La humanidad afronta en estos momentos una crisis planetaria muy concreta: una pandemia que, cuando esto escribo (13/12/2020), ha afectado ya a más de 70 millones de personas y ha provocado la muerte de cerca de dos millones. No es, sin duda, la peor pandemia de la historia: la gripe de 1918 afectó a un tercio o la mitad de la población mundial (entre 300 y 500 millones) y murieron por lo menos entre 40 y 50 millones de personas. Pero está claro que vemos esta pandemia con una gran preocupación y pensamos que nada parecido ha ocurrido antes. Quizá se deba a que tendemos a sobreestimar los males propios y a minusvalorar los ajenos. Quizá también a que ha aparecido en un momento en que hay otras crisis que crecen amenazadoramente. O quizá sea que, en toda la historia de la humanidad, hasta ahora mismo, morirse pronto era algo normal y la esperanza de vida no era larga.
Muchas personas, con sólida formación, son muy pesimistas y consideran que estamos entrando en una crisis de proporciones demoledoras, por lo que la pandemia no sería más que un preludio o ensayo general de lo que puede ocurrirnos a medio y corto plazo; no es de extrañar que aparezcan términos como colapso, extinción masiva o incluso apocalipsis. Con más sosiego, pero no con menor contundencia, otras personas de la academia consideran que afrontamos a corto y medio plazo crisis globales y existenciales1. Globales, puesto que van a afectar a todo el planeta, que ahora es un mundo globalizado. Y existenciales, puesto que algunas de esas crisis posibles amenazan el sentido profundo de nuestra identidad como seres humanos. Tres ámbitos despiertan especial preocupación: el desarrollo de la Inteligencia Artificial, que incluye la aparición de algoritmos cada vez más sofisticados y robots más humanizados; por otra parte, el agotamiento de los recursos que puede provocar dramáticas reducciones de población y devastación del medio ambiente; y el cambio climático, con el puede alterar profundamente muchas cosas. Son muchas las instituciones que se ocupan de analizar cuáles son los posibles riesgos y cómo deberíamos hacerles frente.
La conciencia de crisis despertó ya en el cambio del siglo XIX al XX, cuando se empieza a dudar del progreso. La primera mitad del siglo está atravesada por un malestar cultural (Freud, 1930) y conflictos muy duros. Aparecieron las primeras distopías: El mundo feliz de Huxley (1936); 1984 de Orwell (1948) y Farenheit 451 de Brandbury (1953) y la experiencia del holocausto y la bomba nuclear exigieron un enorme esfuerzo de superación. En todo caso, la crisis que ahora vivimos se inicia en los años sesenta del pasado siglo: la preocupación por la sobrepoblación, con planteamientos maltusianos (Ehrlich, The Population Boom, 1968); la conciencia de los límites del crecimiento (Informe del Club de Roma, 1972); la necesidad de una economía política diferente, centrada en lo común y el apoyo mutuo y no en el lucro y la competitividad (Ernst Friedrich Schumacher, Small Is Beautiful: Economics as if People Mattered, 1973); el cambio climático (Broecker, W. S. Climatic Change: Are We on the Brink of a Pronounced Global Warming?, 1975); y, en segundo plano, la amenaza de una guerra nuclear o biológica devastadoras.
El fecundo pacto social mostraba sus límites y despertaba además nuevas reivindicaciones que ponían en cuestión un orden social y político percibido como injusto: los procesos de descolonización, las reivindicaciones feministas y las exigencias de avanzar hacia sociedades más democráticas.
Ese pacto social se rompió en los años setenta. Liderado políticamente por Margaret Thatcher (1979-1990) y Ronald Reagan (1981-1989) y avalado por el economista Milton Friedman (1973), se fue implantando el modelo que ahora es el dominante, pero no el único: un capitalismo neoliberal muy vinculado a los procesos de globalización, y sobre todo muy vinculado a la especulación guiada por el ánimo de lucro, al debilitamiento de los servicios públicos y a la exaltación del individualismo radical. Las bolsas se convirtieron en el índice principal de la actividad económica, el dinero se movía a toda velocidad acumulándose en pocas manos. Se produjo un acelerado proceso de mercantilizar y monetizar absolutamente todo, con fuertes dosis especulativas: sanidad, educación, cuidados de personas mayores, materias primas…, muy recientemente hasta el agua.
