El proceso. Hablamos de prioridades en educación y queremos saberlas para ahora, para tiempos de pandemia. Pero, ¿éstas han surgido de repente, son nuevas de verdad? Permitidme primero, unas pocas pinceladas sobre ese cambio de época en el que hemos de situar la pandemia que estamos sufriendo, y las prioridades educativas que estamos buscando.
El cambio mundial, en el ámbito económico, social, político, antropológico y ecológico y los retos que plantea a la educación, comenzó hace tiempo. A comienzos de los 90, se publicaron algunos libros anunciando lo que se nos venía encima. ¡La primera revolución mundial!1 Percibían los autores cambios muy profundos a este nivel. Y se volvía el rostro a la educación en busca de nuevos modos de concebirla y de llevarla a cabo2.
En la primera década del 2000, mientras crecía la incertidumbre con los atentados del 11 de septiembre de 2001, se ampliaban los escenarios de guerra y aumentaban los movimientos migratorios, la crisis financiera y económica del 2008 suscitó nuevas protestas e interrogantes en la población. Es cierto que existían grupos alternativos, que luchaban por ofrecer respuestas a la situación mundial. Por ejemplo, desde 2001 se convocaba anualmente el Foro Social Mundial: Otro mundo es posible, un lugar alternativo de pensamiento, discusión y acción que permitía abordar, desde un enfoque antiglobalización, los diferentes temas que preocupaban y ocupaban a los pueblos y a la ciudadanía. Con sus contradicciones y aportes, ese foro se mantuvo hasta 2016 para transformarse en Foro Social Mundial de las Economías Transformadoras, que ha llegado hasta nuestros días. (En el 2020 Barcelona lo ha organizado on line por la pandemia). Sí, existían movimientos alternativos, (el movimiento 15 M en España, los movimientos de indignados en otros países o la primavera árabe) que, en algunos casos, llegaron a tener su correlato político. Pero, como indicaba Stéphane Hessel, no bastaba con indignarse. Era preciso comprometerse “no para lograr el mejor de los mundos sino un mundo viable”3. Ciertamente existían voces críticas que iban ofreciendo, desde la educación, experiencias de cambio, en la línea de formar para una sociedad más participativa, y más justa, que reconociera la dignidad y los derechos de todas las personas, la incorporación a la sociedad de los grupos migratorios y el desarrollo de diversos modelos educativos con este fin, el desarrollo de identidades culturales desde un enfoque inclusivo, proyectos que articularan las necesidades de la comunidad y el desarrollo del curriculum y la existencia de propuestas educativas ecológicas, que protegieran el medio ambiente. Porque, para entonces, ya no se hablaba de desarrollo sino de desarrollo sostenible.
¿Hasta cuándo podremos subsistir?
Pero a pesar de todos esos avances, ¿podíamos continuar con ese ritmo de vida generalizado de consumo frenético mientras se agrandaba la ruptura social? ¿Podíamos hablar de ciudadanía global mientras la globalización de nuestro mundo se reservaba para el capital, y se cerraban fronteras a la gente? ¿De qué ciudadanía global hablábamos? ¿Existía de verdad igualdad de derechos, en el trabajo y en la vida, para mujeres y hombres, y muchos otros grupos humanos?
Y así, en el campo educativo se volvió a plantear un tema insoslayable: ¿no estaríamos contribuyendo, con nuestra forma de educar y de evaluar, a la destrucción del mundo que se nos había confiado? Volvieron a surgir alternativas. Un ejemplo de esta evolución nos lo ofrece Morin. Él se hace una pregunta inquietante: “¿Hacia dónde va nuestro mundo?” Y reconoce que la respuesta incluye a la vez la posibilidad de una destrucción de la humanidad y la de un progreso decisivo de ésta, así como la existencia de múltiples combinaciones posibles de ambos extremos. Pero esa incertidumbre no debería dejar paralizada a la humanidad. Por eso ofrece algunas respuestas para resistir y cambiar. Destaco una de ellas, porque es clave para nuestra reflexión: “Constituir los tejidos embrionarios de las nuevas relaciones sociales y de otro tipo de vida”4.
