ARTÍCULOS CINE

D’A Film Festival de Barcelona

“Un festival online de cine no es un festival”. Son palabras recientes de Thierry Frémaux, delegado general del festival de Cannes y director de Instituto Lumière. Se pueden sacar de contexto o se pueden tomar en su literalidad. Un festival online no proporciona la experiencia de vivir el ambiente de una ciudad, de estar cerca de los creadores y, sobre todo, de cumplir con la liturgia de cualquier cinéfilo: acudir a una sala de cine y celebrar esa experiencia, entre lo individual y lo comunitario, que es ver una película.

¿Qué podemos decir sobre la frase de Frémaux en los tiempos que corren? Pues que estamos de acuerdo y no lo estamos, que queremos ir al cine pero no podemos, que el futuro próximo se vislumbra inquietante, que nunca dispusimos de tanta oferta a nuestra disposición y al mismo tiempo nunca hemos estado tan lejos de los cines y tan cerca de su fin. Paradojas y dudas. 

En esta situación resulta imposible tener la respuesta a cualquier pregunta que surja, los visionarios de ahora no serán reconocidos sino con el paso del tiempo y los cinéfilos deambulamos picoteando con falsa sensación de saciedad por el empacho de plataformas y con nostalgia sobrevenida. Ante eso, sólo queda agarrarnos a lo que tenemos a nuestra disposición, confinados en nuestras casas físicamente pero no mentalmente ya que la imaginación y la sensibilidad no pueden ser encarceladas y necesitan de esa prolongación natural que es el cine (y los libros, y la música… de las artes).

El festival D’A de Barcelona tuvo que tomar una decisión justo en mitad de la tormenta: “ni se aplaza ni se cancela”. Ese fue el comunicado oficial, valiente y sorprendente. Detrás de esa decisión estuvo Filmin, plataforma online que ya hemos alabado en otras ocasiones y que recogió el guante proporcionando el soporte tecnológico para que el festival se celebrara y así se proyectaran las películas, documentales y cortos. Llama la atención que, a pesar del cambio drástico de formato, el festival mantuvo señas de identidad habituales de estos eventos: película inaugural y de clausura, duración (10 días, ni más ni menos), presentaciones, encuentros con directores, conferencias, etc. Ya ha sido noticia que el festival ha superado todas las expectativas en cuanto a visualizaciones y atención, hagamos aquí un breve resumen del resultado artístico, que ya adelanto que también ha estado a la altura.

Comenzar con el último documental del ya mítico Werner Herzog pone un listón alto en cuanto a expectativas. Su especial enfoque de los temas, siempre haciéndolos personales, otorga un toque de autenticidad que se ha ido perdiendo en un género con demasiados fuegos artificiales. En este caso realiza un viaje por el mundo tras los pasos de su amigo el escritor Bruce Chatwin, perteneciente al club de los nómadas curiosos. Si bien el documental abre una rendija el universo de Chatwin, no llega a penetrar a él. La figura de Herzog se interpone haciendo por momentos complicado discernir sobre quién es el auténtico protagonista. Lo anterior no impide sentir curiosidad por Chatwin y recuperar su insólita obra. En ese sentido el documental sí que consigue un objetivo.

Jessica Hausner es una joven directora austriaca para la que el festival realizó una retrospectiva al mismo tiempo que presentó su última película: Little Joe. Personajes con mascarillas, guantes y batas blancas, salas esterilizadas, microscopios y mediciones de temperatura. Podría ser la primera película post-coronavirus pero se trata de una distopía que se cuestiona el futuro de las relaciones afectivas en un mundo tecnológico genéticamente manipulado. Para conseguirlo, Hausner dibuja a sus personajes mediante una paleta de colores pastel y limpieza quirúrgica que resulta acertada por inquietante y premonitoria.

