Este otoño hemos asistido al reconocimiento mayor que puede hacerse de un creyente que en el siglo XIX conoció y padeció en su ánimo la tensión entre dos confesiones religiosas: John Henry Newman. Y en decenios poco propicios del siglo XIX, con una honradez intelectual fuera de duda junto con una obediencia a su conciencia, hizo pensable la armonía entre la razón y el creer.