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¿NUEVAS PRIORIDADES EN EDUCACIÓN? LO QUE VERDADERAMENTE IMPORTA (Y II)

La pandemia como oportunidad. La situación insostenible a la que nos estaba llevando la forma de vivir, de producir y de relacionarnos en nuestro mundo reclamaba un cambio urgente, un cambio radical1. Pero somos conscientes de que este cambio no podía realizarse en un momento. Exigía propuestas y diálogo. Además, “el dilema no está –indica Enrique Lluch– entre dejar las cosas como están o cambiarlas, sino en dirigirnos en una u otra dirección”2. Y es de tal envergadura que precisa formación, acompañada de un proceso insustituible: mirada no prejuiciada a la realidad; un discernimiento compartido, y una acción transformadora posterior, comenzando, quizá por pequeños ensayos, pero avanzando siempre en la línea del horizonte que nos ha devuelto la ilusión y la esperanza: avanzar hacia una humanidad más solidaria y acogedora, desde una ecología integral.    

Por ello, la crisis profunda que está suponiendo la pandemia del Covid-19, quizá nos haya ofrecido la oportunidad de mirar y revisar nuestra vida, de volver sobre nosotros mismos, sobre la realidad que nos circunda, sobre nuestros valores y nuestras prioridades. Hemos tenido mucha y variada documentación que nos ha podido acompañar en estas reflexiones. El papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti nos lo sugiere: “El dolor, la incertidumbre o la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y, sobre todo, el sentido de nuestra existencia”3. Existen testimonios anónimos que nos impactaron por su generosidad y entrega, que transcendieron el miedo al contagio o la irritación y frustración personal y se preocuparon por los otros, por los de casa, o por los que había que atender en un hospital, en un supermercado o en las tareas de limpieza diarias. 

Francesc Torralba en una lúcida reflexión sobre la crisis que estamos viviendo, nos recuerda las palabras de un humanista, Emmanuel Mounier, sobre la única actitud que considera válida ante ella: afrontar, inventar, ahondar. Afrontar supone plantar cara a la crisis, pero siempre con otros, en plural; inventar sugiere que podremos salir de ella si tenemos la habilidad para innovar y emprender, crear nuevos marcos, nuevos sistemas de vida y de producción y no ceder a la fácil tendencia de repetir modelos; ahondar exige ir al fondo, no quedarse en la superficie, y para ello hay que trascender la cultura de la banalidad postmoderna4.

Aquí ofrecemos algunas prioridades en educación que consideramos importantes y urgentes para ayudar a las personas de todas las edades: niños y niñas, jóvenes, adultos y personas mayores, a comprometerse y realizar ese proceso que hemos indicado. 

¡Las personas son lo primero! 

En plena pandemia conocí la carta de la directora de un Departamento Universitario. Estaba dirigida al profesorado del mismo. Después de una breve introducción escribía:“La enseñanza online requiere una planificación y una gestión que, dadas las circunstancias, no hemos podido planificar con antelación, generando una situación de no presencialidad singular que se ha de contemplar. Siendo esta una situación de excepcionalidad que afrontamos sin experiencia previa, todos somos responsables de continuar la tarea, teniendo en cuenta las circunstancias desde la propia vivencia”. 

“Esta situación –continúa la directora– ya está generando consecuencias físicas, mentales, emocionales, económicas y sociales sin precedentes y que no podemos, ni sabemos, solventar; sin embargo, creo que podemos aportar algunas ideas en base a lo que hemos ido viviendo estos días”.

“Un gran número de estudiantes y profesorado está viviendo en primera persona las siguientes situaciones: padecer la enfermedad, estar al cuidado de familia dependiente sin soporte (mayores y/o niños), estar trabajando o colaborando en espacios afectados (centros de salud, centros especiales, servicios básicos, comercios y un largo etc.) y otro sinfín de situaciones que nos afectan. Por tal motivo es importante no exigirnos, ni exigir más allá de nuestras posibilidades y obligaciones como docentes. No podemos perder de vista que primero son las personas… y que nuestra tarea no sólo es enseñar sino, sobre todo, acompañar. Esta situación nos exige un cambio de rumbo en nuestras prioridades docentes”. 

