Sabemos que las situaciones de pobreza y exclusión son complejas y multicausales, por lo que Caritas ante los múltiples desafíos y reclamos de esas situaciones ofrece una gran pluralidad de respuestas coordinadas y coherentes. La alta colaboración de voluntarias y voluntarios en sus actividades, los procesos formativos que ofrece y el compaginar la presencia cercana con el análisis y el desvelamiento de las causas de la injusticia (los Informes Foessa son una buena muestra) la sitúan en un espacio especial, quizás imprescindible, en el conjunto de ONGs con finalidades de participación y transformación social.
Tusta Aguilar García: El informe señala tres colectivos insuficientemente protegidos en nuestro marco de garantía de rentas: los hogares en pobreza severa, los trabajadores y trabajadoras pobres y a las familias con hijos e hijas a cargo. ¿Es mayoritaria la presencia de mujeres en todos ellos? ¿Tienen datos sobre la llamada feminización de la pobreza?
Sebastián Mora: En los informes de Cáritas y Foessa sobre pobreza y exclusión social, la vulnerabilidad siempre tiene rasgos de mujer, sobre todo cuando hablamos de las condiciones de vida de mujeres jóvenes que son cabeza de familia o tienen familiares a su cargo. En todos ellos, esta es una constante que se confirma: el hecho de ser mujer supone un factor añadido a la hora de hablar de desventaja social y de precariedad. De todos modos, en el Informe Análisis y Perspectivas 2016, que hemos presentado recientemente, el impacto de la exclusión en las mujeres se analiza de manera indirecta, sobre todo cuando señalamos una seria de medidas sociales de carácter complementario orientadas a incorporar de una manera decidida a tres colectivos insuficientemente protegidos en nuestro marco de garantía de rentas y en lo que la mujeres tienen un protagonismo innegable: los hogares en pobreza severa, los trabajadores y trabajadoras pobres y a las familias con hijos e hijas a cargo.
T. A. G.: Cáritas realiza una importante tarea de análisis y crítica de la situación y hace propuestas muy útiles: Informe Foessa y otros, informes sobre problemas puntuales, manifiestos, etc. ¿Conciben ustedes esa tarea cómo fundamental? ¿Comprenden sus bases el papel irreemplazable de ésta actividad? ¿Qué porcentaje del presupuesto dedica a esta partida?
S. M.: Estos informes y toda la actividad que desarrollamos en el ámbito de la investigación social son una herramienta clave de la Fundación Foessa y de Cáritas a la hora de avanzar en uno de los aspectos estratégicos de nuestra misión, como es el de analizar la estructura social y su dinámica, y de profundizar en aquellos aspectos especialmente significativos, que contribuyan a interpretar tanto la coyuntura puntual como la propia situación social. Necesitamos conocer en detalle cómo evoluciona la realidad en la que trabajamos, cuáles son las condiciones de las personas que acompañamos en las periferias sociales y las causas de la desigualdad para poder responder con acierto a sus necesidades y atajar en origen los problemas de precariedad. La implicación de la base social de Cáritas en esta tarea es fundamental, ya que buena parte de los datos que sustentan esa acción investigadora proceden de los propios servicios de base y atención primaria que nuestra Confederación tiene repartido por todo el territorio del Estado. Y en cuanto a los recursos que se destinan a ese capítulo, supusieron, según los datos de nuestra última Memoria de actividades, el 0,25% del total. Es decir, de cada euro invertido, Cáritas destina al apartado de Estudios un cuarto de céntimo.
T. A. G.: En el Informe se señala que las diferencias han aumentado ¿Cuáles son, para Cáritas, las dinámicas socio-económicas que generan ese aumento de desigualdad en el disfrute de los derechos?
