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ADOLESCENCIA Y VALORES

No es fácil encontrar una reflexión sobre la adolescencia actual como una transición evolutiva –no necesariamente una crisis de desarrollo– que posee características propias de cambio evolutivo debido a la edad y que se ve asimismo implicada en unos cambios generacionales o históricos que es imprescindible tomar en consideración.

La adolescencia es una transición –en cuanto implica cambios normativos evolutivos derivados de los cambios físicos (pubertad) y de los cambios psicosociales que los acompañan, que permanecen a lo largo del tiempo– y que es y ha sido objeto de estudio en los manuales de Psicología del Desarrollo. Esta transición, no necesariamente se convierte en una crisis sino que, siguiendo el modelo T de Kalish (1989) dependerá del impacto de los cambios, tanto objetivo –por su gravedad o no normatividad– como subjetivo –áreas en que se ve comprometido el desarrollo del sujeto, temporalidad subjetiva e incluso creencias a cerca del cambio como necesario o indeseable–, de los recursos personales para afrontar dicho cambio –la fortaleza del yo expresado en la construcción de una identidad saludable (Erikson, 2000), entre otros recursos– y de los recursos sociales con que cuente el adolescente –básicamente desde el ámbito familiar, escolar y grupo de iguales–.

La adolescencia supone pasar de una autoconcepción e imagen de uno/a mismo/a como un reflejo de lo que los padres –no sólo pero principalmente– han trasmitido durante la niñez, a una tarea de construcción personal, asumiendo lo recibido pero reformulándolo como propio, único e individual. La separación de los padres como figuras de referencia para la autoimagen y el progresivo protagonismo de los pares (los compañeros/as, los amigos/as…) son elementos imprescindibles de esta etapa y de una saludable construcción de la identidad frente a la difusión de la identidad (Erikson, 1956). Para este autor una de las consecuencias de la difusión de identidad podría ser la elección de una identidad negativa, con un rechazo de los roles sociales asignados, estableciendo como base de esa identidad una serie de identificaciones socialmente inaceptables.

En la construcción de la identidad, durante la adolescencia, con la progresiva disminución de la influencia paterna y el progresivo aumento de la presión social en contextos cada vez más libres de la presencia paterna, se pondrá de manifiesto la interiorización de las normas y valores y la fortaleza de esa interiorización ante las presiones externas y la necesidad de aceptación en el grupo de iguales.

Pero esta necesidad de individuación, cambios en la autoestima y autoevaluaciones, posee además una dimensión temporal (Zacarés, 2000) que conlleva una transacción entre las características estructurales internas del sujeto y los roles exigidos y aceptados desde lo social. Es decir, en la adolescencia, se está gestando el adulto que uno va a querer ser ante uno mismo y ante la sociedad.

Hasta aquí, básicamente, lo que puede ser aplicado al adolescente desde un punto de vista evolutivo –clásico– y que ha contribuido a dotar de una visión a padres y educadores –y a psicólogos– de período de dificultad, de necesidad de nuevos recursos, de reto para el individuo y la sociedad y de difícil gestión de la tarea de convivir con un sujeto en este período de vida que llamamos adolescencia y que puede comprender entre los 12 y los 17 años.

Pero a esta visión –clásica– de la adolescencia, se añade la necesidad de considerar lo que hemos llamado una serie de revoluciones y cambios históricos tan trascendentes (Serra, 2012) que requieren su incorporación en un modelo explicativo sobre los adolescentes actuales (chicos y chicas comprendidos en estas edades en este siglo XXI). Hoy, desde la perspectiva del Ciclo Vital o Life-Span, sabemos que a los cambios debidos a la edad, debemos añadir los cambios debidos a la historia, cambios generacionales que modifican el contexto donde esos cambios de edad se producen.

Entre las revoluciones hemos considerado la de las computadoras (Internet y las redes sociales), la materialista, la educativa, la familiar, la de la violencia y la sexual…entre otras que configuran el universo adolescente. El libro de Rocío Rabino y Emilia Serra (2018) las analiza, como fuentes imprescindibles de la comprensión de los adolescentes actuales.

Asimismo, y no menos importante, la inmersión en un modelo de sociedad postmoderno, como han señalado autores como Bauman (2000) con su enriquecedora reflexión sobre la sociedad líquida.  Bauman y  Leoncini (2018) Señalan en su último libro una serie de trasformaciones  que han afectado principalmente a jóvenes como son:

1. Transformaciones en la piel. Tatuajes, cirugía plástica, hípsteres.

2. Transformaciones de la agresividad. Acoso escolar.

3. Transformaciones sexuales y amorosas. Decadencia de los tabúes en la era del comercio electrónico sentimental.

Elzo (2006, 2009) constata  que mientras en la sociedad moderna existía la posibilidad de un proyecto global, holístico…la sociedad postmoderna se caracteriza por la incertidumbre, la duda, el repliegue en lo cotidiano, en lo emocional, valorándose lo subjetivo sobre lo objetivo, la fiesta sobre la formación y el trabajo, la responsabilidad depositada en los otros sobre la autorresponsabilidad, valoración del presente, de lo cotidiano…. Todo ello produce un cambio de valores predominantes que afectan a toda la sociedad pero que poseen un mayor peso específico en el contexto de desarrollo en el que el individuo debe, como decíamos, ajustar sus referentes familiares (influencia de los padres) a los referentes sociales (influencia de los iguales y del contexto social y cultural, en general).

