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EMERGENCIA CLIMÁTICA EN ESPAÑA

En diciembre del año 1989 tuvo lugar la European Conference on Lanscape Ecological Impact of Climatic Change, en la ciudad de Lunteren (Holanda). En este año 2020 en Glasgow se celebrará la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2020, también conocida como COP26, que es la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Entre 1989 y 2020 han pasado 31 años. En la conferencia citada celebrada en 1989 en Holanda se reunió a 120 científicos de todo el mundo. Yo asistí a dicha reunión como científico que investigaba los posibles efectos del cambio climático. Se puso de manifiesto, en aquellas fechas, que había suficientes indicios en ese momento de que algo podía estar pasando con el clima. Por ello se establecieron un conjunto de indicadores referidos a diferentes ecosistemas que permitieran establecer la realidad de este cambio global para poder determinar medidas de adaptación especialmente y minimización de daños. Dichos indicadores se han ido cumpliendo de forma clara a lo largo del tiempo. 

Este año se celebrará la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Glasgow. Tras los decepcionantes resultados de la COP25 celebrada en Madrid a finales de 2019, el futuro de la COP26 de Glasgow se intuye oscuro. No parece haber un interés especial en poner freno al cambio climático y afrontar sus graves consecuencias. Reuniones internacionales sobre el tema ha habido muchas, soluciones reales ninguna, más allá de insustanciales promesas de futuro sin ninguna obligatoriedad real para que los países tomen medidas para frenar el desastre del cambio climático. Mientras tanto, las personas sufren y mueren en países que no contribuyen al calentamiento global. Los que menos culpa tienen soportarán más los efectos del cambio climático. El Papa Francisco ha realizado continuos llamamientos a la acción para salvar el planeta y al propio ser humano. La Carta Encíclica Laudato Si´ sobre el cuidado de la casa común constituye el alegato más valiente a favor del mundo y las criaturas que lo habitan planteado. En la encíclica, el Papa plantea la urgencia de una acción colectiva y urgente ante las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aún entre los creyentes, que van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. 

Necesitamos una solidaridad universal nueva ante una globalización que nos atenaza y destruye el planeta, una solidaridad planteada como medidas globales que impliquen especialmente a los países y grupos sociales que más contribuyan al cambio climático nos indica el Papa en Laudato Si´. El cambio climático es un cambio global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad, nos recuerda el Papa Francisco. Entre 1974 y 2020 numerosas reuniones internacionales se han llevado a cabo. De hecho, la consideración del cambio climático como un grave problema es más antigua. La Conferencia Científica de las Naciones Unidas también conocida como la Primera Cumbre para la Tierra, celebrada en Estocolmo (Suecia) en 1972, planteó la cuestión del cambio climático por primera vez. En 1992 se convocó en Río de Janeiro (Brasil) la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, la denominada Cumbre para la Tierra. El acontecimiento más importante de la conferencia fue la apertura para la firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), un primer paso para tomar acciones de conjunto, resultando la adopción del Protocolo de Kyoto en Japón en diciembre de 1997,  la acción más influyente en materia de cambio climático que se haya emprendido hasta la fecha. Su objetivo era reducir las emisiones totales de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero de los países industrializados en al menos un 5% respecto de los niveles de 1990 entre 2008 y 2012. 

El protocolo entró en vigor el 16 de febrero de 2005, implicando a 160 países. Sin embargo fue otro fracaso de la humanidad al languidecer en los siguientes años por falta de acuerdo y el rechazo de ciertos países a tomar medidas, y pagar sus excesos en emisión de gases de efecto invernadero compensando el daño generado por el cambio climático a otros países. En los últimos años, entre 1995 y 2029, la Conferencia de las Partes (COP) se establece como el órgano supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. En las reuniones anuales participan expertos en medio ambiente, ministros, jefes de estado y organizaciones no gubernamentales. De este modo ha habido reuniones de la COP en diferentes países: entre la COP1 celebrada en Berlín en 1995 y la COP25 celebrada en Madrid en 2019. En el año 2015, la Conferencia de París COP21, un nuevo estrepitoso fracaso a pesar de la propaganda política que se le dio, y la prueba está en el resultado de la COP25 de Madrid. 24 años de reuniones y el cambio climático se consolida como una realidad de la que no sabemos su irreversibilidad, pero si conocemos sus devastadores efectos, que todos sufrimos. Un cambio climático con predicciones muy agoreras en todo el planeta que propiciará un futuro dramático para muchos inocentes del tercer Mundo y una realidad incierta para los países del Primer Mundo que incrementará las diferencias sociales ya muy agudizadas. 

España sufrirá sus consecuencias y, de nuevo, en este mundo globalizado, de forma injusta, los que menos culpa tienen más los sufrirán. Los efectos del cambio climático en las ciudades de España tendrán una mayor incidencia en los barrios descartados de nuestro país. De nuevo los pobres cargarán con los excesos de los ricos. Ante situación se ha tenido que declarar la Emergencia Climática, un estado que debió establecerse mucho antes. La Declaración de Emergencia Climática es la respuesta lógica, aunque tardía, ante el sufrimiento mundial y el consenso generalizado de la comunidad científica, que reclama, desde hace años, una acción urgente global para salvaguardar el planeta y conseguir lo antes posible el objetivo de neutralidad climática, es decir, una sociedad baja en carbono (hipocarbónica) donde nuestra forma de vida no repercuta negativamente en el sistema climático global. España asume su responsabilidad y actúa. La Declaración de Emergencia Climática involucra la adopción de medidas para lograr reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero en un plazo determinado y ejercer la adecuada presión política, desde la ciudanía, a  los gobiernos para que tomen conciencia sobre la situación de crisis ambiental global existente. 

El Gobierno de España, ante la realidad de la inacción internacional con suficiente contundencia, ha declarado la Emergencia Climática planteando la adopción de 30 medidas para acelerar la lucha contra cambio climático mediante  políticas transversales, aprovechando los beneficios sociales y económicos que ofrece la transición ecológica. Entre las medidas planteadas podemos destacar: remitir al Parlamento el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética; definir la senda de descarbonización a largo plazo de nuestro país, de forma ordenada, que asegure el objetivo de neutralidad climática a más tardar en el año 2050; reforzar los mecanismos de participación  existentes y garantizar de forma estructurada la participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones en materia de cambio climático; integrar los aspectos relativos a la emergencia climática en todas las políticas públicas, de forma transversal; integrar los recursos naturales y la biodiversidad en la contabilidad nacional y la generación y actualización periódica de escenarios climáticos e hídricos; identificar los colectivos vulnerables en este proceso de transformación económica y desarrollar  políticas inclusivas; no autorizar en el territorio nacional nuevas solicitudes de autorizaciones de exploración ni permisos de investigación o concesiones de explotación de hidrocarburos ni para las actividades de fracturación hidráulica; actuar contra la pobreza energética; fomentar medidas para la alcanzar una movilidad sostenible, intermodal y conectada; articular la protección e información de los consumidores. 

La Declaración de Emergencia Climática es una necesidad y una responsabilidad ética y moral, en línea con los planteamientos del Papa Francisco, ante la grave situación planteada por el cambio climático de sufrimiento, incremento de las diferencias sociales y daños en los ecosistemas y la inoperatividad real de las reuniones internacionales, que debe tener un carácter transversal entre todos los agentes sociales e instituciones constituyendo el único camino posible para afrontar la realidad del cambio climático y sus consecuencias.

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