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FAMILIA Y EDUCACIÓN EN LA ERA DIGITAL

El pasado mes de abril organizamos una jornada sobre la relevancia del ciberacoso en la educación de jóvenes y adolescentes. Aunque asistieron varios profesores de centros educativos próximos, la jornada tuvo como destinatarios a un centenar de policías que desempeñan funciones educativas en diferentes centros de la ciudad. Una de las ponencias corrió a cargo de uno de los inspectores jefe de la unidad de delitos informáticos de la jefatura superior de policía. En su conferencia nos contó dos experiencias curiosas. Primera, en la educación de sus hijos hubo un momento en el que se llevó el modem al trabajo para que sus hijos no estuvieran enganchados a todas horas. Segunda, cuando sus hijos se abrían una cuenta en cualquier red exigía que mantuvieran a los padres como amigos y no los bloquearan.

Todos sabemos que si nuestros hijos nos bloquean o nos excluyen no tenemos acceso a la información que ellos vuelcan en la red. Y esta información que vuelcan en la red no sólo es importante para conocer los contextos sociales en los que se mueven sino para conocer algo tan sencillo como dónde van, qué hacen o cómo se entretienen. Antes eran cuestiones que se planteaban verbalmente y formaban parte de la conversación familiar. Ahora la mayor parte de la información que podemos tener sobre la vida social de nuestros hijos la obtenemos a través de las redes. Si ellos nos bloquean o impiden acceder a la información que vuelcan en la red, ¿qué sabemos de ellos? ¿podemos tener alguna esperanza de que sean sinceros cuando nos informan de lo que hacen fuera de casa? ¿acaso lo éramos nosotros cuando informábamos a nuestros padres?

Cuando el inspector que impartió su conferencia dijo que sus hijos no lo admitían en las redes y no aceptaron la condición que les había impuesto, él tomó la decisión de dejar a sus hijos sin ordenador y sin conexión alguna en todos los dispositivos móviles. En un momento de tregua y negociación familiar se estableció la cláusula negociadora de aceptar a los padres como amigos. He aquí un ejemplo de los grandes temas sobre los que dialogamos en la familia: ¿qué límites establecer en el uso de los dispositivos y cómo conocer algo, no mucho, de la vida de nuestros hijos?

En otro tiempo era más fácil porque había una tribu, un barrio o una comunidad más homogénea de valores, creencias y cosmovisiones. Esta referencia comunitaria no ha desaparecido, se ha transformado y vuelto más compleja. Tiene dimensiones más universales y globales porque todos nos movemos en un entorno global. Tenemos grandes oportunidades para que esta comunidad sea universal y cosmopolita, para que los valores éticos no sean los valores étnicos. Tenemos grandes riesgos porque el cerebro de los sujetos está más disperso, es más epidérmico y no funciona con el modelo de la brújula sino con el del radar.

Ante este horizonte educativo para las familias ofrezco un pequeño decálogo que puede ser de utilidad para familias que empiezan, que  alguna vez se han planteado cómo afrontar con responsabilidad la conectividad emocional de nuestros hogares en la era digital.

1. Apocalípticos versus integrados. Pocas familias responsables están dispuestas a ponerle puertas al campo y romper radicalmente con las posibilidades educativas que ofrece la era digital. En todo caso, no estamos ante una novedad puramente técnica o tecnológica sino ante una novedad cultural. Si creemos que se trata de un problema de cables, dispositivos o conexiones, estamos equivocados. Estamos en un era nueva y somos protagonistas de un tiempo de transición, esto exige una clarificación de actitudes.

Para esta clarificación y análisis de actitudes siempre es útil recordar a Umberto Eco cuando nos decía que ante los fenómenos culturales hay dos grandes patrones de juicio. El apocalíptico juzga la novedad como sospechosa, peligrosa y algo perversa. El integrado juzga el cambio como positivo, enriquecedor y bueno. Por tanto, primer paso, analizar y clarificar posiciones en la alfabetización digital de los hogares.

