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LA SALUD EN LAS CIUDADES UN RETO PARA EL SIGLO XXI

El crecimiento de las ciudades constituye una preocupación actual por la forma en que a veces ocurre, pero no debería ser realmente un problema si el diseño y el modelo de crecimiento y gestión de las mismas fuese el adecuado basado en la sostenibilidad social, ambiental, económica y afectiva. Más de 3.500 millones de personas, alrededor del 50% de la población mundial actual, vive en áreas urbanas, y el número podría alcanzar los 6.300 millones en el año 2050. En las ciudades europeas, entornos urbanos considerados como estabilizados, el crecimiento poblacional anual es del 5%. Actualmente, alrededor de 1.000 millones de personas viven hoy en las zonas desfavorecidas de las ciudades, un mundo descartado según el Papa Francisco. De acuerdo con David Harvey, el mundo es un lugar de ciudades de miseria, es decir, que el crecimiento urbano en muchas partes del mundo se basa en el aumento poblacional de sus zonas más desfavorecidas y empobrecidas, lugares faltos de salud.

En España existen actualmente cerca de 400 barrios desfavorecidos en las ciudades mayores de 50.000 habitantes. El número total es mayor si consideramos todos los municipios. En estos barrios de las ciudades más pobladas viven 3 millones de personas, lo que supone casi un 15% de los más de 20 millones de habitantes que incluyen, es decir, un 8% de la población nacional vive en el umbral de la desesperanza y la pobreza. En Andalucía, con 8,5 millones de habitantes, existen 96 barrios desfavorecidos en el conjunto de sus ciudades, lo que implica un número de personas cercano a las 900.000. La salud, la calidad de vida y el bienestar en las ciudades son realidades que no están equitativamente distribuidas, ya que la matriz ambiental urbana es sensiblemente diferente entre los barrios de las mismas, generando espacios de desesperanza con limitaciones de salud y severas restricciones económicas que inducen problemas sociales y abusos de todo tipo. La esperanza de vida no es la misma para todos los habitantes de las ciudades del mundo, incluidas nuestras ciudades. La salud incluye no solo la ausencia de enfermedad sino también el bienestar, tanto físico, como mental y social, de acuerdo con la visión de la Organización Mundial de la Salud. En el modelo de ciudad que defendemos en nuestro grupo de investigación incluimos también el bienestar afectivo. 

La Organización Mundial de la Salud reconoce que es una urgente prioridad conocer cómo la vida urbana afecta a la salud. En el marco de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ODS), el Objetivo 3 lleva por título Salud y Bienestar, y el Objetivo 11 Ciudades y Comunidades Sostenibles, ambos objetivos entran de lleno en la propuesta de hacer ciudades más saludables y confortables, pero para ello hay que actuar de manera firme y sin dilación en todo el conjunto de las ciudades.

La Lancet Commission en el año 2011 presentó un informe acerca de cómo conseguir ciudades saludables a través de intervenciones puntuales en el conjunto de las mismas actuando en sus barrios. Concebir la ciudad como un conjunto de ecobarrio es esencial. La forma en que las ciudades son planificadas y gestionadas puede inducir sustanciales diferencias en la salud de sus moradores. Las ciudades, debido a la alta energía exosomática que interviene en su funcionamiento, tienen una ventaja teórica para la salud, y es que una parte relevante de dicha energía podría ser canalizada en la dirección de la misma, por ejemplo, en inversión en infraestructura verde que influye de manera determinante en la salud urbana. 

La ciudad es un sistema complejo en un escenario con muchas incertidumbres, tanto internas como externas. El camino hacia ciudades sostenibles en sus diferentes ejes: ambiental, económico, social y afectivo, es el reto del siglo XXI para conseguir ciudades saludables, equitativas y justas. En la matriz ambiental urbana, los aspectos relacionados con la salud tienen hoy un peso muy importante en la toma de decisiones en relación con la estructura y función de las ciudades. Conviene insistir en que, en los tiempos actuales, la salud de la ciudad depende de aspectos internos y externos y se debe llevar a cabo una cuidadosa planificación de todos los aspectos de las mismas teniendo en cuenta realidades externas posibles, lo hemos podido vivir con la Covid-19, hablándose de salud global como el escenario deseable a nivel mundial. 

Aunque hoy las dolencias de mayor carga para la humanidad son las no trasmisibles (especialmente cardiovasculares, cáncer y diabetes), las enfermedades infecciosas siguen representando un grave problema en todo el mundo, castigando especialmente al mundo desfavorecido urbano. La globalización de las enfermedades en la época actual en la que los agentes patógenos cruzan las fronteras y se diseminan por el planeta, las epidemias se han vuelto más frecuentes y sus causas más variables, pudiendo aparecer pandemias. El caso de la Covid-19, sufrida por el mundo en 2020, es paradigmático. 

El cambio climático también introduce una variable en relación con la aparición de enfermedades, generando un componente exógeno para la salud de las ciudades. Sin embargo, en las ciudades de Occidente, salvo casos emergentes excepcionales, las enfermedades están relacionadas con causas endógenas como la mala calidad del aire y otras deficiencias de la matriz ambiental urbana, o las formas de vida nosógenas que practicamos, por ejemplo, con nuestra vida en espacios interiores donde pasamos el 90% de nuestra vida. La tendencia actual al teletrabajo debería llevar asociada una vigilancia de la matriz ambiental de nuestros espacios interiores privados y públicos. Sin que medien pandemias o guerras, como la pandemia originada por el Sars-Covid-2, el 23% de todas las muertes son atribuibles al medio ambiente en que viven las personas. Es decir, que el diseño y gestión de nuestras ciudades tiene un papel muy relevante y hay que asumirlo de manera inmediata. 

