María Paz Battaner Arias, doctora en Filología Románica, ingresó en la Real Academia Española el pasado 29 de enero, cargo para el que fue elegida el 3 de diciembre de 2015. Su candidatura fue presentada por los académicos Ignacio Bosque, Margarita Salas y Miguel Sáenz para ocupar el sillón s, la vacante de José Luis Pinillos.
Se doctoró en 1973 con la tesis Vocabulario político y social en España, 1869-1873, dirigida por Eugenio de Bustos y ha trabajado intensamente en el ámbito de la docencia y de la investigación, especialmente en el campo de la lexicografía. Fueron sus maestros nombres tan prestigiosos como Alonso Zamora Vicente, Fernando Lázaro Carreter, Antonio Tovar, etc.
Carmen Azaústre: Paz, ¿qué huellas dejaron en ti?
Mª Paz Battaner: La facultad me marcó porque recibimos una formación muy selecta, nos obligaron a trabajar bien. Yo hice una licenciatura que estaba diseñada por Antonio Tovar, cuando fue rector de Salamanca, y que fue casi un plan piloto, ya que en los tres años de especialidad no teníamos exámenes y, al final, sufríamos una semana de exámenes orales y escritos mañana y tarde, exigía también la presentación de la tesina. Recibí una formación no usual entonces en España que respondía a modelos de universidades europeas…Trabajábamos muchísimo, porque además había que llevar al examen de licenciatura 100 lecturas hechas, 50 de literatura española, 25 francesas y 25 italianas; de manera que no íbamos en blanco a la licenciatura. Llevábamos un bagaje de lecturas clásicas que teníamos que hacer a lo largo de esos tres años de estudio. Esto nos preparó bien, de manera que, cuando acabé, yo estaba decidida a encontrar trabajo y lo encontré fácilmente. Un panorama laboral muy distinto al que pueden vivir los estudiantes hoy, para los que el trabajo es un bien escaso.
C. A.: Desde esa perspectiva, Ignacio Bosque, en la respuesta que dio a tu discurso de entrada en la academia, decía que la literatura era para ti componente de tu vida. Una literatura que considerabas propuesta esencial en la formación lingüística de tus alumnos. ¿Cómo la aplicabas?
Mª P. B: La medité y la trabajé cuando estuve en la Escuela Normal, en la formación inicial de maestros. Ya tenía mucha experiencia docente, pero cuando llegué a la Normal me di cuenta de la necesidad de encontrar una base teórica en que fundamentar la docencia de la lengua materna en los futuros maestros. La encontré en ofrecer a los alumnos buenos textos, textos selectos, los mejores que se pudieran encontrar, para que sirvieran de pautas inconscientes de formas lingüísticas y que representaran por su contenido humanístico un tesoro para la vida adulta de los niños.
Me parece que es necesario trabajar el aprendizaje de la lengua con literatura; un buen texto exige ser entendido, exige comprensión y, ese esfuerzo facilita la ampliación de la competencia lingüística. Entender un texto literario propicia el enriquecimiento de la lengua y además provee de héroes, de argumentos, de sentimientos universales.
C. A.: En la respuesta a tu discurso de ingreso, Bosque hablaba de tu insistencia en la memoria como instrumento de aprendizaje de la lengua a través de los textos clásicos, para ofrecerles modelos concretos a los alumnos, modelos que ellos puedan incorporar a su bagaje lingüístico. Porque no basta que se les diga: “Refleja esto a tu manera”, “escribe esto como lo sientes”, “dilo con tus palabras” tienen que aprender otras palabras.
