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SAWABONA, SAWUBONA: SALUDANDO A AFRICA

Comienzo este artículo diciendo sawabona. Es el saludo que utiliza una tribu de África del Sur que significa: “Yo te respeto, yo te valoro. Eres importante para mí”. En zulú hay un saludo similar sawubona: “Te vemos”.

Escribo desde mi experiencia profesional como responsable de África en la Fundación InteRed, (ONGD promovida por la Institución Teresiana) que apoya el trabajo de desarrollo en Guinea Ecuatorial, Camerún y la República Democrática del Congo de 110 organizaciones socias locales, principalmente de la Institución Teresiana, desde 1994. No puedo dejar a un lado mi propia experiencia personal, nacida en España, y que ha crecido escuchando las noticias que nos van llegando de África y que crearon en mí una concepción y un imaginario demasiado básico para todo un continente formado por 54 estados soberanos, a la vez que, la complejidad de la realidad histórica, sociopolítica, socio cultural y económica, de este continente requiere de análisis multidimensional y profundo.

¿A través de qué prisma miramos?

Y ¿qué es lo que realmente vemos de África? Cuando abrimos las páginas de los periódicos y las noticias oímos habitualmente la noticia de las personas migrantes que tratan de llegar a las costas europeas y el testimonio que nos dejan: prefiero arriesgarme y morir que seguir viviendo en mi país. Ante este tipo de información mediática ¿qué comprensión y entendimiento tenemos de la situación política, social, económica y cultural de las zonas y los países de África?

Sabemos que el continente africano ha sido un hervidero de conflictos y guerras abiertas y otras olvidadas durante décadas. El genocidio de Ruanda, la guerra centroafricana, el conflicto armado en R. D. Congo… También hemos escuchado las situaciones atroces que se están dando con los secuestros de mujeres en Nigeria por Boko Haram; o el problema de los diamantes de sangre cuando la modelo Naomi Campbell declaró ante el Tribunal Especial para Sierra Leona. 

Esos son los titulares con los que hemos ido dibujando y matizando nuestra idea y nuestro relato de África. Esto es: la imagen de miseria, torturas, genocidio, hambruna, violencia y violaciones contra las mujeres… ¿Qué nos provocan cuando escuchamos esto? A veces he escuchado y tengo que confesar que yo misma he dicho que África nos queda lejos. Siendo conscientes de que cuando cogemos nuestro ordenador, cogemos el móvil para poner un whatsapp, tenemos a R. D. Congo en nuestras manos o cuando tomamos una chocolatina que probablemente esté hecha de cacao que proviene de Costa de Marfil. 

A través de estas noticias se ha generado la idea de que la problemática en África se reduce a causas relacionadas con una lucha por los recursos naturales o por enfrentamientos tribales. Existen estudios y autorías que recogen los debates que en las últimas décadas existen sobre las múltiples causas de los conflictos en África como es el libro Más allá de la barbarie y de la codicia, coordinado por la politóloga Itziar Ruíz-Giménez y publicado por Edicions Bellaterra. En este libro se apunta también a otro elemento de análisis como es el papel y la dinámica de la comunidad internacional, porque los conflictos en África no sólo son  una cuestión interna de África que tiene que solucionarse en África. 

R. D. Congo es un buen ejemplo de la complejidad del análisis de la situación de un conflicto de más de tres décadas que ha dejado millones de muertos, niños y niñas soldados, mujeres violadas, etc., y que se ha transmitido vinculado al conflicto del coltán u otros recursos minerales. A la clave del interés por la explotación de los recursos, hay que añadir la clave del desarrollo de las democracias en la clase política, que tiende al autoritarismo y el poder se queda en manos de los señores de la guerra o la élite política, que son quieres tienen el poder sobre estos recursos naturales. En la comunidad internacional, tenemos que tomar conciencia de que nuestro bienestar y el desarrollo tecnológico del que disfrutamos en nuestra sociedad está asentado en la explotación de esos recursos. 

Es importante también señalar el papel de las misiones de paz que ha enviado la comunidad internacional para solucionar las guerras y el conflicto en África.  El libro El sueño liberal en África subsahariana. Debates y controversias sobre la construcción de paz, apunta que “este tipo de operaciones acaba configurando un modelo de construcción de paz que más que aspirar a transformar los problemas de fondo que provocaron la violencia, parten de visiones y agendas occidentales de lo que debe ser la construcción de paz, en la mayoría de los casos inocuas para la mejora social y política de los contextos en cuestión”1.  

¿Un crecimiento abierto a la esperanza?

Los indicadores económicos en los últimos 10 años han cambiado el escenario internacional en relación a África. En octubre de 2019, el dosier monográfico de La Vanguardia está dedicado a África con el título África el continente del futuro. El Gobierno de España acaba de poner en marcha el III Plan África –España y África: desafío y oportunidad–. El desarrollo demográfico y económico de algunos de los países en África (según el Banco Mundial, cuatro de las economías de más rápido crecimiento del mundo en 2019 se encuentran en África: Costa de Marfil, Etiopía, Ghana y Ruanda) ha despertado el interés de grandes economías como China, India, Brasil, Estados Unidos… vinculado a movimientos geo-políticos y geo-económicos, que se han traducido en un incremento de las inversiones extranjeras como oportunidad de negocio y mercado.