S. M.: Nosotros estamos insistiendo desde hace demasiado tiempo en la responsabilidad que tiene nuestro actual modelo social y económico en los que sucede. De hecho, los sucesivos informes de la Fundación Foessa no han dejado de constatar cómo la reducción de la pobreza en periodos de crecimiento no compensa el aumento de la misma en los periodos recesivos. Es una cuestión de modelo, de cómo nos planteamos la construcción de nuestra sociedad, y no tanto una consecuencia de la crisis. Las personas, las familias, han tenido que tomar decisiones para afrontar las consecuencias de la crisis que se han traducido, fundamentalmente, en una precarización de sus modos de vida. A ello se ha sumado un insuficiente e ineficiente apoyo por parte de los mecanismos públicos de protección. Como consecuencia, ahora tenemos una sociedad más dual y, a nivel territorial, como se revela en el reciente informe, una España a dos velocidades.
T. A. G.: Y, en consecuencia, ¿nos podría señalar que procesos proponen para revertir esa tendencia?
S. M.: Nos parece urgente impulsar tres medidas de carácter complementario orientadas a incorporar de una manera decidida a tres colectivos insuficientemente protegidos en nuestro marco de garantía de rentas y que actualmente se encuentra en situación de espacial emergencia social: los hogares en pobreza severa, los trabajadores y trabajadoras pobres y las familias con hijos a cargo. Para ello, en nuestra opinión, es importante, primero, crear una renta garantizada que cubra un mínimo equivalente en el conjunto del territorio del Estado. Segundo, extender la Renta Garantizada a través de un programa de bonificación al empleo. Y tercero, aumentar la protección a la familia y la infancia a través de la ampliación de la cobertura de la actual deducción fiscal reembolsable para familias numerosas, personas con discapacidad a cargo o por ascendiente con dos hijos. En suma, estimamos en alrededor de 10.000 millones de euros la cifra que necesitaríamos para garantizar la adecuada protección de esos grupos sociales más vulnerables.
T. A. G.: En el informe hay un muy interesante apartado con la pregunta ¿Qué se esconde tras las siglas TTIP? ¿Podrías señalarnos algunos aspectos escondidos de este tratado que necesitamos desvelar?
S. M.: Es un tema al que hemos prestado atención en el último informe anual de Foessa porque se trata de una cuestión emergente y decisiva para la evolución a corto plazo del modelo económico a nivel global, con consecuencias importante para la sostenibilidad de muchos países y comunidades. El TTIP (Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión), en sus siglas inglesas Transatlantic Trade and Investment Partnership, tiene mucho que ver con la actual disputa que existe entre dos modelos económicos que se disputan la hegemonía política mundial, el modelo de capitalismo de mercado propio de los países hoy todavía dominantes, y el capitalismo de Estado de las potencias que emergen en el escenario geopolítico del siglo XXI. El TTIP supondría, es ese escenario, una propuesta ambiciosa de lo que para algunos sería la mayor liberalización comercial y económica de la historia a ambos lados del Atlántico Norte. Lo cierto es que los expertos no acaban de ponerse de acuerdo en los efectos ni las ventajas o desventajas que ese Tratado tendría sobre el comercio mundial y, sobre todo, en todos aquellos a quienes en Cáritas más nos ocupan y preocupan: los países emergentes, las economías más débiles y las numerosas comunidades de productores de materias primas. Por eso, las páginas del informe Foessa se han abierto a la reflexión y al análisis sobre las consecuencias de ese nuevo escenario.
T. A. G.: ¿Cómo entiende Caritas la aplicación del Principio de subsidiariedad de la doctrina social de la Iglesia en un estado de bienestar, como el nuestro?
