OPINIÓN

TENEMOS SED DE PAZ

Las guerras han dejado su huella en la historia humana hasta el punto de que no sabríamos narrar ésta sin mencionar aquellas. Gaza, Ucrania, Siria, Irak, Sudán del Sur… trece conflictos que empañan el mundo ahora mismo.

Vivimos un tiempo en que los medios de comunicación y las redes sociales se encargan de mostrarnos los efectos de la violencia que se deriva de los conflictos provocados por los intereses económicos, ideológicos o por un abuso y manipulación de los sentimientos religiosos: “La guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma”, ha dicho el papa Francisco, recientemente en Asís.  Sus efectos, en forma de muerte, destrucción, miedo, movimientos de refugiados, han dejado de ser ajenos a nuestra cotidianidad. A menudo nos preguntamos ¿qué podemos hacer? ¿Cómo pasar de la idea abstracta que habita en la palabra paz, a un proyecto que se concrete en este mundo tan roto y tan herido?

Porque hay una tarea que la vemos lejos del alcance del común de los ciudadanos a pie: interrumpir la venta de armas, decisiones cargadas de intereses de los gobiernos, decisiones de líderes fundamentalistas, etc. Pero se trata de encontrar otros modos, otras vías de buscar y de promover la paz. Y están los movimientos ciudadanos, las acciones generosas vehiculadas por muchas ONG, las decisiones de algunos gobiernos, pocas y en cualquier caso, insuficientes, en relación con la acogida de refugiados, y tantas otras que se orientan a la promoción de la justicia. La paz, se ha dicho, es fruto de la justicia, y es un hecho constatable la vinculación, en muchos casos, de violencia y desigualdades extremas, de existencia de zonas de explotación humana o de pobreza severa.

Hay además otras perspectivas, que podemos explorar y que sitúan la construcción de la paz al alcance de todos, sin por ello dejar de suponer voluntad y esfuerzo. Nos abren a procesos de tiempos largos y exigentes, que exigen nuestra acción y también la paciencia del que siembra. Apuntan a procesos largos porque la búsqueda de la paz apunta a una elección fundamental en la vida.

Ante nosotros tenemos permanentemente dos modos de comprensión del vivir y, por ello, la posibilidad de dos formas de existir. Podemos elegir entre la vida de quienes están enfrentados consigo mismos, con las gentes con quienes trata, con el mundo en general, y la vida de quienes se levantan cada día buscando la reconciliación, la comprensión, el entendimiento consigo mismo y con las personas y las situaciones que les ha tocado vivir. La elección es personal, de cada uno. Un camino de diálogo generador de una cultura de encuentro en la que las ocasiones de goce y de serenidad son mayores que las de amargura y odio, donde se multiplican las fuerzas, se resuelven mejor los conflictos, se inventan soluciones nuevas, emergen experiencias de sentido que sostienen el diario vivir. Tenemos sed de paz, todos estamos invitados.

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