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PANORAMA DEL TEATRO ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO: LA REVALORIZACIÓN DEL AUTOR

La escena española contemporánea ofrece una amplia diversidad temática y formal y, a la vez, consta de una presencia de tendencias creativas innovadoras que abren nuevas perspectivas. Dentro de este panorama, creo que podemos decir que uno de los rasgos más positivos que se ha dado en el teatro español de estos últimos años es la revalorización de la figura del autor. Su creciente protagonismo ha traído consigo una escritura más variada y novedosa y una mayor abundancia de géneros dramáticos.

Tal vez sea oportuno acotar el terreno al que nos vamos a referir y para ello me voy a basar en los datos que arroja el último anuario, el de 2016, de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores). En Madrid hubo en el año citado 15.394 funciones de teatro, y en Cataluña, comunidad que le sigue, 10.181. En cuanto a los espectadores, fueron 4.265.262 los de Madrid, y 2.137.842 los de Cataluña. Estos datos fundamentan que me refiera en estas líneas sobre todo a la cartelera madrileña. 

Tanto en las carteleras como en las publicaciones más recientes se observa una gran heterogeneidad. Conviven en los escenarios, por un lado, las obras de los autores que fueron rompedores en la década de los ochenta como Alonso de Santos, Sanchis Sinisterra y Fermín Cabal, todos ellos curtidos en el teatro independiente de los setenta que se proponía tanto ir contra el franquismo como encarnar en sus obras todas las técnicas más novedosas que ya se practicaban en algunos países europeos y que provenían fundamentalmente del teatro de B. Brecht, de S. Beckett y de T. Kantor. Los autores españoles nombrados son los precursores de toda la dramaturgia más avanzada y son los que comienzan a abrir el camino a los más jóvenes ya que han sido maestros de muchos de ellos, como es el caso de Juan Mayorga, Alberto Conejero y Paco Bezerra, por citar solo algunos de los que ahora están también teniendo una notoria presencia en las carteleras españolas. 

Juan Mayorga, recientemente nombrado académico de la Real Academia de la Lengua Española, sea tal vez el autor español que en estos años ha estrenado con más continuidad. Una de sus últimas obras estrenadas, El Cartógrafo, está ahora de gira. Su teatro de texto, y por tanto gran defensor de la palabra, se caracteriza por plantear en cada una de sus obras un conflicto ético y filosófico propio del hombre de hoy con su colectividad. A esta preocupación por los problemas del hombre contemporáneo le añade su interés por la belleza de las palabras, y de esta fusión resulta un teatro sobrio y cuidado, aunque algunos críticos ven bajo sus obras la sombra de un teatro de tesis que sobresale ante la acción. Alberto Conejero, que desde que estrenó La piedra oscura ha pasado a ocupar los escenarios españoles, es también un autor que esculpe la palabra a golpe de poesía y teatro. Paco Bezerra ha conectado muy bien con el público con sus recientes obras estrenadas, entre ellas El señor Ye ama los dragones, asumiendo una herencia de un teatro popular que no teme engarzar con las técnicas de una dramaturgia más novedosa. 

Junto a estos tres autores, hemos de mencionar a los que eligen la comedia moderna, que han heredado la regeneración que del género hizo J. L. Alonso de Santos dotándolo de significados y valores democráticos propios de la nueva gente de los ochenta y desvinculándolo de las posiciones más de derechas en la que estaba anclada la comedia. No olvidemos que el autor de Bajarse al moro fue el primero en poner a unos jóvenes en un piso para hablar de sus problemas y desajustes con su entorno. Estos autores son Jordi Galceran, que últimamente ha estrenado El crédito, y Alfredo Sanzol, autor de una comedia cercana en la que no olvida nunca que este género ha de hablarle al espectador de tú a tú, teniéndolo siempre como confidente capaz de escuchar la fragilidad del ser humano, que todo autor de este género va a reivindicar en sus obras. Su espectáculo La Ternura, estrenado recientemente, ha tenido una excelente acogida de crítica y público, convirtiéndose en una de las obras de más éxito en la temporada teatral de 2017/18. 

La mayoría de los autores citados son también directores, pues parten del carácter más unitario del oficio teatral que les exige tener conocimientos tanto de las técnicas de interpretación como de la dirección, reivindicando tal vez el origen del teatro, donde tanto Esquilo como Sófocles y Eurípides dirigían sus propios textos. Con este objetivo –ser dramaturgo y director al mismo tiempo y en algunos casos, también actor- hemos asistido, al menos en Madrid, a la configuración de elencos más o menos estables conformados por nuevas generaciones de hombres de teatro implicados en la renovación del arte teatral.

Es el caso de Miguel del Arco, que ahora dirige el Teatro Pavón con un gran afán de renovación, Andrés Lima y el mismo Sanzol, ya citado, que han formado Teatro de la Ciudad. Hay que nombrar también a la compañía Ron Lalá compuesta por Álvaro Tato o Yayo Cáceres, entro otros.

