ARTÍCULOS TEATRO

EL TEATRO ESCRITO POR LAS MUJERES DE HOY

La cartelera teatral española de hoy incluye ya en su oferta muchos títulos escritos por mujeres. Esta temporada podremos ver sobre los escenarios obras de Elena Fortún, Lucía Carballal, Vanessa Monfort, Andrea Jiménez, Noemí Rodríguez, María Velasco y Carolina África, entre otras. Esta realidad no ha surgido de pronto ni de modo espontáneo, es mucho el esfuerzo que hay detrás: sin el empuje de muchas mujeres y también de algunos hombres no se puede entender esta conquista.

Las dramaturgas de los ochenta

Tendremos que remontarnos a los últimos años de la dictadura en donde Carmen Resino y Ana Diosdado, dos autoras pioneras,  estaban ya escribiendo y estrenando. A ellas le siguieron las Autoras en Democracia, asociación que agrupaba a un gran número de dramaturgas que se dieron a conocer en la década de los 80 y de entre ellas podemos destacar a Concha Romero y María Manuela Reina.  En 1984, Paloma Pedrero y Maribel Lázaro asisten a un taller de escritura impartido por el dramaturgo Jesús Campos y organizado por el recién estrenado Centro de Nuevas Tendencias Escénicas, organismo que dependía del Centro Dramático Nacional y que quería dar voz a los dramaturgos más experimentales. La participación de estas dos dramaturgas fue un hito en aquel momento, pues a la mayoría de los talleres asistían sólo dramaturgos. Un año después, en 1985, Paloma Pedrero estrena en Madrid La llamada de Lauren, obra que creó gran polémica sin que la autora fuera  del todo consciente, ni pretendiera ocasionarla. El protagonista de la obra, un hombre, se cuestiona en que naturaleza sexual quiere vivir, cuál es su género íntimo, tema en aquel momento totalmente precoz y también hoy de gran actualidad. La misma autora está programada en esta temporada de 2020 en el Centro Dramático Nacional con su obra Transformación, que trata un tema totalmente enlazado con el que hemos mencionado. Volveremos a ello.

En 1986 se crea la Asociación de Dramaturgas que preside Carmen Resino, asociación de corta vida ya que en ella se planteó una polémica entre autoras feministas más radicales y aquellas que su finalidad se resumía en conseguir  que su voz se escuchara en los escenarios. La imposibilidad de dar salida a este modo de pensar tan distinto originó su desaparición.  Hemos de resaltar también el papel clave que en estos momentos representa la librería teatral La Avispa, dirigida por Julia García Verdugo, lugar que se convierte en el espacio desde donde se potencia la fuerza de este resurgir de las dramaturgas. Se organizan reuniones, seminarios y se publican textos teatrales de mujeres que empiezan a estar ya disponibles para el púbico. Además Patricia W. O´Connor, estudiosa y profesora de la universidad  americana de Cincinnati y directora en ese momento de la revista, también americana, Estreno, editada tanto en español como en inglés, comienza a centrar su atención hispanista en la escritura de las nuevas dramaturgas españolas, ampliando por tanto su difusión en muchas universidades americanas.

Siguen sucediendo acontecimientos que van afianzando el camino: en 1986 la revista teatral Primer Acto, imprescindible para seguir el transcurrir de las noticias teatrales, organiza y publica un coloquio moderado por Lourdes Ortiz, –novelista de reconocido prestigio, que tras ingresar como profesora de Arte en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid) se agrega al grupo de mujeres dramaturgas–, al que asisten  Maribel Lázaro, Paloma Pedrero, Carmen Resino, Concha Romero y Yolanda García Serrano, esta última recién incorporada y más tarde destacada guionista de muchas de las películas más sobresalientes de nuestro cine contemporáneo.

Muy relevante fue  la creación de los premios Marqués de Bradomín, organizados  por el Instituto de la Juventud, dependiente del Ministerio llamado entonces de Asuntos Sociales. Su creador, Jesús Cracio, director técnico del área teatral en aquel momento, los pensó para promover a los dramaturgos menores de 30 años. Habrá que esperar a la edición de 1989 para encontrar la primera joven dramaturga premiada: Margarita Sánchez por Búscame en Hono-Lulú. A ella le seguirán otros nombres, muchos de ellos hoy incorporados a la vida teatral española. En 1995, será Yolanda Pallín, con su texto La Mirada; en 1997, Itziar Pascual por La mirada de Penélope; en el año 2000 Gracia Morales; en 2001, Pilar Campos; María Velasco en 2010, Lucía Carballal en 2012 (estas dos últimas programadas esta temporada en el Centro Dramático Nacional) y otros nombres que se han ido agregando en estos últimos años.

