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DE LA ENSEÑANZA NO PRESENCIAL AL APRENDIZAJE ONLINE

Algunas claves de análisis de la enseñanza no presencial que hemos vivido

Con el COVID 19 a nuestro lado, la docencia online ha pasado de ser una modalidad de algunos a un recurso de todos y en todas las etapas educativas. Para centrar mejor el tema quizá deberíamos empezar a hablar de la educación online, más que de la docencia online. Si la cosa va como sigue, no sería extraño que en la vuelta a las aulas haya que contar con ella. No estamos como en febrero, la comunidad educativa ha atravesado por una experiencia que, evidentemente, ha dejado huella y ha hecho emerger aspectos muy positivos y otros no tanto. Entre los positivos la gran vocación y la entrega de muchos docentes. Los que no lo son tanto pueden representar una ocasión única de mejora. Los cambios, incluso las mejores innovaciones suelen deberse a la necesidad de adaptación. Ha hecho más el confinamiento por la digitalización de la escuela en un mes que una década de propuestas y programas. Pongamos el foco en lo que hemos vivido y poder ver qué ha manifestado y cómo podemos reconducirlo para convertir este momento en una oportunidad al más puro estilo de la investigación-acción

ο La concepción de la tarea del docente. Enseñanza vs aprendizaje. Desde hace muchos años todos tenemos teóricamente claro que lo que importa de la docencia es que los alumnos aprendan. Incluso aceptaríamos que el objetivo final del sistema es la adquisición de competencias por parte del alumnado. Como concepto nos parece válido, sin embargo, estamos lejos de que esto sea así. A medida que vamos avanzando en las etapas educativas la enseñanza se torna más alejada del principio básico de la centralidad de la actividad del alumno y se vuelve a la “fórmula segura” de la clase expositiva y de verificación de lo memorizado a corto plazo, aunque no estemos muy seguros de que sea un aprendizaje sólido y que aguante bien el paso del tiempo. Los profesores se centran más en lo que ellos tienen que hacer que en lo que tienen que hacer los alumnos (seguramente porque es obvio desde la perspectiva a la que nos referimos).

En nuestro sistema educativo hay un componente que básicamente no ha cambiado (aunque lo hayan hecho las leyes de Educación, basado en paradigmas válidos e internacionalmente aceptados) y que pertenece, sin duda, a otra forma de concebir el fin de la educación. La Selectividad, o EvAU en su denominación actual, es una prueba palmaria de ello.  A medida que se acerca y “la cosa va en serio”, la dinámica de todos los centros es muy similar. Esto es lógico pues la propia naturaleza de la prueba, que tiene entre otras la función de homogeneizar el sistema, regula la actividad docente y también, por lo tanto, la forma de aprender de los alumnos. Cuando se pasa a la Universidad, a pesar del Espacio Europeo de Educación Superior, y de muchos profesores que creen en él y tratan de aplicarlo, la gran mayoría sigue el mismo esquema de transmisión y verificación. Que es, además, el que dominan y esperan los alumnos. Los currículos plantean aprendizajes competenciales, pero esto es irrelevante porque lo que se pide al final tiene que ver con un paradigma real que sí cuadra con el modo de proceder de los docentes.

ο La clase expositiva y su espejo virtual. Evidentemente este análisis es extremadamente simple, no podemos aquí profundizar mucho más, pero era necesario para plantear algunas causas que explican la situación de la docencia online en nuestro contexto. Cuando se entiende la docencia como transmisión de contenido y el trabajo del profesor como desarrollo del temario, la metodología resultante es la clase magistral. En muchos casos se ha hecho lo mismo, pero con las pantallas, pensando que la tarea era seguir “contando”, “dando clase” pero online. Resultado: se agrava la ya maltrecha capacidad de atención, desconexión y falta de interacción que en las clases presenciales no es tan evidente, pues el contacto cara a cara permite leer las señales no verbales y da juego a los alumnos a intervenir de forma mucho más fluida y espontánea. Incluso, si todo funciona bien y los alumnos tienen un sitio y un equipo desde el que poder trabajar, una sola pantalla ralentiza los ritmos de intervención y el feed-back, que los alumnos dan al profesor, disminuye exponencialmente. Primer aprendizaje: la enseñanza online no puede ser enseñanza presencial-magistral-síncrona mediante una pantalla. 

ο Las actividades, aprendizaje autónomo y aprender a aprender.  Al lado de las “clases síncronas”, la carga y el tipo de tareas que hemos puesto a nuestros alumnos también es un elemento de análisis. En general, nos hemos excedido en cantidad poniendo de manifiesto también nuestra incapacidad de coordinarnos. Los niños, y los universitarios, tenían larguísimas jornadas de tareas de todas las asignaturas. Los profesores han trabajado mucho, los alumnos también.

