OPINIÓN

VOLVAMOS A LA VERDAD, AMIGA DE LA VIDA

“Despertémonos del sueño”, ¿de qué sueño hemos de despertarnos si el ritmo de cada día no parece permitir que nos mantengamos en estado de ensoñación? Y sin embargo, hay acontecimientos que, al producirse, nos abren a un estado de lucidez que nos lleva a pensar que algo dormidos sí que estábamos. En los últimos meses, el Brexit, la elección de Trump y, más cercanamente, la conmoción ante la muerte de Rita Barcerá, la exalcaldesa de Valencia, arrojan luz ante un estado de cosas con las que empezábamos a convivir sin saber nombrar o sin atrevernos a hacerlo.

Ya en 2004 el escritor Ralph Keyes usó el término post truth (posverdad, se ha traducido) para caracterizar la presencia de la deshonestidad y la decepción en la vida contemporánea, hasta el punto de caracterizar con él una nueva era (1). En los ámbitos académicos la cuestión se venía debatiendo y denunciando en el contexto de las propuestas de la posmodernidad y su negación de la metafísica, que eliminaba la verdad de los discursos de la filosofía y de la ciencia. Pero cuando en la vida política y, con ella, en la vida cotidiana de las redes sociales, los argumentos que se emplean dejan de ser “sensibles a la verdad” (2), sucede lo que nos ha dejado sorprendidos y que solo estamos empezando a comprender. Dar la espalda a la verdad acaba adormeciendo la dimensión moral humana o, lo que es lo mismo, acaba sumiéndonos en un letargo peligroso para la vida personal y social.

En este tiempo en que lo virtual trata de sustituir a lo real y en un tiempo en el que la teatralización se ha impuesto en la vida pública y mediática, los sentimientos han ganado la partida a la razón. La verdad, siendo una propiedad del lenguaje, requería que éste tuviera alguna relación con los hechos.

Los sofistas de hoy son expertos en representar personajes en escenas en las que se venden veredictos y pareceres en bolsas que llevan la marca libertad de expresión. Han desaparecido las diferencias entre insultos y piropos, entre calumnias y medias verdades, entre conclusiones científicas y pareceres de informes sin aval. Ya no importan los hechos que dan sustrato a las palabras veraces que tratan de nombrarlos, importa el provocar emociones y pasiones, que dejan como obsoletos cualesquiera argumentos que muestren un ápice de sensibilidad a la verdad. Es la era de la posverdad. Los acontecimientos anteriormente mencionados han llevado a dar carta de ciudadanía a un término cuya presencia en espacios culturales de diverso signo venía ya siendo anunciada por autores que denunciaban la muerte de la verdad o la fácil presencia de la mentira, que a base de ser dicha pasaba por moneda legal. El Diccionario de Oxford acaba de incorporar post truth como término del año 2016; una acción que pone de manifiesto una realidad pragmática en la que esa nueva palabra encuentra sustrato abundante para su significado.

Despertar del sueño en invierno exige una energía adicional para salir al frío y allí encontrar aliados para sentir la vida en el correr de la sangre, en la escucha de la palabra, en el gesto de amistad. Es la realidad que impone su rostro y desenmascara la ensoñación del deseo oscuro acariciado en la sombra y el calor de la somnolencia. Es tiempo de volver a la verdad amiga de la vida.

 

1. Ralph Keyes, ‘Post-truth Era: Dishonesty And Deception In Contemporary Life’, 2004

2. (Cfr. J. HABERMAS, “I fondamenti morali prepolitici dello estato liberale”, Humanitas, anno LIX, nº 2, Morcelliana, Brescia 2004, pp. 239-250.

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