Mª P. B: El “dilo con tus palabras” se encontraba entonces como consigna en libros de texto; pero, si queremos que el aprendizaje amplíe el código lingüístico que ya tienen los alumnos, deben intentar decirlo, entendiéndolo sí, pero con palabras precisas, exactas, porque de lo que se trata es de ampliar la lengua que ya tienen. La lengua es transparente, nos sirve para todo y no presenta aparentemente ningún obstáculo. En la escuela de mi época, nos enfrentábamos con una lengua opaca, que era el latín, chocábamos con el latín, no lo entendíamos, era una lengua incomprensible y por lo tanto teníamos que trabajar y reflexionar para entenderla. Ahora no hay latín en la escuela y la lengua que estudian los alumnos es su lengua habitual, la que entienden desde niños, por eso, en algún momento, tienen que verla, tienen que considerarla opaca porque, si no, no reflexionan seriamente. Esto ocurre con los textos elaborados; con un texto que tenga una sintaxis más complicada o un poco más inusual de la que ellos utilizan, con un texto que tenga vocabulario nuevo, desconocido. Esa página les plantea una opacidad a la que tienen que enfrentarse y esto les hace releerla, trabajarla, memorizarla sin querer, sin hacer ejercicios de memoria. Esta es la experiencia que puedo aportar de mis años en la Normal y que más valoro.
C. A.: Volviendo al hecho reciente de tu entrada en la Academia, tú has sido la undécima mujer elegida por los académicos para el sillón s minúscula, después de la muerte de José Luis Pinillos. La primera, como recordamos, fue Carmen Conde, en 1979, hoy, casi tres siglos después de su creación, la Academia es pisada por huellas de mujeres que ofrecen su comprensión, percepción, su trabajo, a la reflexión sobre la lengua ¿crees que puedes aportar algo específico desde tu ser mujer?
Mª P. B: Yo creo que sí, sin ninguna duda. La condición de mujer aporta en todos los campos de actividad, y por supuesto en la Real Academia, una diferente reflexión sobre la lengua. Siempre pongo el ejemplo del diccionario de María Moliner, que es un diccionario en el que, cuando se entra, se advierte que está hecho por una mujer que conoce el mundo desde otro punto de vista y hay soluciones en él, que son geniales. Pero no solo aporta la mujer otra perspectiva en la Academia sino en todas las profesiones; hay profesiones que se han feminizado: la medicina, la judicatura, … se ven mujeres en todos los puestos: conduciendo metros, llevando máquinas pesadas…; el papel de la mujer es importante y falta todavía muchísimo para que la educación…, bueno, más que la educación, la voluntad para que la mujer llegue a todas las esferas. La visión social sobre la mujer es aún enormemente sexista y evidencia la falta de igualdad. En ese aspecto señalo la publicidad, que es tremenda…Todo, todo, incide en una visión de la mujer como objeto, ¡fíjate en el erotismo de los anuncios para adultos! Romper esta proyección es para mí muchísimo más eficaz que las disputas sobre el uso del femenino en el discurso, que son un poco la cáscara del problema.
C. A.: Tu recorrido docente e investigador es intenso: enseñanza secundaria, universitaria, investigación, etc., también tu trabajo como asesora en los medios de comunicación, como hiciste en el programa de TVE Hablando claro. ¿Cómo ves la presencia de la academia en estos ámbitos? ¿Cuál sería su actuación?
Mª P. B: Creo que habría que orientar la enseñanza de la lengua, en el sentido de potenciar la literatura, como te decía antes. Dirigir un poco la atención de la escuela en este sentido, no establecer un canon literario cerrado, pero sí, algo parecido, es decir consensuar que todos los escolares de los países de habla hispana tuvieran unas lecturas comunes que pudieran ser en su vida adulta un punto común de referencia.
Creo que uno de los objetivos que debe mantenerse es la unidad de la lengua, a pesar de la diversidad cultural, de la gran extensión de los países que componen la Asociación de Academias de la Lengua. Sería bonito que todas los que hubieran pasado por la escuela pudieran tener un substrato literario común, que el fondo de los clásicos fuera conocido entre los países que hablan español y que alguno de los grandes escritores americanos fuera conocido igualmente aquí que allí. Sería algo en que trabajar.
C. A.: Volviendo ahora a lo reciente, me llamó poderosamente la atención el título de tu discurso: Esos pozos sin fondos que habitan en los diccionarios. Leí también los comentarios que algunos periodistas habían hecho sobre él, al que calificaban de clase magistral, alejado de los discursos usuales de entrada en la Academia. Me encantó el contenido, me gustó mucho el comienzo y cómo introdujiste tus sentimientos, cuando utilizaste las palabras sorpresa, emoción, gratitud, entusiasmo, disposición, misericordia… , perplejidad, que luego fuiste retomando. Palabras abstractas que no teniendo una referencia física describían y expresaban tu realidad, tu momento interior. Y ahora la pregunta: ¿por qué elegiste como tema los sustantivos abstractos?
