LITERATURA

EN EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE VINTILA HORIA. UNA SEMBLANZA

Conocí a Vintila Horia al comienzo de los 70. Por mi amistad con su hija Cristina visité con alguna frecuencia su casa. Muchas tardes lo veía al entrar, en su despacho siempre con las puertas abiertas, enfrascado en la escritura o la lectura. Aquel despacho no era una “torre de marfil”. El escritor atendía sin alterarse las incursiones familiares o amistosas. Aquel era un espacio abierto a lo universal, a los más diversos saberes y a lo cotidiano con la misma naturalidad. Por milagro o por una capacidad especial, Vintila Horia podía seguir trabajando sin perder la concentración ni la calma.

De una elegancia innata, su presencia me provocaba respeto y admiración. Por entonces yo tenía veintipocos años y me asombraba que aquel sabio, de una erudición enciclopédica, conocedor de tantas cosas, que había tratado y trabado amistad con personalidades de la cultura, capaz de expresarse perfectamente en cuatro lenguas y leer en alguna más y que había publicado tantas obras, se interesase por mi opinión sobre los más diversos asuntos y me escuchara atentamente. Aquello me parecía de una humildad incomprensible o tal vez el resultado de su curiosidad intelectual (de una avidez por el saber y por encontrar claves de comprensión uniendo la poesía con la ciencia, el cosmos, los hallazgos de la física cuántica y el espíritu) como el entusiasmo, compartido con su esposa Olga, por cada nuevo descubrimiento o encuentro, desde la obra matemática y lógica de Stefan Lupascu, a la hogaza de pan comprada en una tahona de un pueblo castellano…

La Parroquia Ortodoxa Rumana de Collado Villalba tiene como titular a San Daniel ermitaño, cuya fiesta se celebra el 18 de diciembre. El párroco, P. Illie Tabarcia advirtió que la fecha de nacimiento de un cierto escritor rumano que había vivido bastantes años en Collado coincidía con la festividad del titular de su parroquia y que en 2015 se cumplirían cien años desde aquel nacimiento… Este fue el punto de arranque para que se creara una comisión para el evento que actualiza su figura y su obra y que sirve de hilo conductor para lo que decimos a continuación. Así los días 17 y 18 de diciembre, en la Universidad de Alcalá de Henares, se llevó a cabo la celebración del Centenario de Vintila Horia. A lo largo del día 17, en la Universidad, intelectuales, profesores y escritores intervinieron presentando diversos aspectos de la obra de Horia.

Es posible que aquella coincidencia de fechas entre el ermitaño Daniel, santo de la Iglesia Ortodoxa Rumana, y el escritor rumano Vintila Horia tenga algún misterioso significado. Daniel, en cierto modo, se exiló a una zona boscosa de difícil acceso en el valle del río Vitau, cerca del pueblo de Putna. En aquel lugar encontró una gran roca en la que excavó una pequeña capilla. El lugar es hoy cita de peregrinos.

Vintila Horia sufrió el exilio, tal vez doblemente. Un exilio físico que le llevó a vivir lejos de su tierra y un exilio espiritual, en distintos momentos de su trayectoria. “Tal vez no haya sido –dijo Aquilino Duque- la única víctima de esa solapada inquisición de nuestro tiempo, pero desde luego ha sido la más lamentable, pues pocos intelectuales había en la España y la Europa de su tiempo que pudieran hombrearse con él”.

Vintila Horia nació en Segarcea en Rumania en 1915. Fue diplomático en Roma y Viena hasta 1944, año en que es internado con su esposa en los campos de concentración nazis de Krummhübel y María Pfarr. Fue liberado en junio de 1945, pero obligado ya a vivir en el exilio de por vida, primero en Argentina y luego en España. En 1960 publica en París su novela Dios ha nacido en el exilio y consigue el Premio Goncourt. Vive en París de 1960 a 1964, en que regresa a España, y es profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y luego catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares. Fue Premio Dante Alighieri, de Florencia, en 1981.

Sobre el escándalo que rodeó a la obtención del premio Goncourt, Viorica Patea esclareció la intrahistoria de aquella campaña difamatoria. Vintila Horia fue acusado de reaccionario y fascista. En 1945 las autoridades comunistas que se habían adueñado del poder en Rumania, amparadas por las tropas soviéticas de ocupación, habían condenado a Vintila Horia a trabajos forzados de por vida: Por un pasado que casi no poseía y por culpas que no había tenido ni siquiera tiempo para soñar, como escribiera tiempo después el mismo Vintila. Entonces -confesó el escritor- empezó mi verdadero exilio, como un proceso de anacoretismo; es decir: un proceso de separación de todo aquello que yo había sido.

La producción escrita de Horia requeriría bastante más que una jornada para ser explicada y más aún saboreada. Aquilino Duque y Antonio Enrique incidieron en Dios ha nacido en el exilio (que fue un best seller mundial) y las que forman con ésta la trilogía del exilio: El caballero de la resignación (1961) y Perseguid a Boecio (1983).

Basarab Nicolescu y Sanda Popescu disertaron sobre la búsqueda de las claves científicas, filosóficas y teológicas del futuro del mundo, de lo que dan cuenta sus libros de entrevistas Viaje a los centros de la tierra (1971) (al que dedicó su intervención el escritor José Javier Esparza) y Encuesta detrás de lo visible.

Pedro Fernández Barbadillo, habló del “escritor total”, cuyos libros y artículos “nos guían en un mundo en ruinas hasta ese sepulcro en el cielo (título de su última novela escrita en español) al que estamos llamados”.

Carlos Ruiz Miguel, destacó la contribución de Vintila Horia a la filosofía jurídica con su estudio Los derechos humanos y la literatura del siglo XX, a la literatura con Introducción a la literatura del siglo XX y a la esencia universalista y cristiana de la Hispanidad con su Reconquista del Descubrimiento (1992).

Francisco José López-Sáez, de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, indicó que “su itinerario vital consistió en un paso de la nostalgia del exilio a una fe creadora de comunión”. Señaló también que contribuyó notablemente al acercamiento entre la tradición ortodoxa y la Iglesia Católica.

Carmelo López-Arias citó la opinión del doctor Juan Matías Santos, psiquiatra y profesor de Neurociencia: “Tenía una capacidad única de atrapar los hechos cotidianos para verlos a través, y llevar desde lo cotidiano a un análisis profundo, sagaz y penetrante de lo que acontece para subrayar lo que puede acontecer. Porque algo de profeta tenía en más de un aspecto”.

En sus intervenciones Sanda Popescu y Georgeta hablaron del exilio y la contribución del escritor a la cultura rumana y universal. Fueron todas las aportaciones, sin excepción, brillantes y llenas de sabiduría y conocimiento, pero también de una calidez tributaria de la, en algunos, entrañable amistad y sintonía y en todos de la admiración no sólo por la obra, por su dignidad (era un caballero en el mejor sentido del término), y por su capacidad para suscitar en sus alumnos y en cuantos tuvimos la suerte de tratarlo, el deseo de ir más allá de la superficie de las cosas para captar su sentido último.

Nota final: en la década de los 60, Vintila Horia fue colaborador y amigo de la revista Crítica en la que publicó varios artículos.

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