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SE AGOTA EL TIEMPO PARA LIMITAR EL AUMENTO DE LAS TEMPERATURAS

Desde hace casi tres décadas, los expertos en cambio climático vienen alertando de las consecuencias sobre el clima derivadas de la acción del ser humano. Se han dado pasos, pero cortos, teniendo en cuenta la magnitud del problema y la longitud de éste. Tanto que después de 23 Conferencias de las Partes (Cops) –organismo en el que los Estados se citan de forma anual desde 1995 para exponer y acordar las medidas para frenar el cambio climático- y a las puertas de celebrarse la COP 24 –este mes de diciembre– el IPCC ha elaborado un informe en el que determina que “para  limitar  el  calentamiento  global  a  1,5° C  se necesitarían  cambios  de  gran  alcance  y  sin  precedentes  en  todos  los  aspectos  de  la  sociedad”. De no ser así, alerta que estamos encaminados a alcanzar un aumento de las temperaturas de 2° C,  lo que supondría unas consecuencias irreversibles para el clima, los ecosistemas y para las sociedades.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el organismo de las Naciones Unidas cuya razón de ser recae en la evaluación de los aspectos del cambio climático y por medio de sus conocimientos científicos y los resultados que sacan a la luz, los estados y los responsables de las políticas concernientes al cambio climático disponen de la información detallada para llevar a cabo las implicaciones y estrategias de adaptación y mitigación. Entre el 2 y el 14 de este mes, en Katowice –Polonia– los estados tienen una cita y un compromiso de enorme relevancia, más si cabe tras el informe emitido en octubre por parte del IPCC. Las cumbres pasan, los Estados no consiguen disminuir las emisiones, el tiempo corre y los cambios en el clima ya se están mostrando. 

El escenario de no alcanzar un aumento de temperatura de 1,5° C no entra prácticamente en las opciones con las que se trabaja. De serlo así, los estados tendrían que dar un vuelco a sus políticas. Sería como plantear un sueño deseable en una realidad que los Estados han dirigido hacia otro camino. Se acepta que la temperatura aumentará un grado y medio. Las organizaciones ecologistas y los expertos alertan de que la diferencia entre fijar el aumento en esa temperatura y sobrepasarla hasta alcanzar los dos grados, podría derivar a consecuencias devastadoras. 

Consecuencias

El Copresidente del Grupo de trabajo I del IPCC, Panmao Zhai, tras la publicación del informe dijo en un comunicado que “ya estamos  viviendo  las  consecuencias  de  un  calentamiento  global  de  1° C,  con  condiciones meteorológicas  más  extremas,  crecientes  niveles  del  mar  y  un  menguante  hielo  marino  en  el Ártico, entre otros cambios”. En este sentido, el responsable de Clima y Energía de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz apunta que “en el caso español, de pasar de 1,5 a 2 grados, se duplicarían los riesgos del estrés hídrico, es decir, habría regiones que tendrían sequías muy intensas tanto que podríamos hablar de crecimiento de desiertos y de procesos muy fuertes de desertificación que ya estamos viendo en España y se verán muy incrementados por este calentamiento global”. Añade que “con los dos grados está casi asegurada la desaparición de todos los arrecifes de corales y el cambio de los patrones de precipitación y lluvia, ya que serán mucho más intensas en los dos grados frente al grado y medio”.

Estas consecuencias climáticas derivan de forma directa en el desarrollo de las sociedades, y ahonda en la agudización de la pobreza y el hambre en distintas partes del mundo, dando lugar a que miles de personas se vean empujadas a dejar su hogar y migrar en busca de un lugar óptimo. A este flujo se le ha bautizado como migrantes climáticos. La escasez, por el acceso a los recursos y la energía, deriva a su vez en la proliferación de conflictos armados por el control de dichos recursos. Y esto, contraviene los Objetivos para el Desarrollo Sostenible. 

Para que ese escenario irreversible no se alcance y por tanto fijar el aumento de temperatura en 1,5° C, el informe determina que las emisiones globales de CO2 provocadas por el ser humano disminuyan en 2030 en torno al 45% respecto a los niveles de 2010 y, una vez conseguido, no cesar en la disminución de las emisiones. Y para conseguirlo precisa la necesidad de establecer transiciones rápidas y de gran alcance en los sectores que más gases de efecto invernadero emiten a la atmósfera, como la  energía,  la  industria,  los  edificios,  el transporte  y  las  ciudades. En este sentido, Andaluz determina que los esfuerzos de los países no habría solo que duplicarlos sino que triplicarlos de cara a 2030, “especialmente lo señalamos en España ya que las regiones mediterráneas como las nuestras serán las más afectadas si se pasa de los 1,5 a los 2 grados” añade.