S. M.: Hay una manera muy sencilla de expresarlo: lo que a alguien le corresponde en justicia, no debe dársele en caridad. Eso es clave en lo que usted denomina Estado de bienestar, cuya principal característica, como Estado social y de derecho, debería consistir en garantizar precisamente los principios de su enunciado: el acceso de todos los ciudadanos a los derechos sociales básicos y promover el reparto de la riqueza de manera equitativa. Es responsabilidad del Estado combatir con medidas eficaces las condiciones de desigualdad entre los ciudadanos y, de manera prioritaria, las situaciones de mayor desventaja social. Es un objetivo para cuya consecución el Estado puede –y debe— convocar al conjunto de la sociedad civil y de las organizaciones voluntarias, Ahí es donde encuentra sentido el concepto de subsidiariedad vinculado a la solidaridad que enuncia Benedicto XVI en Caritas in veritate y en el que nosotros nos vemos reflejados. Cáritas, como servicio organizado de la caridad en el seno de la Iglesia, aporta su capacidad a esa tarea común de búsqueda del bien común a través del ejercicio activo de la solidaridad y el compromiso con los hermanos que han sido descartados, por utilizar la denominación del papa Francisco. Esa acción de lucha contra la pobreza se desarrolla dentro de su propia independencia institucional pero, también, dentro del principio de subsidiariedad, en un marco leal de colaboración y diálogo con todos los poderes públicos. Dicho esto, es necesario también dejar muy clara la negativa de Cáritas a asumir sin más un papel sustitutorio del Estado en temas de justicia social cuando la exclusión está motivada por la renuncia de éste o por unas decisiones políticas desacertadas que derivan a la sociedad civil la respuesta a problemas estructurales.
T. A. G.: En este tiempo de crisis, en que las prestaciones sociales propias de las administraciones públicas, tanto a nivel de estado, como autonómico o municipal no alcanzan a satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos, la respuesta a la emergencia social por parte de Cáritas se ha hecho casi imprescindible la actuación de esta institución. ¿Cómo crees que está influyendo esto en la conciencia que los voluntarios tienen de sí mismos?
S. M.: Siempre nos gusta recordar que en el corazón de Cáritas están las personas: tanto las que acuden a las parroquias o a los proyectos en busca de apoyo y de presencia, como las que están al otro lado de la puerta, con las manos tendidas para acompañar, para escuchar, para acoger. Manos que comparten, que se parten y reparten. En estos años de dificultades crecientes, hemos comprobado cómo el corazón de la acción de Cáritas, que es ese músculo formado por nuestros más de 82.000 voluntarios, es capaz de hacerse más grande y de latir con más intensidad cuando las cosas empeoran. Al mismo ritmo que aumentan las voces que demandan ayuda y necesitan respuestas, avanza también la fuerza del compromiso de quienes están dispuestos a darse, a compartir su tiempo, sus capacidades y sus bienes con los últimos y no atendidos. Los agentes de Cáritas son un signo real y diario de gratuidad, son verdaderos agentes de la pastoral social de la Iglesia que expresan su compromiso con valores y actitudes como la disponibilidad, la preparación y la profesionalidad, la responsabilidad hacia la misión asumida por cada uno, la actitud de acogida y escucha a aquellos a los que se sirve, la voluntad de formación y mejora, y la austeridad como estilo de vida. Para nosotros, estos años de crisis han sido, sobre todo, una lección sobre las personas que sostienen el armazón de Cáritas, un suma y sigue de acompañamientos, de fortalezas y debilidades, de ánimos y desánimos, de espacios de encuentro, de proximidad y de fraternidad que hacen posible, y visible, el amor de Dios.
T. A. G.: Con respecto a la situación, escandalosa de los Refugiados que quieren llegar a Europa, ¿Qué respuestas nos corresponderían, como ciudadanos y ciudadanas ante esa encrucijada sin resolver que plantea el Informe?