2. Planificación estratégica de la vida familiar. El segundo y no menos importante es la planificación estratégica o el management de la vida familiar. Si las empresas tienen planes de actuación con los que racionalizan sus procesos, ¿por qué no racionalizar un poco la vida familiar? ¿acaso es menos valiosa la familia que la empresa? Si las empresas tienen expertos con los que intelectualizan sus relaciones interpersonales, ¿por qué no intelectualizar la vida familiar? Entiéndase intelectualizar en el sentido de aplicar todas las teorías posibles de las inteligencias humanas, desde la tradicional aristotélica a la social a la emocional pasando por la maternal.

La vida familiar no puede quedar ajena a tanto supermercado de las inteligencia múltiples. La vida familiar no está sobrada de inteligencias y por ello limitarse a una sola es empobrecedor. Siempre es muy útil una pizarra en la cocina o un cuadrante semanal de tareas renovado semanalmente con los imanes que pueblan la puerta del frigorífico. La pizarra o el papel siguen siendo grandes herramientas educativas porque focalizan la atención, priorizan las obligaciones y provocan grandes conversaciones familiares.

3. Poli bueno/poli malo. La vida familiar depende mucho de la planificación estratégica de la pareja. Como en los grandes guiones de películas y series, los padres tienen que tener claros los roles. Ciertamente padre y madre tienen que responsabilizarse conjuntamente del hogar pero todos sabemos lo que cada uno hace mejor que el otro. Esta división de funciones a la que me refiero no tienen nada que ver con las cuestiones de género sino con las funciones educativas.

Las broncas, las reprimendas y los castigos no tienen que hacerse por duplicado o al cuadrado. Es importante marcar territorios, establecer agentes para cada una de las funciones educativas y organizarse en clave de complementariedad cooperativa.

4. Cultura del dormitorio. Los expertos señalan que se está desarrollando una peligrosa cultura en los hogares relacionada con el ensimismamiento, el solipsismo y la autorreferencialidad de los hijos. Esto se produce cuando los dispositivos móviles les acompañan a todas horas y no saben separarse de ellos, ni para dormir. Algunos se encierran en el dormitorio y los padres descubren a la mañana siguiente que las funciones neuronales, emocionales y actitudinales han cambiado, no rinden lo suficiente, no atienden, incrementan la agresividad y cambian los biorritmos.

A veces preferimos ceder en las pautas educativas y consentir que los hijos nos dejen en paz poniéndoles un televisor, un ordenador o un dispositivo en su propio dormitorio. Con ello tenemos garantizado un partido completo, un telediario completo o una peli completa cuando llegamos del trabajo, sin embargo, ¿es educativo? Algunos expertos nos recuerdan la necesidad de que el ordenador esté en lugar común y visible, ahora bien, los móviles y las tablets facilitan la conexión en cualquier lugar de la casa.

5. Miedo a la insignificancia.  Nuestros hijos se enfrentan a la irrelevancia si tienen pocos amigos en Facebook o si tarden más de 24 horas en llegar a un determinado número de me gusta cuando cuelgan una información. Tienen miedo a ser irrelevantes e insignificantes porque su presencia o impacto es insignificante. Si la adicción de los dispositivos se está convirtiendo en una patología, la insignificancia en los dispositivos también lo está siendo. Por es importante favorecer procesos de socialización familiar y social que no estén vinculados necesariamente al uso de los dispositivos.

En el futuro, los conceptos de socialización, adaptación e integración social deberán plantearse desde este óptica. Incluso el concepto de marginado o de idiota tendrá que ser repensado desde las coordenadas de la conectividad digital. Algunos trabajos de Byung-Chul Han van en esta dirección, por ejemplo, en su libro de Psicopolítica (Herder, Barcelona, 2014) afirma: “El idiota es por esencia el desligado, el desconectado, el desinformado…es un hereje. El herético es quien dispone de una elección libre…Frente a la creciente coacción a la conformidad sería hoy más urgente que nunca aguzar la conciencia herética” (p. 122)

6. Sin miedo a establecer límites y poner controles. Como padres debemos establecer reglas de juego claras en la vida del hogar. Eso significa establecer límites y poner controles. De la misma forma que el buen juego requiere un buen árbitro, así la vida familiar no es menos felicitante y gozosa cuando hay mayor indeterminación. Sin  el buen uso del reglamento y la tarjeta no hay juego limpio. Entre la libertad abstracta y la libertad sensata, el filósofo francés Paul Ricoeur nos recuerda que está la mediación de la institución.

