Hace unos días, las imágenes de los informativos nos traían el éxodo de miles de civiles que salían de su ciudad, Ghouta, huyendo de la muerte y la destrucción. Era desolador ver a una niña morena de pocos años, cogida de la mano de su madre que lloraba atravesando ese corredor humanitario que los gobiernos han trazado para aquellos que desean huir de una terrorífica situación, la de la guerra. Una guerra que lleva en Siria más de seis años y que ha masacrado a muchos de sus habitantes. Hoy los informativos hablaban de nuevas muertes, algunas de ellas ocurridas en una escuela y en la que habían perecido un número indeterminado de niños… Siria, un país de 22 millones de habitantes de los que 400.000 han muerto en esta guerra y de los que 11 millones están desplazados de sus hogares en el interior del país y 4 millones han salido de él con las pocas pertenencias que podían llevar con ellos. En los últimos días, casi 80.000 civiles han salido de Ghouta. Una ciudad con casi todos sus edificios destruidos, ¡una guerra entre otras guerras!
Y llega hasta nosotros el informe que Marck Lowck, Subsecretario General de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de las Naciones Unidas presentó el 22 de febrero de 2018, en Nueva York, a su Consejo de Seguridad, sobre la dramática situación en Siria. Y lo hizo trayendo hasta este organismo las voces que expresaban la situación angustiosa que viven:
“Durante los últimos dos meses, las operaciones militares se convirtieron en un proceso de ataques sistemáticos contra civiles. La mayoría de los ataques aéreos se han dirigido intencionalmente a edificios residenciales civiles. Familias enteras han muerto bajo los escombros… Hay familias enteras siendo blanco. Una madre y sus tres hijos. Cuatro mujeres embarazadas; uno murió, otro se encuentra en estado crítico, el tercero perdió a su bebé y el cuarto está bajo observación. Una joven perdió ambos ojos y continúa. No queremos guerra, no queremos guerra, no queremos guerra. ¿Puede escuchar nuestros mensajes, voces y miedo? En lugar de decir no más, el mundo dice una más”.
En el informe, apela a las obligaciones vinculantes que tienen los Estados Miembros con este país y las nombra como requisito legal que no tiene ninguna justificación, ni tan siquiera la lucha contra el terrorismo que no puede reemplazar “la obligación de respetar y proteger a los civiles. Y describe lo que llama la “magnitud del sufrimiento del pueblo sirio” mes tras mes: ataques aéreos, morteros, cohetes, bombas de barril, municiones en racimo, armas químicas, bombas termita, bombas suicidas, francotiradores, ataques de doble golpe contra civiles y la infraestructura esencial de la que dependen, incluidos hospitales y escuelas, violación, detención ilegal, tortura, reclutamiento de niños y asedios de ciudades enteras… y pasa después a contabilizar las bajas sufridas en Ghouta y denuncia que todo es conocido por todos: “Todos conocen las estadísticas de este conflicto. Usted sabe que la mitad de la población siria o ha huido del país o ha sufrido repetidos desplazamientos internos. Estas personas han perdido todo”.
¿Lo conocemos nosotros? ¿Permanecemos insensibles ante las noticias que nos ofrecen las pantallas para después seguir viendo los conciertos de Operación Triunfo o los últimos éxitos o fracasos de los deportes que nos apasionan?
Y continúa: “Todos conocen las estadísticas de este conflicto (…) Todos ustedes oyeron al Secretario General ayer, en su Cámara, describiendo al este de Ghouta como “el infierno en la tierra” y diciendo que no podemos, y cito, “dejar que las cosas continúen sucediendo de esta manera horrenda”. También lo escuchó suplicar, y cito, “la suspensión inmediata de todas las actividades de guerra en el este de Ghouta”.
Concluye: “Presidente, cuando a una generación entera se le roba su futuro, cuando los ataques hospitalarios se han convertido en la nueva normalidad, cuando los asedios de ciudades y barrios enteros se han convertido en una realidad duradera para cientos de miles de personas, la comunidad internacional debe tomar medidas urgentes y concretas. Ya he dicho esto antes. Lo diré de nuevo: lo que necesitamos es un cese sostenido de las hostilidades (…) Aún puede salvar vidas en el este de Ghouta, y en otras partes de Siria. Le insto a que lo haga”.
Ante este informe, ¿qué podemos hacer los ciudadanos de otros países? Unas son las obligaciones de los gobiernos, pero otras son las que nos afectan a nosotros. Nos podemos preguntar ¿qué podemos hacer cuando las armas que sostienen estas guerras las fabricamos nosotros?
El Confidencial de 12 de marzo del presente año recoge el informe del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) donde se manifiesta que entre 2013 y 2017 la compraventa de armas ha crecido un 10% respecto a los cinco años anteriores y su aumento exponencial en Oriente Medio, Oceanía y Asia. El informe nombra a los países que lideran la exportación, EE. UU., Rusia, Francia, Alemania, China, Reino Unido, España que ocupa un séptimo puesto, Israel, Italia y Holanda, entre los diez primeros.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos de a pie? Quizá lo primero sea conocer la información diversa que los medios y entidades nos ofrecen, reflexionar sobre ella, ser conscientes de esta y otras guerras y comprometernos con las entidades y organizaciones que promueven la paz y acoger a tantas personas, niños, mujeres y hombres que son obligados a este brutal éxodo.
Cercana la Semana Santa, cuando en muchas calles de nuestras ciudades desfilen en sus pasos tantos crucificados, el rostro de Jesús estará lleno de sus nombres.
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