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COCO CHANEL, UNA MUJER TRIPLEMENTE HERIDA

Escribo hoy sobre Coco Chanel. Celebra el mundo el 50 aniversario de su muerte (1883-1971). ¿Por qué su importancia? ¿Qué aportó a la sociedad y, en concreto, a las mujeres? ¿Por qué recordarla?

Gabrielle Bonheur, más conocida como Coco Chanel, fue la gran dama de la moda francesa. Como modista liberó a la mujer de los corsés, acortó las faldas, y dio un toque masculino a muchas prendas. Su estilo sencillo, cómodo y elegante revolucionó la imagen femenina, convirtiéndose en todo un símbolo de libertad para la mujer moderna: una mujer capaz de conseguir todo lo que se proponga.

Lo anterior es la definición que hace, a modo de colofón, un libro infantil llamado Coco Chanel. Magníficamente ilustrado, este libro abre una colección al rescate de mujeres sobresalientes, y propone a sus lectoras infantiles nuevas heroínas que alcanzaron el éxito social. La colección ha obtenido gran audiencia y lleva más de 30 títulos publicados1. Todo ello es un dato relevante.

El éxito profesional de una mujer que nace bajo el sistema patriarcal en el siglo XIX va contra toda lógica social. Una lógica que la tiene destinada como si de un fatum (destino) se tratara, a todo lo contrario: a la reclusión en la familia, a no aparecer, y mucho menos brillar, en la vida pública; a una impuesta discreción.

Coco Chanel rompió dicha lógica y alcanzó un éxito social sin precedentes, en contra de todo lo que era esperable para ella en su época, habiendo nacido mujer, pobre en aquellos años, más sumándose a ello la herida de la orfandad. En suma, habiendo nacido bajo el estigma de esa triple herida.

Los filtros del poder

A lo largo de una apasionante línea de investigación durante tres décadas, sobre mujeres profesionales élites, he estudiado los mecanismos, por los cuales algunas mujeres (una muy escasa minoría en el siglo XX) logra el éxito social. Éste, más bien, podría ser llamado una especie de milagro. 

Estas mujeres élites que han formado parte de mi observación, reunían en sus biografías un conjunto tal de capitales, que hacían de su éxito una especie de crónica anunciada. Tenían una sobreabundancia de medios necesarios para pasar los filtros del sistema patriarcal que actuaban a la contra a la hora de llegar a las altas esferas de realización social y poder. 

A grosso modo, reunían sobre sí: capital social, económico, simbólico y cultural. Los cuatro capitales que define la gran teoría sobre nuestra estructura social de clases, del sociólogo francés Pierre Bourdieu, mi maestro. Incluso, reuniéndolos, una mujer podía ver puesto en peligro el camino hacia su realización en la vida pública. Esto abunda más aún en lo extraordinario que es el caso de Coco Chanel.

La biografía, siempre

Es clave la luz que arroja el estudio de las biografías, sobre estas mujeres sobresalientes.

El estudio minucioso de la biografía de élites que no tienen la batalla del éxito ganada, pese a ese cúmulo de capitales citados, es imprescindible. Requiere incluso el sumando de circunstancias muy cualitativas para que sobresalgan (es lo que llamo capital emocional): el amor de un padre que no ha tenido hijos varones, ser hija única, ser la pequeña, pertenecer a una sororidad (grupo de hermanas que se refuerzan entre sí), y otras circunstancias muy especiales, que he encontrado en sus biografías, desde la de Teresa de Ávila (la hija predilecta de su padre, en sus propias palabras), hasta la de la psicoanalista Lou Andrea Salomé (fui la hija muy amada de mi padre), entre otros muchos casos que pudiera citar. 

Coco Chanel, huérfana, y falta de un mundo familiar, no obstante, supo rodearse de la ayuda de su hermana y una sobrina que, incluso, hacían de modelos de una manera informal, vistiendo sus ropas por la ciudad y sitios famosos de veraneo. Además, cultivó toda una red de afectos que la empoderaron, dicho en términos actuales. Sin duda, Coco tuvo una gran inteligencia emocional.

Su historia

Coco Chanel fue una diseñadora de alta costura francesa, fundadora de la marca de prestigio que lleva su nombre. La única que figura en la lista de las cien personas más influyentes del siglo XX (Time).

Produjo una ruptura con la opulenta y poco práctica elegancia de la Belle Époque y creó una línea de ropa informal y cómoda. Logró que la mujer vistiera pantalón.

Criada en un orfanato de monjas, fue conocida por su firme determinación, ambición y vitalidad que aplicaba a su vida profesional y social. Alcanzó el éxito como empresaria y prominencia social en la década de 1910, gracias a los contactos que le ofrecía su trabajo. Altamente competitiva, su personalidad la llevó a tomar decisiones cuestionables que generaron controversia y dañaron su reputación, especialmente su colaboración con las fuerzas de ocupación alemanas en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial. 

Sin embargo, no fue culpada como colaboradora y logró reabrir su empresa en los años cincuenta, tras lo cual obtuvo un renovado éxito, hasta su muerte en 1971.