Es importante también señalar que estos premiados –mujeres y hombres– empiezan a poner de moda otro tipo de escritura que rompe sobre todo con la estructura clásica y ofrecerán una dramaturgia  más fragmentada, con una construcción de personajes sin desarrollo psicológico. No en vano sus maestros serán Heine Müller, S. Beckett, H. Pinter, D. Mamet y B. Koltés, entre otros.

Las dramaturgas de los noventa

Comienza la década de los noventa y Paloma Pedrero sigue estrenando, en estos momentos Noches de amor efímero y Carmen Resino, Pop y patatas fritas. A la lista se incorporan Lidia Falcón, Luisa Cunillé, Laila Ripoll, hoy directora del teatro municipal de Madrid, Fernando Fernán Gómez y Elena Cánovas, que tiene una enorme repercusión con su obra Mal bajío representada por un grupo de presas. Funcionaria de prisiones en la cárcel de mujeres de Yeserías, y licenciada en dirección por la RESAD, crea en 1985 el grupo de teatro Yeses, sintiéndose heredera de los principios de Clara Campoamor, Concepción Arenal y Victoria Kent que piensan que la cultura puede ser un elemento regenerador. Elena utiliza el teatro con estos fines y tiene un gran reconocimiento de público.

Como bien explica Virtudes Serrano, estudiosa especialista de esta dramaturgia de mujeres,  en esta escritura se aprecia una tendencia a expresar la insatisfacción que provoca la falta de ideales, la hostilidad y la incomunicación, el miedo y la violencia que afecta a las relaciones entre los individuos. También se percibe al final de la década un intento de recuperar la memoria y en particular la memoria de las mujeres, y una incorporación de la temática relaciona con la violencia ejercida en el hogar.

Siglo XXI

Y llegamos ya al siglo XXI con un gran trabajo hecho y un camino abierto que ahora es más fácil de continuar aunque los obstáculos en esta escritura de mujeres no hayan desaparecido y sea aún muy grande el trabajo por hacer. 

Las asociaciones de mujeres dramaturgas aumentan su número, entre ellas Las Marías Guerreras que agrupan a mujeres de todas las profesiones escénicas y tienen como objetivo principal potenciar y visibilizar la creación femenina contemporánea, dar a conocer cuestiones de género y paliar la discriminación que las mujeres sufren en el mundo de las Artes Escénicas. 

A las dramaturgas mencionadas de anteriores décadas, se unen las nuevas que se integran en la llamada dramaturgia emergente, entre quienes se encuentran Angélica Lidell, Nieves Rodríguez o Carolina África, –también programadas esta temporada en el María Guerrero–, María Velasco y Denise Dspeyroux, entre otras muchas. 

Muchas de estas autoras a la hora de construir sus textos parten de su propia profesión y de la invisibilidad y las dificultades para ejercerla, una especie de juego metateatral que se inició con el teatro de la democracia a finales de los setenta, y que ahora adaptan a la situación de la mujer. Pero otras muchas tratan temas de la propia condición humana, sin que sean puramente feministas, aunque escriben siempre desde su condición de mujer. 

Mujeres en la cartelera de 2020

Adentrémonos ahora en algunas de las obras que van a estar presente en esta temporada teatral de 2020. Vamos a hacer una cala en esta programación y para ello nos vamos a centrar en la cartelera de este año del Centro Dramático Nacional, en sus dos teatros: el María Guerrero con su sala Princesa y el teatro Valle Inclán con sus dos salas,  Francisco Nieva y el Mirlo Blanco. 

En estos momentos, mientras escribimos estas líneas, en el mes de febrero, está en el escenario de la sala Francisco Nieva ubicada en el Teatro Valle Inclán Como una perra en un descampado, de Claudia Cedó. Ella dice de su texto: “Estaba embarazada de  cinco meses cuando perdí a mi hijo, todos tenemos nuestro descampado. La obra trata de explicar lo que sentí y lo que descubrí: que incluso las sombras más oscuras no hacen tanto miedo cuando se las ilumina”.