Mª P. B: Era un tema que tenía pendiente y al que quería dedicar atención en algún momento bajo la perspectiva de la elaboración de diccionarios. Estos sustantivos son muy numerosos y casi siempre se ejemplifica en semántica y en lexicografía con los que presentan referentes físicos; porque se piensa en las vasijas, en los instrumentos, en los muebles… y sin embargo hay también otros sustantivos que son preciosos, que los hemos inventado y a los que vamos cambiando de valor, de significado, inconscientemente. Sobre estos se reflexiona menos y casi nunca se ejemplifican los problemas de la definición con ellos. Cuando me tuve que plantear el ingreso formal en la Academia pensé, si quiero hacer un discurso al uso, tendría que hacer algo de historia, podía haber buscado un tema histórico; pero me sorprendió con fuerza el reto de abordar este complejo tema y dije, en algún momento hay que hacerlo y voy a hacerlo. Durante su elaboración varias veces me he arrepentido de haberlo escogido. En agosto pasado pensé que quizá me había equivocado y que no me iba a salir nada de provecho. He tenido momentos de bastantes dudas, pero, a pesar de todo, triunfó mi elección inicial y seguí adelante.
C. A.: En algún fragmento del discurso se habla de claros en la realidad, a través de las palabras y esa opacidad de la realidad la clarificas perfectamente en el desarrollo que haces de su uso, cuando vas mostrando cómo estos sustantivos abstractos adquieren un determinado sentido en los modelos literarios que escoges, y señalas el cambio de significado que su uso real les otorga. Por tanto, logran la interacción con esa realidad que nombras y esa interacción les otorga un nuevo contenido semántico.
Mª P. B: No sé, no sé si lo hago. Yo lo que quería expresar fundamentalmente es cómo se puede acceder desde un diccionario a estas palabras que recordabas antes, que han recibido atención desde muchos puntos de vista diferentes. Por ejemplo, en el texto editado, hay un texto precioso de novela sobre cómo pueden entender la palabra misericordia unas agentes de policía en la ciudad de Nueva York.
C. A.: Sí, misericordia y justicia.
Mª P. B: Estas palabras abstractas se muestran con muchas facetas, no digamos filosóficas claro; me dijo un compañero “esto es filosófico” y le dije “no, no, no, esto no es filosófico, esto es léxicográfico”; pero, claro, algo de su significado raya sin duda con lo filosófico porque esas palabras se utilizan para la realidad en la que vivimos y la realidad la estamos inventando, y por lo tanto la creamos.
C. A.: ¿Las palabras reinventan la vida? ¿La vida reinventa las palabras?
Mª P. B: Sí, El hombre necesita este tipo de palabras para vivir.
C. A.: Me ha gustado mucho también la elección que has hecho en tu discurso de un refrán vasco: ezina ekin egina -lo imposible con esfuerzo se logra-. Creo que en tu vida lo imposible se ha logrado.
Mª P. B: Te voy a contar la anécdota de ese refrán que me proporcionó un amigo mío que ha muerto en octubre y que me ayudó mucho, porque fue editor de nuestro diccionario. Estaba enfermo los últimos meses, yo lo visitaba y me preguntaba por mi discurso y, ante mis dudas, me ofreció este refrán vasco y me llegó a decir, a escribir, cuando ya había perdido el habla, cómo se pronunciaba en eusquera. Yo le dije: tú sí que haces lo imposible porque sin hablar me dices como se pronuncia. Le prometí encajarlo en mi discurso y así lo he hecho. Ha sido un homenaje a él, que era un hombre exigente.
C. A.: En tu larga trayectoria profesional tienes dos méritos que me han gustado mucho. Uno de ellos ha sido el de síndica de greuges, defensora de los universitarios.
Mª P. B: Sí, esta figura está hoy en todas las universidades por la ley universitaria vigente. Pero en nuestra universidad la tuvimos antes de que fuera una obligación legal.