Desde un punto de vista evolutivo integral, frente a otras concepciones o revisiones de la adolescencia, en el libro de Rabino y Serra (2018) se realiza un repaso exhaustivo de la adolescencia como período de desarrollo de transición y, por tanto de aumento de la vulnerabilidad, así como la importancia que los valores como “definiciones de lo bueno y de lo malo, de lo aceptable y rechazable, de lo admitido y de lo prohibido, de lo que hay que hacer y lo que hay que evitar”, en palabras de Elzo (1998), y los valores predominantes en nuestra sociedad –postmoderna– así como la interiorización y asunción propia de los mismos en los adolescentes actuales.

Hemos intentado mostrar esta visión integral a través de una investigación que, partiendo de la importancia de los iguales en esta etapa de la vida, intenta averiguar qué valores predominan en los adolescentes de 12 a 16 años en una muestra de la Comunidad Valenciana (España).

La novedad del estudio, frente a otros estudios sobre valores en la adolescencia, reside en varios aspectos:

1. La metodología utilizada: la nominación del mejor compañero/a dentro del grupo/aula.

2.La distribución de la muestra –y posterior análisis– a partir del tipo de Centro Educativo (Público, Concertado-Religioso/Laico- y Privado-Religioso/Laico-).

3. El análisis a partir de las posibles diferencias de género en cada tipo de centro y en general, en la muestra global.

Respecto a la metodología utilizada se ha utilizado la metodología cualitativa respecto al análisis de las respuestas que los propios adolescentes otorgan nominando a aquellos compañeros/as que, a su juicio, son los mejores de su clase y, una vez nominados o señalados, describen las razones que los han llevado a elegirlos, destacando así qué valores ostentan estos compañeros. (Esta metodología ha sido utilizada anteriormente, entre otros, con estudios sobre madurez psicológica por el grupo de investigación de Zacarés y Serra desde finales de los años 90 y por Gutierrez, Serra y Zacarés en 2006 sobre envejecimiento óptimo). En este caso, a diferencia del sociograma que pregunta por “los mejores amigos”, la estrategia utilizada permite identificar los valores implicados en la elección de modelos identificatorios dentro del grupo de coetáneos.

En la selección y distribución de la muestra se ha establecido como criterio la titularidad del centro –público, concertado y privado, en sus diferentes modalidades- en el que los adolescentes cursan sus estudios y tomando como referencia el grupo inmediato de iguales, es decir, el grupo/aula. Partimos del supuesto de que los diferentes centros promueven de forma explícita e implícita determinados tipos de valores. Elzo (1998) apunta que “el entorno condiciona, no determina (…) en los adolescentes de la llamada postmodernidad, en el ámbito occidental, la socialización se realiza más bien desde la experimentación grupal (compartir y ensayar conductas y valores) con otros adolescentes(…) y no tanto desde la reproducción de lo trasmitido por otras instancias históricas de socialización como la familia, la escuela, las iglesias, los partidos políticos e, incluso, los medios de comunicación social” (Elzo, 1998, p.8).

Respecto a las diferencias de género, Burin y Meler (2000) entre otros, han señalado “la diferencia sexual simbólica, los estilos de construcción de las subjetividades masculinas y femeninas, así como las prescripciones para la conducta social de varones y mujeres (…)”. De ahí la importancia del análisis de los datos también en función del género. Con una muestra de 304 adolescentes en edades comprendidas entre 12 y 16 años, igualados en género y distribuidos proporcionalmente en los cinco centros, públicos, concertados y privados, los resultados arrojan las siguientes conclusiones:

1. Surgen después de agrupamientos de nivel superior, ocho categorías que fueron denominadas: Aspectos académicos positivos, alegre/divertido, habilidades sociales personales, conductas pro-sociales, identidad, aspectos artísticos, habilidades deportivas y aspecto físico.

2. Habiendo sido nominados entre tres y cinco compañeros/as, en cada grupo/aula, y por orden de frecuencia ,las categorías más frecuentes –globalmente– fueron:

2.1.  Conductas pro-sociales.

2.2. Aspectos académicos positivos.

2.3. Habilidades sociales personales.

2.4. Alegre y divertido.

Las siguientes categorías (identidad, habilidades deportivas, aspectos artísticos y aspecto físico) se encuentran, en todos los grupos a una gran distancia respecto de las otras cuatro.