También a finales de febrero se incluye en la programación de la sala Princesa, en el María Guerrero, Taxi Girl, de María Velasco: este término se refiere a las compañías de baile de pago que se popularizaron a comienzos del siglo XX. La obra se fija en un triángulo amoroso histórico protagonizado por una taxi girl y dos pesos pesados de la literatura universal, Henry Miller y Anaïs Nin. Ambos escritores utilizaron la obscenidad y el erotismo para introducir un caos delicioso en las mentes bien pensantes y lo hicieron también esas mujeres con su  propia savia vital.

También en febrero, en la sala El mirlo blanco, en el Teatro Valle Inclán,  se ha programado el espectáculo Elena Fortún, de María Folguera quien dice de él: “Fue la creadora del personaje de Celia. Sobrevivió a la guerra en Madrid, al exilio en Buenos Aires, a la censura, pero sobre todo sobrevivió a los grandes secretos de su vida. Esta es la historia de sus amistades, su amor, su dolor y su palabra, su clara y oculta palabra”.

En abril y mayo, y también en la sala Princesa del María Guerrero, podremos  ver  Transformación, de Paloma Pedrero: “Esta obra -–nos explica su autora– habla de hombres que han nacido en cuerpos de mujer… ¿qué sienten esas niñas preciosas al mirarse al espejo y no reconocerse? Y no quererse así. Y no aceptar sus senos recientes o su río de sangre femenina… Los hombres trans son seres invisibles porque cuando se hormonan con testosterona desaparece su mujer física. ¿Y la otra, desaparece también? Nuestros valientes actores trans, protagonistas de esta obra, nos van a tomar de la mano para revelarnos sus misterios, para que nos transformemos en ellos”. Dijimos al principio que su primera obra, La llamada de Lauren, estrenada en 1985, trataba una temática similar. En Transformación,  la autora se sumerge completamente en ese conflicto tan profundo y para llenarlo de verdad lo hace con actores trans que como actores y personajes lo están  viviendo en su propio cuerpo.

En la sala Francisco Nieva del teatro Valle Inclán, y también en abril y mayo, se podrá asistir a la obra de Lola Blasco Siglo mío, bestia mía. En ella, y según la dramaturga, se nos habla de cómo no perder el rumbo en un tiempo de catástrofe. “Tras la esperanza de la primavera árabe y marcado por la crisis económica, con esta obra y a través de una serie de nudos, viajamos de España a Siria, de la crisis personal de una mujer al terrorismo del mundo globalizado. Se centra la obra en la necesidad del amor, del consuelo, del otro…”.

Y vamos a finalizar esta cala informando de que en abril y mayo estará en el Teatro María Guerrero Verano en diciembre. Carolina África, su joven autora, nos dice: “Es la historia de una familia compuesta por cuatro generaciones de mujeres muy distintas que comparten la búsqueda común de eso que se llama la felicidad. Es como hacer un agujerito en la pared de una casa para ver lo que son –lo que somos– contemplando las grandezas y miserias de un hogar reconocible… y mucho amor. Un reflejo de los conflictos generacionales que surgen en esa institución contradictoria y compleja que es la familia…”.

Son muchas las mujeres programadas y, como dijimos al principio de estas líneas, no ha sido camino fácil. Sin las semillas sembradas por las precursoras no sería posible encontrarse con este panorama que hemos ofrecido en este rápido recorrido realizado por la programación protagonizada por mujeres dramaturgas en los teatros del Centro Dramático Nacional. 

Como hemos visto, escuchando las palabras con que ellas explican sus obras, la temática es muy variada y cada una tiene su mundo propio, sus preocupaciones y sus latidos que reflejarán en sus obras y todas ellas hablan desde su condición de mujer, aunque algunas y en algunas de sus obras se interesen particularmente por temas puramente feministas. Tal vez podamos resaltar en las más jóvenes, en la generación que viene detrás, cierta tendencia a centrase en asuntos más feministas como la violación, el maltrato, la maternidad no deseada… pero de ellas hablaremos dentro de unos años. 

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