“En conclusión, –añade la directora– tened en cuenta que es posible que no podamos desarrollar todos los contenidos contemplados en el programa ni evaluar con el mismo número de evidencias planificadas. Debemos centrar nuestra tarea en orientar, escuchar y acompañar, más que en exigir la adquisición de conocimientos, al margen de la realidad. Cuidémonos y cuidemos a las personas que nos rodean, ya sean familia, amigos, estudiantes, vecinos”.  

Este fragmento de la carta revela, en síntesis, el cambio de prioridades que se nos pide en este momento, no sólo a los docentes, sino a todas las personas. Desde un humanismo solidario, los procesos educativos que realizamos unos con otros suponen reciprocidad en esa motivación, orientación, escucha y acompañamiento de nuestras vidas. Desde la libertad y desde el afecto, que brotan de la mutua confianza. Y se pone de relieve también una de las primeras prioridades que nos ha dejado la pandemia. 

El cuidado desde el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad 

Estamos en el tiempo de los protocolos. Los hay para todas las edades y grupos. Las medidas se orientan fundamentalmente a evitar los posibles contagios y a reaccionar ante la existencia de los casos positivos, afectados por el Covid-19.  Esta pandemia nos recuerda de manera experiencial, la vulnerabilidad que nos acompaña y que, de tantas formas, procuramos esconder: los propios límites, la enfermedad, la muerte. La hemos palpado ahora a nuestro alrededor.  Quizá por ello, se ha hecho común el despedirnos con un “cuidémonos, por favor” u otra frase semejante. Pero la vulnerabilidad está ligada a nuestra vida. 

El paradigma de la ternura, había puesto ya de relieve la necesidad de un cambio profundo en las relaciones humanas, basándose precisamente en la fragilidad de la persona. Y en los últimos años la pedagogía del cuidado cobró mayor relevancia, por la situación de vulnerabilidad de muchos colectivos. Destacamos el trabajo formativo de InteRed en este empeño. Ahora que la población en general se halla especialmente sensible, aprovechemos el momento, para educar en un cuidado que descubre a la persona, a cada una, en su potencialidad y en su vulnerabilidad. Y trabajando al tiempo, el reconocimiento y cuidado de los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad. 

El cuidado se extiende más allá de nosotros, se extiende a nuestra tierra. Porque hay una relación profunda entre el ser humano y la tierra que lo acoge. Las culturas milenarias reconocieron de muchas formas esa relación, impregnada de un valor: el respeto hacia la tierra y sus criaturas. Hoy día, los movimientos ecológicos han crecido y la ecología integral nos ofrece un modelo para la comprensión del ser humano íntimamente relacionado con el medio. Hay un camino importante a recorrer: de sensibilización, de denuncia, de acciones proactivas, de responsabilizarnos de nuestros propios actos de conservación y cuidado de lo que nos rodea. 

Porque el cuidado de las personas y de la tierra tiene una dimensión política y por ello ha de entrar en la formación para una ciudadanía democrática. 

El viaje interior: aceptación y búsqueda de sentido

Llegó el confinamiento. Y con él quizá pudimos realizar la experiencia del silencio. No todos, claro. El tipo de trabajo o la vivienda imponían sus límites. 

Y el silencio nos abrió seguramente al diálogo con nosotros mismos, cuajado de interrogantes y preguntas. Pero desde otras experiencias o aprendizajes anteriores, se ha podido “reposar la mirada”, como denomina Laguna a ese adentrarse por los senderos de la interioridad5. Quienes los siguen no rompen con la realidad, sino que se hacen más lúcidos al tiempo, de su realidad interior y de la realidad que les rodea. El silencio, desde esa perspectiva, permite descubrir nuestros propios prejuicios y poder llamar a las cosas por su verdadero nombre. Desde hace años, la educación de la interioridad se percibe como una oportunidad educativa cada vez más necesaria6. 

En esta época de pandemia es posible que muchos hayan descubierto lo que da sentido a sus vidas. Y existe también un acercamiento a la dimensión religiosa, propia de los momentos de crisis. Es importante acompañar esos procesos.