No obstante, datos importantes pueden indicar que esa ruptura del pacto social, no alteró, en principio, un logro espectacular de la especie humana: la humanidad ha crecido casi exponencialmente a partir de siglo XIX. Es más, apenas llegaba a los 3.000 millones de habitantes en 1960 y desde entonces se ha más que duplicado el número de habitantes: su tamaño en los últimos 60 años. Al mismo tiempo, hasta 2010, los índices de bienestar no han hecho más que mejorar, sobre todo en aspectos fundamentales: porcentaje de población pobre, esperanza de vida, educación, acceso al agua potable, disminución de las hambrunas, incremento de las democracias formales, una disminución de la tasa de crecimiento de la población a partir de 1980…2 Cierto es que sigue siendo algo fundamental en la agenda política internacional la lucha contra la pobreza, ahora ya multidimensional, el intento de frenar el cambio climático mediante un desarrollo sostenible y una cambio en los índices generales que evalúan el Desarrollo Humano3. Ya en 1992, Francis Fukuyama afirmaba El fin de la historia y el último hombre: derrotado el comunismo, la democracia liberal, liderada por Estados Unidos y la Unión Europea, se convertía en pensamiento único: una sociedad mundial sin guerras y sin clases y con capacidad de satisfacer todas las necesidades.
Visto lo dicho en el párrafo anterior, quizá la humanidad esté a punto de morir de éxito: ha crecido tanto la población y los niveles de bienestar que la Tierra está extenuada, por lo que hay que repensar el maltusianismo dado que somos demasiados habitantes4. Y eso alimenta la conciencia aguda de crisis, acentuada tras la debacle de 2008-2010 frenó, momento en que empezaron a empeorar algunos índices, sobre todo el de la desigualdad5, el de la pobreza6, el de la energía7 y el del cambio climático8. La actual pandemia incrementa los retrocesos que ya eran manifiestos cuando se inició: sufren más los sectores más débiles, más vulnerables. Son ya muchas las voces que consideran imprescindible lo que ya se consideraba necesario en los años sesenta: un cambio de la política económica centrada en el ánimo de lucro y en el consumo compulsivo. Algunos índices empiezan a ser muy preocupantes: crecimiento de populismos poco democráticos, degradación climática y medioambiental, movimientos migratorios fuera de control…
Por eso, toman fuerza esos conceptos del colapso y la extinción de la especie humana. Ya en el 2005 Jared Diamon publicó un libro en el que analizaba los colapsos pasados y señalaba lo que de ellos se podía aprender para afrontar el riesgo de colapso próximo9. Sin embargo, crece la conciencia de que el colapso es ya inevitable: el agotamiento de los recursos, el calentamiento global y el crecimiento de la población, ya algo más lento, nos llevan a una situación insostenible. Sin duda, el problema central es lograr un equilibrio global, lo que recibe varios nombres, que van desde desarrollo sostenible hasta políticas de decrecimiento, desde un nuevo pacto verde hasta una propuesta ecosocial radical. Carlos Taibo lo dice claramente10: en la Tierra no cabemos mucho más de 1.500 millones de personas, algunos admiten hasta 2.500, pero desde luego no los 8.000 millones previstos para 2030. Y sólo hay dos respuestas: ecosocialismo o ecofascismo.
Se aproxima el apocalipsis: vienen años de sufrimiento duro. Por eso mismo urge que no cunda el miedo, no alimentar una angustia colectiva que provoque respuestas inadecuadas, más cercanas al ecofascismo, reflejadas en la serie de películas Los Juegos del Hambre, o puro caos, bien descrito por Cormac McCarthy en The Road, visualizado en una película basada en el libro. Conviene recobrar el enfoque del libro del Apocalipsis, cuyo mensaje central era fomentar la esperanza de vida mirando hacia un futuro salvífico11. Urge hacer algo esperanzados.
El primer paso que conviene dar es tomar conciencia de que afrontamos un problema de enorme complejidad, pues no es fácil garantizar vida digna a tanta población y existen intereses opuestos, incluso contradictorios. Habrá que derrochar dosis de creatividad y recurrir a avances tecnológicos novedosos. Son muchas las personas e instituciones, públicas y privadas, que están volcadas en ese tema y puede que algo se vaya consiguiendo.
