Ha venido desde Irlanda para participar en Ávila en el VI curso de la Cátedra Josefa Segovia que la Institución Teresiana en convenio con el CITES-Centro Internacional Teresiano Sanjuanista- celebra cada año en la Universidad de la Mística. Se llama Bárbara Walshe; es madre, esposa, abuela y, actualmente, Directora del Centro para la Paz y Reconciliación de Glencree (Irlanda). En el curso, ha compartido con nosotros su experiencia de búsqueda del perdón y la reconciliación en una tierra con una historia tan violenta como la de esta tierra irlandesa. Ella tiene un sueño: “Mi esperanza para mi mundo y el de mis nietos es que, en vez de recurrir a la violencia, seamos capaces de crear y desarrollar una manera distinta de resolver problemas”.
Ana Gutiérrez: Muchas gracias por concedernos esta entrevista. ¿Podrías empezar presentándote brevemente?
Barbara Walsh: Durante los últimos 10 años, he trabajado en el área de la construcción de la paz y la justicia restaurativa. Actualmente dirijo el Centro de Glencree para la Paz y Reconciliación, que está ubicado a 20 kilómetros de Dublín, en las colinas de Wicklow, en una zona aislada y hermosa… La tierra de Irlanda ha sufrido un conflicto que ha durado desde finales de la década de los 60 hasta que se firmó el Acuerdo de Belfast/Good Friday en 1998. Glencree, durante los últimos 40 años, ha mantenido un espacio para el diálogo y la discusión entre personas con distintas perspectivas e ideologías en conflicto.
A. G.: ¿Puedes dibujar para nuestros lectores el trasfondo histórico del conflicto en Irlanda del Norte?
B. W.: Este año de 2016 es el centenario de la Rebelión de la Semana Santa de 1916, un evento que conduce a la creación de la República de Irlanda. Se trata de un país pequeño, una isla en medio del Atlántico con una población de cuatro millones y medio en la República de Irlanda, al sur del país, y de millón y medio en los seis condados del Norte de Irlanda que siguen siendo parte del Reino Unido. La isla de Irlanda fue dividida en 1921 en un acto del Parlamento Británico tras la Guerra de la Independencia Irlandesa (1919-1921). Dicho acto parlamentario dio lugar a la creación de la República de Irlanda, con una mayoría católica del 90%, y de una entidad de seis condados, en el noreste de la isla, para satisfacer las aspiraciones de la minoría protestante de permanecer dentro del Reino Unido. Una amarga guerra civil de nueve meses de duración fue la respuesta a la partición del país; un choque que ha seguido definiendo a los dos principales partidos políticos hasta el día de hoy.
Después de la partición del país, el resto de la isla se llamó el Estado Libre, luego República de Irlanda, con una mayoría católica del 90%. Asimismo, se estableció un parlamento en Irlanda del Norte, en Belfast, que fue dominado rápidamente por el Partido Unionista Protestante de Irlanda del Norte. La subsecuente discriminación institucionalizada contra la minoría católica/nacionalista en esta zona produjo, como reacción, un movimiento pacífico para reclamar los derechos civiles de la minoría católica en los años 60 del siglo XX. Dicho movimiento encontró una respuesta violenta por parte de algunos que provocó la aparición y radicalización de un Republicanismo Irlandés violento, empezando así un conflicto agrio y duradero que terminó con la firma del Acuerdo de Good Friday/Belfast en 1998.
Hasta la fecha de hoy, han muerto más de 3.700 personas, más de 48.000 han sido gravemente heridas y se han producido más de 34.000 tiroteos y 14.000 explosiones de bombas.
A. G.: En tu opinión, ¿cuáles han sido los factores principales en cuanto al logro de lo que tú has llamado una paz “frágil”?
B. W.: En la cuestión irlandesa hubo una sinergia de intereses de líderes políticos: el primer ministro británico Tony Blair, el presidente americano Bill Clinton y el primer ministro del Sur de Irlanda, Bertie Aherne, trabajaron duramente a favor de la paz. Ellos movilizaron a gente de fuera de Irlanda, trabajaron con los distintos bandos dentro de la isla y llegaron a conseguir un tipo de paz.