Paradójicamente, las instrucciones de las Administraciones Educativas en las enseñanzas obligatorias, iban en la línea de “no avanzar materia”, “centrarse en los dos cuatrimestres anteriores al confinamiento” “que estos sean el referente de la calificación final”… Como si el aprendizaje autónomo no fuera posible. Estas instrucciones no dejaban clara la finalidad de la realización de las tareas en relación con el aprendizaje. Se ha hecho mucho, pero ¿se ha aprendido mucho? 

Aprender es incorporar conocimiento, generar nuevas conexiones entre lo que ya se sabe y lo nuevo, pero las propuestas oficiales no han sido para avanzar, sino que se nos pedía “mantener”. Esto cuadra  con el punto anterior, “si el profesor no puede transmitir bien” el alumno no puede “aprender bien”. Es evidente que hay razones sociales y materiales que influían también en estas pautas, pero no se ha creído que un modelo centrado en el aprendizaje, y no en la enseñanza, fuera posible lo que ha dejado al descubierto cuál es nuestra realidad.

En la misma línea, las tareas nuevas, aquellas que suponían avances en los aprendizajes han chocado también con otro hándicap. La mecánica habitual está basada en “lo visto en clase es lo que se estudia y lo que entra”, “si no lo hemos visto con el profesor, no lo podemos hacer”. Esta falta de autonomía se arrastra hasta la Universidad. Sistemas como el flipped-classroom ideal para la docencia online, se estrellan con que los alumnos no trabajan algo que no me “van a pedir que sea entregado” y, además hay mucho de todo para entregar. Los alumnos en nuestra escuela no estudian para sí mismos, estudian para el profesor, siempre que este cambie mi trabajo por nota. La enseñanza online necesita mucha autonomía, de un buen desarrollo de la competencia de aprender a aprender, y para ello hay que enseñar a aprender, no solo a adaptarse a las circunstancias generadas por cada docente.

ο Los sistemas de evaluación. Aunque es evidente que se valoran otras cosas, el rey de nuestro sistema de evaluación desde las edades más tempranas es el examen. Muchos, alumnos, profesores y padres, casi identifican evaluar con examinar. Los profesores veían que la forma de evaluar habitual no les daba suficientes garantías en el oline. En las primeras etapas también las administraciones educativas han remitido la evaluación a la parte presencial del curso y, en la Universidad el examen tipo test ha sido el medio más recurrente, independientemente de si este instrumento de evaluación era capaz de valorar los resultados de aprendizaje propuestos en las guías de las asignaturas o no. Este punto es crucial. En educación la evaluación condiciona los procesos. Algo hemos dicho antes sobre las EvAU. La formación online bien aplicada, abre por necesidad a una evaluación diferente, mucho más formativa y tremendamente interesante.

ο Una nueva y distinta interacción. En los cientos de horas de reuniones y encuentros mantenidos a través de las pantallas también hemos descubierto que podíamos relacionarnos e interaccionar con nuestros alumnos de forma personal, hacer seguimientos de los equipos de trabajo, intercambiar ideas y opiniones como no habíamos podido antes. La relación interpersonal es insustituible, pero la virtual no es tan mala como pensábamos y abre un universo de posibilidades. 

Después del análisis, propuestas para una nueva docencia online

Esta adaptación de la enseñanza presencial improvisada que hemos tenido que hacer, con muchísimo esfuerzo y buena voluntad, y que seguramente repetiremos, cuando el COVID lo ordene, no es enseñanza online. ¿Qué podemos hacer? 

ο La necesaria capacitación y profesionalización de la docencia de todas las etapas educativas. Cuando una empresa cambia los medios de producción, se preocupa por que los que deben manejarlos puedan hacerlo sacándole el máximo rendimiento, y, para ello, forma a sus trabajadores. En Educación parece que esto no sea necesario. No creemos suficiente todavía, como sociedad, en que la Educación precisa de capacitación pedagógica específica de quien la ejerce. Como muestra, la universidad española no tiene ningún requisito pedagógico para ser docente porque, seguramente, lo importante, en el fondo, sea qué se va a transmitir y no cómo se van a generar  las experiencias necesarias para que los alumnos aprendan. La formación inicial de todos los maestros y profesores necesita una profunda revisión y la formación permanente también para que responda a las necesidades cambiantes de la realidad educativa. La generación de una carrera docente donde el inmovilismo y la falta de evaluación no tengan cabida es improrrogable. Ahora mismo hubiéramos necesitado un plan de choque nacional de capacitación de los profesionales para llevar a cabo una docencia on-line de calidad.

