fomentar el individualismo egoísta o vivencias poco integradas y deshumanizantes de los afectos y la sexualidad. La llamada profunda de toda persona al amor, a la entrega de sí, a amar y ser amado, se experimenta,  aprende y vive de modo preferente en la propia familia, espacio pedagógico primario, pero hay también un amplio campo de trabajo educativo y de formación en la afectividad y en valores, de modo que los jóvenes vayan creciendo como personas en relación con otras; el papel de la escuela, parroquias, asociaciones, movimientos y agentes de pastoral juvenil en esta formación integral de los jóvenes será de gran importancia para su crecimiento personal y para la futura constitución de relaciones afectivas y familiares sólidas.

Centralidad del amor en la vida familiar y matrimonial, a imagen del amor del Dios trinitario. La familia aparece como icono del Dios amor, del Dios Trinidad fuente inagotable de amor mutuo. Si el varón y la mujer, en sí mismos y en su mutua relación, son imagen de Dios, la familia, comunión de amor, es imagen excelente de la Trinidad; desde esta revalorización teológica de la familia misma –no sólo del ma-trimonio- puede afirmarse que, pese a sus debilidades y dificultades, toda familia es en sí misma -y está llamada a ser cada vez en mayor plenitud- imagen de Dios, un ámbito privilegiado de amor y cuidado mutuo, que presenta un carácter sacro e inviolable. Desde una perspectiva teológica, esta fundamentación trinitaria de la familia complementa a la perfección la concepción de la familia como Iglesia doméstica y redimensiona la centralidad del amor en la realidad familiar.

Belleza de la vocación matrimonial y familiar, y necesaria renovación del lenguaje: frente a las tentaciones individualistas de nuestra sociedad, un reto pastoral de primer orden es lograr  hacer visible la belleza de la vocación matrimonial y familiar, que responde a los deseos profundos de la persona humana. Más que elaborados discursos doctrinales, esto exigirá el testimonio y la implicación misionera de las mismas familias cristianas, que, con su misma vida, pongan de manifiesto con sencillez y de modo creíble dicha belleza, pues la belleza no se explica, se muestra. Pero, junto con esto, será también necesa-ria una renovación del lenguaje, que permita desarro-llar un anuncio del mensaje evangélico sobre el amor familiar y matrimonial que resulte significativo para las personas y, sobre todo, para los jóvenes de hoy.

 Planteamiento vocacional de la opción matrimonial y familiar: el matrimonio cristiano es una verdadera llamada de Dios que exige atento discernimiento, por lo que conviene insertar esa decisión en una vida de fe y de experiencia eclesial, y en un proceso formativo y vocacional –personal y de pareja- adecuado, que permita una decisión madura, a nivel humano y religioso. Esto exigirá creatividad para elaborar caminos formativos que permitan una mayor preparación en el ámbito eclesial de la opción matrimonial, pues los actuales cursos prematrimoniales aparecen como insuficientes; la vocación matrimonial es una vocación muy bella y enriquecedora, pero seria y exigente, que presenta además la complejidad de involucrar a dos personas, con sus peculiares vivencias de fe, con sus momentos y ritmos distintos, etc.

 Prevención de la ruptura conyugal: dada la creciente inestabilidad de la convivencia conyugal, se hace necesario buscar cauces efectivos de actuación pastoral para el acompañamiento y protección de la estabilidad del matrimonio y las familias, sin esperar a que las dificultades o el distanciamiento sea ya irreversible. Es toda la comunidad cristiana, familia de familias, quienes están llamados a este acompañamiento pastoral de los esposos durante toda la vida conyugal, caminando junto con la pareja, compartiendo su descubrimiento de la belleza de la vocación matrimonial, ayudándoles a superar un posible ensimismamiento dañino para la pareja y la familia,  y sosteniéndoles en los momentos de prueba; pero, junto con esto, será también conveniente fomentar vías de mediación y de resolución de conflictos en el seno de la pareja y de la familia, que puedan contribuir a evitar que los problemas y tensiones cotidianos o incluso extraordinarios den lugar a rupturas definitivas.

El arte del acompaña-miento y el necesario discernimiento de las diversas situaciones: respecto a las situaciones complejas, y de modo muy especial respecto a la pastoral de los divorciados vueltos a casar, el Sínodo invita a  un acompañar paciente y a un cuidado amoroso de la persona concreta, hecho desde la escucha respetuosa y sanadora, siendo ser testigos del amor y del perdón, así como también un atento discernimiento de las diversas situaciones, muy variadas, acompañando al sujeto a tomar conciencia de su situación delante de Dios, puesto que la responsabilidad de la persona ante determinadas acciones o decisiones no es la misma en todos los casos. Respecto a los divorciados vueltos a casar, la verificación de la posible nulidad del primer matrimonio aparece como una vía a tomar en conside-ración; el papa Francisco ha modificado la regulación de los procesos de nulidad para hacerlos más ágiles y accesibles para los fieles, pero esto exige la preparación en las diócesis de un personal suficiente, clérigos y laicos, dedicados preferentemente a este servicio eclesial, que puedan ofrecer un servicio de orientación, consejo y mediación ligado a la pastoral familiar.

En definitiva, los documentos finales emanados del Sínodo de los Obispos, en espera de la definitiva exhortación apostólica del papa Francisco, abren amplias y variadas vías de trabajo en bien de las familias, vías que atañen al ámbito educativo, a la formación en valores y en la afectividad,al trabajo social, a la actividad política y legislativa en pro de leyes beneficiosas para la familia, a la orientación y mediación familiar en su sentido más amplio, al acompañamiento pastoral a las familias y de las familias, a la formación de formadores y agentes de pastoral, a la profundización teológica y canónica en algunas cuestiones doctrinalmente delicadas, al discernimiento cuidoso de las situaciones, etc.

Desarrollar con creatividad, prudencia y sentido eclesial –que no excluye de suyo la profesionalización, necesaria o conveniente en algunos casos- cauces de actuación que ayuden a aplicar y hacer realidad las sugerencias sinodales en los diversos contextos, ateniendo a las necesidades y circunstancias concretas, constituye un importante reto en este periodo postsinodal.

Por CARMEN PEÑA GARCÍA

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