Los niveles de violencia han disminuido, pero la herencia del conflicto sigue vigente y, para mucha gente, es muy dolorosa. Hay numerosas víctimas que están traumatizadas como consecuencia de lo que sucedió. Hay personas que están buscando verdad y justicia, reconciliación y restitución. Se habla mucho de justicia y de verdad, pero no hay ningún acuerdo sobre cómo se puede conseguir esto. Ha habido numerosos intentos de conseguirlo, pero también se ha dado un debate agrio al respecto con un rechazo por parte de ambos lados, muchas veces.
Mucha gente ha trabajado con las dos comunidades para conseguir la paz. Algunos grupos religiosos han trabajado sin descanso por la paz, aunque también es verdad que otros grupos religiosos han secuestrado su tradición religiosa con objetivos sectarios y ambiciones políticas. Tras el Acuerdo de Belfast en 1988, hubo ex-republicanos que participaron en el proceso político; también algunos paramilitares se convirtieron en trabajadores comunitarios en sus propias áreas, mientras que otros recurrieron a actividades criminales.
A. G.: Específicamente, ¿cuál ha sido el rol de Glencree en todo este proceso?
B. W.: Cuenta la leyenda que en 1974 una mujer llamada Una Higgins O’Malley, cuyo padre fue ejecutado durante la Guerra Civil, miró a través de las verjas cerradas de Glencree y convenció a las autoridades para que las abrieran y ofrecieran el lugar como refugio a personas involucradas en nuestro conflicto. Cuando dicho conflicto empezó en Irlanda del Norte, algunas personas tuvieron que abandonar sus casas y Glencree les ofreció respiro y cobijo. Poco a poco Glencree se fue convirtiendo en un lugar adonde llegaban personas para entablar un diálogo, un debate, incluyendo personas que ahora llamaríamos terroristas. Allí aprendieron a dialogar con el otro y esto ayudó a crear las condiciones para la paz. Glencree ofreció:
– Un espacio residencial seguro y no amenazante a políticos de diferentes corrientes de Irlanda y Gran Bretaña.
– Una oportunidad de explorar y desarrollar un entendimiento de temas concretos y áreas problemáticas en las que existían bloqueos y, en la medida de lo posible, conseguir un consenso sobre cómo poder avanzar en las negociaciones.
– La habilidad de conectar y construir relaciones entre personas influyentes, a distintos niveles: alto, medio y a nivel de la comunidad.
A Glencree llegaron víctimas del conflicto que estaban traumatizadas y silenciadas por sus experiencias. Y descubrimos que cuando mantenemos un espacio para la gente, y les ayudamos con recursos, ellos vuelven a encontrar su propia voz. Como católicos, la mayoría de nosotros crecimos pensando que “teníamos razón y que ellos estaban equivocados”, mientras que los protestantes pensaban “tenemos razón y los católicos están equivocados”. Glencree ha sido un lugar donde la gente ha construido relaciones; aquí han podido hablar sobre sus diferencias, descubrir que hay buena gente en ambos lados, y crear amistades. Glencree ha facilitado debates entre políticos que ellos no hubieran podido tener en su propio entorno.
Pero el trabajo de la construcción de la paz sigue, no termina. Muchas veces oigo a gente decir que “tenemos un acuerdo de paz y, por lo tanto, ya está todo hecho” pero, aunque hay menos violencia que antes, los colegios siguen estando segregados, todavía hay muros entre las dos comunidades y la gente sigue con miedo aunque, poco a poco, se van dando los primeros pasos hacia la posible construcción de una relación con el otro.
A. G.: ¿Cómo ves el rol de las mujeres en todo este proceso?
B. W.: Pienso que el rol de la mujer en la construcción de la paz a nivel mundial es crucial. Las mujeres representan un 50% de la población. Muchas mujeres hacen la paz en sus familias y sus comunidades. Son ellas las que se quedan para hacer frente a lo que surja y mantener la familia unida mientras sus maridos están en la cárcel, por ejemplo.
Glencree reconoce el sufrimiento desproporcionado de las mujeres y los niños en los conflictos, pero también reconoce el papel crucial que las mujeres pueden jugar y han jugado en la construcción de la paz. Por lo tanto, Glencree apoya el empoderamiento y la politización de las mujeres para que puedan asumir roles a niveles locales y nacionales. Muchas veces esto entraña un riesgo significativo en comunidades patriarcales, donde a menudo hay una presencia paramilitar fuerte. Como dijo la ex presidente de Irlanda y Comisaria de los Derechos Humanos de la ONU, Mary Robinson: “Hemos visto en regiones de muchos países el papel crucial que las mujeres juegan como constructoras de paz, organizadoras de comunidades, y voces de los marginados. Estamos convencidos de que el fortalecimiento del liderazgo de las mujeres a todos los niveles es la clave para la promoción de la paz, un desarrollo sostenible y los derechos humanos en el siglo XXI”.
