OPINIÓN

NOTICIAS FALSAS

Las noticias falsas van y vienen, circulan por la red y provocan ataques a personas e instituciones e incluso condicionan las elecciones políticas. Ante este hecho,  y,  buscando la información veraz y de calidad, el 13 de noviembre del pasado año, un comunicado de la oficina de prensa de la Comisión Europea  anunciaba medidas sobre las noticias falsas y la desinformación en línea y una consulta pública sobre ellas,  y  la creación de un grupo de expertos de alto nivel integrado por representantes de universidades, plataformas en línea, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil que contribuirían  al desarrollo de una estrategia a escala europea dirigida a combatir la difusión y anunciaba su presentación para la primavera de 2018.

El vicepresidente primero, Frans Timmermans, justificaba así la creación de la comisión de expertos: “La libertad de recibir y difundir información, así como el pluralismo de los medios de comunicación, están consagrados en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Vivimos en una época en la que el flujo de información y de desinformación ha adquirido una dimensión casi abrumadora. Por esta razón, debemos proporcionar a nuestros ciudadanos los instrumentos necesarios para detectar las noticias falsas, poder tener mayor confianza en los medios en línea y gestionar la información recibida”.

El vicepresidente responsable del Mercado Único Digital, Andrus Ansip, también expresaba la necesidad de encontrar el equilibrio entre la libertad de expresión, el pluralismo de los medios y el derecho de los ciudadanos a recibir una información viable y diversificada. Y la comisaria responsable de Economía y Sociedad Digitales, Mariya Gabriel insistía en que el eje de su actuación era la defensa del derecho de los ciudadanos a tener una información de calidad “piedra angular de las democracias” y para ello quería impulsar un debate amplio y franco sobre las noticias falsas para superar los retos que nos rodean.

Un titular de El País del pasado 16 de abril decía: “Un grupo de eurodiputados impulsa leyes en la UE contra las noticias falsas”.  Agradecemos esta iniciativa de la Comisión Europea que ayudará a la presentación de una información verdadera y de calidad en aquellas informaciones que tanto nos afectan y que socavan la democracia.

Ante la recepción de esa información, noticias falsas que generan casos de corrupción política que nos han sacudido en los últimos días, puede haber distintas posturas y una es la que nos llega en las palabras del papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et exúltate. En ella, analiza algunos rasgos de esta sociedad mediática y nos invita a un cambio.

Asistimos a una importante quiebra, personal y colectiva, de valores.  Una quiebra, denunciada por el papa Francisco quien impulsa a ser y a vivir de otro modo, justo, veraz, misericordioso: “La justicia que propone Jesús no es como la que busca el mundo, tantas veces manchada por intereses mezquinos, manipulada para un lado o para otro. La realidad nos muestra qué fácil es entrar en las pandillas de la corrupción, formar parte de esa política cotidiana del “doy para que me den, donde todo es negocio” (1).

La autenticidad, la verdad, la limpieza de corazón “nada manchado por la falsedad”, como expresa el papa Francisco, “el mundo de las habladurías, hecho por gente que se dedica a criticar y a destruir, una sociedad así, alienada, atrapada en una trama política, mediática, económica, cultural e incluso religiosa que impide un auténtico desarrollo humano y social, se vuelve difícil vivir las bienaventuranzas”. Pero, aunque difícil anima a vivirlas y denuncia las redes de violencia verbal a través de Internet, “aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena” (2).

Las palabras de Francisco nos hablan de un modo distinto de actuar, hecho que quizá debamos de tener en cuenta ante la realidad que vivimos.

 

BIBLIOGRAFÍA

1. Papa Francisco Gaudete et exúltate. Nº 78.

2. Ibidem nº 115

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