Los retos a los que nos enfrentamos como humanidad en el S.XXI son enormes, complejos y profundamente interconectados. Lo que ocurre en un lugar del mundo tiene conexiones con lo que sucede en otra región alejada; lo que aparentemente afecta a un solo aspecto de la vida (medioambiental, económico o social) repercute en otros muchos. Afrontar esos retos exige realismo, responsabilidad, eficacia y respuestas multidimensionales que estén a la altura.
Ya no sirven respuestas puntuales y específicas que se limiten a un espacio y a un tiempo. La complejidad actual exige ir a las causas de esos complejos problemas; y hacerlo desde enfoques integrales que comprometan a los distintos actores internacionales que intervienen en su generación.
Ese enfoque es el que, en principio, asume la agenda internacional más ambiciosa de la historia. La llamada Agenda 2030, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas el pasado mes de septiembre. Con ella se abría el camino de los 18 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que toman la antorcha a los ODM hasta 2030. Un nuevo marco de actuación muy amplio que señala el rumbo que deben tomar nuestras acciones y compromisos para garantizar cambios reales en el planeta que habitamos. Un marco que nos permitirá exigir, como ciudadanía compromisos reales a todos nuestros gobiernos en los próximos 15 años.
Un mundo desigual
Esta agenda transformadora nace en un entorno marcado por un modelo económico neoliberal que garantiza los intereses financieros de los mercados y las multinacionales a costa de empobrecer a la inmensa mayoría de la humanidad. Un 1% de la población mundial posee el mismo patrimonio que el 99% restante, según datos de Credit Suisse.
Aunque desde la aprobación de los ODM, algunos indicadores sobre la pobreza han mejorado, la pobreza sigue inalterada en regiones enteras. Además, se han agravado problemas como las desigualdades, la destrucción del medio ambiente, la violación de derechos humanos, las violencias contra las mujeres, la corrupción, los conflictos armados, los éxodos de refugiados y refugiadas… Todo ello es una bomba de relojería que pone en riesgo la vida y la dignidad de millones de personas.
La complejidad de los que problemas que debemos afrontar para hacer realidad los ODS es enorme. Por eso, el haber alcanzado una agenda de consenso para “fortalecer la paz universal y la erradicación de la pobreza en todas sus formas” entre 193 países es un logro muy importante -aunque no tenga un carácter vinculante. El proceso de negociaciones para llegar a ella ha sido largo y difícil. Se ha intentado asegurar una construcción más horizontal que la de los ODM con mayor participación ciudadana. Sin embargo, el último tramo del proceso se realizó a puerta cerrada y se recortaron temas tan esenciales como la garantía de los derechos humanos o la creación de un mecanismo mundial para controlar el fraude y la evasión fiscal.
A pesar de las incoherencias y palabras huecas que se escuchan en todas estas Cumbres, vemos los objetivos de la Agenda 2030 como una gran utopía que nos hace caminar; un marco ambicioso que nos permitirá exigir, como ciudadanía política, compromisos reales a los gobiernos del mundo.
Novedades de la agenda
La primera novedad a destacar es que estamos ante una agenda que se plantea como universal, global, para un solo mundo. A diferencia de los ODM, no es un marco de acción del Norte -desarrollado y rico- para el Sur -en desarrollo y pobre. Es un compromiso de cambio que debe aplicarse en todos los países y que debe tener reflejo tanto en las políticas domésticas (salud, educación, acción social, políticas medioambientales, económicas, etc.), como en las internacionales (políticas de cooperación, la agrícola, la comercial, relaciones internacionales, migraciones, etc.) Y debe llevarse a la práctica desde una mirada interdependiente y global.
Además, por primera vez se contempla la lucha contra la pobreza, el desarrollo humano y el medioambiental como un todo interrelacionado. Se ha logrado la confluencia de ambas agendas internacionales y la incorporación de una concepción multidimensional del desarrollo. La Agenda 2030 se concibe desde unos objetivos -metas de carácter integrado e indivisible-, que conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental.
Otro elemento importante es el reconocimiento en el objetivo 10 de que las desigualdades entre países y en el interior de ellos se han transformado en un problema central y en un desafío global. Enfrentar tal desafío exige un abordaje integral y urgente que se parta de un contrato social universal. Las metas de este objetivo señalan la necesidad de adoptar políticas fiscales, salariales y de protección social que garanticen una mayor igualdad. También se propone alentar la asistencia oficial al desarrollo para los Estados con mayores necesidades.
Destacaría también como novedad la insistencia y valoración de gran parte de los Jefes de Estado (dado que casi todos los que tomaron la palabra en la AG de la ONU eran varones), sobre la urgencia de la consecución del objetivo 5 sobre la igualdad de géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas para contribuir decisivamente al progreso de todos los objetivos y metas. Esta fue una de las asignaturas pendientes de los ODM. La nueva agenda cuenta con un objetivo específico para este tema y, al mismo tiempo, este enfoque está transversalizado en casi todos los objetivos o metas. Sin embargo, desde el movimiento feminista internacional, alertamos de que muchas de las consideraciones que se hacen en los objetivos de la Agenda 2030 sobre este asunto no se basan en el reconocimiento de la igualdad de los derechos de las mujeres sino en la eficacia del crecimiento económico. Para avanzar en el camino de la igualdad, es capital un triple cambio que transforme el discurso declarativo en medidas programáticas concretas. Y esto exige de manera urgente: a) desmontar el sistema patriarcal vigente aún en el todo mundo y muy arraigado en todas las culturas; b) voluntad política para reformar el actual y dominante paradigma de desarrollo que prioriza el crecimiento económico por encima de las personas y sus derechos; y c) financiación previsible para su implementación.