A. G.: ¿Cuál es el papel de la educación en este proceso?
B. W.: Creo que el rol de la educación en Irlanda del Norte es problemático, puesto que el 95% de los colegios existe una segregación con el resultado de que muchas personas jóvenes no se encuentran y no se conocen. Ahora están desarrollando lo que se llama una educación compartida, pero no hay ningún consenso sobre una educación integrada y tanto católicos como protestantes están empeñados en mantener sus propios colegios; por lo que hay muy pocos colegios integrados.
A. G.: ¿Cómo podemos asegurarnos de que la exploración de la memoria histórica conduzca a la sanación de las heridas en vez de a la permanencia de los antagonismos?
B. W: Creo que esto es un reto importante. Ahora mismo Irlanda está celebrando una década de conmemoraciones (1912-1922) que incluye la Guerra de 1914, en la que protestantes y católicos lucharon codo a codo en el ejército británico y murieron y fueron enterrados juntos. En 1912, en Irlanda del Norte, se firmó con sangre una proclamación en la que se decía que la comunidad protestante quería permanecer en el Reino Unido. Luego, tuvo lugar el Rising en 1916, que se describe como el nacimiento de la República de Irlanda. Por lo tanto, desde el 2012 al 2022 hemos experimentado y vamos a experimentar 10 años de conmemoraciones difíciles en nuestro país.
Actualmente, estamos intentando entender esto a través de historias personales que desafían el concepto de historia única porque, en realidad, se trata de una historia compleja que es contradictoria, a veces heroica y a veces ambigua.
Las personas de ambos lados tienen sus propios héroes pero, en algunas zonas las imágenes de armas violentas y las imágenes machistas en muros y paredes han sido reemplazadas por símbolos más neutrales o relacionados con el medioambiente. Me siento bastante orgullosa de Irlanda en lo que se refiere a las narrativas e historias personales que han aparecido recientemente en la radio y la televisión. En algunos casos la gente, por primera vez, ha sacado de las cajas donde estaban guardadas medallas de guerra de sus abuelos o de sus tíos abuelos.
Cuando estos hombres volvieron a Irlanda después de la Guerra en 1916 o 1917, no podían llevar sus uniformes del Ejército Británico. Muchos de estos hombres lucharon por razones económicas para apoyar a sus familias y porque en aquel momento el líder político irlandés John Redmond dijo que, si luchaban por Gran Bretaña, los británicos concederían a Irlanda su propio gobierno. Hoy en día, se están recuperando estas historias en los medios de comunicación irlandeses, incluyendo el papel que jugaron las mujeres y el coste de la violencia en cuanto a la pérdida de vidas civiles, en un intento de equilibrar la historia.
A. G.: ¿Cómo se evita que las víctimas sientan resentimiento sobre lo que ellos perciben como la victoria de aquellos que han usado la violencia al perseguir sus objetivos políticos?
B. W.: Glencree ha trabajado con muchas víctimas del conflicto y tenemos debates sobre quién es y quién no es una víctima. Hubo víctimas en todas las comunidades, personas que tuvieron que huir de sus propias casas, personas que desaparecieron, miembros de las fuerzas de seguridad que fueron heridos o asesinados en el curso del conflicto… Las familias con seres queridos heridos o asesinados todavía viven con las cicatrices del conflicto…
Ayer mostraba un video en el que se veía a un hombre que llevaba trabajando como policía tan solo 3 meses cuando lanzaron un misil sobre su Landrover y perdió sus manos y su pierna. Este hombre ha ido a Glencree y a otros muchos lugares y ha hablado sobre el impacto de la violencia. Ha querido dejar claro que, tras el acto violento del que fue víctima, meditó mucho sobre si iba a pasar su vida resentido y amargado sobre lo que había pasado o no. Al final, tomó la decisión de vivir en positivo y de contribuir a la vida de otras muchas maneras.