Son muchos más los autores: Juan Carlos Rubio, Antonio Álamo, José Ramón Fernández, José Manuel Mora, Ernesto Caballero, que en estos momentos dirige el Centro Dramático Nacional, Ortiz de Gondra y un largo número de ellos que no podemos mencionar por motivos de espacio. Sirvan los señalados de muestra de la gran tendencia del teatro español de estos momentos a defender un teatro de autor y por tanto de texto frente a un teatro que resaltaba sobre todo el papel estelar del director, más en boga en los años pasados. 

A ello, a realzar la figura del dramaturgo, han contribuido la coexistencia pacífica –y mutuamente enriquecedora– de diferentes generaciones, como ya hemos mencionado, los talleres y cursos que los autores más veteranos han impartido a los más jóvenes, los estudios reglados, los seminarios, laboratorios, que promueven tanto entidades privadas como instituciones públicas, y las numerosas convocatorias de certámenes de escritura dramática. La labor desarrollada en ámbitos como la sala Cuarta Pared, Espacio Teatro Contemporáneo; el Nuevo Teatro Fronterizo; la Muestra de Teatro de Autores Españoles Contemporáneos de Alicante; el programa Escritos en la escena del Centro Dramático Nacional; la especialidad de Escritura y Ciencias Teatrales en la Resad (Real Escuela Superior de Arte Dramático), todas son iniciativas que revelan una voluntad de transmisión del conocimiento y han permitido que los dramaturgos dispongan de espacios en los que poder formarse y exhibir su tarea, aunque esto no significa que las cosas sean fáciles. Muchos dramaturgos, jóvenes y veteranos, siguen teniendo con demasiada frecuencia problemas para estrenar.

Decíamos al inicio de estas líneas que el panorama de la escena española contemporánea ofrece una gran riqueza autoral y dentro de ella encontramos también una amplia presencia de nuevas tendencias creativas que abren nuevos tipos de teatro.

Desde hace unos años proliferan nuevos espacios –casi siempre pequeños, aunque de muy diferente condición, organización y estructura económica– destinados a la exhibición de espectáculos que se conocen como microteatro. Lo más relevante es la propuesta, implícita o explícita, de innovadores paradigmas escénicos, que afectan a la recepción, la producción, la interpretación, la dimensión política y especialmente a la escritura de los textos teatrales. Este tipo de teatro, llevado hacia adelante por gente muy joven, muestra trabajos de formato diferente en los que la relación física y emocional de los actores con los espectadores es más próxima, incluso íntima o hasta inquietante. Está siendo cuestionado por la misma profesión pues las condiciones económicas precarias en que se desarrollan pueden llegar a desestabilizar todavía más la economía del frágil tejido teatral que se mueve en la periferia del teatro y que en tiempos aún recientes se llamó alternativo.

Además, dentro de estas nuevas tendencias de la autoría teatral, hemos de señalar las nuevas dramaturgias emergentes que basan su escritura en técnicas más rupturistas, aunque ya anunciadas por la generación de los dramaturgos más veteranos que citamos al principio. Podríamos enumerar muchas, pero tal vez las más significativas son la exagerada fragmentación en la construcción del texto, la ruptura violenta de la estructura lineal y la introducción de lo autobiográfico que convierte la memoria en algo muy elegido. Estos autores a los que podríamos llamar posmodernos, en ocasiones defienden un teatro formalista, preocupado por la experimentación con el lenguaje y los retos técnicos, y muy dado a que el autor hable de sí mismo. Podríamos citar a Angelica Liddell y María Velasco, como dos de las autoras más representativas.

Junto a estos autores conviven también en los escenarios compañías regidas por empresas fuertes y de largo recorrido como la de Arturo Fernández, las producciones de Pentación, empresa que dirige Jesús Cimarro y que rige los teatros de La Latina y Bellas Artes, la empresa de los Hermanos Larrañaga que dirige Pedro Larrañaga y que tienen el teatro Maravillas, el grupo Smedia con Enrique Salaberría y con los teatros Cofidis Alcázar y Fígaro, entre otros. Todos ellos ofrecen una cartelera variada para un amplio público y en la que predominan obras de factura muy profesional y con altas cotas de humor.

Y no podemos terminar este breve, pero denso, resumen del panorama teatral español contemporáneo sin dejar de mencionar los teatros públicos. El Centro Dramático Nacional, dirigido por Ernesto Caballero, con el teatro María Guerrero y el teatro Valle Inclán, ambos procuran ofrecer una programación de calidad. 

El teatro Español, perteneciente al Ayuntamiento de Madrid, convertido ahora, según palabras de su directora, Carme Portaceli, en un escenario con conciencia social, un espacio público que debe y quiere ser transmisor de valores. Esta opinión le lleva a programar obras muy dirigidas a realzar la inclusión social y la igualdad de género. Los Teatros del Canal, de la Comunidad de Madrid, dirigidos por Natalia Álvarez Simó, que apuestan por una programación en la que prima la creación contemporánea internacional y, finalmente, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, dirigida por Helena Pimenta, que continúa haciendo una labor extraordinaria en la proyección de nuestro teatro del Siglo de Oro, siguiendo la estela de los directores anteriores. Dentro de este centro nacional se ha creado la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico que se está convirtiendo en portadora del buen decir del verso del barroco español.

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