Compromisos y desafíos de la Agenda 2030
Nos preguntamos cómo contribuir con un compromiso global a esta agenda transformadora desde el ámbito local, autonómico y estatal. Desde nuestro punto de vista, existen algunas propuestas que sumarían de manera sustancial:
1. Promover la participación activa de nuestras asociaciones, movimientos sociales, organizaciones de cooperación al desarrollo y ciudadanía comprometida con la lucha por la justicia global para garantizar la apropiación e implementación de los compromisos adquiridos en el marco de la agenda. Para ello es fundamental responder al compromiso de la Agenda 2030 de promover cualquier acción en alianza con otros actores. El texto acordado dice en su párrafo 52: “Es una agenda del pueblo y para el pueblo y por ello creemos que tiene el éxito garantizado”. Efectivamente, la viabilidad de la agenda pasa en gran parte por la participación política y articulada de la ciudadanía para la exigibilidad y seguimiento de los compromisos adquiridos en esta agenda trasformadora. Para ello debe promoverse una amplia participación social en todo el proceso; muy especialmente de los sectores más vulnerables y afectados por las injusticias existentes en todos los contextos.
2. Hablar de una propuesta transformadora supone ir a las causas de la situación en la que nos encontramos en términos de exclusión, desigualdades, concentración de la riqueza, sobreexplotación de los recursos naturales. La agenda, sin embargo, elude comprometerse con el necesario cambio del modelo de producción y consumo y sigue apostando por el crecimiento económico en un planeta finito que ya soporta un deterioro de sus recursos naturales muy superior a su capacidad de reposición. Desde las OSC de desarrollo y organizaciones sociales de todos los contextos con los que cooperamos promovemos un nuevo modelo económico y social que transforme radicalmente muchas de las reglas del juego, que ponga a las personas y sus derechos en el centro, velando por la sostenibilidad del medio ambiente.
3.Garantizar la promoción y exigibilidad de los derechos humanos por parte de los Estados. La agenda carece de un verdadero enfoque de derechos. Sin embargo, las causas estructurales de la desigualdad y la pobreza seguirán intactas si no se abordan desde ese enfoque. Por ello, los derechos humanos y su efectivo ejercicio deben ser el marco fundamental que rija la aplicación de los ODS.
Desde esta perspectiva, los principios de DDHH acordados internacionalmente pueden ser un buen punto de partida para definir los indicadores para el seguimiento. Podría aprovecharse todo el potencial de exigibilidad y rendición de cuentas que tienen los mecanismos internacionales de DDHH y de instrumentos como el Examen Periódico Universal del Consejo de DDHH donde los Estados son examinados cada cuatro años, para contrarrestar el carácter voluntario de la Agenda de los ODS.
4. Exigir políticas públicas sociales y una financiación suficiente y predecible. Los gobiernos no parecen estar dispuestos a hacer grandes cambios en las reglas del juego. El compromiso del 0,7% de la RNB para desarrollo es ineludible; los fondos públicos deben garantizarse independientemente de otros fondos adicionales.
Los gobiernos no pueden alegar que para alcanzar esa cifra los recursos deben diversificarse. Además de esto, los gobiernos deben dar pasos decisivos en temas como la coherencia de políticas, la erradicación de paraísos fiscales, la lucha contra la evasión fiscal; compromisos concretos que aseguren la justicia fiscal y la equidad al interno de los países.
5. Convertirnos en activistas de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas para conseguir el progreso en todos los objetivos y metas. Tenemos en nuestras manos la mejor estrategia que es la educación y el mejor medio que es la comunicación. El 70% de la población pobre a nivel mundial son mujeres y niñas; y una de cada tres mujeres y niñas sufren la lacra de las violencias machistas y patriarcales. Estas escandalosas cifras obligan a tomar medidas inmediatas que combatan la discriminación de la mitad de la población mundial por el mero hecho de ser mujer.
Como asociaciones y organizaciones de la sociedad civil, a partir de ahora, debemos elaborar una estrategia de incidencia política y social que lleve a pasar de la retórica y de una declaración de buenas intenciones -muy loables pero ambiciosas-, a un plan de acción que realmente aborde las causas y que tome en serio una ruta de seguimiento y rendición de cuentas. El plan debe ser transparente y participado, y asegurar compromisos urgentes y concretos para la implementación de la Agenda 2030.
No hay que olvidar que la agenda aprobada no tiene carácter vinculante, por lo que la transformación de estos objetivos en políticas públicas que impliquen compromisos vinculantes de obligado cumplimiento, depende también de la presión ciudadana.
Por MERCEDES RUIZ-GIMÉNEZ AGUILAR
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