El segundo paso es no plantearlo como dilema: no se trata de elegir entre ecosocialismo o barbarie. Las posibles soluciones son muy diversas, y algunas ni siquiera las podemos imaginar en estos momentos pues la innovación puede provocar giros inesperados12. Hay algo, sin embargo, que parece ineludible: la simbiosis entre capitalismo y crecimiento que ha sido tan exitosa ya es insostenible. Es más, podemos afirmar que el mal que ha provocado esta paradójica situación (morir de éxito) está en el origen: dar absoluta prioridad al lucro y poner como meta del bienestar tener y consumir.
Lo anterior permite dar un cuarto paso: el problema de fondo no es un problema técnico, es un problema político y moral. Lo que está en juego es la clase de mundo en el que queremos vivir y la clase de personas que queremos ser y esas dos cuestiones constituyen el quicio de la vida moral de las personas. En eso están de acuerdo casi todas las ramas del ecologismo, desde los más radicales hasta los más moderados, y está de acuerdo el papa Francisco, que lo deja muy claro en su encíclica Laudatio: no hay solución si no hay un cambio radical en el sistema político-económico que impera en estos momentos.
Y termino con un quinto y último paso. No podemos esperar, se trata de cambiar aquí y ahora. Retomando la visión del tiempo propia del Evangelio, y recogida por Walter Benjamin, hay que actuar de tal modo que el Reino de los Cielos irrumpa en el presente mostrando el mundo futuro al que aspiramos. Dicho desde un enfoque anarquista, hay que desarrollar prácticas aquí y ahora en las que los medios sean coherentes con los fines que queremos conseguir: es la propaganda por el hecho o, mejor, la prefiguración13. Y conviene hacerlo en sentido inverso: no solo irrumpir en el presente desde una visión paradisíaca del futuro, sino innovar en el presente con prácticas basadas en el apoyo mutuo, la democracia radical y el empoderamiento de todas las personas. De ese modo, lo que hagamos ahora condicionará lo que suceda en el futuro y seremos capaces, en medio del colapso, de generar creativamente formas de vida que nos abran a un presente esperanzado y a un futuro mejor14.
BIBLIOGRAFÍA
1.Torres, Phil. (2017) Morality, Foresight and Human Flourishing. An Introduction to Existenial Risks Durham (NC). Pitchstone..
2.Rosling, H., Rosling, O. Y Roslin Ronnlund, A. (2018). Factfulness: diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo y por que las cosas están mejor de lo que piensas. Barcelona. Deusto.
3.PNUD (2019) Informe sobre Desarrollo Humano 2019 Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: Desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI. Nueva York, PNUD.
4. Riechman, J. (2019) ¿Somos demasiados? Reflexiones sobre la cuestión demográfica Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, n 148. invierno 2019-2020. Pp. 13-38
5. Barba, J.C. (2919) Desigualdad en la era de la globalización. El Confidencial 23/04/2019. Revisa el World Inequality Report 2018
6. Jorrín, J.J. y Martín, L. La crisis amplía la desigualdad: los ingresos salariales de rentas bajas caen 5 veces más. El Confidencial. 14/12/2020
7. Fernández Durán, R. y González Reyes, L. (2018) En la espiral de la energía. Madrid. Baladre y Libros en Acción. 2ª ed
8.Cambio climático (2019) Calentamiento global de 1,5°C. Bases físicas Resumen para responsables de políticas. Ginebra. IPCC. Accessible en : www.ipcc.ch
9.Diamond, J. (2005) Collapse: How Societies Choose to Fail or Succeed. New York. Viking Press
10.Taibo, C. (2018) Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo. Madrid. Catarata. 2019.
11.Alegre, X. SI (2010): Resistencia y esperanza cristianas en un mundo injusto. Introducción al apocalipsis. Barcelona. Cristianisme i Justicia
12.Arias Maldonado, A (2011). La política del cambio climático Revista de Libros. N. 172
13.García Moriyón, F. Figurar, prefigurar, transfigurar. Acontecimiento 2018, n.4, pp. 53-57
14.Gordon, I. (2017) Prefigurative Politics between Ethical Practice and Absent Promise. Political Studies. Volume: 66 issue: 2, page(s): 521-537
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