El cine chino, poco a poco, ha ampliado su temática adentrándose en diversos géneros. Si hace unos años nos conformábamos con las producciones ambientadas en la China rural o medieval, ahora podemos ver un cine más diversificado y con menos complejos para adentrase en otros terrenos: dramas sociales, fantasías oníricas o, como en este caso, el cine negro. Saturday fiction (Lou Ye, 2019) juega con la realidad y la ficción, entrando y saliendo entre mundos en un ejercicio a veces confuso pero también fascinante. Película-experiencia en la que hay que dejarse llevar sin forzarse en comprender cada giro, hasta un tramo final sorprendente por su originalidad y expresividad. 

Entre lo mejor de lo visto, se encuentran otros tres documentales, apetecibles ya desde su planteamiento. Charles Aznavour falleció recientemente dejando un gran legado de canciones melancólicas y personales. Formó parte de una edad de oro de la cultura popular francesa en la que el cine tuvo especial auge por la aparición arrolladora de la Nouvelle Vague. Que Aznavour era un poeta mucha gente lo sabía, la que no era tan conocida fue su afición por grabar con una cámara super 8 sus experiencias, acompañándolas con una serie de notas en forma de diario escrito y visual. Su amigo Marc di Domenico ha recogido el material, ordenándolo, y ha elaborado en Aznavour by Charles un exquisito collage sobre una época y un artista, pleno de sensibilidad y elegancia. 

Sobre otro gran artista versa el documental Andrey Tarkovsky, a cinema prayer, no necesita mucha más presentación. Su hijo Andrey A. ha realizado un recorrido cronológico por la obra del padre tratando de desentrañar claves de un cineasta posiblemente indescifrable. Si antes hablaba de películas-experiencia, quizás Tarkovsky haya sido uno de sus mayores exponentes. Irritante e irresistible, poeta hijo de poeta y amargado en el exilio, acercarse y alejarse del cineasta ruso es una de las tareas más complicadas para cualquier cinéfilo. Una de las mayores sorpresas del festival ha sido My Mexican bretzel, de la española Nuria Giménez. Con estructura similar al documental sobre Aznavour (imágenes sobre textos de diarios, o al revés), Giménez plasma la evolución de una pareja de clase media-alta desde sus días de gloria hasta su decadencia. Con una especial ironía el documental va transcurriendo en tono de falsa calma por la sociedad europea de los años 50-60, en la que el desarrollo económico ocultaba demonios que hoy día vivimos como realidades. Atención al uso del sonido. Muy recomendable.

Como el chino, otro cine en expansión es el islandés, que en esta ocasión presentó la película de Hlynur Palmason Un blanco, blanco día. Quien haya tenido la suerte de visitar ese especial país no podrá apartar los ojos de unos paisajes y una atmósfera que no se olvidan, quien no lo haya visitado lo pondrá en su lista de inmediato. En la escena inicial un coche se accidenta saliendo de la carretera, la tragedia que provoca impacta en un maduro y lacónico personaje que tiene una espacial relación con su nieta y algunos secretos por descubrir a la vuelta de la esquina. La película evoluciona como el clima islandés: de la calma más absoluta a la tormenta más furiosa. La escena en el túnel, de lo mejor que he visto en mucho tiempo.

Mi recorrido por este festival se completó con la francesa Roubaix, une lumière, de Arnaud Desplechin y A stormy night, de David Moragas, como película de clausura. La primera pertenece a ese género que ha proporcionado muchas grandes películas: el polar francés. Cine policiaco muy pegado a la calle y a la realidad social, un género que evoluciona hasta nuestros días reflejando la decadencia de la clase media y las consecuencias de las migraciones. Cine amargo y, en ocasiones, devastador, del que es muy buen ejemplo esta estimable película. El debut de Moragas, sin embargo, es un quiero y no puedo. En varias ocasiones la película parece lanzarse para caer de inmediato. La premisa resulta interesante pero la ejecución decae por la falta de química entre los personajes y de naturalidad en el guión. Película en un blanco y negro que parece ser empleado sólo por mitomanía y homenaje hacia el cine realizado en Nueva York en gama de grises, sin embargo, aquí no aporta la capacidad expresiva que en realidad tiene.

Deseando que todos os encontréis bien y esperando que podamos volver pronto a una cierta normalidad me despido de vosotros recordando que en momentos desesperados el cine puede ser un buen rescate en tiempos oscuros. Salud.

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