Además de la formación, con la experiencia adquirida, es urgente prever las carencias de materiales ya detectadas (equipos, conexiones e incluso espacios) del sistema para que el derecho fundamental a la educación no se vea interrumpido si no se puede ir a clase. Nadie hace lo que no sabe. Las consecuencias recaerán sobre lo más importante que tiene una sociedad para crecer, la Educación.

ο La docencia online y la oportunidad para el cambio real de paradigma educativo. Para cambiar las conductas es imprescindible cambiar las ideas sobre cuál es el rol del profesor y eso no es sencillo sin remover los cimientos. Pero nadie cambia  si no es por necesidad y ahora tenemos una buena oportunidad. Hemos visto que en el online los usos tradicionales, tanto de docencia como de tareas y evaluación no funcionan bien. Es el momento de empezar a pensar en los aprendizajes como punto de partida, en cómo los vamos a evaluar para que coincida lo que se evalúa con lo que se pretende que los alumno aprendan (porque es la evaluación la que orienta el proceso) y luego, para cada edad y cada circunstancia, con las competencias digitales que tengamos, cómo generar experiencias de aprendizaje lo más autónomas e interactivas posible para que los alumnos puedan conseguir dichos resultados de aprendizaje. No se trata de manejar muchos programas informáticos, ni aplicaciones deslumbrantes. Se trata de incidir en lo que el alumno tiene que hacer para aprender no en lo que el docente le va a contar. Como titula un pequeño manual sobre el escenario de presencialidad reducida e incluso la vuelta al online  de la Red Estatal de Docencia Universitaria No es cuestión de medios sino de modelo Fernández, Paricio, Ibarra y Rodríguez (2020)

ο ¿Cómo? Algunas ideas de los alumnos. Para terminar, quiero ofrecer unas reflexiones extraídas de un grupo de discusión virtual que se realizó al finalizar el curso con alumnos de cuarto de Pedagogía, algunos maestros en ejercicio, sobre la formación online, basándose en lo que habían vivido durante el confinamiento. Lo presento como lluvia de ideas y colofón. No son necesarias las explicaciones.

  • Hemos hecho muchas cosas, pero hemos tenido menos tiempo que antes para reflexionar y estudiar. Hemos trabajado mucho pero quizá hemos aprendido poco.
  • Es vital la interacción entre nosotros y con el profesor. Aprendemos también de lo que dicen los demás y de las correcciones que se hacen a los compañeros.
  • Mejor poco tiempo con pocos alumnos que mucho con todos. La pantalla hace difícil intervenir. Por lo que organizar trabajo cooperativo simultáneo en el que el profesor va entrando en los grupos, dando feed-back e interactuando nos ayuda mucho a aprender. 
  • La empatía se agradece mucho. Aprendemos mejor de quien mejor nos trata, aunque sea a través de un ordenador.
  • Si las clases no van a ser interactivas, mejor grabadas, cortas y con lo esencial. Hay que erradicar los monólogos.
  • Las mismas tareas de aprendizaje pueden servir de tareas de evaluación, de este modo podemos tener retroalimentación, evaluación formativa, y que esta se acerque mucho más a lo que vamos aprendiendo.
  • Es evidente que los profesores y nosotros necesitamos aprender a usar mejor las herramientas digitales.
  • Con el online, vemos como posibilidad el cambio de metodologías y el acceso a una gran cantidad de materiales nuevos.
  • Queremos que se planteen retos. La pedagogía del proyecto ha funcionado muy bien online. Despertando la autonomía del alumno, pero sin abandonarlo. El seguimiento del profesor es esencial.
  • Aunque emocionalmente las pantallas son más frías puedes multiplicar los momentos de interacción lo que produce una mayor relación interpersonal.
  • El compromiso del docente genera motivación. La implicación del profesor es clave, saca lo mejor de cada alumno.

En definitiva, la educación online tiene su propia idiosincrasia y no puede llevarse a cabo como un espejo de la dinámica presencial. La aplicación intuitiva que hemos hecho ha puesto de manifiesto algunos de los grandes hándicaps de nuestro sistema educativo que la formación online evidencia y acentúa. La tecnologías de la información y la comunicación, muy presente en nuestras vidas, está menos presente en nuestras aulas y, aunque sea a la fuerza, ha llegado para quedarse. Se nos abre una posibilidad de mejora que esperemos seamos capaces de aprovechar para mejorar lo que se hace y cómo en nuestro sistema educativo. Este cuidado pasa por la profesionalización de los docentes para que se incorporen en la formación inicial y permanente las aportaciones de la pedagogía y la investigación al sistema educativo a través de las personas de sus profesores en todas las etapas, desde Infantil a la Universidad. Hay que cuidar el derecho a la salud, pero también el derecho a una educación de calidad y esto pasa por la calidad del profesorado y la buena gestión de los medios. 

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