A. G.: Barbara, ¿qué ha supuesto para ti involucrarte en Glencree?
B. W.: Glencree me ha proporcionado un lugar donde puedo realizar el tipo de trabajo que me encanta y que representa una parte central de mi vida. Me interesa el área de la justicia restaurativa, no solamente para las víctimas de conflictos violentos, sino también para la violencia en las cárceles y comunidades. Somos un centro para la Paz y la Reconciliación y su ethos es el mismo que el mío. Yo considero que la misión de Glencree es mantener el espacio donde los adversarios puedan encontrarse, donde se puedan sanar las heridas. Como directora de dicho centro, me gustaría desarrollar y expandir este trabajo para que, dentro de un par de años, alguien pueda asumir mi rol y el centro siga vivo y funcionando. Acabamos de sufrir una recesión en Irlanda que ha tenido un impacto terrible sobre el trabajo de Glencree. Durante el último año hemos estado saliendo de esa recesión y seguiremos trabajando con la herencia de este conflicto, que incluirá el trabajo con mujeres, jóvenes y víctimas… También vamos a trabajar con refugiados, vamos a desarrollar la educación para la paz y vamos a hacer de Glencree un lugar donde la gente puede venir a escuchar y pensar sobre la paz.
A. G.: ¿Juega un papel la fe cristiana en el proceso de sanación?
B.W.: Creo que definitivamente tiene un papel, pero también creo que los cristianos tienen que tener cuidado. Mi opinión es que no se puede obligar a alguien a perdonar. Los cristianos solemos pensar que Dios ha decretado que tienes que perdonar y, para mucha gente, esto es muy difícil. No quiero decir que Dios y la gracia no puedan ayudar en el proceso de perdón, pero creo que tienes que ser consciente también del hecho de que las personas, a veces, tienen su propia manera de caminar hacia el perdón.
A veces hablo del perdón como una liberación. Si eres capaz de perdonar, esto te libera del estar atado a la persona que causó el daño. A veces, si perdonas, no estás solamente perdonando a la persona que te ha hecho daño, sino que te estás ayudando a ti mismo al evitar ser consumido por la amargura o el rencor. He de decir también que mis encuentros con otras creencias me han dado una riqueza que a lo mejor no hubiera obtenido solo de la mía propia.
A.G.: Ahora mismo, el mundo está siendo torturado por violencia perpetrada en nombre de la religión y el problema irlandés tiene un componente religioso. ¿Hay lecciones que otras religiones pueden aprender del papel que la religión jugó en el conflicto en Irlanda?
B. W.: Creo que la fe es un gran don. El problema surge cuando se secuestra la religión en aras del poder político. Supongo que, si hay alguna lección que extraer del conflicto irlandés, es la necesidad de que la gente sea consciente de cuándo se está intentando secuestrar la religión para otros fines. Hasta cierto punto, cuando crecimos en Irlanda, ser católico y ser nacionalista eran casi la misma cosa y no éramos capaces de separarlos dentro de nuestras mentes. Ahora observo el dolor de muchas personas musulmanas, puesto que el islam está siendo secuestrado en aras del poder y esto confunde y molesta a la gente buena. Por otro lado, Francia se ve a sí misma como un país secular y es como si la religión no existiera y esto tampoco está bien. La religión es una manera muy rica que la gente tiene de vivir sus vidas y practicar los valores derivados de sus creencias religiosas. A menudo me pregunto si estamos viviendo con una herencia moral derivada de los valores cristianos y temo lo que pueda pasar cuando esta herencia desaparezca. Por lo tanto, tenemos que reconocer que la fe de las personas es importante pero que el problema surge cuando se secuestra la religión para otros fines. La fe cristiana ha sido secuestrada también de esta manera, por ejemplo, durante las Cruzadas y creo que no hemos aprendido la lección. Para mí, la clave es ser consciente de cuándo estamos siendo arrastrados por algo que no tiene nada que ver con Dios, pero sí con el poder.
A. G.: ¿Cuáles son tus esperanzas para el futuro?
B. W.: Tengo unas esperanzas muy sencillas. Espero que encontremos maneras de resolver conflictos sin matarnos el uno al otro. Espero que la educación para la paz sea una parte fundamental de la educación de cada niño. Espero también que las mujeres asuman un papel más activo en la política mundial y en la construcción de la paz. Espero que, en nuestro país, nos llevemos mejor entre nosotros, que podamos desarrollar una relación mejor entre el norte y el sur de Irlanda, que lleguemos a conocernos mejor, y que consigamos dialogar de una manera más honesta y menos superficial.
Por ANA GUTIÉRREZ
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