Ante la alarma generada, justificada y objetiva, el Catedrático de Análisis Geográfico Regional y director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante y revisor del 5º Informe del IPCC, Jorge Olcina, no cree que esté todo perdido, aunque califique de “improbable” no alcanzar el grado y medio de aumento de temperatura, deja abierta una ventana a la esperanza atendiendo a que aún se dispone de cierto margen de maniobra. Establece tres escalas como agentes principales para que este incremento no se alcance. Los Estados tendrían que acordar “reducir las emisiones y apostar por unas economías descarbonizadas”; a nivel regional, aprobar planes de adaptación y mitigación y a escala municipal, iniciar la preparación de las ciudades para el cambio climático. 

COP 24

Del 2 al 14 de diciembre, la ciudad polaca de Katowice acoge la vigésimo cuarta cumbre del clima en la que se pretende establecer y concretar las medidas a adoptar en cuanto a la reducción de emisiones de cada país y los mecanismos financieros para llevar a cabo la descarbonización. 

Tras la cumbre de París, en 2015, donde se determinó la necesidad de que los Estados trabajaran para que el aumento de temperatura quede lejos de los dos grados pero obviando y sin determinar de qué manera hacerlo, llega esta cumbre con la esperanza, aunque sin demasiado optimismo, por parte de las organizaciones ecologistas, de un acuerdo que fije las medidas para una profunda reducción de las emisiones. Para el catedrático Olcina, “las COPs están sirviendo para poco. Lo mismo que la toma de decisiones globales en los acuerdos internacionales (Kioto o París)”. En este sentido añade que “el informe ha sido una llamada de atención a gobiernos para que actúen de una vez. Teóricamente los informes oficiales del IPCC se publican cada seis o siete años. El próximo tiene prevista su edición en 2021-22, sin embargo, el IPCC se ha visto en la necesidad de publicar este informe “intermedio” a la vista de la gravedad de los datos climáticos que se están registrando en los últimos años”. 

El responsable de Clima de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz, tampoco se muestra especialmente optimista ante este encuentro “porque quieren hacer en tres meses lo que en París llevó casi dos años” y vuelca toda la esperanza en la ciudadanía porque es “la que está dando un contrapunto importante a muchas decisiones”.

Una de las principales premisas que deben salir al finalizar la Cumbre, Olcina considera que tiene que ser el mecanismo financiero para llevar a cabo la reducción de emisiones, “y especialmente las ayudas que deberán recibir los países menos desarrollados, por parte de los desarrollados, para poder luchar contra el cambio climático”. En este sentido, Javier Andaluz espera que se determinen todas las medidas concretas para poner en marcha el acuerdo de París, “por ejemplo cómo los países van a plantear sus compromisos de reducciones, cómo se van a ajustar esos compromisos de reducciones al IPCC y cómo se van a contabilizar las emisiones, transferir herramientas desde el norte al sur para adaptarse y para reducir las emisiones o cómo se van a afrontar las pérdidas de daños y poblaciones humanas que desaparecerán con la subida del mar”.

¿Qué proporción es responsabilidad de la ciudadanía y cuál de los Estados? Andaluz mantiene que “es cierto que el ciudadano tiene una alta responsabilidad porque son los que finalmente compran y consumen, y vemos que ya hay mucha población que está haciendo cambios de patrón de consumo importantes desde optar por otros modelos de alimentación y energía, pero al final lo que hace falta es un cambio sistémico, una reorientación de los sistemas económicos e industriales, y en ese caso la única capacidad la tienen los Estados”.  

A esa falta de toma de decisiones reales y drásticas de los estados se unió, a mediados de 2017, una noticia que contraviene la lucha contra el cambio climático cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que abandonaría el Acuerdo de París. Es el segundo país del mundo, tras China, en emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. “La pregunta no es lo que supondrá si EE. UU. se baja, sino qué va a hacer la comunidad internacional ante su salida”, comenta Andaluz.

Dada la premura que precisa la toma de decisiones en la reducción de emisiones, esta COP, vuelve a catalogarse como momento decisivo. El tiempo se agota y demorar la determinación firme de las medidas para frenar las consecuencias del cambio climático solo conduciría a un escenario irreversible para el clima. “Cuanto más tiempo tardemos, más rápido consumiremos esas emisiones que nos quedan para garantizar un incremento de la temperatura global del grado y medio”, concluye Andaluz.

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