Ciertamente, la dimensión relacional aparece en muchas de las innovaciones educativas que encontramos en esta última década5. Pero la resistencia a otro tipo de vida seguía patente en las generaciones que van subiendo, vinculadas a sus móviles y sus consolas. Como señalaban Paco López y Lissete Navarro, “actualmente los educadores están viviendo con especial intensidad los efectos de los cambios en la manera en que se genera y difunde el conocimiento y en la manera en que se relacionan entre sí los seres humanos. El foco se ha ido desplazando de los contenidos (de acceso universal e inabarcables a la vez) a los métodos y, sobre todo a los resultados, e impacto efectivo de los procesos educativos en la vida de las personas6. Por ejemplo, las innovaciones educativas que se estaban produciendo en España a partir del 2015, quizá se centraban demasiado en las metodologías, o en la crítica a las evaluaciones normativas a la que se apuntan muchos países, como el Programa de Evaluación Internacional de los Alumnos,(conocido como PISA), un proyecto de la OCDE cuyo objetivo es evaluar la formación de los alumnos cuando llegan al final de la etapa de enseñanza obligatoria a los 15 años. Otras, incorporaban los aportes a la educación desde diferentes campos científicos y tecnológicos (especialmente desde la neurociencia educativa, o desde los estudios sobre las inteligencias múltiples y su evolución, el aprendizaje adaptativo o la resiliencia). Todas estas innovaciones y trabajos nos pueden ayudar a la hora de pensar en un proyecto global de educación orientado a la formación de una humanidad capaz de abordar junta, su futuro y el del planeta, tal y como se está solicitando en este momento. Claro que eso suponía incorporar al proceso el convencimiento de que las diferencias existentes entre los humanos, todas, eran un potencial desconocido a descubrir y potenciar7.
Una respuesta sorprendente
El 12 de septiembre de 2019 el papa Francisco nos invitaba a un Pacto Educativo Global8. Se dirige a quienes, en todos los países del mundo, trabajan en el campo educativo y de la investigación y a las personalidades públicas que, a nivel mundial, se preocupan por el futuro de las nuevas generaciones. Reconoce que estamos en un momento de cambio y de que cada cambio requiere un camino educativo. La finalidad del pacto es “reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, … por una educación que permita hacer madurar la solidaridad universal y una sociedad más acogedora”. Para ello se necesita una aldea de la educación donde se comparta, desde la diversidad, una red de relaciones humanas y abiertas. Supone: valentía para poner la persona en el centro pero íntimamente conectada con cada criatura dándole su valor (tal y como propone la ecología integral) y valentía de formar personas disponibles que se pongan al servicio de la comunidad . Es una propuesta audaz en su sencillez. Refuerza los procesos educativos que ya se van gestando a nivel mundial y que trabajan un estilo nuevo, más solidario y comprometido, de relaciones humanas y una implicación mayor en la salvación de nuestro planeta. Y lo más importante: provoca respuestas que involucran a todos. Están surgiendo publicaciones que ofrecen la concreción del camino a emprender por una institución que se comprometa en la construcción de “una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora”9. Otras obras ya recogen los esfuerzos participativos para ir trabajando desde la escucha y los aportes de los distintos grupos, algunas iniciativas a ese pacto educativo global10. El 15 de octubre de este año se ha realizado un encuentro en Roma sobre el Pacto, que ha incluido un mensaje del papa, otro de la Directora General de la Unesco, junto a algunas experiencias de lo que se ha ido trabajando en estos meses sobre el Pacto Educativo Global. La realidad del Covid-19 no ha permitido una mayor amplitud del evento.
Y es que llegó el Covid-19. Y con él, cambió también nuestra vida
De una manera brusca la pandemia nos confinó. Muchas personas dejaron de trabajar, y percibieron subsidios o tuvieron que echar mano de sus ahorros o del apoyo externo. Se improvisaron muchas cosas: la manera de aceptar la situación, de relacionarnos en el entorno familiar, de emplear el tiempo, de apoyar a otros, de comunicarnos, de trabajar, de aprender, de divertirnos, de orar. Las instituciones educativas se apresuraron a ofrecer la enseñanza on line. El profesorado y los padres también intentaron aprender nuevas estrategias para hacer frente a esta crisis global. Y los políticos aprendían a tomar decisiones nuevas sobre la marcha.
Yuval Noah Harari, historiador y filósofo, y uno de los pensadores más leídos en este periodo, expresaba así este momento crítico para la humanidad: “La historia se acelera: el viejo libro de reglas está hecho trizas y el nuevo se está todavía escribiendo. Hemos entrado en un momento muy fluido históricamente… Ambos, gobiernos y personas individuales están intentando hacer cosas que hace unos pocos meses hubieran sonado totalmente imposibles. Pero esta ventana de fluidez es corta. Un nuevo orden emergerá y se solidificará y por lo tanto, el momento de influir en la historia es éste”11.
