OPINIÓN

AVANCEMOS JUNTOS

Las teorías físicas se han configurado al buscar respuestas, entre otras, a preguntas acerca de las fuerzas que producen los movimientos de las cosas, sea la caída de la manzana o los coches de la carretera; los astros del universo o las particulas subatómicas. Y, aunque los amantes del método de la fisica se empeñan, a menudo, en articular teóricamente las fuerzas que mueven la historia en una racionalidad matemática, que aquí sería económica, los hechos no les dan completamente la razón. Nuestro presente parece desmentirles.

El día 23 de este mes de junio, los ciudadanos del Reino Unido votaron si al Brexit, es decir, a abandonar su pertenencia a la UE. En los dias sucesivos, Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte han vivido sumergidos en un tsunami de paradojas. Salen a la luz las falsedades sobre las que los líderes del si construyeron la campaña y la irresponsibilidad, marcada por la ignorancia en muchos casos, con que actuaron muchos votantes del si. Abundan las declaraciones y emergen las manifestaciones para pedir que no se lleve a efecto el resultado del referendum. Hay crisis en el interior de los grandes partidos y acusaciones de intereses bastardos en algunas estrategias y movimientos tácticos llevados a cabo por algunos líderes de la campaña. A ello se añade la ausencia de previsiones para el caso de que triunfara el sí. Lo más próximo al caos pero, esta vez, sin leyes matemáticas que lo regulen.

El 26 de junio, los españoles fuimos a las urnas para votar por segunda vez a nuestros representantes en el Parlamento, con la confianza, ¿escèptica confianza?, de que formen Gobierno. La historia se mueve conjugando variables que no pueden ser aparcadas como irrelevantes y cuando esto se hace, las consecuencias pasan factura. Recordemos algunas de ellas.

Además del factor humano, que inevitablemente actúa en cada uno de los líderes, podemos diferenciar una diversidad de modos de actuar de la razón en la dinámica de la politica. Cuando se escamotea alguno, padece el resultado, conjugarlos todos es el arte de la buena política.

Comencemos por la racionalidad económica, que bien puede ser mirada como la condicion de posibilidad para seguir adelante. Hemos aprendido desde tiempos de Max Weber, y por diversos caminos, que precisamos conjugar este tipo de racionalidad con otras expresiones de la razón cuando se hace presente en manifestaciones de lo humano a veces tachadas de irracionales. Hay racionalidad en el discurso de la acción orientada por valores; hay racionalidad en el discurso de  la acción motivada por las emociones; hay racionalidad en el discurso de la acción inspirada en las mejores tradiciones o, si se prefiere, en el fruto de la experiencia humana compartida a través de la historia..

¿Serán capaces nuestros líderes de construir un diálogo que no desprecie ninguna de estas expresiones propias de la condicion humana común? Porque sólo si bajan a la arena de dar concreciòn a las demandas de la vida diaria que están en juego en cada una de ellas, lo sabremos. Cómo conjugan en proyectos y planes, por ejemplo, la libertad y la justicia, la libertad y el respeto a la vida humana. Cómo conjugan otros muchos valores cuya presencia en la acción legislativa dan visibilidad a los verdaderos intangibles que comporta la acción política al servicio de la dignidad humana en todos los casos, también, y especialmente, en aquellos en los que la vulnerabilidad es mayor.

Además del discurso ético, precisamos de un discurso y de una acción que tome en peso las emociones. No basta la respuesta reactiva, el desprecio de algunos o la mera aplicación de las leyes. Las heridas de las víctimas de la violencia necesitan ser reconocidas y cerradas. Las cuestiones identitarias esperan enfoques superadores, discursos veraces, voces que desenmascaren fantasías, imaginación propositiva. Precisamos palabras y gestos que tomen en peso tradiciones, esa experiencia compartida y decantada a través de los siglos en tiempos de luchas y de paz, de sombras y de luces, que constituye el humus de nuestra cultura comun.

Dejemos las ideologías al pasado, dejemos con ellas las vías dogmáticas en las que sólo cabe el discurso de unos pocos. Dejemos las utopías que han sido un escape y un refugio en un mundo imagiario, una excusa para quienes han buscado en ellas huida para el compromiso con la transformación de las condiciones que hacen posible una vida digna para todos. Pidamos a los líderes que se abran críticamente a una pluralidad de visiones y de concreciones que respeten y no humillen. Pidámosles que dejen de anteponer las ambiciones propias, quizás lícitas, a una dinámica que facilite avanzar juntos hacia una visión de nuestro momento en el que salgan a la luz las posibilidades nuevas que se encierran en él.

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