N las últimas semanas, el fenómeno Trump ocupa mucho espacio en los medios de comunicación y en las redes sociales. No es para menos, el lenguaje usado por el ya presidente de los Estados Unidos nos ha sorprendido. Su escucha, no exenta de asombro, y la mirada a las múltiples manifestaciones que ha provocado me suscita una reflexión que comparto en estas páginas.
Decía Wittgenstein, un filósofo vienés del siglo pasado, que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Y el lenguaje de Trump nos desvela cuál es su mundo. Está en torno al principio “América para los americanos” –¡del Norte, claro!- ¿Y los demás? No parecen estar en el alcance de su mirada. También el Brexit proclamó el pasado mes de junio, que el Reino Unido es para sus ciudadanos; al otro lado del Canal hay algo que no es el mundo heredero del Imperio Británico, hay “otros” que no son nuestro mundo.
Quizás vivimos en una Aldea que, no por ser Global, es menos aldea y nos encontramos muy perdidos cuando un cúmulo de pertenencias nos reclaman cada día y nos aturden, nos confunden. No sabemos si responder con una limosna al mendigo de la esquina o hablarle de ir a los Servicios Sociales municipales o a la oficina de Caritas de la parroquia más cercana. No sabemos si tomar medicinas y fiar nuestro bienestar físico a los fármacos o retirarnos a un centro de yoga, o uno de silencio, o a un spa de fin de semana. Tienes amigos que viven del pago o de una pensión mínima y pasas cada día delante de escaparates repletos de objetos con precios que superan aquellos ingresos. Vemos desgracias y guerras en TV y no sabemos cómo traducir la responsabilidad de esos sucesos, que nos pueda corresponder, en la vida cotidiana. No nos aclaramos con el reparto de tiempo para alimentar las relaciones surgidas en el trabajo, en la familia, en la discoteca o en el viaje del último verano. La cosa pública nos concierne, pero los actores de la vida política cercana hacen muy difícil que la sintamos como propia. Por no hablar de qué Whatsapp contestar o qué perfil de witter tomar en serio.
Esta Aldea Global es una madeja con muchos hilos y además desordenados. Demasiados, quizás, para que estos aldeanos que somos, podamos tejer vidas con sentido. Quizás los intentos de reducir el alcance de nuestros mundos a base de reducir el lenguaje a la primera persona, sea singular o sea el plural de un nosotros excluyente, tenga que ver con esta sobrecarga que soportamos y que gime en nuestro interior pidiendo sentido. La condición humana no ha mutado en el último tiempo.
Tal vez, si nos detenemos un poco, descubramos que el mundo con que podemos soñar, al que podemos mirar como un mundo para compartir con otros, el que deseamos para Trump o para los ciudadanos del UK, requiere que escuchemos en nuestro interior lenguajes como el de aquel poema de un autor inglés del XVII, comentado por Simone Weil: “…mas el Amor sagaz, dándose cuenta de mi flojedad…tomó mi mano y, sonriente, (dijo)…: “¿Quién hizo los ojos sino yo?”1.
1. Love(III). De George Herbert (1593-1633), Citado por Teresa forcades, Por amor a la justicia, Ediciones HOAC, Madrid, 2015, 53-54.
Comments