S. M.: Plantearía una respuesta en tres niveles. La primera tiene relación con el escenario político, donde, como ciudadanos, debemos exigir a los poderes públicos y a los responsables de las tomas de decisiones tanto en los ámbitos nacionales como comunitarios, un replanteamiento profundo de las actuales políticas migratorias para hacerlas más humanas, menos restrictivas y alejadas de todo intento de enfocar el problema desde una óptica obsesionada con la seguridad y la contención de flujos. La segunda está relacionada con la actitud de nuestras propias sociedades ante la realidad de violencia y de injusticia extremas que se vive en los países de origen de las personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares, que suelen suscitar en la mayoría de nosotros más indiferencia que empatía y que urge transformar por solidaridad activa y compromiso social reales, aquí y ahora. Es algo que no puede esperar a mañana. Y la tercera tiene que ver con nuestras propias actitudes personales, donde la acogida no deja ser un ideal que posiblemente nos sirve para tranquilizar nuestras conciencias ante el drama de todas estas personas, pero que, en la práctica, no se traduce en opciones personales de acogida, de actitudes que supongan replantearnos nuestra forma de vivir ni la comodidad de nuestros espacios de confort y bienestar individual. En suma, los Estados tienen su parte de responsabilidad, la sociedad civil otra y cada uno de nosotros una obligación indeclinable de salir al encuentro del hermano, sobre todo de esas legiones de desvalidos y maltratados que se juegan la vida en busca de seguridad y dignidad.
T. A. G.: Tanto las conclusiones, como las propuestas del Informe Foessa -coincidiendo con los anteriores- son valientes, y además rechazan los modelos clásicos del capitalismo. ¿Tiene Cáritas encomendada la tarea de formación, en su campo, para todos los católicos, de modo que posibilite la comprensión y el compromiso en esta sociedad desigual?
S. M.: Esa formación es una dimensión pastoral que compete de manera específica a nuestros pastores y estructuras pastorales con las que colaboramos. Un buen ejemplo de ese compromiso del Magisterio como referencia esencial en la comprensión de la misión de la Iglesia en la realidad de la pastoral social es la reciente instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal “Iglesia, servidora de los pobres”.
La misión que Cáritas tiene encomendada es la de ejercer la diaconía de la caridad, ese servicio organizado al que me refería antes, en el seno de las comunidades cristianas. Por supuesto, la formación de todos nuestros agentes es uno de los grandes retos de nuestra Confederación, donde ocupa un lugar prioritario. No es posible hablar de un ejercicio de la caridad sin poner en marcha procesos permanentes de reflexión, de análisis, de evaluación y de reformulación. La realidad de la exclusión, como se encarga de poner en evidencia Foessa, es un medio sumamente cambiante al que es necesario responder de manera adecuada y eficaz. Haciendo un pequeño juego de palabras, además de calidez, la caridad exige también calidad.
T. A. G.: ¿Qué nos diría de la relación de Cáritas con los medios de comunicación? ¿Tiene Cáritas alguna vinculación especial con los medios de comunicación vinculados a la Iglesia? Ha recibido algún encargo para utilizarlos como vehículos de información y sensibilización?
S. M.: En Cáritas, de igual manera que no hacemos acepción de personas a la hora de realizar nuestra misión, tampoco lo hacemos con los medios de comunicación. Nuestra relación es estrecha, intensa y transparente con todos ellos, porque entendemos que son un pilar básico a la hora de dar cuenta a la sociedad del trabajo que llevamos a cabo y de difundir nuestros análisis de la realidad de la exclusión y la pobreza. Como decían antes al hablar de la formación, nuestra relación con los medios de comunicación social, basada en un profundo respeto mutuo a la identidad y a la independencia, si tiene algún valor añadido es el de intentar desarrollarse, sobre todo, desde la calidez, la cercanía y la calidad. Nunca se nos ha intentado utilizar ni tampoco nunca hemos dejado que lo hagan. Los medios lo saben y actúan siempre con nosotros como verdaderos aliados a la hora de compartir el objetivo común de luchar contra la pobreza. Y creo que en esa relación de lealtad y de confianza reside una de las claves de nuestra credibilidad informativa.
Por TUSTA AGUILAR GARCÍA
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