Los resultados globales, comparados por centros presentan algunas diferencias: Mientras que en los centros públicos son los aspectos académicos y las conductas prosociales,ocupan el segundo lugar. Estas, las conductas prosociales, destacan como el primer criterio valorado en los compañeros/as en el centro concertado (religioso) y en el centro privado (laico) quedando en segundo lugar la valoración de las habilidades sociales de los considerados mejores compañeros.

Por último, es en el centro concertado (laico) donde se mantiene la relevancia de las conductas prosociales, seguida de los aspectos académicos.

En relación a las diferencias por género, sin consideración del centro en el que cursan sus estudios, aparecen resultados que creemos importante destacar. En las mujeres, son las conductas prosociales, y a mucha distancia de los aspectos académicos y de las habilidades sociales personales, la categoría que subyace a la elección de el mejor compañero/a. En los varones, aunque con frecuencias menores, aparecen las conductas prosociales, seguidas de los aspectos académicos positivos y ocupando el tercero y cuarto lugar respectivamente, el ser alegre y divertido y las habilidades sociales personales.

La explicación de estos resultados sobrepasa los límites de este artículo que intenta atraer al lector/a del mismo acerca de la relevancia del estudio publicado, Sin embargo, no cabe duda de que el aspecto físico, los aspectos artísticos y las habilidades deportivas aparecen relegados de los criterios de elección de los adolescentes actuales en una comunidad española, en este caso, la Comunidad Valenciana.

Sí podemos señalar que, de acuerdo con la información aportada desde los diferentes centros sobre sus respectivos proyectos educativos o ideario, en su caso, todos tienen en cuenta la importancia del desarrollo de las conductas prosociales, y la elección de los diferentes valores realizada en cada contexto educativo que condiciona quiénes –y que características presentan-son erigidos como modelos, deriva de la tramitación de las mociones internas con las oportunidades que se ofrecen desde el medio en el que los adolescentes se desarrollan.

Finalizamos con las palabras que aparecen en la presentación del libro, y que expresan nuestro asombro, como diría Carlos Calvo (2008) ante la realidad educativa y que es lo que queremos trasmitir a los/as educadores, sean padres o profesores, tutores…

“En un tiempo en que los chicos y chicas de entre 11 y 15 años aparecen como ingobernables, sin rumbo, difíciles, atrapados por las nuevas tecnologías, enganchados a las redes sociales y desconectados de una comunicación familiar dialógica y fructífera para padres e hijos o para profesores y alumnos, parece imposible conjugar -como lo hemos hecho- valores y adolescentes. Cuando parecería que los héroes de nuestros adolescentes son músicos, cantantes, deportistas que exhiben su alto nivel de vida, héroes de comics y videojuegos irreconocibles para los adultos que conviven con ellos (…) nosotras nos hemos adentrado en su identidad en construcción para averiguar a quién admiraban y respetaban y cómo eran –o cómo eran vistos– aquellos que, a su lado, como compañeros/as cada día eran considerados los mejores” (Rabino y Serra, 2018, p.20).

No cabe duda de que, después de analizar en profundidad la transición de la adolescencia en la actualidad y de contemplar los datos que ofrece la investigación que presentamos, nuestra mirada es diferente, y esperanzadora para todos a los que nos corresponde compartir el camino –en algún tramo de nuestra vida– con los adolescentes.

 

BIBLIOGRAFÍA

Bauman, Z. (2000). Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Bauman, Z.  y  Leoncini, T. (2018). Generación líquida. Transformaciones en la era

3.0. Barcelona: Paidós.

Burin M. y Meler, I. (2000). Varones. Género y subjetividad masculina. Buenos Aires:

Calvo, C. (2008). Del mapa escolar al territorio educativo. México: Nueva Miranda Ediciones.

Elzo, J. (1998). Evaluación de la realidad sociológica del adolescente en nuestro país. VIII Congreso de INFAD. Intervención psicológica en la adolescencia. Pamplona.

Elzo, J. (2006). Los jóvenes y la felicidad. Madrid. Ed. PPC.

Elzo, J. (2009). La Voz de los adolescentes. Barcelona. Editorial PPC.

Erikson, E. H. (1956). The problem of ego identity. Journal of the American Psychoanalytic Association, 4, 56-121.

Erikson, E. H. (2000). El ciclo vital completado. Barcelona: Paidós.

Gutiérrez, M., Serra, E. y Zacarés J., (2006). Envejecimiento Óptimo: Perspectivas desde la Psicología del Desarrollo. Valencia: Promolibro.

Kalish, R. A. (1989), Midlife loss. Coping strategies. Thousand Oaks, CA, US: Sage.

Rabino, R, y Serra, E. (2018)Los valores en los adolescentes actuales: Una mirada diferente para los educadores. Madrid: ACCI Asociación Científica y Cultural Americana.

Serra, E. (2012). Cambios que afectan a la educación: desarrollo y cambios generacionales. Debats, 114, 66-75.

Zacarés, J. J. (2000). Identidad. En Serra, E. (Dir.) (2000). Master “Aspectos evolutivos, psicopatológicos, psicoeducativos y sociales de la adolescencia”. Valencia: Universitat de València.

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