Tejer vínculos

En un mundo atravesado por múltiples crisis se debilitan los marcos organizativos de convivencia, junto a las cosmovisiones que los dotan de fundamento y sentido. Por eso es importante poner las bases para que esas relaciones puedan darse. En el confinamiento, el roce permanente con quienes vivíamos juntos, nos ha podido iluminar sobre aspectos no cultivados suficientemente: prestar atención a los otros, escuchar sin prisa; experimentar también el gozo de ser escuchados y comprendidos; dialogar o debatir aspectos, conversar libremente. La gente hoy prefiere enviar vídeos o textos de los demás. Pero quizá nos cuesta hablar al otro con nuestras propias palabras. ¡Y mirar a los ojos de quien nos escucha! El contacto visual es una vía poderosa de conexión humana.

Sherry Turkle defiende la importancia de la conversación espontánea sin un objetivo, aquella en la que jugamos con las ideas, en la que nos permitimos estar presentes y ser vulnerables. En este tipo de conversación se impulsa esa colaboración creativa que permite avanzar en todos los campos y es un paso para la recuperación de valores fundamentales7. En los diálogos (o en su falta de ellos) nos jugamos la confianza y la credibilidad de la estima mutua, el camino del amor real que teje la red.

Hoy se hace preciso, más que nunca, trabajar la convivencia en los centros educativos 8. Ahora, con la separación obligada por el coronavirus, parece que han disminuido los conflictos. Pero ¿estamos educando en la empatía? Actualmente se ve como un elemento clave para adaptarse al mundo social, manejarse en él y construir una sociedad más respetuosa y solidaria y, por ende, menos violenta9. 

Pero los vínculos han de traspasar fronteras. La formación para una ciudadanía global exige sí una revisión para incorporar en ella la justicia global, pero no se debiera suprimir. Hay que avanzar en el desarrollo de un sentimiento de pertenencia inclusivo, desarrollar el juicio crítico y la participación ciudadana. ¡Un largo camino a recorrer!10 

Hacia una mentalidad en crecimiento

Tenemos que aprender a convivir con la incertidumbre. Los estudios sobre la resiliencia generativa nos ofrecen pistas interesantes. Tenemos que estar abiertos a lo nuevo o inesperado, reconocer que no sabemos, aprender a improvisar y generar posibilidades a nuestro alrededor. Es mediante nuestros gestos o palabras que apostamos por qué mundo deseamos construir y preservar. Grané y Forés nos dan una bella definición de lo que supone resiliar: hacer brillar los ojos a las personas de nuestro alrededor… Genere vida, opciones, virtud, posibilidades de cambio, mentalidad de crecimiento, felicidad, vocabularios de esperanza, futuro, compasión, ojos brillantes. Cambie. Pero siga viviendo11. 

 

BIBLIOGRAFÍA

1.  Véase Bartolomé, M. (2020) ¿Nuevas prioridades en educación? Un cambio anunciado. En el número anterior de esta revista.

2. Lluch, E. (2020) Una economía para la esperanza. Madrid, p. 28.

3. Papa Francisco (2020) Fratelli tutti. Vaticano. nº.33. 

4. Torralba, F. (2020) Vivir en lo esencial. Ideas y preguntas después de la pandemia. Barcelona, pp. 39-40

5. Laguna, J. (2020) Escuelas que “futurean”. Madrid

6. Andrés, E y Esteban, C. (coords) (2017) La interioridad como paradigma educativo. Madrid.

7. Turkle, S. (1917) En defensa de la conversación. Barcelona

8. Uruñuela, P. Mª. (2016) Trabajar la convivencia en centros educativos. Madrid.

9. Moya, L. (2019) Educar en la empatía. Barcelona. 

10. Bartolomé, M. y Cabrera, F. (coord.) (2008) Construcción de una ciudadanía intercultural y responsable. Madrid. 

11. Grané, J. y Roca, A. (2019) Los patitos feos y los cisnes negros. Resiliencia y neurociencia. Barcelona, pp.158-159.

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