A nivel global, hay un movimiento denominado Healthy Cities, originado en Toronto en 1984, para transformar las ciudades en lugares saludables tratando de buscar caminos de realizaciones prácticas más allá de contenidos teóricos. La visión de la ciudad como sistema complejo adaptativo, con propiedades emergentes, es actualmente imprescindible para afrontar los retos que se presentan, incluidos la salud y el bienestar, actual y futuro, en relación con posibles cambios como el cambio climático o contingencias sobrevenidas inesperadas, como una pandemia. El reto actual es fomentar la salud y el bienestar urbano en condiciones de complejidad estructural y social. La forma de sustentar el modo que la ciudad puede mejorar la salud se centra en las muchas intervenciones en el dominio de la sanidad, la gestión del agua, la calidad del aire exterior, las viviendas y la calidad del ambiente interior, los problemas de la movilidad motorizada, el efecto de isla urbana de calor, el ruido, las radiaciones electromagnéticas y la infraestructura verde. Habitualmente se plantea el cambio urbano sobre planteamientos exclusivamente urbanísticos en relación con la ciudad, pero este camino no ha dado frutos  adecuados a las necesidades reales de la ciudadanía. 

Tener un modelo de ciudad, bajo la óptica ecosistémica, es imprescindible para la acción, especialmente en el escenario complejo de la ciudad hoy, con incidencias externas que influyen en la vida urbana, pero concebir la acción a través de actuaciones puntuales a escalas variadas en la ciudad, en sus barrios, es un camino más seguro para lograr una ciudad saludable. En este sentido, un sistema verde, una infraestructura verde bien diseñada, gestionada y distribuida de forma equitativa por la ciudad, constituye una aportación imprescindible al modelo de ciudad saludable. La salud, actualmente, es una cuestión que forma parte de la agenda de todos los proyectos de desarrollo futuro de las ciudades. El documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible Hábitat III de 2015 constituyó una aportación importante para la sostenibilidad y la calidad de vida de las ciudades. España ha realizado en 2014 el Informe Nacional Hábitat III, desarrollando diferentes aspectos relacionados con la ciudad, en relación con sus cuestiones y dificultades, para poder desarrollar una nueva Agenda Urbana que dé respuesta a numerosas cuestiones pendientes en relación con la calidad de vida y la salubridad de las ciudades. En Quito, en 2016, se estableció una nueva agenda relativa a la salud urbana, es decir, la salud pública referida a las ciudades en la reunión Health as the Pulse of the New Urban Agenda. En sus conclusiones, establece que no solo se trata de reducir meramente los factores para el riesgo de la salud en las ciudades, sino que se debe evitar todo el potencial de riesgo que podría existir en el medio ambiente urbano para que los habitantes de las ciudades puedan llevar una vida sana en cada uno de sus barrios, estableciendo relaciones y afectos en un marco biofílico. 

La calidad del aire de las ciudades está deteriorada por la cantidad de gases que hay en ellas debido fundamentalmente a la movilidad motorizada y también por las actividades industriales. En el proyecto Metabolismo Verde desarrollado entre la Consultoría Estratégica de Servicios y Territorios (CESYT) y la Universidad de Sevilla, a través del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) del Ministerio de Ciencia e Innovación de España se ha puesto de manifiesto el papel que juegan un número elevado de especies de la infraestructura verde urbana, generándose una metodología robusta para el diseño y gestión del sistema verde urbano en relación con salud, bienestar y confort, favoreciendo los diferentes aspectos de la salud, es decir, los componentes físico, psíquico y social, junto con los aspectos afectivos y relacionales de la ciudad. 

Actualmente, en relación con la pandemia, se ha puesto de manifiesto la importancia del mundo digital, sin embargo, hay numerosas dudas sobre el impacto en la salud que puede tener la tecnología 5G incrementando la exposición a radiaciones electromagnéticas en las ciudades. Es un tema que precisa de la aplicación del principio de cautela. Otro factor ambiental negativo de la matriz ambiental urbana es el ruido, olvidando su incidencia en la salud. Las factores ambientales con influencia negativa en la ciudad son numerosos: gases (NO2, CO2, CO, SO2, O3, COV antropogénicos), partículas (PM2.5, PM10), ruido, radiaciones electromagnéticas, especialmente de alta frecuencia, y falta de sombra a través de una deficiente cobertura. La salud, el confort y el bienestar de la ciudadanía urbana dependen de ellos. 

La infraestructura verde urbana, especialmente el arbolado de la ciudad, equitativamente distribuido, bien diseñado y gestionado, es esencial para alcanzar ciudades saludables, una salud que también incluye aspectos sociales y afectivos, así como la necesaria biofília, para constituir verdaderos espacios de esperanza donde no haya barrios desfavorecidos ni descartes sociales. La infraestructura verde urbana restablece y robustece el sistema inmunitario de la ciudadanía, además de limpiar la ciudad y generar espacios confortables, con lo cual puede ayudar ante situaciones de emergencia de epidemias especialmente para los colectivos de riesgo, por lo que debe ser distribuida de forma equitativa en las ciudades ante los retos del siglo XXI. 

Han colaborado en la elaboración del artículo, además del autor, los siguientes:

  • ENRIQUE FIGUEROA-LUQUE 
  • TERESA FIGUEROA-LUQUE 
  • TERESA LUQUE PALOMO

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