Pero las decisiones políticas que suponían grandes movimientos de dinero y que afectaban a la vida y al trabajo de la gente se han ido tomando muchas veces sin el concurso y la participación de ésta. ¿Quizá porque hace años dejamos de trabajar a fondo la educación para la ciudadanía en los centros educativos?12. O quizá también, porque la aspiración de mucha gente era volver “a la normalidad”, es decir “a lo de antes”, sin comprender que lo de antes suponía desigualdad creciente, fractura social, una crisis climática cuyos efectos ya empezamos a conocerlos y sufrirlos, informaciones sesgadas y/o incompletas, democracias débiles, existencias que se queman en una actividad incesante, repleta de experiencias nuevas, viajes o mensajes, pero con una gran falta de horizontes vitales. Sí -nos replicarán algunos- es verdad que el virus nos paró. ¿Pero, no podremos parar al virus, con una vacuna y volver a nuestra vida anterior? Porque si no lo paramos, es que ya no hay salida, tal y como nos recuerdan las películas catastrofistas de la TV y del cine. Ha sacudido el mundo, lo ha llevado a un malestar global y la realidad que primero hemos de asumir es que ya nada va a ser igual que antes.
“Socialmente, lo que necesitamos es visión de futuro y horizontes esperanzadores –nos recuerda Oscar Mateos- Somos capaces de imaginarnos el fin de la humanidad pasado mañana, pero no somos capaces de soñar en un futuro en clave de esperanza. La supervivencia y la salida pide rehacer tejidos sociales dañados por una sociedad impregnada de individualismo, hiperconsumo y hedonismo digital”13.
La urgencia del cambio está planteada. Y, pese al miedo y a la vivencia de una vulnerabilidad real, muchas personas de este planeta han trabajado y se han esforzado, con riesgo de sus propias vidas e incluso dejándolas en la lucha contra el virus, por apoyar a la población a superar en la medida de lo posible, los efectos de la pandemia. Y han tenido esperanza.
Hagamos, pues, de la crisis una oportunidad.
BIBLIOGRAFÍA
1. King, A y Schneider, B. (1991). La primera revolución mundial. Barcelona: Plaza Janés.
2. Bartolomé, M. (1993). Una propuesta educativa en la primera revolución mundial. Documentos IEPS. Monografías. Nº14. Madrid: IEPS. Recordemos una obra clave de ese momento: El informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI Delors, J.(1996) La educación encierra un tesoro. Madrid.
3. Hessel, S. (2011) ¡Comprometeos! Barcelona.
4. Morin. E. (2011) ¿Hacia dónde va el mundo? Madrid. En esta obra el autor de Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (2001) ha cambiado el lenguaje y también el mensaje educativo.
5. Bartolomé, M. (2012) Alrededor de un proyecto ¿Una nueva educación es posible? En Congreso Educa 2011. Otra educación es posible. Madrid: pp.17-45. Allí se plantea un paradigma educativo basado en las relaciones humanas.
6. López Jiménez, P. y Navarro, L. (coor) (2019) Aprender para transformar Barcelona
7. Bartolomé, M. (2017) Diversidad educativa. ¿Un potencial desconocido? Revista de Investigación educativa. 35(1); pp 15-33.
8. Papa Francisco. (2019) http://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2019/documents/papa-francesco_20190912_messaggio-patto-educativo.html
9. Laguna, J. (2020) Escuelas que “futurean”. La escuela católica y el pacto educativo global del papa Francisco. Madrid.
10. Ojeda, J. A.; Caballero, M.J. y Ramírez, B. (2020) Pacto educativo global. Madrid.
11. Noah Harari, H El 2021 Será tarde, controlemos qué hacen los políticos en este preciso momento. En La Vanguardia. Domingo 19 de abril 2020, pp. 10-11.
12. Existen abundantes materiales y libros de investigación en este tema, tanto a nivel internacional como en España. Sorprende la falta de sensibilidad de una gran parte de la población, prejuiciada por tópicos que poco tienen que ver con la realidad de la formación de una ciudadanía intercultural, crítica y responsable.
13. Mateos, O. (2020) en https://bloj.cristianismeijusticia,2020//07/09oscar-mateos-la-encrucijada-de-cambios-que-estamos-viviendo-es-extraordinaria
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