C. A.: ¿Has tenido que actuar?
Mª P. B: Cuando me lo ofrecieron, me gustó mucho porque ya me había jubilado y era otra manera de seguir en activo. Y, claro, eso me dio oportunidad de conocer la universidad desde todos los puntos de vista, porque me llegaban quejas desde todos los ámbitos. La mayoría quejas de estudiantes pero también de administrativos y de profesores. Intenté desempeñarlo de la mejor manera que pude y han sido siete años. Lo dejé en mayo de 2015. Tengo bastante suerte porque cuando dejo una actividad, me llega otra; ahora el quehacer de la Academia.
C. A.: El segundo mérito que también me ha llamado la atención y creo que responde mucho a tu personalidad, es la concesión en el 2006 de la medalla Narcís Monturiol, premio que fue instaurado por la Generalitat de Catalunya en el año 1982, para galardonar a las personas y entidades que han contribuido de manera destacada al progreso científico y tecnológico de Catalunya. Eres salmantina, pero gran parte de tu vida ha discurrido allí.
Mª P. B: Yo le dije una vez a un gran catalán: yo no he nacido en Cataluña, pero seguramente me moriré en Cataluña, con lo cual uno no sabe de dónde es, ¿de donde nace o de donde muere? Se lo dije así, porque me siento muy bien en Barcelona.
C. A.: Te has enriquecido en la nueva tierra en la que vives y has hecho tuya su lengua y su cultura.
Mª P. B: Sí, yo me muevo en Cataluña bien…; con la gente que habla catalán yo hablo catalán, con los que hablan castellano yo hablo castellano, con mis estudiantes hablo castellano…
C. A.: ¿Qué propondrías a la gente ante este momento que vivimos en que en algunos lugares se levantan muros en lugar de derribarlos, se levantan fronteras entre unas culturas y otras?
Mª P. B: Si supiera qué habría que proponer no estaría aquí en estos momentos. No sé, yo soy totalmente contraria a esto. Cuando en España ha habido esa fortísima inmigración que ha llegado en los noventa, siempre lo he considerado una feliz oportunidad. Yo creía que cada persona que llegaba, venía no solo con su valor humano, sino con dinero. Es decir, económicamente colaboraban a la riqueza de todos. Y de esto no me apea nadie. En ese aspecto creo que poner muros es la cosa más triste que puede haber. Pero también entiendo lo que a la gente le lleva a poner muros, a sentir miedo, a defenderse. Aunque yo no lo siento así.
Que hay un movimiento de migraciones global, es que se ve en la calle. Yo creo que ahora en Barcelona se ven más asiáticos que latinoamericanos. Hay un trasvase de personas que cuando yo era niña no existía… Hay un migración que es imparable, las comunicaciones, los viajes, los vuelos, la homogenización de la vida… me parece que es imparable por muchos muros que se pongan; y que hay que prepararse para ello, para saber estar abiertos a los otros, y para ver que lo que traen es valioso.
C. A.: Gracias por esta llamada a la apertura. No te queremos cansar más. Has hecho de un tema que es el tema de tu trabajo, el tema de tu discurso, un paseo por el interior de la vida y quiero terminar con otras palabras abstractas que tú has tomado, que son referencias físicas pero que incorporan otros elementos de significado, otros semas están ahí en su significación, porque tú nos das antenas para percibir algo distinto, algo nuevo, nos haces superar los baches, rompes los diques que a veces ponemos y nos propones cables. Tomo las palabras de tu discurso.
En esta entrevista contigo nos queda “el amor a las palabras”, como decía Borges, los símbolos de recuerdos compartidos. Así que este será un bello recuerdo compartido contigo, pero también una llamada a todas esas cuestiones que nos has planteado.
Mª P. B: Si me permites unas palabras más, quiero decirte que, cuando Camino contactó conmigo para hacer esta entrevista y le dije sí, pensé que sería el momento de manifestar que yo siento agradecimiento por las personas que me han enseñado; y hay dos o tres miembros de la Institución Teresiana que a mí me enseñaron mucho. De manera que en mi educación, en el bachillerato, que es lo que hice con ellas y que recuerdo bien, me ayudaron. Entre otras cuestiones nos dejaban razonar, esto es muy valioso en la educación y quiero decirlo ahora que me dais la oportunidad: Gracias
C. A.: Muchísimas gracias a ti también, Paz.
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