ARTÍCULOS CINE

UNA NIÑA Y UN GIGANTE EN UNA LIBRERÍA

Los premios Goya celebraron la 32 edición rodeados de la ya habitual y cansina polémica. Se ha llegado a un punto en el que no se sabe cómo, cuándo y dónde comenzó todo, y cualquier suceso que se produce en cada nueva convocatoria se añade a la lista interminable de discusiones. El gremio del cine se ha autoasignado la responsabilidad de ser altavoz de diversas causas, olvidando quizás que la visión particularísima y personal de cada artista ya pone voz a diferentes opciones y opiniones. Aquí se encuentra la gran contradicción: hoy día cada uno de esos artistas parece casi obligado a emitir públicamente una opinión (consensuada) sobre el asunto del momento, sufriendo una presión inaudita que ningún otro sector soporta. Empieza a ser urgente un giro, que cada cual opine lo que quiera, y como dicen los futboleros: “lo mejor es hablar en el terreno de juego”.

Así, vayámonos al terreno de juego. Y aquí sí que hemos encontrado no una voz única sino muchas, variedad y diversidad temática, estilística e incluso idiomática. A pesar de que ha habido un claro ganador en cantidad (Handia con 10 Goyas), la sensación es que el reparto ha sido equitativo debido a que los premios gordos se los llevó La librería, y los que correspondían a categorías que premian a artistas noveles los ganó la opera prima Estiu 1993. Por último, los candidatos más claramente favoritos: Javier Gutiérrez (El autor) y Nathalie Poza (No sé decir adiós), ganaron sus cabezones a las mejores interpretaciones cumpliendo así los pronósticos.

Isabel Coixet se llevó los premios más codiciados: mejor película, directora y guion adaptado (por cierto, se puede acceder a los guiones de las películas en www.premiosgoya.com). La librería es la adaptación de una novela de la escritora británica Penelope Fitzgerald, resultando una de las películas más personales de la directora, y se nota. Coixet ya tiene una larga y meritoria carrera siempre manteniendo un nivel más que aceptable y consiguiendo además captar el interés y el talento tanto nacional como foráneo, lo cual hace que sus películas sean grandes en ambición manteniendo a la vez un cierto espíritu de obra pequeña. En este caso se cuenta la historia de una mujer que lucha por su sueño contra la envidia, la ignorancia y la mediocridad. Un alegato elegante y sin estridencias a favor del amor por los libros y su poder transformador.

Handia se basa en un curioso personaje real: el gigante de Alzo (Guipúzcoa). Un individuo de casi dos metros y medio que vivió durante las guerras carlistas una apasionante y, al mismo tiempo, triste vida como atracción de feria. La película propone un viaje por una Europa gris, fría y húmeda, como si la niebla de la tierra de nacimiento del gigante se extendiera por todo el continente. De impecable factura formal y técnica (motivo de la catarata de premios), trata de evocar un viaje más interior que físico o geográfico, centrándose en la evolución de la relación entre el gigante y su hermano cuidador a la vez que explotador. Una anécdota: se dice que el padre del gigante real firmó el contrato para que su hijo viajara por Europa poniendo tres condiciones: tabaco gratis de por vida, que no tuviera que viajar en barco y que fuera a misa cada domingo. Con la distancia del tiempo transcurrido estas cláusulas parecen incluso entrañables.

Aún más evocadora, muy local y al mismo tiempo muy universal es Estiu 1993. Sorpresa del año por su frescura y a la vez por su madurez, por su humildad y a la vez por su ambición. La niña protagonista observa un mundo adulto que intuye que le marcará de por vida, está viviendo justo el momento en que todo se define, cuando la curiosidad choca frontalmente con las situaciones complejas y dolorosas. Fuera de la masía donde pasan el verano se extiende la naturaleza con toda su magia y su infinitud, dentro de la masía se encuentra la realidad que le tocará vivir. La aparente sencillez de la película esconde grandes decisiones de estilo, en un ejemplo estupendo de dirección llena de personalidad, talento y rigor. A Carla Simón hay que seguirla bien de cerca.

Completaron el palmarés la canción de Leiva en la simpática La llamada, el exitoso documental de Gustavo Salmerón Muchos hijos, un mono y un castillo, y los cortos: Madre (ficción) de Rodrigo Sorogoyen, director ya conocido por sus largos; el agridulce Los desheredados (documental) de Laura Ferrés; y el que hoy día podría ser considerado como reivindicativo Woody & Woody (animación). También resultan interesantes los premios a la chilena Una mujer fantástica (reciente Oscar a la mejor película extranjera) de Sebastián Lelio y a la sueca The square (mejor película europea en los EFA) de Ruben Ostlund como mejores películas iberoamericana y europea respectivamente. El Goya honorífico recayó en la siempre distinguida Marisa Paredes.

En definitiva, ninguno de los anteriores premios merece permanecer oculto detrás del ruido de la polémica ajena al hecho artístico, aunque a día de hoy no sepamos si los Goya tienen arreglo como evento social y si serán capaces de captar la atención en lo exclusivamente cinematográfico. Lo que sí podemos afirmar es que hay buenas películas, buen cine, y que merece la pena buscarlo para disfrutarlo.

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