El debate que surge en este momento es si todo este desarrollo económico se traduce en Desarrollo Humano. “El desarrollo humano es el proceso de ampliación de las opciones de la gente, aumentando las funciones y las capacidades humanas… Representa un proceso a la vez que un fin. En todos los niveles de desarrollo las tres capacidades esenciales consisten en que la gente viva una vida larga y saludable, tenga conocimientos y acceso a recursos necesarios para un nivel de vida decente. Pero el ámbito del desarrollo humano va más allá: otras esferas de opciones que la gente considera en alta medida e incluyen la participación, la seguridad, la sostenibilidad, las garantías de los derechos humanos, todas necesarias para ser creativo y productivo y para gozar de respeto por sí mismo, potenciación y una sensación de pertenecer a una comunidad. En definitiva, el desarrollo humano es el desarrollo de la gente, para la gente y por la gente” (PNUD, 2000:17).

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas, busca medir el logro medio de un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: una vida larga y saludable, los conocimientos y un nivel de vida decente (Alfonso Dubois – Hegoa – Universidad del País Vasco). El IDH está compuesto de tres variables2:  

1. Esperanza de vida al nacer.

2. Educación. Analiza el nivel de alfabetización adulta y el nivel de estudios alcanzado (primaria, secundaria, estudios superiores).

3. PIB per cápita. Analiza el producto interno bruto per cápita y evalúa el acceso a los recursos económicos necesarios para que las personas puedan tener un nivel de vida decente.

El IDH es una referencia aceptada a nivel global para situar el nivel de desarrollo de los países. En 2018 la clasificación de los países africanos fue: 7 países con IDH alto; 14 con IDH medio; 33 con IDH bajo. Más en concreto, el Índice de Pobreza Multidimensional del Programa Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) va más allá de los ingresos como indicador exclusivo de pobreza y mide cómo las personas experimentan la pobreza en su salud, educación y nivel de vida. En el informe de 2019 se concluye que de los 101 países analizados, el 23,1 % de la población experimenta una pobreza multidimensional, pero la incidencia varía según las regiones –desde el 1,1% en Europa y Asia Central al 57,5% en África sub-sahariana–.

Todo este crecimiento convive con la desigualdad y la inequidad, aún una de las marcas distintivas en el contexto africano. Llama la atención cómo Etiopia es una de las economías que más ha crecido en los últimos años y, al mismo tiempo, está en el puesto 173 de IDH de los 189 países que lo componen. Este dato hace que se plantee la cuestión de si la inversión y el crecimiento económico se están traduciendo en un desarrollo económico que transforme la realidad y la vida de las personas.

Desde InteRed se trata de apoyar estas realidades, como son los proyectos que se han comenzado en la ciudad de Mbuyi Mayi en la Región de Kasai Oriental. Otro ejemplo de desarrollo vinculado a la explotación de recursos. Hace 10 años era considerada la tercera explotación mundial de diamantes, gestionado por la compañía propiedad del Gobierno MIBA. Muchas personas de Mbuyi Mayi y del país fueron a trabajar a la mina con salarios de explotación. En la actualidad, las minas de diamantes se han diezmado y toda la riqueza ha quedado en manos de las empresas internacionales y de la élite política del país. Las familias de los hombres que fueron a las minas, muchas fueron abandonadas, están mal viviendo y han quedado desestructuradas. Son las mujeres las que tienen que hacer frente a sacar adelante a sus hijos e hijas con lo que pueden, sin oportunidades de educación, salud, alimentación básica diaria. Lo que la riqueza de diamantes ha dejado en Mbuyi Mayi, es una ciudad que sigue siendo una de las más pobres en RD Congo, sin agua, sin luz, sin apenas servicios sociales de salud y educación básicos.

Desarrollo por y para las personas

Es verdad que, para revertir esta situación y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible que marcan la agenda internacional, es necesario un compromiso de los estados. Pero también, creo que desde lo pequeño y desde el día a día es posible generar y crear pequeños cambios que transformen vidas de personas concretas y es ahí donde InteRed está apostando para llegar a más personas, mujeres y hombres.

Hace poco estaba en un taxi y en la radio hablaban del libro El río que desafía el desierto. Me pareció un título muy sugerente y un símbolo de lo que desde InteRed se quiere impulsar. Sí, es cierto que en las realidades en las que trabajamos los índices de pobreza, inequidad, injusticia, carencia de educación básica, salud básica y otro tipo de vulneraciones de derechos básicos existen y prevalecen. Pero también es cierta, la importancia de reconocer la vida, la energía y la esperanza con la que comienza la gente cada día y bandea situaciones muy duras, que yo calificaría de hostiles.

No sólo se trata de transformar la vida de hombres y mujeres, niños y niñas a quienes podamos alcanzar con nuestros proyectos educativos, de defensa de los derechos de las mujeres o de fortalecimiento de las capacidades de estas personas para que puedan tener acceso a sus derechos básicos.  Más allá del trabajo por la justicia social a nivel local se trata también de una transformación que incida en la justicia global.

He comenzado mis palabras con el saludo sawabona a lo cual se responde shikoba, “entonces, yo existo para ti”.

 

BIBLIOGRAFÍA

1. Dosier Vanguardia. África el continente del futuro. Pág 91. El Sueño liberal en África subsahariana. Debates y controversias sobre la construcción de paz.

2. Fuente: https://economy.blogs.ie.edu/archives/2009/10/%C2%BFque-es-el-indice-de-desarrollo-humano-idh/ 

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