Años de formación

Nuestra heroína pasó sus años de infancia en un colegio para huérfanas. Aunque huyó siempre del recuerdo del orfanato de Aubazine (quería ocultar sus orígenes humildes) sin embargo, la austeridad de esta abadía cisterciense del siglo XII determinó su estilo, reinterpretando algunos de los detalles arquitectónicos del lugar, e incluso el hábito de las monjas. 

Después de adquirir conocimientos básicos de costura durante seis años en Aubazine, al cumplir 18 años Chanel fue enviada a un internado religioso. La institución gozaba de buena reputación para formar profesionalmente a chicas sin recursos o de pago, y encontrarles un empleo digno. Allí coincidió con su joven tía Adrienne, apenas dos años mayor que ella, que se convirtió en colaboradora de sus proyectos.

Empresaria de éxito

Su empresa llegó a contar con 4.000 empleados y 28.000 unidades de venta anuales en los años treinta. A medida que avanzaba la década, su lugar de privilegio en el mundo de la alta costura se vio en peligro. Sintiendo que estaba perdiendo prestigio, Chanel comenzó a colaborar con Jean Cocteau, y a relacionarse con el mundo cultural parisino, haciendo el vestuario de la obra teatral Oedipe Rex, entre otras. 

La revista Vogue, en 1926, destacó su diseño y sus editores predijeron que se convertiría en una suerte de uniforme para todas las mujeres con buen gusto, al incorporar una estética estandarizada que la revista comparó con el automóvil Ford negro. Esta opinión fue criticada por parte de los hombres del periodismo, que escribieron en forma de queja: “No más busto, no más estómago, no más cadera… La moda femenina de este momento del siglo XX será bautizada cortar todo”.

Triplemente herida

Nuestra heroína, que así en justicia hay que llamarla, Coco Chanel, tenía sobre sí, la herencia de la pobreza, el hecho de ser mujer en esa época y la orfandad, como hemos señalado. Partió para su carrera de éxito con el hándicap de esa triple herida. Ya, con perspectiva histórica, podemos decir que ha sido muy entrado, casi acabándose el siglo XX, cuando las mujeres han empezado a contar con pequeñas cuotas de poder. Aún hoy, estamos en lo que llamo la Era de las primeras.

Como ha escrito el gran poeta Joan Margarit: “También se puede vivir desde la herida”. La herida de Coco Chanel era tan profunda, como elevado fue su éxito: “Durante mi infancia solo ansié ser amada. Todos los días pensaba en como quitarme la vida, aunque, en el fondo, ya estaba muerta. Solo el orgullo me salvó”.

Un enfoque nuevo

A pesar de la gran determinación que lo social tiene sobre nuestras vidas, a pesar de la supervivencia del más fuerte, a pesar de infinitos condicionantes, emerge la originalidad suprema del ser humano. Como afirma Humberto Maturana: “Aceptar lo mejor es aceptar nuestra naturaleza, pues cada ser humano posee su propia realidad, y de esta forma no excluimos al resto”.

Cada persona es única en su especie. En un ser humano, se agota toda una especie (el experimento de la oveja Dolly no alcanzó el éxito). Así, Coco Chanel era en sí misma una especie. 

Pour être irremplaçable, il faut être différente, escribía la niña Coco Bonheur en la pizarra del orfanato que mantenían las monjas, quienes la llamaron Gabrielle Bonheur (Felicidad), un segundo nombre para traerle suerte en la vida.

Nuevos avances en la ciencia, entre los que figuran Margulis, Maturana, y otros científicos, arrojan luz sobre lo emocional, la empatía, lo simbiótico, para la vida del ser humano. Así, Coco reunió un cúmulo de habilidades, fácilmente rastreables en su biografía: vitalidad, belleza, don de gentes, inteligencia, propósito y meta de alcanzar el éxito. Todo un mundo de amistades y afectos la sostuvo en su vida. 

En la infancia, la sostuvo la rabia y la fuerza (la herida) para imponerse a lo que era un oscuro destino. Batalló y pudo contra todo, a pesar de todo, y contra ella misma. Dijo sí a la vida, fue una fuerza de la naturaleza. 

Metafóricamente, Coco fue una inmensa enredadera, trepó por muros imposibles, salvó escollos, se agarró a clavos ardientes, siempre afirmando la vida. La naturaleza se impone, no pide permiso para hacerlo. Por ello, someter a juicio moralista ciertos episodios de su vida, no procede, de hecho, su biografía los sobrepasó sin más. El mundo la celebró y celebra en la actualidad su genialidad. La historia ya la ha juzgado. 

Siete claves de su liderazgo

1. Fue un modelo a imitar. Muchas mujeres siguieron su actitud feminista. Sus diseños son imitados debido a su sobriedad y funcionalidad para el mundo actual.  

2. Fue una mujer avanzada para su época. Se conocía a sí misma.

3. Siempre estuvo abierta a aprender y a desarrollarse. 

4. Abierta a los cambios, su vida fue un con-

tinuo ir y venir de situaciones problemáticas. 

5. Tuvo una visión clara de todo aquello que quería conseguir.

6. Fue una gran comunicadora.

7. Siempre pensó positivamente, aprovechó las posibilidades que le brindaba la vida y afrontó sus retos.

Colofón Cumplió la promesa que se hizo a sí misma al salir del internado: nunca dependería de un hombre y se haría rica. 

 

Bibliografía

1. Editorial Alba, Barcelona.

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