La vida familiar no sólo es un espacio educativo donde nos entrenamos para elegir sino un ámbito moral donde aprendemos a decidir. Sin educación para la elección y la decisión no hay educación para la responsabilidad. Y la familia es el primer espacio institucional donde nos capacitamos para elegir, decidir y transformar una libertad indeterminada en una libertad sensata.

7. Coordinación de familias. Aunque nosotros seamos más listos porque tenemos más experiencia, nuestros hijos son más inteligentes, están más espabilados, más abiertos y tienen menos miedo a la novedad. Para completar ese déficit de inteligencia están las otras familias con las que compartimos espacios sociales o educativos.

Los tiempos de espera en el cole, la catequesis, la compra o los deportes son espacios privilegiados para compartir información sobre las cohortes que educamos. Nuestros hijos utilizan esta información para liberarse de nosotros (“si a ellos les permiten por qué a mí no”), nosotros tenemos que utilizarla para contrastar información y generar el déficit de tribu del que carecemos.

8. Familia extensa: flexibilidad y descontrol. Hay quienes sostienen que las nuevas cohortes de adolescentes y jóvenes están siendo educadas por los abuelos. De hecho, dada la precariedad laboral de muchas familias, la falta de políticas familiares adecuadas y la insensibilidad de las administraciones educativas a los horarios de las familias, los abuelos se han convertido en una pieza clave de la educación familiar.

Sin embargo, está demostrado que en los primeros años de la infancia una semana con los abuelos tira por tierra varios años de pedagogía familiar. La disciplina en las comidas, el uso de los dispositivos móviles y la política estratégica en la gestión de chuches cambia radicalmente cuando los hijos van con los abuelos. Aunque los hijos aprenden el valor de la flexibilidad en los criterios educativos, los padres comprobamos que la entropía y caos no son sólo principios de la física corpuscular sino educativa.

9. Padres sin maestros. Las relaciones entre padres y maestros requieren un capítulo aparte. Un padre no puede estar machaconamente diciéndole a los hijos que cuiden la forma de vestir cuando se encuentra con maestros que son profesionales en el desaliño, los piercing y los tatuajes. ¿Con qué autoridad decimos a nuestros hijos que el piercing es un peligro cuando sus profes los llevan, los muestran y presumen de ellos? ¿Con qué autoridad o credibilidad gestionamos la política de tatuajes cuando nuestros grandes ídolos futbolístico y musicales llevan todo el cuerpo tatuado?

Una educación inteligente requiere una comunidad inteligente donde padres y maestros trabajen coordinadamente. De poco vale que yo establezca límites en el uso de los dispositivos móviles en el hogar si en la escuela obligan a los hijos a que localicen todo en la red o trabajen con dispositivos móviles. El hecho de que Gutenberg haya sido sustituido por Steve Jobs cómo gurú de la galaxia tiene graves consecuencias educativas que tendremos que analizar con más calma.

10. Oportunidades para la admiración y el silencio. Por último, la familia y la escuela no pueden perder de vista el silencio como ámbito educativo. En la era digital no sólo son importantes las conexiones, las digitalizaciones o los dispositivos sino los tiempos de silencio, escucha y admiración. Los auriculares no sólo nos permiten estar siempre conectados al dispositivo y conocer las novedades de Spotify Premium, también nos pueden ayudar para descubrir las lecturas del día si estamos conectados a rezandovoy.org, para gestionar tiempos de meditación, o incluso para taponar el ruido de los ambientes y dejarnos con nosotros mismos.

Como hemos mostrado en otros trabajos, el silencio tiene un gran valor educativo que está por explotar. Hay un desafío educativo relacionado con la capacidad de escucha, el silencio y la admiración, un entrenamiento que proporciona superpoderes para afrontar el lado oscuro de vida familiar.

¿Quién nos entrena para la fragilidad, la vulnerabilidad y el misterio? Invito a los lectores a que sigan esta conversación en otros trabajos donde compartimos con otros padres la peligrosa pero apasionante aventura de educar:

– Calidad educativa y justicia social. PPC, Madrid, 2006.

– Ética de la vida familiar. Claves para una ciudadanía comunitaria. Desclée, Bilbao, 2008

– Educación y redes sociales. La autoridad de educar en la era digital. Encuentro, Madrid, 2013.

Por AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA

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